Inmersos en la crisis capitalista más importante de la historia, el tan nombrado «cambio de ciclo político» no puede significar tan sólo que el PSOE pierda las elecciones, o que las gane el PP. El PSOE ha sido el partido que ha establecido el modelo de Estado y de sociedad que vivimos. No sólo el […]
Inmersos en la crisis capitalista más importante de la historia, el tan nombrado «cambio de ciclo político» no puede significar tan sólo que el PSOE pierda las elecciones, o que las gane el PP.
El PSOE ha sido el partido que ha establecido el modelo de Estado y de sociedad que vivimos. No sólo el modelo Estado-Comunidades Autonómicas-Ayuntamientos, y su consecuentes problemas de financiación. Sino también el modelo económico. La renuncia al desarrollo industrial (reconversiones en su primer mandato), potenciando el sector servicios y la construcción. La concentración bancaria. La concentración de los medios de comunicación. Las privatizaciones. El modelo laboral… Es el partido que ha articulado el actual sistema capitalista español.
Es por ello por lo que el PP, para llegar al poder, sólo pudo agitar la corrupción en las filas del PSOE y, cínicamente, la guerra sucia de los GAL.
Hoy no puede presentar el mismo programa. Es el partido que ha extendido la corrupción por todo el territorio nacional. Ha mentido a todo el pueblo con el atentado islamista de Madrid; manipula sin vergüenza el final de ETA. Sin embargo, va a ganar las elecciones.
El «NO OS FALLARÉ» de Zapatero está superado por cinco millones de parados/as. Ante la crisis, la socialdemocracia en Europa no tiene soluciones. El aumento del gasto público inicial, al modo de Keynes, se hizo para salvar del desastre a la banca, y para darle un pequeño respiro al sector de la construcción con los planes 8.000 y 5.000. Es ese gasto el origen de la actual deuda pública. Pero es que la deuda pública está prohibida en la Europa comunitaria, es imposible un programa coherente de gasto público.
La mejor idea de la socialdemocracia fue proclamar el «cambio de modelo productivo»: una inversión en I+D+I dirigida a una nueva industrialización de calidad, con mayor valor añadido, y que sustituyera al sector de la construcción -hundido por méritos propios- como motor de la economía. Pero, ¿en qué ha quedado este «cambio de modelo»? Tras anunciarse, se produjo una reducción del presupuesto estatal para I+D. Y este es un hecho fundamental, ya que la clase empresarial española se destaca por su baja calidad: su única preocupación estos años ha sido externalizar el gasto de formación e investigación hacia los presupuestos públicos.
El PSOE se choca con la realidad: la concentración de capital necesaria para crear industrias, sólo puede proceder o de las multinacionales o del Estado. Las multinacionales no tienen ningún compromiso con el país, como demuestran contínuamente; y el Estado casi no existe. ¿Es capaz el PP de solucionar esta cuestión?
Que recordemos, sus méritos en el Gobierno fueron el acelerar las privatizaciones -lo cual produjo un momentáneo superávit en las cuentas públicas- y una Ley del Suelo que animó un mercado inmobiliario que ha explotado y nos arrastra al abismo. ¿Qué mecanismos le quedarán al PP para superar la crisis?: más privatizaciones imposible, a no ser que quieran seguir vendiendo las Loterías del Estado; pero sí reducir el gasto público; una reforma salarial que permita una mayor acumulación capitalista; y poco más.
¿Qué gobierno de derechas europeo tiene éxito?, ¿el de Irlanda?, ¿el de Francia?, ¿Angela Merkel?…
El «cambio de ciclo» hoy no significa que el PP sustituya al PSOE. Significa que entramos en un periodo político de gobiernos sin respuestas, de partidos que no va a responder a las necesidades de la población. Por ello, en Europa pierden los partidos que están en el gobierno, sean socialdemócratas o de derechas. Entramos en un ciclo perverso en el que, a lo sumo, debemos conformarnos con bajar las cifras del paro de 5 millones a 4, o quizás a 3,9 millones. Un ciclo de hundimiento social, de fracaso de modelo y de absoluta incertidumbre. Una crisis inmensa y larga, en la que hoy es imposible calcular qué efectos puedan tener la catástrofe japonesa, la previsible invasión de Libia, o cualquier otro desastre internacional.
En otros periodos históricos similares surgieron los fascismos. No es intención de este artículo el análisis de un fenómeno ya de por sí bien estudiado. Pero sí es intención contribuir a acabar con el despiste de la izquierda.
Que tras el hundimiento de la Unión Soviética nos despistamos, es un hecho. Que nos avergonzamos de nuestras propuestas; que nos refugiamos en palabras más simples, genéricas, vacías… Por ejemplo, ¿qué es eso de una sociedad alternativa? No ha habido una generalidad más apabullante que esta.
La mayoría de la población, la clase trabajadora necesita la nacionalización de la banca, que se está llevando nuestros recursos y no es un instrumento de extensión de la riqueza. La clase trabajadora necesita el control democrático del sistema productivo, que genere empleo para todos/as. Ya no podemos seguir asumiendo los diferentes «pactos de estabilidad» del euro, que impide la expansión del gasto público.
Y a eso, sin tapujos, se le llama socialismo. Socialismo es el verdadero «cambio de ciclo» y es compatible con nuevas experiencias de autoorganización. Socialismo debemos llamarle, si queremos romper la maldición que une crisis económica a fascismo. Socialismo como lo propio de la masa.
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