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Jeanne Baret: la primera mujer que dio la vuelta al mundo

Fuentes: Ojalá/SanchoPanzaLab

Científicos de EEUU rescatan la figura de la botánica que recorrió el planeta disfrazada de hombre

Un botánico de la Universidad estadounidense de Utah, Eric J. Tepe, ha tenido que ser el que rescate para la ciencia la memoria de una de las primeras mujeres francesas que se atreviera a entrar, en el siglo XVIII, en el cerrado y machista mundo académico. Se trata de Jeanne Baret, la mujer que, siendo de extracción muy humilde, se disfrazó de hombre para poder embarcar en la aventura científica más osada de la época, la expedición de Bougainville, que dio la vuelta al mundo y provocó un salto cualitativo en los conocimientos geográficos y biológicos.

Tepe, que trabaja fundamentalmente en taxonomía y diversificación de plantas, especialmente en América Latina, descubrió la figura de Jeanne Baret, casi por completo ausente de la historia de la ciencia francesa, al escuchar una entrevista a la estadounidense Glynis Ridley, autora de la biografía El descubrimiento de Jeanne Baret. Un relato sobre ciencia, océano y sobre la primera mujer que dio la vuelta al globo. El título es correcto porque la campesina, que todavía se llamaba Jeanne Barret (con dos erres) cuando se embarcó en 1767 en la expedición de Bougainville, no sólo cometió con su novio, tanto por amor como por amor a la ciencia, un agravio a la Marina Real, que prohibía totalmente a las mujeres subir a bordo. Y no sólo se convirtió en una de las primeras científicas de la historia. También fue la primera mujer que atravesó todos los meridianos terrestres.

Entre los mejores

En Francia, Baret ha dejado alguna huella. Por ejemplo, figura en los relatos que el propio comandante Louis Antoine de Bougainville, así como el enciclopedista Diderot, escribieron sobre la expedición y sus resultados. También, por supuesto, el Ayuntamiento donde falleció la mujer tras su regreso, Saint Antoine de Breuilh, ha descubierto que puede convertirse en una buena insignia turística, y la honra. Y un libro algo novelado fue publicado en 2010 en Francia, sin gran éxito.

Pero lo increíble es que poca o ninguna huella queda en la ciencia oficial francesa y tampoco en las colecciones botánicas del Museo Nacional de Historia Natural. Y ello, pese a que esas colecciones heredaron el inmenso trabajo de recolección y clasificación de la mujer en varios continentes. Ninguna planta de las que recolectó lleva su nombre declinado en latín, como suele ser la costumbre para los descubridores. Pero este olvido tiene su secreto.

1 de febrero de 1767. Un tal «Jean Barré», de aspecto mozalbete un poco afeminado (dicen algunos), sube a bordo del buque L’Etoile con 120 hombres. Si Jean Barré es Jean Barré y no la bonita campesina Jeanne Barret es porque, desde 1689, una ordenanza real castiga con severas penas que pueden llegar a la muerte a toda mujer que se enrole a bordo de un buque bajo pabellón real.

Protegida por el biólogo Philippe Commerson, que de hecho es su amante y compañero de aventuras, Jeanne se encontró así de golpe aupada entre lo mejor de los astrónomos, cartógrafos, ingenieros, naturalistas, dibujantes y escritores de la época, para un periplo planetario que duró poco más de dos años. Pero Jeanne ha quedado siendo algo así como el tesoro oculto de esa expedición que fue clave para el espíritu de las Luces, la corriente que marcó y marca aún hoy pautas de lo que es el progreso humano.

Una planta para ella

Commerson y Barret, durante la expedición, y antes de que Jeanne fuera descubierta y ambos desembarcados en Mauricio, recogieron y clasificaron unas 70 especies de plantas en lugares entonces poco estudiados por la ciencia, como la bahía de Río de Janeiro, el Estrecho de Magallanes, Tahití, Madagascar y el propio Mauricio.

El biólogo oficial que supuestamente estaba acompañado por su «asistente» estuvo muy enfermo durante el viaje, así que en realidad fue Jeanne la que detectaba, recogía y organizaba las plantas para presentárselas a Commerson encamado. Este estuvo a punto de agradecérselo. Según figura en sus notas personales, iba a bautizar Baretia (de «Barret») a todo un género de plantas tropicales, hoy conocido como Turraea, de la familia de las Meliaceae. Pero tras la deshonra del desembarco de ambos al ser descubiertos, falleció en Isla Mauricio, antes de poder oficializar la denominación.

Hoy, Tepe, el científico de la Universidad de Utah, ya ha encontrado la manera de reparar ese olvido de la historia oficial de las ciencias. Desde hace unas semanas, según relata la revista Phytokeys, una planta descubierta por Tepe lleva el nombre científico de Solanum baretiae. Se trata de una planta endémica de ciertos puntos del sur de Ecuador y el norte de Perú, que crece oculta en el sotobosque. Tepe la ha escogido porque sus hojas varían de forma, tal y como ocurre con esa otra planta que, inicialmente, hace más de tres siglos, iba a llevar el nombre de la primera mujer que dio la vuelta al globo.

www.sanchopanza.net

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.