I. PRESENTACION En la sede de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y en el Centro Social y Cultural El Sindicato, 84 delegados participaron, el 18 y 19 de diciembre de 2010, en el evento de cierre del Tercer Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana «Raúl Reyes Suzarte». El Congreso fue convocado por resolución de […]
I. PRESENTACION
En la sede de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y en el Centro Social y Cultural El Sindicato, 84 delegados participaron, el 18 y 19 de diciembre de 2010, en el evento de cierre del Tercer Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana «Raúl Reyes Suzarte».
El Congreso fue convocado por resolución de la Séptima Reunión de Dirección Nacional, realizada el sábado 29 de mayo de 2010, en Santiago. En la convocatoria se indicaba: «Se ha abierto un nuevo período en la historia social de Chile y, por lo tanto, es imprescindible que la IC emprenda un rediseño estratégico, a la altura del nuevo escenario y las nuevas condiciones existentes en el país». Agregaba: «Se trata de un desafío que hace necesaria la convocatoria a un Tercer Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana, puesto que sólo el conjunto de la comunidad partidaria está en condiciones de acometer la tarea».
Por otro lado, establecía que, además, el Tercer Congreso debería enfrentar los déficits en ámbitos como la institucionalidad partidaria y su expresión normativa, y la formulación de un programa para Chile.
En la ocasión se resolvió que el Tercer Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana de Chile se denominará «Raúl Reyes Suzarte», en homenaje al inolvidable fundador del Partido, ex prisionero político de la dictadura militar y ex miembro de la Dirección Nacional hasta su partida en noviembre de 2008.
En el proceso previo de diálogo e intercambio, participaron 32 estructuras partidarias desde el Norte Grande a la Zona Austral, que realizaron cerca de 76 encuentros, una parte significativa de los cuales contempló participación de representantes de los movimientos sociales y los partidos y movimientos políticos del Juntos Podemos y la Izquierda.
Al evento de cierre concurrieron los delegados electos por las estructuras partidarias; los miembros de los órganos salientes de dirección política, encabezados por Manuel Jacques, quien fue presidente de la Izquierda Cristiana entre 2006 y 2010; y los ex timoneles de la colectividad Bosco Parra, Pedro Felipe Ramírez, Roberto Celedón y Carlos Donoso.
En el Congreso, la Izquierda Cristiana ratificó su vocación de lucha para superar el sistema capitalista y abrir paso a la construcción de una sociedad democrática y socialista.
La Izquierda Cristiana se propone terminar con un orden social mercantilista basado en la ambición ilimitada de lucro, donde el valor fundamental es el dinero y que ha dado como resultado un país asfixiado por el individualismo competitivo y la ansiedad consumista, escandalosamente desigual y con un nivel de pobreza intolerable, y depredador del medio ambiente. En su reemplazo, postula un Chile cuyo norte sea el desarrollo humano integral de sus habitantes, en armonía con la naturaleza, sostenido en los valores de la solidaridad y en el espíritu comunitario.
Un Chile esencialmente democrático, respetuoso de los derechos humanos y que valore su diversidad política, étnica, cultural, religiosa y de género; con un Estado participativo, auténticamente representativo, eficiente, transparente y descentralizado; con una fuerte y autónoma sociedad civil, y con una economía orientada a satisfacer las necesidades materiales de todos a través de programas productivos sustentables, donde se reconozca el valor del trabajo y el espíritu creativo.
Un Chile que reinstale en su agenda pública el horizonte político y ético del Presidente Salvador Allende y la experiencia del Gobierno de la Unidad Popular, a partir de las nuevas condiciones históricas y sociales del neoliberalismo y la globalización.
Un Chile que promueva la construcción de un Nuevo Orden Internacional, edificado sobre relaciones de equidad entre las naciones, con pleno respeto a su identidad y soberanía, y promotor de la paz y la justicia, de los programas mundiales de alimentación, salud y defensa del planeta, y de los procesos de integración de los países latinoamericanos.
II. NUESTRO HORIZONTE
La orientación estratégica y programática principal resuelta por la Izquierda Cristiana, se propone emprender un proceso de construcción política y social con el horizonte de una Revolución Ciudadana que permita el pleno establecimiento de la soberanía popular. En este sentido, la Izquierda Cristiana pone a disposición del pueblo y de sus comunidades una Alternativa Nacional de Revolución Ciudadana para Chile, que recoja las demandas e intereses de la resistencia popular al neoliberalismo en el país, en dialogo con las agendas de modernización democrática y transformación social del Estado, la política, la economía y la cultura que recorren América Bolivariana.
