La aparición del movimiento 15-M, a raíz de las manifestaciones y acampadas celebradas en mayo de 2011 a lo largo y ancho de la geografía española, ha supuesto un cambio en la mentalidad de mucha gente. Muestra de ello son los constantes guiños que desde la clase política se hace hacia este colectivo, que en […]
La aparición del movimiento 15-M, a raíz de las manifestaciones y acampadas celebradas en mayo de 2011 a lo largo y ancho de la geografía española, ha supuesto un cambio en la mentalidad de mucha gente. Muestra de ello son los constantes guiños que desde la clase política se hace hacia este colectivo, que en la medida de lo posible puede influir en los resultados de las próximas elecciones generales, en tanto en cuanto, haya mayor abstención o crecimiento de partidos pequeños o extraparlamentarios.
Hace pocos días asistí a una conferencia ofrecida por un periodista crítico y «alternativo», por llamarlo de alguna manera, que fundó en 1996 un medio de contrainformación, alejado de los poderosos medios de comunicación y las grandes agencias de noticias, Rebelión.org, Pascual Serrano, que así se llama, disertó acerca de los movimientos sociales y del trato que se da a estos por parte de los medios. Habló de justamente de este tema y expuso su opinión acerca de ello. Lo más destacable que dijo, es que a falta de poco menos de un mes de las elecciones generales del 20 de noviembre, y como agente político que es y que quiere transformar la sociedad, todavía no ha comentado nada al respecto. Y quizá no lo haga nunca, es un movimiento ciudadano heterogéneo, donde confluyen multitud de ideologías y pensamientos, y dar una opinión al respecto puede que sea algo que produzca separación entre los participantes de este fenómeno de masas.
Con esto, asistí ayer a una asamblea del 15-M en mi localidad, donde se dijo que se hablaría de ello y además también se profundizaría acerca del sistema electoral español. Pues bien, tal es mi sorpresa que repasando las candidaturas a las elecciones, me he encontrado con un partido llamado «Movimiento Ciudadano 15-M», en principio, sorprende cuanto menos, ver un partido llamado de esa forma. Analizando un poco más, salta a la vista que se presenta en cuatro circunscripciones provinciales -Madrid, Valencia, Sevilla y Alicante- tanto a la cámara baja, como al Senado; lo llamativo de ello es que lo hace con tres cabezas de lista con los mismos apellidos: tres hermanos para cuatro provincias, surrealismo del bueno lo de este partido.
La curiosidad me lleva a encontrar a una entrevista a su líder, llamado José María Rivera, en el suplemento para la Comunidad de Madrid del diario El Mundo, donde afirma con rotundidad que «mi partido es la salvación del 15-M» o que tiene ideas para rebajar la tasa de desempleo que sufre España.
Oportunismo, en mi opinión, la de un hombre, o mejor dicho una familia, de aprovecharse de una corriente ciudadana que se declara abiertamente apartidista.
Que el 15-M contaba con gente militante de partidos o sindicatos, nadie lo pone en duda, de izquierdas e incluso gente votante de partidos conservadores; pero lo que me he encontrado esta tarde es algo radicalmente distinto, y seguramente no tenga buena acogida entre los manifestantes y acampados. Por otra parte, me llevo grata impresión de gente que ha participado en algunas asambleas, y después han sido tomados muy en cuenta por las organizaciones políticas como el caso del candidato malagueño de IU al Congreso, Alberto Garzón, un joven economista que dice ser «mileurista» y afectado de primera mano por la actual crisis económica o también la de otros candidatos menos conocidos, como la de la profesora de la UV, Adoración Guamán al Senado por Valencia, también de IU. Supongo que esa es la forma de actuar que deben tener los participantes de este colectivo, y no la de autoproclamarse representante cual «salvapatrias», de un movimiento ciudadano que dice no tener representantes según su ideario inicial.
Me gustaría, que el 15-M tuviese la valentía de pronunciarse acerca de las elecciones, señalando a quienes han sido los principales culpables de la crisis y a quienes han fomentado la división social, entre dirigentes y dirigidos, o clase política profesional y sociedad civil. Estar en la calle y manifestarse, esta muy bien, pero para transformar la realidad, no queda otra que hacerlo desde las instituciones y desde allí cambiarlas, sino, como me dijo un amigo, «moviendo las manos» no solucionaremos absolutamente nada.
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