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Álvaro Uribe Vélez deja la presidencia de Colombia

El calvario de don Álvaro

Fuentes: Rebelión

En buena hora, Uribe Vélez vuelve a ser don Álvaro y se marcha, al menos, del gobierno. Sale por la puerta principal de Palacio, compungido, pero confiado en que su voz seguirá tronando y en que habrá quienes mantengan bajo buen abrigo sus huevos, más protervos que proteínicos. Y para fundar su esperanza en certezas, […]

En buena hora, Uribe Vélez vuelve a ser don Álvaro y se marcha, al menos, del gobierno. Sale por la puerta principal de Palacio, compungido, pero confiado en que su voz seguirá tronando y en que habrá quienes mantengan bajo buen abrigo sus huevos, más protervos que proteínicos.

Y para fundar su esperanza en certezas, se va a vivir a una guarnición de la policía, un nido principal donde funcionan la Dirección de Inteligencia y el Centro de Altos Estudios de esa institución. Una Inteligencia que se volvió tristemente célebre durante su mandato, por violar la Constitución y las leyes.

Al fin y al cabo, él sabe a ciencia cierta que más allá la «seguridad democrática» es «falsa de toda falsedad», una farsa como la batalla de Farsalia contada por César. Eso sí, una mentira mediática útil para hacer y deshacer territorios, inflar soflamas y contratos, apachurrar derechos humanos, apuntalar terratenientes, o para romperle los talones a la Corte Suprema de Justicia, o la crisma a los opositores que no se tragaron enteros los eslogan mohosos que distinguieron su gobierno.

Afuera del cual, es mejor hacerse bien adentro de los estrechos límites que esa «seguridad democrática» le asegura: el entorno del complejo policial. Es que, cómo no, el engendro también habrá de ser útil para conspirar, o, en palabras de la retórica particular: inculcar valores a la cañona, evitarle desviacionismos al redil, urdir y tramar urdimbres y tramas.

Allí, pues, en la casita de CESPO (1), estarán las placas y medallas de reconocimiento otorgadas a don Álvaro y la silla de montar que le dio la policía de carabineros. Y el celular que lo certifica como integrante de la red de cooperantes.

Al fin y al cabo, su amigo admirado, el coronel en retiro Alfonso Plazas Vega, también vive en una guarnición militar. Por culpa de la jueza Estela Lara, que lo halló culpable de la desaparición de 11 personas que salieron vivas del Palacio de Justicia, luego de la toma del M-19, en 1985. El coronel, en vez de ser conducido del Hospital Militar a la cárcel La Picota, como lo ordenó la jueza al INPEC, fue recibido (¿sin honores?) en el Batallón de Infantería en el Cantón Norte, mientras que la jueza tuvo que salir como pepa de guama para el exilio.

Cosas de la amistad y las influencias. Claro, la condena a Plazas Vega es de sólo 30 años. La de ser ex presidente es de por vida. Y a la de ser un ex presidente como Uribe ni siquiera la muerte le pone fin.

«Yo tengo ya la casita… Lalalalaraira, lalalalaraira…» Canción que tarareará don Álvaro, porque se traga al Juan Carlos Coronel, el autor, que no al Daniel Coronell, el desautorizado. Y junto al modesto habitáculo, un bizarro receptáculo en la ONU. Un chiste coreano en el paisa antiguo de Carrasquilla.

¡Uribe en la ONU! Sí. Todo indica que no sólo hará parte del comité que investigará el brutal ataque en aguas internacionales contra la flotilla humanitaria que se dirigía a Gaza, sino que lo encabezará en calidad de vicepresidente. Uribe metiéndole moralejas a la ejemplar actuación del ejército israelí. Un desliz menor que dejó unos diez muertos y varios heridos. Ha de tener muchas presiones e intereses encima el señor Ban Ki-moon, o saber poco del redondo mundo que habita y nada de sensatez y ecuanimidad.

El gobierno colombiano, desde hace varias décadas, es un importante socio militar, estratégico y de inteligencia de Israel . Un país también vinculado con el nuestro en otros menesteres aún menos santos, como el entrenamiento de paramilitares y narcotraficantes, y el tráfico de armas. Una relación de vieja data que se estrechó aún más durante los dos últimos períodos presidenciales: los de don Álvaro, cuyo prontuario, cómo dudarlo, ahora ha inspirado confianza. Un dañino ratón cuidando el queso y otra encerrona para «La Flotilla de la Libertad».