La naturaleza del orden constitucional y de los dispositivos institucionales existentes, que se reproducen a sí mismos en forma ampliada y cierran todo camino para las reformas, es el dato más relevante para sostener que una perspectiva de democratización profunda de Chile no puede sino tener un contenido revolucionario. Por otra parte, tampoco es viable plantarse la superación del neoliberalismo sin afectar la institucionalidad misma, que está puesta al servicio de la reproducción ininterrumpida del modelo. Asimismo, sostenemos que el modelo neoliberal es esencialmente contradictorio con la democracia.
Se trata de una revolución que se desarrolla y cristaliza en la medida que construye su sujeto social de realización: la ciudadanía. Por tanto, asumimos la ciudadanía como una proposición revolucionaria, en que las luchas por la ciudadanía significan redefinir en forma radical la práctica política dominante. Frente a la ciudadanía conservadora, pasiva, individual y privada, proponemos una ciudadanía revolucionaria: activa, social y pública.
Ello implica superar el concepto liberal de ciudadanía, que la circunscribe al ejercicio del procedimiento del voto en el contexto de la democracia representativa, y en particular su expresión degradada en el marco de la democracia restringida y el proyecto neoliberal, que reconvierte los ciudadanos en súbditos y consumidores.
La construcción de la ciudadanía supone, en los hechos, una reapropiación de la esfera pública por la sociedad civil, en que los sujetos actúan comunitariamente y se involucran en deliberaciones comunes sobre todos los asuntos que involucran el interés público de la comunidad política. Este tipo de concepción, fundada en el dinamismo de la creación y la libertad de nuevos sujetos y nuevos espacios públicos, asume la lucha por la ciudadanía como construcción de una identidad democrática basada en la solidaridad, la autonomía, el reconocimiento de la diferencia, la descentralización del poder. Las formas de acción política deben articular las representaciones de hecho y derecho, que tengan capacidad de expresar a la ciudadanía, que organicen a la sociedad civil «por abajo», con nuevas formas de poder que construyen nuevas formas de legitimación.
La ciudadanía se constituye en la creación de espacios sociales de lucha (los movimientos sociales) en búsqueda de lograr la hegemonía para un nuevo paradigma que superará las limitaciones del Estado tecnocrático y neoliberal, en la perspectiva de una democracia directa sustentada en mecanismos de plebiscito, iniciativa popular legislativa, revocación de mandato y exigencia de rendición de cuentas, asegurando la complementación entre la representación y la participación directa en una concepción de democracia participativa que garantice la redistribución del poder como propiedad comunitaria.
Un proceso revolucionario que se proponga emprender la democratización del país, por el propio carácter de su propósito debe tener como sujeto de realización a la ciudadanía, la que se empodera en sus territorios y comunidades, produce acción y movimiento, en una dinámica creciente de cuestionamiento crítico al sistema, hasta la conquista democrática de un Gobierno Nacional y Popular que proponga convocar a una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución Política de la República y comenzar un proceso de cambios profundos que supere las fronteras neoliberales, con un modelo de desarrollo que coloque en el centro el interés público y un sistema de nuevo tipo de participación social y política, en que el protagonismo social determine los rumbos del país.
La Alternativa Nacional de la Revolución Ciudadana constituye la ruta de navegación para conquistar el Gobierno por un bloque histórico que incorpore esa perspectiva. La captura del poder político del Estado constituye la condición para la materialización del Programa, sobre todo porque es el paso necesario para convocar a una Asamblea Constituyente que elabore una Carta Fundamental que afecte las bases de reproducción del neoliberalismo y funde las bases institucionales de un nuevo modelo de desarrollo.
La particularidad de la Alternativa de la Revolución Ciudadana es que las líneas de cambio y de ruptura con el «viejo orden» deben llegar a adquirir estatuto constitucional, el que, más allá de las agendas gubernamentales, las conviertan en los ejes fundamentales de un nuevo pacto para la convivencia social en el mediano y largo plazo para las chilenas y los chilenos, que conciba una sociedad que en que el nuevo Estado y la acción comunitaria construyen una sociedad igualitaria, productiva e incluyente.
