Desde el colapso de lo que fue la primera experiencia de la historia de una construcción socialista y la victoria ideológica y material del modelo económico capitalista monetarista diseñado por Milton Friedman y los economistas atrincherados en la Universidad de Chicago , la izquierda chilena ha marchado a la deriva incapaz de convertirse en un […]
Desde el colapso de lo que fue la primera experiencia de la historia de una construcción socialista y la victoria ideológica y material del modelo económico capitalista monetarista diseñado por Milton Friedman y los economistas atrincherados en la Universidad de Chicago , la izquierda chilena ha marchado a la deriva incapaz de convertirse en un actor político relevante. En esta incapacidad no ha sido menor la jibarización y falta de conducción política ligada a las masas de los otrora llamados partidos populares: sometidos a sucesivas olas de deserción de sus militantes y una transacción para incorporarse al sistema a través de las prácticas socialdemócratas. Incapaces de reconocer en su práctica que el despotismo burocrático en nombre del socialismo ha producido y seguirá produciendo un daño inconmensurable, tanto como el haber asimilado su quehacer a las necesidades del capital. De esto y no otra cosa habla el enorme rechazo que tiene Piñera pero que también alude a los partidos de la Concertación.
Sin duda que la marcha de la historia siempre tan rica en posibilidades inesperadas ha dado pie a la construcción de una nueva alternativa donde una izquierda, popular, abierta y no dogmática, con vocación de poder y voluntad de utilizar ese poder para la transformación de este modelo económico y social. El desafío es saber aprovechar el momento político para cambiar en forma sustentable la nueva correlación de fuerzas. El Capitalismo, sin duda forma parte de la prehistoria humana, y la lucha que enviará los sistemas de explotación de unos seres humanos por otros al basurero de la historia se abrirá paso ineludiblemente tal como el lucro con la compra de seres humanos tuvo fin a pesar de la oposición de esclavistas y aristócratas.
Los estudiantes han levantado, no las banderas de la Concertación, sino las banderas de la izquierda histórica chilena: las banderas de lucha que desplegaron los trabajadores mineros en el norte, masacrados en la Escuela Santa María de Iquique, en la Coruña, en la Plaza Colón de Antofagasta, la rebelió»n en las estancias de Magallanes, en los movimientos de la Reforma Universitaria, en la construcción truncada a sangre y fuego de la Unidad Popular.
Estas esperanzas de una vida buena es la que está de una u otra manera en los millones de chilenos que se han manifestado en las calles en los últimos días. Sin embargo tenemos que señalar que el movimiento contestatario es naturalmente un primer momento necesario pero no suficiente; la experiencia muestra que un segundo momento abre la necesidad de contar con un instrumento político, llámese movimiento, partido político, u otro elemento social aglutinador que surja de los movimientos sociales le de cohesión y se mantenga estrechamente ligado a ellos afianzando y enfrentando la reacción del poder institucional vía una nueva constitución y un liderazgo eficaz, audaz, sujeto a la fiscalización popular y capaz de reconocer y enmendar errores.
El movimiento liderado por los estudiantes tiene enemigos poderosos: el burocratismo, los privilegios, y los acosos del gobierno que no se da tregua en desacreditar a quienes hoy dirigen el movimiento de los estudiantes. Sin embargo hay un enemigo aún más temible, que se disfraza de compañero de ruta pero que esconde la tibieza y las componendas de la socialdemocracia, hoy asimilada completamente al capitalismo, que van desvirtuando los empeños populares bajo el «principio de los logros en la medida de lo posible» como única alternativa. Conciliaciones al estilo de Bitar ex Ministro de Educación Concertacionista o de la Democracia Cristiana que ya han sacado la voz para llamar a la «cordura» y a las negociaciones sin principios.
También se debe evitar el espejismo, admirable por su intención, en el protagonismo popular directo y sin mediaciones elevado a la categoría de dogma sin considerar los elementos de representación, liderazgo, organización y estructura sin los cuales es muy improbable el éxito de cualquier movimiento que pretenda preservarse y realizar las profundas y necesarias transformaciones.
Ya hay en el haber de los estudiantes un logro extraordinario: haber derrotado el triunfalismo y la prepotencia de clases de los defensores criollos del neoliberalismo en gran parte en las filas de la derecha, pero no exclusivamente; se ha derrumbado parte del tinglado montado para los «buenos negocios»y como lo dice un editorialista de El Mercurio ante la magnitud del desastre, que por lo menos «hay que salvar los muebles» (El Mercurio pg. D2 Columna de Joe Black) llamando al gobierno a mantener o recuperar, por lo menos, el apoyo de la derecha tradicional. Esta recuperación del apoyo de la derecha lleva implícito una recuperación del orden público y la seguridad y la defensa de la propiedad privada. Sobre todo la propiedad de las grandes transnacionales dueñas del cobre el agua, la salud y las comunicaciones. En otras palabras los intentos de Piñera, a través de su hombre clave, Rodrigo Hinzpeter por impedir la manifestación popular, vía represión, van a seguir la señal verbal del financista y retrógrado Presidente de Renovación Nacional que llamó a detener a la «manga de inútiles subversivos». Mala cosa esta: la derecha cuando se trata de reprimir no se anda con chicas.
En todo caso no hay duda que el movimiento popular ha recuperado, sin intermediarios, su conciencia de cuales son sus derechos, por lo menos en una cuestión tan esencial como la educación y que no haya dudas de que el mercado tiene que sujetarse a un control social dinámico que privilegie la justicia social y el desarrollo ecológicamente sustentable. Que quienes gobiernan y/o ejerzan funciones en los poderes del Estado sepan que están cada vez más expuestos a ser controlados por el poder popular y que los mecanismos institucionales para ejercerlo pueden ser puestos a punto a través de una nueva constitución. La Constitución es el nudo gordiano de lo que viene.
Hoy en Chile el consenso neoliberal ha sido definitivamente cuestionado y la «tesis del fin de la historia» ya no tiene ningún significado. La gran tarea de la izquierda, una vez más, es entrar por la amplia puerta abierta por los estudiantes para incluir la participación de los trabajadores, de los pobres, de los oprimidos, de las etnias, en definitiva de los excluidos de la sociedad capitalista.
La izquierda debe darse cuenta que «En las últimas décadas el liberalismo parlamentario ha asimilado a la izquierda en nombre de la democracia, cuando la verdadera tarea es que la izquierda recupere a la democracia de manos del liberalismo». 1
1 Diana Raby. Democracia y Revolución: América Latina y el socialismo. Pg. 10)
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