Las figuras públicas, en especial, los personajes políticos, se adscriben a un cierto perfil que los caracteriza. Sea por sus actos, por sus ademanes o por su personalidad, cada cual es percibido por sus adeptos y detractores de una manera singular. Se trata, por cierto, de una imagen pública que ha sido construida a través […]
Las figuras públicas, en especial, los personajes políticos, se adscriben a un cierto perfil que los caracteriza. Sea por sus actos, por sus ademanes o por su personalidad, cada cual es percibido por sus adeptos y detractores de una manera singular. Se trata, por cierto, de una imagen pública que ha sido construida a través de los años y que es cultivada con esmero en cada presentación. Ni verdadera ni falsa, la imagen pública reclama su pretensión de validez en términos de eficacia, propio de la comunicación estratégica.
El actual presidente, señor Piñera, no escapa a esta norma. Durante su primer semestre de mandato hay aspectos que ya comienzan a ser evidentes en su modo de conducir el país. Así, el protagonismo mediático del señor presidente es un rasgo inequívoco de su manera de hacer las cosas. Un estilo que preocupa más a sus aliados que a sus opositores. En efecto, preocupa que para la mayoría del país estemos ante el gobierno Piñera y no ante un gobierno de coalición. Su excesivo personalismo a la hora de tomar algunas decisiones, tanto como su figuración televisiva le ha permitido mantener la iniciativa política ante su entorno político y ante la oposición, pero, al mismo tiempo, no permite proyectar todavía la continuidad de la derecha.
Su gol ante el equipo de los mineros resulta ser una buena metáfora de un gobierno que ha logrado, hasta aquí, mantener un marcador favorable. La actitud del presidente ante el rescate de los mineros fue una apuesta temeraria, un capital simbólico que le dio ganancias netas en el país y en el extranjero. La imagen del gobierno Piñera logró instalarse no sólo como un gobierno de eficiencia sino que fortaleció el perfil del presidente como la de un hombre sensible y paternalista ante la desgracia de los trabajadores, lo que en lenguaje popular se llama «un patrón bueno».
El actual clima favorable al gobierno de la derecha, según se desprende de las encuestas, no está exento de riesgos y tensiones. Las imágenes mediáticas poseen la fuerza de la seducción en amplias masas aspiracionales, sin embargo, son tan intensas como efímeras, es decir, obedecen a la lógica de la moda. Hemos asistido a una fuerte exposición mediática de la presidencia que ha llevado al límite sus posibilidades con un resultado feliz. Sin embargo, no es posible sostener esa presencia en los medios con la misma fuerza en el mediano y largo plazo.
Es claro que una cosa es la seducción de los públicos y otra, muy distinta, son las dinámicas en la llamada clase política. Pareciera que toda la capacidad de seducción mediática mostrada por el señor presidente no es suficiente para conseguir mayorías amplias y estables en el mundo político. Es más, se advierten algunas tensiones al interior del propio conglomerado que lo puso en el gobierno. Este segundo semestre del primer gobierno de derecha será decisivo para mostrar que más allá de la seducción mediática existe real capacidad política para alcanzar acuerdos en torno a los grandes y urgentes problemas que aquejan a la sociedad chilena.