Se va don Álvaro, se irá, se fue, y la mezcolanza de emociones que deja se parece mucho a lo que fue el mixtifori de su gobierno, en el que las actitudes sacramentales no dejaron de ser peligrosamente vecinas de las acciones más guerreras y sangrientas.

Como cruzado encumbrado a monarca, como monarca menor ungido con aspavientos, como enviado desde las celestiales «Guacharacas» que se consume, muchos uribistas ven negro el camino adelante. ¿Cómo será el mundo ahora, sin la imposición de manos del elegido en los consejos comunales semanales? ¿Qué perra vida nos espera, se preguntan, si todos no entendemos el francés que ahora aprende nuestro bienandante ni todos cabemos en la non plus ultra universidad que él dice que creará?

Muchos integrantes de la lujosa corte uribista ya tienen pesadillas con magistrados nacionales y jueces extranjeros. Otros llevan meses creyendo que están en el pabellón de los parapolíticos en la La Picota. Algunos se imaginan que tienen la casa por cárcel y que portan brazaletes de rastreo. Todos apenas tienen una vaga idea de lo que se les viene encima y una difusa imagen de las caras que en la contraparte los untaron de poder.

El propio don Álvaro se estremece cuando el espejo espejito le dice que él ya no es el presidente de un país llamado Colombia, y que, peor aún, allí rige alguien que puede ser aún más desleal que él, que puede firmar los papeles que sean o hacerse a un lado sin sutilezas con tal de no ensuciarse los chapines.

Así don Álvaro diga que lo ilusiona muchísimo mucho la idea de otro Santos presidente y le tercie en un solo envión la Orden de Boyacá, la Orden de San Carlos y la Orden Nacional al Mérito. Así Santos suelte que don Álvaro «fue un segundo Libertador». Después de Bolívar, está claro, aunque el salido presidente creyera que después de Santander. Más bien fue un segundo Pacificador, como bien lo apunta el Vladdo twittero, y lo fue después de Pablo Morillo y Morillo, el cabecilla realista que nos ganamos con la Patria Boba, aunque no tan boba como la que nos espera y ya lo indicia el bobalicón canje de medallas por lisonjas.

Deslealtades, ¡Ave María! Como cuando él mismo firmó con su puño y letra y mandó por entre un tubo, un martes 13 (de mayo de 2008), a 14 paramilitares para los Estados Unidos, incluyendo al vecino don Salvatore (Mancuso), sin tener las pruebas de que éstos delinquían desde prisión, como lo admitió después el entonces fiscal Mario Iguarán, pero que tenían mucho que contar y a muchos que implicar.

Se trasteará don Álvaro, se largó, se está yendo, es lo que importa. Por suerte, en la presidencia, el país pierde un varón; por desgracia, al país le queda ahí mismo un remedo de Barón.

Y habrá que orar para que los santos de este «country» desolado esfumen de la vida política nacional y de las primera páginas de la prensa, digamos, las tremebundas cosas de Cossio en el Congreso, los apuntes de vermífugo de Bermúdez en cualquier parte, los silbidos y la gavilla de Gabriel Silva, los descaches machos de Pacho y la mirada ceñuda de don Mario, el primo prohombre de don Álvaro. Así, hasta el Santos del Club Country se ingiere como un refresco edulcorado con aspartamo, aunque ambos nos dañen el cerebro.

Don Berna Moreno sale por la puerta de atrás, con rumbo a la Fiscalía, al igual que el «Pepe» Obdulio, quien de paso casi nos hace creer que también era un perseguido por el difunto primo. A César Mauro don Álvaro le aseguró el trasteo de crucifijos y camándulas para el Vaticano, junto a Herr Ratzinger, al investirlo como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en la Santa Sede. «Un sueño cumplido» no sólo para él, sino para quienes no queremos seguir viéndolo por aquí. Por allá está bien.

Es magno, hay que reconocerlo, el esfuerzo llevado a cabo por el gobierno que salió, durante los últimos días, para hacernos creer que la imagen correspondía al sujeto, que las medidas eran las del objeto, que las patrañas eran lo cierto y que esa leyenda urbana que es «la seguridad democrática» fue la realidad.

Razón tiene mister Lincoln: en Colombia se ha podido engañar un tiempo a todo el pueblo. Y se ha podido engañar todos estos 8 años a parte del pueblo. Pero, al contrario de lo pregonado, no se pudo engañar a todo el pueblo todo el tiempo. Ahí están las voces incrédulas, que se oyen cada vez más nítidas, a pasar de los desaires, los medios, los miedos y las armas.

