Luego de sus shows en Rosario, Córdoba, Mendoza y Neuquén, el músico franco-español hará, a partir de esta noche, tres presentaciones en el Estadio Malvinas Argentinas. Actuará en compañía de La Ventura, su nueva banda en formato cuarteto.
Los muros contra los que embiste Manu Chao no se echarán abajo mediante la psicodelia marcial, como los que ataca Roger Waters, pero igualmente el músico franco-español lleva adelante, por estos días, su propia tanda histórica de conciertos a caballito del ariete del mestizaje. El ex Mano Negra actuó el martes 15 en el Salón Metropolitano de Rosario, el miércoles pasado en el estadio Juniors de Córdoba, el jueves en el Andes Talleres de Mendoza y el sábado en la Fasinpat (Fábrica Sin Patrón, ex cerámicas Zanon) de Neuquén y hoy comienza una serie de tres conciertos porteños en el Estadio Malvinas Argentinas de La Paternal. Será esta noche, mañana y el sábado 26, esta última con entradas aún disponibles y a la venta.
El inquieto músico regresa a Buenos Aires luego de su interminable (en materia de minutos, canciones y energía desatada) presentación en 2009 en el Club Ciudad, frente a 30 mil personas. Esta vez, Manu Chao tocará en compañía de La Ventura, su nueva banda en formato cuarteto, que completan el notable guitarrista Madjid Fahem, el bajista Gambeat y el baterista «Garbancito» Teboul, todos ex compañeros suyos en Mano Negra, el combo que en los ’80 inició la gran ola del mestizaje latino, anclando en el punk tanto como en la rumba o en el reggae. Por lo que se vio hasta aquí, el formato reducido a cuarteto (sus shows anteriores con Radio Bemba y La Radiolina presentaban instrumentos percusivos, de cuerdas y de viento ad hoc que ya no están) funciona en una compresión densa de intensidades.
Esa última quizá sea la palabra clave para comentar sus recientes shows en tierras federales. En Rosario estrenó esta sencillez con profundidad, con un pogo desatado al tercer tema y el Salón Metropolitano convertido en un hervidero. Luego, vecinos del barrio Ludueña recordaron a Pocho Lepratti, militante social asesinado por la policía santafesina en la noche misma del 19 de diciembre de 2001, mientras colaboraba en un comedor comunitario para pibes de ese barrio. También hubo miembros de comunidades originarias de Jujuy que subieron a concientizar sobre recursos naturales.
En vivo, La Ventura es punk. Esa fue la gran conclusión de la segunda vuelta, esta vez en Córdoba. Allí, Manu Chao y la banda actuaron ante cinco mil personas que, si no fueron más, fue por motivos de espacio: los sitios cerrados no terminan de conectar con la propuesta de Manu Chao y esto volverá a estar a prueba en sus tres conciertos porteños. También Mendoza, la más mestiza (a la manera de Manu Chao, claro, porque mestizaje no es un distintivo sino, más bien, un dispositivo) de las provincias argentinas: allí fueron siete mil personas, a seguirle el ritmo a la rumba, a pelar caderas con delay con el reggae y desatarse en el punk de este power cuarteto aventurado a hablar de otras cosas también: «No a la minería contaminante, por el agua, por la vida, Latinoamérica sin megaminería», defendían las banderas y Manu, claro, también invitó a los representantes de esa lucha (Asamblea Popular por el Agua) al escenario.
Lo de su concierto en Fasinpat fue, más que un espectáculo musical en venta, la recuperación de la palabra empeñada. El músico había prometido, en 2009, que volvería para dar allí un concierto gratuito. Cumplió… y más: habló con los trabajadores organizados sobre control obrero, sobre América latina, sobre las crisis internacionales y el movimiento de los indignados, además de alertar sobre la «emergencia ecológica» e invitar a un nuevo programa de prioridades en la región, sin especulación en medio. También deslizó sus ganas de leer a Eduardo Galeano en un libro sobre el caso mismo de Fasinpat, ejemplo internacional de qué es el control obrero.
Esta noche, la de mañana y la del sábado atestiguarán, seguramente, más conciertos memorables para el público porteño (y federal también, por qué no) de Manu Chao, ese pequeño gigante que le ha venido poniendo ritmo y explosividad melódica a aquella otra globalización, la de las culturas mestizas que se unen para sobrevivir, la de las tribus musicales (punks, rockeros, gente del reggae y de la cumbia) hermanadas en el salto y en el baile, y la de los idiomas trozados que él mismo conjuga en ese esperanto rockero que tan fuerte y tan alto brota de un músico bajito, pero elevado.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-23602-2011-11-23.html