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Reseña de Filosofía de los Derechos Humanos de Christoph Menke y Arnd Pollman

Fuentes: Rebelión

Filosofía de los Derechos Humanos Christoph Menke yArnd Pollman ( Traducción de Remei CapdevillaWerning) Barcelona : Herder, 2010, 243 páginas.

Este es un libro muy necesario y actual. Nos permite una reflexión que me parece muy necesaria y actual. Ahora mismo, la aparición y el gran éxito de Stephane Hessel ( Indignaos) ha puesto nuevamente la Declaración Universal de Derechos Humanos como un instrumento emancipador. Hessel es el único superviviente de los redactores y nos transmite una imagen de viejo luchador comprometido que manifiesta el carácter vivo, combativo, de esta declaración. Está claro que la D.U.D.H., igual que la democracia, son armas de doble filo. Por una parte son expresión de la lucha contra sistemas injustos y por otra son utilizados ideológicamente por el mismo sistema para desactivar su fuerza subversiva. Me parece que es necesaria la labor de recuperar su sentido originario y revolucionario y no dejar que sean retórica vacía para el discurso ideológico políticamente correcto.

Hay que recuperarlos entonces no como un discurso ideológico sino como una práctica, como la expresión de una lucha por la igualdad frente a la opresión. Totalitarismo, dicen los autores, pero el término presenta el inconveniente de ser a la vez restringido y ambiguo, como ya explicaré más tarde. De entrada me parece que el planteamiento crítico de los autores es interesante : no hay que entender la D.U.D.H de la manera convencional, como si después de la Segunda Guerra Mundial se fusionara la idea de la universalidad de los derechos con la de la positivización estatal. Es decir, como si un grupo de expertos formulara unos derechos universales que los Estados de los diferentes paises se dispusieran a garantizar. Más bien hay que entenderlos, como señalan los autores, como resultado de la lucha contra el nazismo y el estalinismo, como señala Hanna Arendt. Para esta gran pensadora lo que demostró el Estado nazi es que el Estado no sólo no es neutral en la defensar de los derechos sino que puede ser el instrumento para eliminarlos. La ilusión de que las revoluciones burguesas de los S.XVIII-XIX se difumina totalmente con las experiencias totalitarias del S.XX. Pero podríamos aquí preguntarnos si realmente los Estados capitalistas han sido en algún momento garantía de derechos o más bien el Estado se ha visto obligado a aceptar los productos de algunas luchas, siempre el contra del proyecto liberal burgués. Fueron los obreros, las mujeres, los disidentes, los extranjeros y todo tipo de excluidos los que impusieron leyes en contra del dominio de los propietarios, que eran los que querían gestionar el Estado al servicio de sus intereses.

El libro trata en profundidad la relación del derecho, de la moral y de la política en relación a la D.U.D.H. Vemos aquí la contraposición de Ernst Tugendhat al justificar moralmente la D.U.D.H y Habermas/Rawls al hacerlo políticamente. En el primer caso hay una fundamentación moral desde el respeto huano a partir de los cuales podemos requerir su cumplimiento a los individuos y a los Estados. No sólo Rawls o Habermas critican este planteamiento sino también gente más radical como Jacques Rancière, que ven el peligro de transformarlos en un simple humanitarismo. La cuestión, dicen, es política, y es el demos político, la mediación entre iguales, el que debe garantizarlo. Quizás el debate no es excluyente y podemos considerar que la D.U.D.H tiene a la vez un fundamento moral y es una exigencia política. La justificación político-moral la podemos encontrar en la teoría del contrato social ( con base en Rousseau , actualizada por Rawls), en la racionalidad práctica ( con base en Kant y desarrollada por Habermas y por Apel)o en el sentimiento de humanidad ( de Hume a Rainar Forts). En todo caso, como plantea Paul Ricouer, se trata de enlazar el deber ( racional) con el deseo ( sentimiento) y de no contraponerlos. Me parece que vale la pena insistir en la necesidad de los tres aspectos : el acuerdo, la argumentación y la vinculación afectiva. También recoger la idea de Rorty de que el reconocimiento del otro no es una tendencia natural sino un producto histórico, siempre muy frágil, que hay que consolidar y potenciar.

Los grandes adversarios de la D.U.D.H. Son, para los autores, el totalitarismo y el relativismo. La palabra totalitarismo, como ya señaló Žižek, se ha convertido en un arma ideológica para criminalizar cualquier oposición al liberalismo. En este sentido también el liberalismo clasista es un enemigo de la D.U.D.H con su odio a la democracia real que ya denunció Rancière. El relativismo, por supuesto, pretende que la D.U.D.H es un invento y por tanto una imposición occidental. Aquí deberíamos plantear un universalismo universal en contra del universalismo europeo, tal como plantea Wallernstein. Hay que reivindicar por tanto, como bien plantea el libro, la universalidad como un proceso y no como un sistema cerrado, como una universalización a partir de muchas aportaciones. No hay que olvidar la resistencia que ha planteado la Iglesia Católica a la D.U.D.H., similar a la que podemos encontrar por ejemplo en autoridades islámicas. La universalidad no es abstracta, es concreta, es un proceso abierto a todas las culturas y a todos los ciudadanos, a la heterogeneidad pero manteniendo la idea clave de la dignidad humana y el respeto. El tema de lo que quiere decir dignidad humana tiene también una dimensión interesante en el libro. Se contemplan diferentes planteamientos que van desde considerarla como algo innato y absoluto hasta algo gradual y relativo. La opción de Menke y Pollman de considerarlo como una potencialidad me parece acertada. Hay que decir que no comparto en absoluto las concesiones al psicologismo que hacen los autores al utilizar el término autoestima  para entender la dignidad humana. Por el contrario, me parece que son los términos éticos como reconocimiento y como respeto los que nos permiten una buena aproximación a lo que es la dignidad y no los centrados en el yo, lamentablemente tan omnipresente en nuestra sociedad narcisista.

Hay otra idea que me parece imprescindible y que plantean los autores del libro: los derechos no deben entenderse nunca al margen de los compromisos y las obligaciones comunitarias, ya que si no los condenamos a ser la expresión disolvente de una sociedad narcisista en la que sólo hay demandas. Esta es la crítica del comunitarismo al atomismo liberal centrada en el indiviudo y no en la comunidad. Pero también las identidades culturales son peligrosas, por lo que me parece que hay que salir de la falsa dicotomía entre liberalismo y comunitarismo y buscar en el republicanismo de ciudadanos libres una tercera alternativa a desarrollar.

Otra cuestión fundamental, también abordada, es la de la relación entre la D.U.D.H y la democracia. Aquí hay desde opciones que defienden una concepción muy particular de la democracia ( y completamente diferentes entre sí, como la de Karl Marx y Carl Smidt) a partir de la cual critican el liberalismo ( los autores dicen la D.U.D.H, que me parece totalmente diferente). Otros consideran que la D.U.D.H es prioritaria, ya que la democracia puede llevar a gobiernos totalitarios. Hay, finalmente, los que los consideran complementarios, que me parece la opción correcta.

Hay una discusión final sobre la posibilidad y la necesidad de plantear una república mundial para garantizar la efectividad práctica de la D.U.D.H. El debate es amplio, pero lo que no hay que olvidar ( y los autores parecen hacerlo) es que el contexto en que nos movemos es el del Sistema Mundo Capitalista, basado en la lógica global de la acumulación de capital, en la lógica empresarial del beneficio y en la desigualdad entre clases sociales y países. Solo partiendo de esta situación podemos hablar en términos reales y no puramente ideales e ir más allá de una declaración de buenas intenciones

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