La transformación democrática del Estado es el resultado de un proceso que coloca a la acción comunitaria en el centro de la coordinación de lo social, haciendo posible el pleno ejercicio de la soberanía popular y la emancipación de todas las formas de desigualdad basadas en razones de clase, etnia o género.
El reconocimiento de las correlaciones de fuerza como límite material para la cristalización de un programa de esta naturaleza, no puede inhibir su formulación. Los revolucionarios parten de la premisa de que la política no solo es el arte de lo posible. Por el contrario, entraña la posibilidad de ampliar el campo de lo (que es) posible.
Una Revolución Ciudadana requiere una Izquierda Ciudadana, que contenga señales de identidad como las siguientes:
– Una Izquierda Ciudadana que no busca el poder para dominar, sino que el espacio para transformar; que no conforma un gremio de políticos profesionales, sino una organización democrática y ciudadana para que la sociedad se autogobierne.
– Una Izquierda Ciudadana que no sirva sólo para participar en elecciones, sino que actúe cotidianamente en la construcción de alternativas para la sociedad popular. Una Izquierda Ciudadana que incida en la vida cultural, en el mejoramiento creciente de la calidad de vida, que promueva ciudadanía participativa y políticamente responsable, que impulse mecanismos colectivos de decisión a partir de la base de la igualdad de las personas, que propenda a construir una cultura del diálogo.
– Una Izquierda Ciudadana que asuma la responsabilidad de desarrollar vínculos políticos y éticos para contribuir al fortalecimiento de las organizaciones sociales y democráticas del país, a través un diálogo horizontal permanente, que permita el empoderamiento de las comunidades populares.
III. NUESTRO CAMINO
Para abrir paso a este horizonte histórico, la Izquierda Cristiana desarrollará una iniciativa política que permita la constitución de una Izquierda Ciudadana, una nueva fuerza política que sea expresión del amplio reagrupamiento y la síntesis de las mujeres y hombres de izquierda, hoy dispersos, que coincidan en la necesidad de formar una nueva convergencia democrática y socialista basada en una concepción emancipatoria y comunitaria de la política popular cuya expresión concreta en esta etapa de la historia social de Chile es la opción por una Revolución Ciudadana.
En conocimiento de una variedad de organizaciones, grupos y personas que comparten estos principios, la Izquierda Cristiana ha resuelto invitarlos a generar un diálogo generoso y constructivo para formar entre todos una Nueva Fuerza Política, unitaria y democrática, que acoja las aspiraciones de cambio y los sueños de un mundo mejor de vastos sectores de nuestra sociedad. Hacemos un llamado a crear en conjunto esta Nueva Fuerza Política.
Una Nueva Fuerza Política que se enraíce en la historia del movimiento popular chileno y que asuma las nuevas realidades, cuyos esfuerzos se orienten primeramente a denunciar las injusticias y excesos del capitalismo, fortalecido por el Gobierno de Sebastián Piñera, y a promover y apoyar las movilizaciones sociales de protesta y reivindicación a lo largo y ancho del país.
Una Nueva Fuerza que aliente el desarrollo de formas comunitarias de organización de la ciudadanía, destinadas a dar respuesta a las diferentes necesidades económicas, sociales y culturales de nuestro pueblo, experiencias que deberán ser insumo relevante en el diseño de propuestas de transformación que vayan configurando un nuevo proyecto de país.
Una Nueva Fuerza Política solidaria con las luchas de liberación de todos los pueblos del mundo, en especial las que se desarrollan en nuestro continente.
Una Nueva Fuerza Política que trabaje por el desarrollo y por la multiplicación de formas comunitarias de organización de la ciudadanía, en la perspectiva de la generación desde las comunidades populares de un contrapoder frente al neoliberalismo: una dinámica de resistencia activa y contrahegemonía que proporcione sustento al diseño de un proyecto de país; una política de Resistencias Activas, desarrollando iniciativas de Poder Popular como el establecimiento de Fiscalías Populares, para fiscalizar y denunciar los abusos de las grandes empresas; y el desarrollo por la base de organizaciones de ayuda mutua, en defensa de los consumidores y el medio ambiente.
Entendemos que la construcción de una Nueva Fuerza Política, en el sentido planteado, es el producto de un proceso, que supone la progresiva articulación de un tejido básico de coherencias teóricas y políticas, en una dinámica que tiene que interrelacionarse en forma directa con la construcción comunitaria de ciudadanía en la base de la sociedad civil, pues no hay izquierda política, sin izquierda social. Ellas son las condiciones indispensables para proponerse la materialización de una síntesis con consistencia revolucionaria.
