«El destino de la palabra literaria es siempre el de la irreverencia». Así se presenta en su portal web el intelectual ecuatoriano Raúl Vallejo, quien se encuentra en Cuba a propósito de la Feria Internacional del Libro. En su país este escritor ha ocupado diferentes cargos públicos, fue Director de la Campaña de Alfabetización y […]
«El destino de la palabra literaria es siempre el de la irreverencia». Así se presenta en su portal web el intelectual ecuatoriano Raúl Vallejo, quien se encuentra en Cuba a propósito de la Feria Internacional del Libro. En su país este escritor ha ocupado diferentes cargos públicos, fue Director de la Campaña de Alfabetización y tres veces Ministro de Educación. Desde ellos ha emprendido proyectos renovadores de gran repercusión social como la victoria de su propuesta para elevar los temas educativos a política de estado, respaldada en referéndum por más del 80 por ciento de los ecuatorianos.
Desde febrero de 2011, Vallejo asumió el puesto de embajador de su país en Colombia; pero los cargos diplomáticos no lo apartan de una carrera literaria que inició como narrador en la década del 70 con el volumen Cuento cuento (1976). Quien en 1992 obtuviera el Premio 70 años de Diario El Universo por el volumen de relatos Fiesta de solitarios; en 1999 los Premios Joaquín Gallegos Lara y el Nacional del Libro por Acoso textual; y, en 2000, el Aurelio Espinosa Pólit por Huellas de amor eterno ha incursionado también en la poesía con textos como Cánticos para Oriana, Crónica del mestizo.
En una de sus comparecencias ante el público lector y los profesionales del libro en la Feria de La Habana, Raúl Vallejo -cuya obra se ha publicado en Cuba- discurrió sobre la literatura latinoamericana del siglo XIX y la proyección de los intelectuales de la época acerca de la Patria y el amor. Según sus investigaciones en el campo de la narrativa, los autores del continente, imbuidos del espíritu romántico, se muestran interesados en construir un espíritu de patria, que, durante los procesos independentistas pone en su centro la exaltación de las ideas de progreso y orden en oposición a la barbarie, pero con visos de admiración a las costumbres populares. Vallejo destacó cómo los novelistas asumieron, en general, el ideario de «poeta civil» que ayudó a construir los estados y la literatura nacional, por lo cual a casi todos – «seres apasionados que moldearon el espíritu de cada nación» – han sido considerados patriotas.
Vallejo, desde Ecuador, forma parte de la vanguardia intelectual que es hoy protagonista de uno de los procesos políticos y culturales más importantes del mundo: la reconfiguración de las fronteras y las ideologías latinoamericanas. La Jiribilla lo abordó para conocer sus visiones sobre el nuevo proceso emancipatorio que tiene lugar con la ascensión de gobiernos populares en el continente.
En su conferencia realizaba un recorrido por el concepto de patriotismo en la literatura latinoamericana del siglo XIX. ¿Cuánto puede haberse desplazado la noción de patriotismo del siglo XIX hasta acá en la literatura latinoamericana?
Lo que sucede es que el patriotismo en el siglo XIX está relacionado a la definición del escritor civil, es decir, un escritor que participa activamente en el proceso de construcción de la nación. Para ese escritor o escritora, la patria es un concepto que necesita construirse.
En el siglo XX, con los estados nacionales constituidos y con los poderes fácticos de dominación también ya institucionalizados, el concepto de la patria se traslada hacia el concepto de una segunda independencia, hacia el momento en que los ideales libertadores pueden ser expresados como ideales que requieren de una realización plena y no de una realización formal.
Ahora bien, como ha pasado todo el proceso de profesionalización de los escritores, la literatura se vuelve muy recelosa de receptar en sus textos la idea del patriotismo. Entonces, existe una diferenciación entre lo que será la actitud del escritor y su obra literaria. Un ejemplo clásico de esto es Cortázar. En términos estrictos, él es un patriota, un luchador por las libertades; pero su obra literaria, salvo un par de textos como Fantomas contra las trasnacionales, no introduce estos elementos en la ficción.
Aludía a la responsabilidad de los intelectuales según Antonio Gramsci y de su aplicación a la literatura del siglo XIX. ¿Cuál debe ser el concepto de responsabilidad intelectual en el mundo contemporáneo y los nuevos procesos emancipatorios de América Latina?
Los intelectuales y los escritores, en particular, tienen la responsabilidad de asumir sus deberes de ciudadanía. ¿Qué quiero decir con esto? Asumir deberes que tiene que ver con la ampliación de las libertades democráticas, con la construcción de sociedades más justas, más solidarias. En otras palabras, al asumir esos deberes, los intelectuales de hoy se asumen como parte de los procesos y no como sus líderes, ni tampoco como mesías de esos procesos. Esa función mesiánica ya no es más propiedad de los intelectuales. Ahora la función de liderazgo de los procesos de liberación está dada en los movimientos populares.
¿Hasta qué punto las celebraciones por el bicentenario de las independencias de América Latina pueden contribuir a profundizar la conciencia sobre la necesidad de unidad y de repensar a Nuestra América como patria grande?
Las celebraciones del Bicentenario han estado regidas por la idea de la necesidad de una visión crítica de lo que ha sido la independencia. Han tenido como introducción las preguntas: ¿Los ideales de independencia realmente se realizaron en estos 200 años? ¿Qué ha faltado y qué falta todavía para que esos ideales hagan a nuestras patrias realmente libres y no sometidas a procesos neocoloniales? Por ahí deben seguir encaminándose los debates.