Una postura lúcida y valiente sostuvo el arzobispo de Cali, Darío Monsalve, en una carta divulgada por la página web de la diócesis de esa ciudad en la cual se pregunta «¿Por qué no trajeron vivo, por ejemplo, a Alfonso Cano, cuando se dieron todas las condiciones de desproporción absoluta y de sometimiento y reducción […]
Una postura lúcida y valiente sostuvo el arzobispo de Cali, Darío Monsalve, en una carta divulgada por la página web de la diócesis de esa ciudad en la cual se pregunta «¿Por qué no trajeron vivo, por ejemplo, a Alfonso Cano, cuando se dieron todas las condiciones de desproporción absoluta y de sometimiento y reducción a cero de un hombre de más de sesenta años, herido, ciego, sólo?».
El clérigo también expresó su oposición a los rescates a sangre y fuego de los retenidos en poder de las FARC, pues estos son una inminente condena a muerte de los mismos.
La siguiente es la trascripción integral de las reflexiones del arzobispo Darío Monsalve:
¡Hay que traerlos vivos!
La infinita frustración que nos sigue dejando el manejo gubernamental de la situación de los secuestrados, enmarcándola en estrategias de debilitamiento y exterminio del adversario, hay que cambiarla ahora en esperanza cierta de libertad, centrando todo el interés, no en la guerrilla, sino en la vida de estos servidores del Estado y en el sufrimiento de sus familias.
Aunque suene duro, hay que distinguir su condición de militares y policías de esa solidaridad de cuerpo que mezcla lo humanitario con lo estratégico y hace que toda lucha por su liberación sea absorbida por un frente común e ideológico: todos y todo contra las FARC.
Este enfoque se convierte en la sentencia a muerte, al menos dentro de la fatídica y horripilante «ruleta rusa», a ese grupo adolorido de secuestrados y familias suyas que constituyen el símbolo adolorido de la impotencia de un país entero y la inhumanidad de una lucha imposible.
Ese símbolo patrio es fundamental para la que parece imposible reconciliación entre los colombianos y la sanación de una memoria envejecida y endurecida en la crueldad de lado y lado.
Hay que preservar esa luz de consolación y esperanza, abriendo un inmediato acuerdo humanitario que asegure el desenlace a favor de la vida y del retorno.
Centrar la atención en las víctimas y no en los victimarios es lo que debe hacer un Estado fortalecido y armado hasta los tuétanos de tecnología, cuya seguridad y estabilidad no corren ni el más mínimo riesgo por dar este paso.
¿Por qué no trajeron vivo, por ejemplo, a Alfonso Cano, cuando se dieron todas las condiciones de desproporción absoluta y de sometimiento y reducción a cero de un hombre de más de sesenta años, herido, ciego, sólo?
¿Por qué encapsular la lucha anti-guerrillera en ese marco de traer muertos a los cabecillas, sin agotar el marco ético de la no pena de muerte, de la captura como objetivo legal?
Otro sería el escenario para los secuestrados y para las posibilidades de ponerle fin a este interminable y desastroso conflicto.
Con todo respeto, invito al gobierno y a la sociedad a revisar si este esquema de «cortar la cabeza de la culebra», tan agresivo y letal, no obstante el cúmulo de muertes que hay entre un jefe y otro, de Reyes a Cano, por parte de soldados, policías, civiles y guerrilleros.
¿No está peligrosamente centrado en esa relativización del homicidio y no en la primacía del derecho a la vida, en la primacía de la vida de nuestros secuestrados, en la primacía de «cerrar heridas y abrir puertas»?
Revitalizar el homicidio ha sido el cáncer de nuestra cultura incoherente frente a la vida humana.
Invito, en consecuencia, a quienes promueven movilizaciones «en contra de las FARC «a revisar los presupuestos y contenidos de esa convocatoria.
Es inútil intentar poner toda la responsabilidad en esa organización, olvidando que su naturaleza criminal, su terquedad ideológica y su situación de acorralamiento los hace incapaces de respondernos como esperaríamos.
No hay sujeto civilista, no hay sujeto de responsabilidad humanitaria en las FARC. Tenemos que serlo nosotros, el Estado y la sociedad que nos consideramos democráticos y civilistas. Centremos nuestras luchas en traer vivos a los secuestrados.
Y que el Estado y la sociedad y la comunidad internacional asumamos y hagamos lo que es nuestra responsabilidad.
Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo de Cali.
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Darío Monsalve, el arzobispo de Cali que a través de una carta argumentó que la operación contra ‘Alfonso Cano’ fue un fusilamiento, se sostiene en su reflexión y de paso critica las marchas contra las Farc y la pena de muerte a la que están sometidos los guerrilleros.