Ya parados bajo el cartel de «salida» de la Casa de Nariño, para tapar tanta cosa mal hecha y tanto mal tan descabellado, pues del sombrero aguadeño salió joder a Venezuela y al propio país, y acabar de echar por el suelo unas relaciones rotas de antemano.

Del carriel, salió la OEA. Y el cantinflesco embajador colombiano ante la organización, un tal «Fercho» Hoyos, presentó «pruebas irrebatibles» ante el Consejo Permanente. Sin la circunspección ni el empaque gestual de Powell, mintió como un Colin. Bueno, pero al igual que éste cuando Iraq, tampoco ahora la idea era hacerle creer a nadie que el cuento chino era verdad.

El alboroto extramuros acallaba la algarabía interna. Y con el poncho paisa de un Bicentenario sin remedio, el gobierno trató de enfundar las esquinas puntiagudas de tanto descache.

Como estos, que son materias que logró sin miramientos: Interceptar sin orden judicial a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; insultarlos cuando se le ocurrió; «chuzar» a senadores opositores y a periodistas incómodos; cambiar el nombre del paramilitarismo y darle unas alas remozadas; bien querer a mafiosos y a los poderes corruptos de todos los niveles; ceder en bases militares parte del territorio nacional a los estadounidenses y dejarlos operar según su índole.

Que el cohecho de Teodolindo y lo cohecho con Yidis. Que de ahí saltaron untados ilustres uribistas como Sabas Pretelt de la Vega, Diego Palacios Betancourt, José Félix Lafaurie, Bernando Moreno Villegas, Jorge Aurelio Noguera Cotes, Alberto Velásquez Echeverry, Iván Díaz Mateus… ¡Armando Benedetti Villaneda! Que el tercer canal para Planeta, que mucho se parece al Tercer Ojo de Lobsang Rampa. Que la metida de sopetón de un proyecto de ley para reformar el mecanismo de elección del Fiscal, en desquite porque la Corte Suprema no se enchufó la terna viciada del presidente ni cedió a la presión. Que se notaron las notarías y que las zonas francas, ¡francamente!

O que el primer tramo de la Transversal de las Américas, un megaproyecto (de 1.6 billones de pesos) que busca unir por vía terrestre a Colombia con Panamá, adjudicado de afán a las 3 de la mañana de un jueves inolvidable para el Consorcio Vías de Las Américas, acusado de estar privilegiado por contar entre sí al nuevo y voraz «cacao» paisa William Vélez Sierra, amigo personal del ex presidente, del padre del ex presidente, de los hijos del ex presidente y de los ex asesores del ex presidente: el difunto Pedro Juan y el «Pepe» Obdulio, e íntimo de Ramiro Valencia Cossio, el hermano malandrín del ministro de Interior y Justicia del ex presidente.

De paso hay que anotar que Vélez Sierra también participa en otras faenillas: La construcción de la malla vial de Cúcuta (180 mil millones de pesos), la construcción del corredor vial Bogotá-Girardot-Cajamarca (350 mil millones), la ampliación y remodelación del aeropuerto Eldorado de Bogotá (600 millones de dólares), o que maneja las basuras de 16 ciudades, hace el mantenimiento del gasoducto central y del oleoducto Caño Limón-Coveñas, genera y transporta energía, manipula rellenos sanitarios, opera alumbrados, elabora cosméticos, maquilla y maquila.

Ante el cuestionamiento por periodistas malintencionados, Jorge Eduardo Chemas, representante del consorcio ganador de la Transversal de Las Américas, dijo, textualmente: «Él no participa. Son empresas, en las que empresas de él tienen una participación, quienes participan en la licitación». Un galimatías para una reglamentaria tacada a tres bandas.

Una lista de logros que no acaba. Donde hubo muchos que por suerte don Álvaro no alcanzó: Como firmar el TLC con los Estados Unidos, penalizar la dosis personal o ilegalizar el aborto en todos los casos, sin excepciones.

Del reciente aquelarre nacional, las escasas glorias que además de presumirse inocentes lo sean, muy pronto irán a parar al panteón del olvido. «Los otros», los del estilo Amenábar, seguramente seguirán actuando, dando de qué hablar y hablando sin parar, insepultos, hasta que alguna Corte los haga caer en la cuenta de que hace tiempo, desde el remoto 2010, estaban muertos. Estos son bastantes.

Y así, para qué más cifras. Ya se han ofrecido, aclarado y trillado muchas, en comparativos 2002 (cuando entró don Álvaro a la presidencia) – 2010 (cuando poco a poco sale porque sale).

