En entrevista exclusiva con Clarín.cl Víctor Toledo (1958), poeta, ensayista, traductor y catedrático universitario, habla de la reciprocidad entre Neruda y México, señala algunas investigaciones biográficas pendientes y analiza el presunto asesinato que impidió el exilio del poeta en septiembre de 1973: » Me parece muy posible ese complot, releyendo incluso los testimonios de mi […]
En entrevista exclusiva con Clarín.cl Víctor Toledo (1958), poeta, ensayista, traductor y catedrático universitario, habla de la reciprocidad entre Neruda y México, señala algunas investigaciones biográficas pendientes y analiza el presunto asesinato que impidió el exilio del poeta en septiembre de 1973: » Me parece muy posible ese complot, releyendo incluso los testimonios de mi libro de las últimas personas que estuvieron junto a Neruda. Hasta donde sé la enfermedad de la próstata de Neruda era controlable, un médico cirujano especialista en urología hace su tesis de literatura conmigo sobre la muerte del poeta chileno. Creo que, aunque es difícil demostrarlo, se ha estado ocultando el asesinato. Neruda quería y podía seguir luchando».
Autor de: Poemas del Didxazá (1985), Gusilayú (1989), El águila en las venas. Neruda en México – México en Neruda (1994, 2ª. Ed. 2005), La casa de la nube (1996), La zorra azul (1996), Del mínimo infinito ( 1998), Retrato de familia con algunas hojas (1999), Poética mexicana contemporánea (2000), Tres poetas rusos: Pushkin, Pasternak, Brodsky (2000), Abla o nada (2002), Piedra, Tristia y otros poemas (2005), Ronda de hadas en la noche de San Juan ( 2007), El retorno órfico. Aportaciones al análisis métrico-musical (2008); La mariposa en la estrella. Recuento de poetas rusos (2008) y La poesía y las hadas (2012), entre otros libros.
En julio de 2004, Víctor Toledo recibió la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda, por el libro El águila en las venas (1994), sin embargo todavía quedan temas por investigar sobre la vida de Neruda en México: » Faltan detalles importantes de su amistad con Octavio Paz, con Andrés Henestrosa y otros poetas zapotecos y mexicanos -la investigación de Alfonso Reyes y Neruda, más o menos completa ya la hizo Marco Antonio Campos-, ¿cuál fue la relación con Carlos Pellicer, o con los estridentistas?, con poetas más jóvenes, con otros pintores y artistas mexicanos -José Revueltas, verbi gracia– así como latinoamericanos y del mundo, pues las biografías de Neruda no reflejan la gran cantidad de amistades entrañables y bohemias que cultivó Neruda -a muchos grandes amigos de odiseas y parrandas, los desaparece de sus escritos, sin mencionarlos siquiera-, algo de Rulfo ya lo describió Antonio Skármeta. Sólo algo de este mar infinito de maravillosas relaciones rescaté en mi libro».
MC.- ¿Por qué elegiste el Canto general para desarrollar tu tesis de literatura hispanoamericana?
VT.- Porque me parece uno de los más grandes poemarios latinoamericanos de todos los tiempos. El más ambicioso, en su tentativa de hombre infinito y epopéyico aún con sus grandes fallas, como nuestra orografía e historia. Es la condición de una Epopeya moderna, en sí una contradicción, nuestra única epopeya americana.
MC.- ¿La sincronicidad explicaría tu relación intelectual con Neruda y la amistad que compartieron con Andrés Henestrosa y Juan de la Cabada?
VT.- Si se entiende sincronicidad como una coincidencia significativa, grosso modo, sí: el libro estaba en el aire y me eligió a mí para escribirlo. Todos los amigos de Neruda que vivían en México, los encontraba, o me hallaban «casualmente» y me elegían para confesarme o contarme sus andanzas inéditas con Pablo Neruda. Otros fueron mis maestros en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: Hernán Lavín Cerda, muy cercano a Neruda, que lo acompañó sus últimos días y regresó con el avión echeverrista de exiliados chilenos -enviado para rescatar a Neruda y saldar así una vieja deuda de amistad revolucionaria-, fue mi asesor de tesis. Todo coincidió, y escribí este libro, que fue mi tesis de licenciatura, en tres meses, incluyendo el análisis mítico poético y sociológico de los poemas murales del Canto general.
MC.- El crítico literario Jaime Concha, en entrevista con Clarín, me dijo: » Neruda descubre al indígena fuera de Chile, en el muralismo mexicano», ¿compartes o refutas la idea sobre el impacto visual y mitológico del muralismo mexicano en la simbología nerudiana?
