La ausencia de lógica y coherencia del actual modelo económico queda patente por el siguiente hecho. El viernes 8 de abril, en un simposio organizado por la Asociación de Bancos, el Presidente del Banco Central manifestó su perplejidad por el alto costo de los créditos de consumo. Pero eso no impidió que dos días más […]
La ausencia de lógica y coherencia del actual modelo económico queda patente por el siguiente hecho. El viernes 8 de abril, en un simposio organizado por la Asociación de Bancos, el Presidente del Banco Central manifestó su perplejidad por el alto costo de los créditos de consumo. Pero eso no impidió que dos días más tarde, con poco más en el horizonte que su obsesión antiinflacionaria, el Banco Central subiera la tasa de interés de referencia, o de política monetaria, en 0,5%, para dejarla en 4,5% anual.
La medida afectará a la pequeña y mediana empresa necesitada de crédito como un buzo del oxígeno, pero no necesariamente al crédito de consumo, ya castigado por la insaciable banca local con tasas que el propio presidente del Banco Central situó en torno al 30% anual, esto es, más de seis veces el monto en que quedó la tasa de interés de referencia.
Usura
El último estudio del SERNAC sobre créditos de consumo señaló que las personas pueden pagar entre $86.000 hasta $475.000 extras por un préstamo de $500.000 solicitado a 36 meses.
Según el estudio, «el consumidor podría terminar pagando casi el doble de lo que pidió si accede al crédito con las condiciones menos convenientes». La tasa de interés es sólo uno de los componentes del costo total del crédito, configurado además por comisiones, seguros e impuestos.
El estudio indicó que dos consumidores que pidan un préstamo de $3 millones a 36 meses, «pueden pagar más de $1.600.000 de diferencia».
Según datos de la Superintendencia de Bancos, las tasas de interés para los créditos de consumo, pueden variar desde 10,20% hasta 49,62%.
La elevada tasa de interés de los créditos de consumo explica, en buena parte, la imparable alza en las utilidades de la banca, que según la Superintendencia de Bancos, alcanzó el 37,48%, en comparación a igual periodo del año 2009, con un monto de $ 1.561.039 millones, unos US$ 3.209 millones.
Ahora bien, el alza en la tasa de interés de referencia decidida por el Banco Central -normalización en jerga técnica- se explica en función de que este modelo económico no conoce otra medida que el ajuste por el lado del ingreso de las personas para saldar los desequilibrios de la economía.
A los bancos déjenlos tranquilos ganar la plata que quieran, porque para eso está el mercado. No importa que quiebren las empresas y aumente la cesantía: eran ineficientes. Eso es lo que dice el discurso oficial.
Pero cuando la realidad no se ajusta al discurso, es mejor hacerse los lesos.
Silbando para el techo
Así, en el reciente Simposio de la Banca-, organizado por la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras, en el exclusivo balneario de Zapallar, el presidente del Banco Central, José de Gregorio, sostuvo que dada la profundización del sistema financiero chileno registrada desde comienzos del 2000 y el aumento en el otorgamiento en los créditos, tanto a personas como empresas, es difícil explicar por qué las tasas de los préstamos de consumo son tan elevadas:
«Existe un puzzle y es por qué las tasas de créditos de consumo son tan elevadas en Chile. En más de alguna vez, exponiendo sobre la solidez del sistema financiero chileno me han preguntado por qué si todo se ve funcionando bien, las tasas de créditos de consumo son tan altas, y ¿saben qué les digo? Que no tengo explicaciones convincentes, porque es difícil explicar tasas promedio de créditos de consumo del orden de 30 por ciento y más».
Agregó que la evidencia sobre el comportamiento del sistema bancario muestra que la transmisión de la tasa de política monetaria a las tasas de mercado no ha sido muy distinta de la observada en los países desarrollado, y que en el crédito a las empresas los márgenes son menores que en la mayoría de las economías emergentes, lo que denota, en su opinión, «que existe competencia en este ámbito»:
«Con todo, si existe competencia a nivel de créditos para financiar actividades empresariales, a nivel de préstamos para financiar viviendas y en traspaso de tasas, es difícil pensar que esto no ocurra a nivel de créditos de consumo. En especial, dado que justamente en este segmento existe una mayor participación de agentes no bancarios».
Agregó que tampoco se pueden explicar esos diferenciales por el riesgo del crédito, puesto que en el contexto internacional, la cartera vencida en Chile es baja, y las alzas en el ciclo han sido moderadas.
En su opinión, algunas hipótesis para explicar este comportamiento son una banca conservadora, altos costos fijos de administración y falta de información sobre los créditos.
Una vez puesto el tema en pauta, el ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, coincidió con el presidente del Banco Central tanto en la preocupación por la magnitud del margen en que los bancos e instituciones financieras traspasan el alza de la tasa a créditos y productos que ofrecen, como en el estupor que ello le causa.