La vida definirá la viabilidad de este proceso y la forma específica que adoptará, materias que, por otra parte, deberán ser objeto de la reflexión analítica y una nueva resolución del conjunto de la Izquierda Cristiana de Chile.
Una Nueva Fuerza Política que contribuya positivamente al ensanchamiento de la unidad de la Izquierda, lo que implica la superación del Juntos Podemos y la búsqueda de niveles superiores de entendimiento de la Izquierda, dinámica de superación que tiene que ser realizado desde el Juntos Podemos y con el Juntos Podemos, que constituye el domicilio político de la Izquierda Cristiana de Chile en materia de alianzas políticas.
La identidad podemista constituye un capital político de significación para la Izquierda, el cual la Izquierda Cristiana contribuyó a desarrollar. No puede ser cancelado por decreto y tampoco ser desechado como aporte al proceso general de constitución de la Izquierda como alternativa de poder. Por ello, la Izquierda Cristiana continuará integrando el Juntos Podemos y, en el marco del diálogo e iniciativa política en su interior, promoverá dar el salto a un nuevo nivel de encuentro y convergencia de los revolucionarios, así como de los críticos y disidentes del neoliberalismo.
Por tanto, la Izquierda Cristiana contribuirá, al interior del Juntos Podemos, a emprender un debate y una iniciativa política orientada a su propia superación en un nivel superior de unidad de la Izquierda chilena. Por otro lado, el fortalecimiento de la Izquierda Cristiana y el proceso de formación de una Izquierda Ciudadana constituyen procesos que pueden y deben aportar a la generación de nuevas condiciones para acometer ese desafío.
Uno de los rasgos identitarios de la Izquierda Cristiana, desde sus mismos orígenes, es su opción por la unidad social y política del pueblo. El Tercer Congreso Nacional ratifica esta definición esencial de su propia hechura como comunidad política.
Como aporte al proceso de construcción de una Nueva Fuerza Política, nos proponemos el fortalecimiento de la Izquierda Cristiana como un instrumento político al servicio de la creación de una Izquierda Ciudadana y de la ampliación creciente de la unidad de la Izquierda. Al respecto, el Congreso Nacional resolvió concretar, en los marcos de tiempo del año 2011, un segundo proceso de constitución legal del Partido Izquierda Cristiana de Chile.
En esta perspectiva, el Tercer Congreso Nacional sancionó una concepción política de la institucionalidad partidaria y aprobó, en general, una Carta Fundamental de Organización. Al respecto, se coincidió en concebir la Izquierda Cristiana como un partido radicalmente democrático, unido y sustentado en prácticas de tipo comunitario; popular y abierto a la sociedad popular y sus comunidades.
Entre los elementos del diseño de organización democrática sancionado por el Congreso, se encuentran el criterio de elegibilidad de todos los cargos, el principio de revocabilidad de los dirigentes y un sistema de contraloría de la comunidad partidaria.
La derrota política de la derecha constituye una condición necesaria para la construcción de una alternativa al neoliberalismo. No es viable perspectiva revolucionaria alguna, en el caso de que la derecha política y económica logre su propósito de abrir paso a un ciclo de larga duración de sucesivos gobiernos bajo su control.
Por otro lado, no existe tampoco derrota política de la derecha, efectiva en el largo plazo y consistente en su contenido, si esa derrota no representa además una derrota estratégica del neoliberalismo como proyecto integral de producir la vida social, en sus dimensiones institucionales, económicas y culturales. La derrota de la derecha y la derrota de la opción neoliberal no pueden ni deben aprehenderse escindidas o diferenciadas en etapas, sino como componentes de un único proceso de resistencia, contrahegemonía y alternativa.
Para derrotar a la derecha y atravesar al pueblo en su propósito de consolidar un ciclo de sucesivos Gobiernos bajo su control, es esencial enfrentarla y derrotarla promoviendo el fortalecimiento y proliferación de los movimientos sociales, así como la multiplicación de la movilización de la ciudadanía a lo largo y ancho del territorio nacional. Pero, al mismo tiempo, es también fundamental asumir la necesidad política de derrotarla en las urnas en las próximas elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales. Para tales efectos, es necesario construir una mayoría que se exprese en una mayoría electoral.