VT.- Los grandes amigos de Neruda fueron los pintores muralistas mexicanos, más que los poetas y escritores de izquierda y derecha con los que constantemente discutió y se enemistó. El muralismo mexicano no sólo tenía la reciente cosmovisión revolucionaria, también provenía de las influencias de las formas de los grandes frescos renacentistas y de la gran tradición pictórica, simbólica y poética prehispánica. O sea había no sólo una cosmovisión -mitológica, desde luego- americana profunda sino que era un logro maravilloso de los contrarios el mensaje poético y político -igual ideológico- a través de lo visual narratológico y poético. Las imágenes y metáforas del Canto general son esenciales en su estructura poética mítica.
MC.- Neruda publicó su «Testamento» en el Canto general . ¿Encuentras alguna influencia de la generosidad de los muralistas al punto que después de vivir en México Neruda comenzó a heredar sus bienes inmobiliarios y colecciones de libros?
VT.- Quizá hay algo de eso, pero no olvidemos que Neruda se convirtió en una institución, en un nombre simbólico, en un signo en rotación, no sólo nacional sino internacional y que no habiendo dejado herederos directos sus posesiones se obviaron nacionales, pedagógicas, históricas, por su grandeza: necesarias y fundacionales.
MC.- Publicaste una carta de Neruda a Juan de la Cabada, donde le pedía caracolas de las playas del caribe mexicano para su colección, ¿cómo entender la obsesión nerudiana por las caracolas y su posterior donación a la Universidad de Chile?
VT.- Lo entiendo en parte subjetivamente, en parte simbólicamente, en parte poéticamente: «Monsieur malacólogo», quería capturar todo el mar en un oído, su oído era universal, pero también los caracoles junto la puerta, dicen, son de mala suerte. Su gran cercanía con el mar -sus viajes, entonces, trasatlánticos-, su casa de Isla Negra junto al océano, todo lo volvía un poeta marino que tenía la manía del coleccionista y del glotón que quería poseer todo lo que tocaba, saboreaba, veía, oía y olía. Era la mano anchísima de un tsunami coleccionista, compulsivo posesivo, hijo de Poseidón, pantagruélico devorador de los entes y las cosas. Su leviatánica voracidad era una especie de sustituto existencial del ritual religioso para combatir el vacío del ser que aún secretamente lo perseguía desde la Residencia en la Tierra. Era un intento contradictorio de levitar, como su escritura, deteniendo el tiempo y el ser. Su filiación socialista era mesiánica, pero nunca se confesó cristiano, sí creyente de la reencarnación, auténtico poeta, su universo era el mundo sagrado del paganismo.
Pero su hija Malva Marina murió en la infancia, y malva significa simbólicamente «pena del corazón», es decir: «pena del corazón marino» o «pena marina del corazón». El mar: el inconsciente, el alma romántica insondable, lo sublime y misterioso, lo sencillo y complejo: como la poesía -el oído, el caracol- de Neruda. La donación a la universidad habla de su entendimiento del valor científico de esa valiosa y única colección, de su profundidad oceánica de colector.
MC.- No todo fue miel derramada en México, ¿cuál es tu interpretación sobre la ruptura de Neruda y Los Contemporáneos?
VT.- Poéticas y concepciones políticas diferentes, duelo de egos. Contextos nacionales-históricos con distinciones. Los Contemporáneos más cuidadosos y respetuosos de la forma, Neruda hijo de la vanguardia, de la ruptura, de otra tradición poética. Los Contemporáneos más pensantes y formados filosóficamente, en general más cosmopolitas -críticos como Jorge Cuesta del Nacionalismo-, más «apolíticos» a excepción de Carlos Pellicer, por ejemplo. La oficialidad «contrarrevolucionaria» de la Revolución mexicana «estabilizada», «interrumpida»: Los Contemporáneos. Más visceral, más entusiasta hombre del cambio de su tiempo: Neruda, más tendiente a la ideología demagógica fácil de izquierda, pero también más apasionado por la humanidad, su historia y su futuro, proveniente de una clase social, en general, más humilde y obrera. Combatía por llegar al poder a través de una res popular, Los Contemporáneos ya estaban en el poder -acababan no hace mucho de llegar- y provenían, en su mayoría, de la clase media o de la pequeña burguesía educada.
MC.- El crítico literario Enrico Mario Santí, en entrevista con Clarín, me dijo: «Octavio Paz alentó y recomendó al Círculo de Lectores de Barcelona para que hicieran la edición de las Obras Completas de Neruda». En tu libro: El águila en las venas (1994), mencionas una entrevista que Paz concedió a la prensa rusa sobre Neruda. ¿Qué te dice el afán de reconciliación póstuma de Octavio Paz en memoria de su amigo Pablo Neruda?