Si bien Fontaine coincidió en la necesidad de elevar la tasa de interés de referencia para moderar el gasto y el nivel de endeudamiento, reconoció que hay problemas en la información que entregan los bancos a sus clientes a la hora de venderles este tipo de créditos.
Y como en este tema, cada uno tiene su hachita que afilar, le entregó la tarea… al SERNAC Financiero.
Para el ministro de Hacienda, Felipe Larraín la solución pasa por «estimular mayor competencia en el mercado financiero, y para eso está el proyecto de ley que abarata los créditos hipotecario mediante la licitación de seguros asociados».
A su turno, la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados dedicará una sesión especial a analizar la forma en la cual las instituciones financieras y el retail aplican las tasas de interés en los créditos de consumo que entregan.
Así lo informó el presidente de la instancia, diputado Joaquín Godoy (RN), para quien «es fundamental que exista transparencia respecto de las grandes diferencias entre las tasas de interés que se le cobran a la gente que pide créditos de consumo», sin perjuicio de que «hasta ahora, no ha habido una explicación clara y concreta de esta situación que golpea las economías de los hogares en forma permanente».
Mil explicaciones, ninguna solución
A la hora de las explicaciones, este modelo tiene muchas, generalmente en el nivel de la obviedad, pero ninguna solución, en la medida de que ésta apunte a los aspectos medulares, o a defender los intereses de las personas.
Así por ejemplo, el director de instituciones financieras de Fitch Ratings, Abraham Martínez, estima que las diferencias de las tasas que cobran los bancos «se relacionan con su mercado objetivo, la segmentación de clientes, el apetito por riesgo-retorno y el tamaño de cada banco». En otras palabras, sostiene, «no es lo mismo una entidad monoproducto de nicho que un banco mediano enfocado en segmentos de ingresos medios-altos o que un banco universal que atiende a todos los segmentos con todos los productos, ya que tienen estructuras de costos y estrategias comerciales para atender el segmento muy diferentes».
El economista y ex Rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros, comparte la preocupación del presidente del Banco Central, toda vez que «la efectividad de la política monetaria se reduce en presencia de distorsiones que impiden que el menor interés de referencia se verifique en menores costos crediticios», mientras que el alto endeudamiento que implican los altos intereses, «lleva a una también elevada tasa de no pago», lo que en definitiva «actúa como un factor que inhibe el consumo de aquellos usuarios más informados, y conlleva entonces una distorsión adicional hacia el mercado».
Ante el argumento de la banca, en el sentido de que la distorsión proviene del elevado riesgo que compromete a las actividades del sector, lo estima un tema grave, «dado que las propias instituciones prestamistas están empleando poca selectividad para el desarrollo de su actividad».
En suma, sostiene, se configura un circuito perverso, en que «el grado de endeudamiento que prevalece lleva a una aún mayor tasa de compromiso con el sector, envolviendo así más alto riesgo y produciendo una multiplicación del problema observado».
Aún más, agrega, «sabido es que las instituciones financieras estimulan abiertamente el endeudamiento de los consumidores, con poca discriminación basada en el riesgo inherente. Por su parte, muchos consumidores se sienten también atraídos por la actividad de instituciones crediticias vinculadas a casas comerciales. Todo esto se da en un marco en que la educación del consumidor sobre la responsabilidad financiera es bastante primaria».
En consecuencia, concluye, «hay aquí una labor importante en materia de información y educación del cliente, como también para la regulación del sector financiero».
El diputado Fuad Chahín adelanta una propuesta que desafía la ortodoxia: «la disminución de la tasa máxima convencional cobra ahora más relevancia. Debemos llegar a una cifra concreta, porque mientras exista el máximo actual, que es de hasta un 50% sobre el promedio de tasas del mercado, se mantendrá el riesgo de que sigan aumentando las tasas en el sector».
A su turno, el diputado Carlos Montes señaló que esto forma parte de una irracionalidad y abuso de los bancos:
«Estas entidades ya no son comerciales, sino más bien financieras y esta situación recae sobre millones de chilenos que lamentablemente deben pedir un crédito para poder pagar sus necesidades. Creo que una de las soluciones es darle mayor transparencia a los hechos porque en temas económicos cada uno hace lo que quiere».
Frescura por triplicado
En medio de la polémica, la banca se encargó de trascender las siguientes razones por las usurarias tasas de interés cobradas al público, que pudorosamente denomina «estructura del mercado de créditos»:
a) El riesgo asociado al otorgamiento de créditos. A diferencia de las colocaciones comerciales e hipotecarias, que tienen un alcance de 2% y 15% de los deudores respectivamente, las de consumo atienden a un universo de cuatro millones de personas, equivalentes a un 60% de la fuerza laboral.
b) Esto implica «la inclusión de los segmentos de mayor riesgo», lo que de alguna manera debe ser reflejado en las tasas.
c) Costos asociados en «publicitar, contactar, evaluar y conceder un préstamo».
d) Ciclos económico: «en los períodos de bonanza se deben hacer reservas para los años malos».