Una de las operaciones tácticas de ese diseño estratégico puede ser el establecimiento de convergencias de naturaleza electoral, las cuales deberán ser examinadas en su mérito, y necesariamente tendrán que sostenerse en contenidos programáticos que se orienten a la perspectiva de la democratización del país y materializarse con el acuerdo más amplio de la Izquierda.
Hoy, las prioridades de la Izquierda Cristiana, en la perspectiva de derrotar a la derecha, son la creación de una Izquierda Ciudadana, el ensanchamiento creciente de la unidad de la Izquierda, y el incremento de la capacidad de organización y movilización del pueblo de Chile.
El fortalecimiento de la Izquierda Cristiana, la creación de una nueva Izquierda Ciudadana, la Unidad de la Izquierda chilena, la necesidad de derrota política de la derecha, no son sino objetivos, procesos, instrumentos y operaciones para hacer viable el horizonte de una Revolución Ciudadana en Chile, los que adquieren su sentido y consistencia solamente en relación con este propósito central.
IV. HACIA UN NUEVO PROYECTO
La Izquierda Cristiana valora el proceso de creación programática que la Izquierda chilena emprendió durante las elecciones presidenciales de 2005 y 2009. El proceso de Consulta Democrática y Asamblea Nacional que la Izquierda, que culminó con la presentación de la candidatura del compañero Jorge Arrate, permitió dar un salto adelante en materia de la formulación de un horizonte programático.
El Tercer Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana avanzó en la formulación de los ejes programáticos esenciales que debiera considerar una Propuesta Nacional de Revolución Ciudadana:
-La construcción de un Estado Social de Derecho y el establecimiento de una democracia radical y soberana, participativa y protagónica.
-La democratización y descentralización del poder y la gestión pública en la perspectiva de acercar el Estado a los territorios y comunidades.
-El reconocimiento de la participación directa de la ciudadanía como parte irremplazable de la definición de la soberanía popular y del contenido mismo de la democracia.
-La ampliación creciente de los derechos ciudadanos y la promoción de la participación comunitaria para el control social en el ciclo de las políticas públicas.
-La profundización del sufragio universal, ampliando la comunidad política al reconocer el derecho a voto de jóvenes mayores de 16 años y chilenos en el exterior.
-La promoción del «buen vivir» como objetivo fundamental de la sociedad chilena.
-La prefiguración de una estrategia nacional de desarrollo alternativa al canon ortodoxo del neoliberalismo y basado en la profundización de la economía social y solidaria, para poner fin a la inequidad social y disminuir las brechas económicas y sociales de ingreso, riqueza y calidad de vida.
-La supremacía del trabajo humano sobre el capital y en armonía con la naturaleza. El trabajo humano no debe ser considerado un factor más de producción, sino el fin mismo de la producción.
-El reconocimiento de diferentes formas de propiedad y organización de la economía, con una opción por la democratización de la propiedad y de los medios de producción, lo que implica que el Estado sea también propietario de importantes sectores estratégicos y que los trabajadores, las comunidades y los ciudadanos sean dueños de medios de producción.
-La reconstitución de las capacidades de acción estatal en el campo del emprendimiento productivo.
-La renacionalización del cobre y la recuperación del control social de la totalidad de las riquezas fundamentales y áreas estratégicas de la economía.
-La recuperación del predominio absoluto del interés público en los servicios sociales de carácter fundamental y el establecimiento de la universalidad de la seguridad social.
-Una reformulación de las regulaciones ambientales y la consagración de los derechos de la naturaleza.
-El reconocimiento de la plurinacionalidad e interculturalidad del Estado.
-La determinación del carácter prioritario de la integración regional.
En definitiva, un Programa que garantice la universalización de los derechos sociales y el ejercicio de la soberanía popular en la totalidad de los ámbitos de producción de la vida.
Desde la concepción radical de la democracia que sostiene la Izquierda Cristiana, no es suficiente democratizar el Estado. Es necesario también convertir las relaciones cotidianas en relaciones democráticas: de diálogo, respeto, deliberación, tolerancia y no violencia, superando todas las formas de discriminación por sexo, edad, etnia o preferencia sexual.
Con el recuerdo del inolvidable testimonio de vida del compañero Raúl Reyes Suzarte, reafirmamos hoy la convicción planteada en las resoluciones de política estratégica del Segundo Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana: «Otro Chile es posible y la lucha por su conquista es justa y necesaria».
Santiago, Primavera de 2010