VT.- Me sorprendió mucho cuando Octavio Paz, al recibir el premio Nobel de Literatura, en la entrevista para Literaturnaya Gazieta -la publicación cultural más importante de Moscú y del socialismo-, en lugar de hablar de él y de su obra -era un completo desconocido para la cultura y lengua rusa, no así Neruda el poeta latinoamericano más traducido a esta lengua eslava-, se soltara a hablar casi todo ese espacio -sin pretexto o pregunta de por medio- con entusiasmo y admiración de «su gran amigo Pablo Neruda, el único poeta dionisíaco que conoció aún vivo, de los pocos que aún quedan de esta especie». Paz, «hijo de los contemporáneos» e hijo y nieto de revolucionarios mexicanos cultos se consideraba un poeta «apolíneo». No había fotografía de Octavio Paz, y la que se publicó en todos los medios fue la que proporcioné -yo estudiaba entonces el doctorado en letras rusas en Moscú- recortando la contraportada de uno de mis libros. Paz y Neruda se quisieron y admiraron entrañablemente. Al final de los días de Neruda, después de muchos años de distanciamiento, se reconciliaron, pero las disputas políticas históricas ideológicas, su distinta afiliación crítica o anticrítica generacional, nacional e internacional, los distanciaron desgraciadamente en su momento.
MC.- ¿Qué indicios hacen falta para un capítulo inédito de la biografía de Neruda en México?, ¿investigarías la amistad del poeta chileno con Juan José Arreola y Efraín Huerta?
VT.- Creo que esa investigación sustancial ya corresponde a otras plumas: no sólo la relación con Juan José Arreola y Efraín Huerta, aún faltan detalles importantes sobre su amistad con Octavio Paz, con Andrés Henestrosa y otros poetas zapotecos y mexicanos -la investigación de Alfonso Reyes y Neruda, más o menos completa ya la hizo Marco Antonio Campos-, ¿cuál fue la relación con Carlos Pellicer, o con los estridentistas?, con poetas más jóvenes, con otros pintores y artistas mexicanos -José Revueltas, verbi gracia– así como latinoamericanos y del mundo, pues las biografías de Neruda no reflejan la gran cantidad de amistades entrañables y bohemias que cultivó Neruda -a muchos grandes amigos de odiseas y parrandas, los desaparece de sus escritos, sin mencionarlos siquiera-, algo de Rulfo ya lo describió Antonio Skármeta. Arreola me contaba que Neruda siempre le decía que le envidiaba su cabellera, la cual era asombrosa: negra, rizada, larga y abundante. Sólo algo de este mar infinito de maravillosas relaciones rescaté en mi libro.
MC.- ¿Estudiaste los fugaces retornos de Neruda a México en 1961 y 1966?
VT.- No, para qué te miento, mi libro es una provocación para esta saga tan honda, luminosa y divertida.
MC.- Neruda tenía planes de regresar a México el 24 de septiembre de 1973, ¿te imaginas qué papel hubiera jugado el poeta durante su exilio mexicano en oposición a la dictadura?
VT.- Si no el líder de la resistencia hubiera sido uno de los principales líderes, recordemos su capacidad de convocatoria, su pasión política profunda, y sus experiencias como senador y candidato a la presidencia, su trayectoria de luchador social, y el prestigio del premio Nobel, sus grandes relaciones internacionales: el gran conocimiento y reconocimiento que le profesaba la Unión Soviética, un México, más nacionalista, fuerte e independiente.
MC.- Finalmente, escribiste en tu página de Facebook: «Hasta donde sé la enfermedad de la próstata de Neruda era controlable» (15.01.2012). ¿Por qué no descartas la posibilidad del presunto asesinato del Nobel chileno?
VT.- Me parece muy posible ese complot, releyendo incluso los testimonios de mi libro de las últimas personas que estuvieron junto a Neruda. Hasta donde sé la enfermedad de la próstata de Neruda era controlable, un médico cirujano especialista en urología hace su tesis de literatura conmigo sobre la muerte del poeta chileno. Creo que, aunque es difícil demostrarlo, se ha estado ocultando el asesinato. Neruda quería y podía seguir luchando.
Hugo Chávez, Cristina Kirchner, Luis Ignacio Lula, Fidel Castro -la izquierda latinoamericana actual-, se enferma coincidente y extrañamente de cáncer casi al mismo tiempo. Inducir esta enfermedad, a través de químicos, ahora es muy común entre los espías, antes eran inyecciones las que inducían el paro cardíaco o respiratorio, u otras alteraciones mortales del organismo, como en el caso de Neruda. Este procedimiento nunca ha sido novedad, así murieron envenenados varios faraones egipcios y emperadores romanos.
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