Unos guarismos han bajado, como el ingreso de los colombianos. Incluso, la felicidad de chiste que nos caracteriza se ha vuelto brumosa; quizás por eso a muchos les es dado fundar esperanzas donde no las hay ni por el chiras, como en el Santos entrante. Otras cifras han subido: Como el desempleo, los niveles de pobreza, el abismo (precipicio) entre ricos y pobres. Claro, también han aumentado los desplazados y el reguero de muertos.

Unas cifras son directamente proporcionales: Se terminaron las «pescas milagrosas», pero también se acabaron las carreteras, y habrá que esperar lustros para ver en qué bolsillos pararán los millones y billones de las ferias del INCO, donde, en la primera semana de Agosto, la última del gobierno ido, muchos se apuraron e hicieron su Agosto. Aumentaron las cifras de cerebros fugados hacia los países desarrollados y a conveniencia también se aumentaron a 1144 las de los paramilitares extraditados a los Estados Unidos.

Fueron más los anotados en el régimen subsidiado de salud y a la vez más mal los pocos atendidos de verdad en un sistema aniquilado. Más los contabilizados por las «familias en acción», y, claro está, más coaccionados, chantajeados y amenazados los 2.4 millones de necesitados.

Otras cifras son inversamente proporcionales: Es cierto que aumentó la llamada inversión extranjera, pero también lo es que seguimos siendo una tierra agreste para que alguien de afuera saque un peso de Namibia o Zaire y lo ponga aquí. Aumentó dicha inversión y disminuyó el número de beneficiados con la misma. O lo que es lo mismo: más para menos.

Aumentó el precio del café en los mercados internacionales, pero bajó (cayó) el dólar (o se revaluó el peso, como se quiera). O sea, que aquí no pasó nada. Porque estos son asuntos de la economía globalizada, donde nuestros pataleos pesan un gramo (o un grano). Y tampoco hay café ni para cumplir con las cuotas asignadas. Y, por demás, aquí, adentro del país «que produce uno de los mejores cafés del mundo», bebemos una de las peores pasillas (porquerías) del mismo mundo, y ni nos lo dicen.

Pero todo, mañana tras mañana, se hizo con las mejores intenciones, guiados siempre por lo que indicaron las encuestas, mediante el designio sagrado de los grandes empresarios, industriales y terratenientes, y bajo la bienaventuranza de los Estados Unidos de América, nuestro venerable aliado. Fuimos y actuamos junto a los buenos habidos y por haber, como adalides de las causas nobles, cual cruzados del bien contra el mal. Es por eso, sólo por eso, que se hizo todo lo que se hizo y dejó de hacerse todo lo que debió hacerse.

Juan Manuel Santos sintetizó la situación colombiana en otro galimatías: «El país va bien, pero tiene problemas serios…» «…Unos son coyunturales, otros son estructurales».

El escritor español Juan Goytisolo, en un momento de la película: «Nuestra música», de Jean Luc Godard, sostiene: «Matar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es matar a un hombre.» A los colombianos nos metieron por el gaznate dos palabras hueras para nombrar la ignominia sin nombre: falsos positivos. Para tan indigna acción la lengua española tiene un infinitivo preciso: asesinar.

Máxime, cuando los hombres que por conseguir tan preclaro propósito se han matado suman muchísimos. La Fiscalía habla de 2000. La Procuraduría de otro tanto. Las fosas gritan varios miles. Los matones acogidos por el seno legal confiesan unos cuantos cientos cada uno. El tiempo, no el de Planeta, sino el implacable, después nos restregará en la memoria unas cifras bien empinadas hacia arriba.

La verdad se quedará a solas en las casas y los corazones de las familias de tantos muchachos, campesinos y pobres desaparecidos, asesinados, abatidos en el nombre del Señor, cuyos huesos ya empiezan a asomarse por entre la tierra que le echaron a diario y durante mucho tiempo funcionarios gubernamentales y discursos presidenciales.

Doscientos años de una vida republicana atiborrada de guerras civiles, desde los Supremos hasta las inferiores del presente; conflictos no declarados o negados; las batallas y batallitas de Iriarte; la Violencia y muchas violencias más. Y, sin embargo, todavía hubo (¿hay?) imaginación para añadirle al espanto perversidades nuevas bajo el sol.

http://juanalbertosm.blogspot.com

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NOTAS DE REBELIÓN:

(1) Centro de Estudios Superiores de la Policía, donde se ubicará la residencia del ex presidente Uribe, en una cómoda vivienda junto al Club de Oficiales y la Dirección de Inteligencia. Ver http://www.caracol.com.co/nota.aspx?id=1335691

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.