La solución, para la banca, consiste en ahogar aún más al deudor:
» La creación de una base consolidada de deudores, propuesta ya en un proyecto de ley que está a la espera de recibir el respaldo del Ejecutivo; ampliar la opción de pago de los créditos mediante los descuentos por planilla y fomentar el uso de las transferencias electrónicas, con lo que se genera en forma simple un registro histórico del comportamiento del deudor».
Soluciones fuera del modelo
Como puede verse, las explicaciones dan para todo, pero el hecho es que no hay solución dentro del modelo, porque el problema es el modelo.
En rigor, el aparentemente inexplicable problema del usurario precio del crédito a las personas no es sino una nueva señal de su fracaso, al tiempo que un espejo de sus mentiras sistemáticas.
Durante más de 35 años se les ha estado diciendo a los chilenos que tenemos una economía de mercado, basada en la competencia. Pues bien, a la primera de cambios, para justificar una distorsión que por cierto sólo perjudica a las personas, se invoca…la falta de competencia.
Pero cómo puede haber competencia, si el propio modelo ha permitido que de 25 instituciones, cinco de ellas, Santander, de Chile, BCI, BBVA y BancoEstado concentren el 74,1% de las colocaciones, el 75% de los depósitos, el 72% de los créditos hipotecarios y el 45% de los créditos de consumo. Y eso lo saben perfectamente los que invocan la falta de competencia.
El mercado no va a diseminar el crédito, porque está para concentrarlo. En consecuencia, la solución de fondo es, claramente, intervenir la banca, pero eso es ya otro modelo.
El presidente del Banco Central no encuentra explicación al hecho de que los créditos de consumo se comporten de manera diferente a los créditos de las empresas y los créditos hipotecarios. Pero si es muy sencillo. Según la versión de la banca, los créditos a las empresas alcanzan al 2% de los deudores y los créditos hipotecarios, es decir para la vivienda, al 15% de ellos, mientras que los créditos de consumo llegan al 60% de la fuerza laboral.
La banca lleva años intentando «bancarizar» a la fuerza de trabajo. Las cifras demuestran que lo ha conseguido, pero no en virtud del alto costo en avisaje y propaganda, a pesar de la elevada inversión publicitaria. La gente se endeuda, tanto en el sistema financiero como en las tiendas por departamento, simplemente por que su ingreso corriente no les alcanza.
Con ese mercado cautivo, no va a ser precisamente la insaciable banca chilena la que se va a «autorregular». Menos aún cuando los créditos de consumo adquieren progresiva relevancia en la composición de sus utilidades, al tiempo que es el segmento que crece con mayor velocidad.
Pero con ello, el sistema financiero se está comprando un problema mayor a plazos. Ya está en la etapa que tiene que conceder créditos a la gente, para que pueda servir créditos anteriores. Un estudio de la Cámara de Comercio de Santiago, reveló que el endeudamiento promedio de los chilenos, está en torno al 67%. Es decir, de cada cien pesos que gana, 67 pesos los tiene que destinar a pagar deudas.
A semejanza de los esquemas del tipo Ponzi, que se sostienen mientras haya incautos dispuestos a proporcionarle liquidez al sistema, hasta que sobreviene la debacle apenas se interrumpe el flujo que mantiene en marcha la bicicleta financiera, con el crédito bancario concedido en forma indiscriminada, sucede lo mismo: funciona hasta que algún factor altera el circuito. De hecho, la última crisis global tuvo ese origen, vale decir, los créditos basura concedidos por la banca norteamericana.
Ese problema también tiene fácil solución: basta con imponer un límite a la usura, o por decirlo de otra forma, fijar una tasa de interés máxima.
Pero como es una medida que se sale de la ortodoxia de un modelo que prescribe la desregulación del capital, con toda seguridad no será tomada por un gobierno, menos aún cuando sus ministros del área económica son de un neoliberalismo agresivo y recalcitrante.
Una tercera medida posible apunta a un sistema público de créditos que entregue créditos a tasas razonables, que obliguen a la banca comercial a seguirlas, bajo el riesgo de quedar «fuera de mercado». Para ello bastaría reencausar al Banco del Estado hacia los fines para los cuales fue creado. Pero como la ortodoxia en boga abomina de cualquier forma de intervención del Estado, cabe apostar sobre seguro que no es una medida que vaya a adoptar un gobierno, como se dijo, neoliberal por definición
En suma, hay un arsenal de soluciones y medidas al problema del alto costo del crédito para las personas, pero fuera del modelo. Mientras no haya fuerza política para reemplazarlo, a los chilenos tendrán que seguir deslumbrándolos con voladores de luces: que estimular la competencia por aquí, que aumentar la información por allá, o que mover unos puntos la tasa interbancaria acullá, en tanto la banca sigue acumulando ganancias obscenas y la gente continúa aumentando su nivel de endeudamiento. Así hasta que de pronto sea demasiado tarde.