Resulta que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico -el Estado- ha de pagar 250.000 euros a un club privado, al Grupo Covadonga, para recuperar la ribera izquierda del río Piles que limita con esta entidad deportiva, en la que se ha construido una «senda fluvial» para uso público. Aún cabe añadir que el equipo de arquitectos […]
Resulta que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico -el Estado- ha de pagar 250.000 euros a un club privado, al Grupo Covadonga, para recuperar la ribera izquierda del río Piles que limita con esta entidad deportiva, en la que se ha construido una «senda fluvial» para uso público. Aún cabe añadir que el equipo de arquitectos de la sociedad estimó en 550.000 euros el valor de los terrenos «expropiados» y que el abogado de este singular pleito, y de alguna otra gestión, exigía 108.000 euros por sus honorarios, aunque ahora se ha de conformar con sólo 50.000 por dictamen judicial. (Lne.es, 20-08-2010)
La «senda fluvial» tiene una longitud de 400 metros por tres de ancho, de los que 2,5 metros afectan a la citada sociedad deportiva y medio metro más, corresponde al ancho del muro de hormigón que canaliza el río. En resumen, lo «expropiado», más o menos, son 1.000 metros cuadrados (400×2,5), a 250 euros metro cuadrado, que no está nada mal.
Hasta aquí todo parece correcto, si no fuera porque conviene recordar, que las márgenes de los ríos han de disponer de una franja de 10 metros de dominio público por la que se pueda circular libremente. No se entiende ni bien ni mal cómo la Confederación permitió que esta sociedad pudiera edificar antes, y también ahora, al borde del río, sin respetar ni un sólo centímetro del dominio público y, ahora, a causa de la expropiación sólo ha de ceder 2,5 metros. Responsable directo es la Confederación Hidrográfica del Cantábrico y, también, como necesario colaborador, el Ayuntamiento de Gijón por las licencias de obra que ha tenido que conceder. Pero por si todo esto no fuera suficiente resulta que ahora, con cargo al erario público, la Confederación ha de recurrir a indemnizar con 250 euros el m2 para poder recuperar lo que en cualquier caso está bajo su tutela y cede 7,5 metros de lo que sigue siendo de dominio público, sobre los que la entidad ha edificado con ladrillo y hormigón una buena parte y ha vallado el resto.
Que esta u otra sociedad, con fines tan loables como se quiera, sea merecedora de ayudas públicas, exenciones y otros privilegios, no ha de implicar que todo ello se hagan de cualquier manera y en detrimento de los bienes tradicionalmente públicos que a todos pertenecen, para convertirlos en privados, saltándose normas seculares básicas.
En la parte Este de Gijón, especialmente en las proximidades de la cuenca del Piles, cabe recordar que la mayor parte de todo lo que ahora es zona deportiva, zona verde y un sin número de edificaciones, era una gran marisma y la ribera de un río con todo su ecosistema y también con la belleza que corresponde a un espacio tan singular como es el que rodea el entorno de la desembocadura de cualquier río en la mar. Poco a poco se ha ido viendo como la depredación del «urbanismo» (de burbuja y especulación) han ido comiendo y desfigurando sus usos. Desde mediados del pasado siglo, en apenas unas décadas, poco a poco unos metros cada día, han ido convirtiendo el entorno del río Piles y su marisma en un canal de aguas cautivas por muros de hormigón que han dado más altura al cauce para poder estrecharlo, al tiempo que desaparecía su ribera y las zonas naturales de inundación que suavizaban las crecidas. Así es que el río ha dejado de ser río para convertirse, no sólo en un canal, sino en un desagüe contaminado en el que ha de prohibirse el baño en los alrededores de su desembocadura en la playa de San Lorenzo. Como si los 181,6 millones de metros cuadrados del municipio no fueran suficientes y como si todo ello no pudiera estar a decenas o cientos de metros más allá, de modo que lo que hasta no hace mucho era marisma no fuera ahora asfalto y edificaciones.
Desde luego que el Piles, y su desembocadura, nunca podría llegar a ser una ría navegable y tener una gran marisma, nunca podría llegar a ser como los ríos o las rías del Eo, Navia, Nalón, Villaviciosa, Ribadesella o Tina Mayor, pero desde luego no tendría que haber dejado de ser un digno río con su propio entorno para devenir en un canal de hormigón, estrecho e infecto, cuyas riberas, que no hace mucho eran parte del cauce, fueron urbanizadas -destruidas- en un par de kilómetros aguas arriba y en decenas de metros a lo ancho. Recuperar una pequeña parte de lo que era de propiedad pública, como es el propio cauce y la zona inundable, ha tenido que hacerse mediante pago, expropiando. Como si lo que merma y deteriora los bienes públicos no perjudicara a nadie, cuando precisamente, sí menoscaba los derechos de casi todos, no de todos.
Mal está tener que recurrir a la expropiación para recuperar y hacer público lo que siempre lo ha sido, pero esta circunstancia se agrava cuando además de pagar por ello resulta que incluso parece que es legal.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.