El sociólogo Daniel Núñez fue de la generación que en los ’90 por primera vez eligió en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, FECh, a un dirigente comunista que puso en jaque las políticas neoliberales aplicadas por los gobiernos de la Concertación. Con esa experiencia y esa distancia lo convocamos a reflexionar […]
El sociólogo Daniel Núñez fue de la generación que en los ’90 por primera vez eligió en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, FECh, a un dirigente comunista que puso en jaque las políticas neoliberales aplicadas por los gobiernos de la Concertación. Con esa experiencia y esa distancia lo convocamos a reflexionar sobre el movimiento social del 2011 y las perspectivas de cambio para el futuro. Sociólogo y anterior presidente del Instituto Alejandro Lipschtuz (ICAL), se hace cargo de las críticas al PC -conforma su Comisión Política-; y las condiciones de un pacto con la Concertación. A su juicio el 2011 demostró que el malestar es más profundo de lo que nadie pudiera imaginar, pero si no adquiere un horizonte que sea capaz de disputar territorios de lo político, podría ser hasta capitalizado por la derecha.
– ¿Qué nos dejó la movilización estudiantil del 2011?
«Creo que fue un movimiento muy significativo, de una gran trascendencia política y social. Nos dejó mucho, pese a que las demandas emblemáticas no fueron resueltas y no se viesen triunfos visibles. Lo principal es que evidenció en las calles con alta masividad un malestar social que recorre la sociedad chilena y que es bastante transversal. Creo que esa crítica, ese cuestionamiento logró cuestionar el sentido común neoliberal que empapó al país».
– ¿Te sorprendió?
«A mí no me sorprendió. Cuando trabajé en el Instituto Alejandro Lipschtuz ya habíamos dado cuenta de ciclos de movilización social bastante significativos en el mundo sindical el 2005 y el 2006, espacios que los años anteriores habían estado apagados. Sorprendió la fuerza con que emergió».
– Algunos se explican la emergencia del descontento el 2011 como respuesta a un gobierno de derecha…
«Si bien un análisis diría que la elección de Sebastián Piñera es una derechización de la sociedad chilena, no es un diagnóstico tan certero porque olvida ese historial de movilizaciones previas. Creo que el malestar es más profundo de lo que podíamos haber imaginado. Eso nos sorprendió a todos: a analistas y a los propios dirigentes estudiantiles».
El Gobierno de los «mejores»
– ¿El movimiento estudiantil vino a superar el discurso tecnocrático de Piñera que vendría a ajustar los tornillos en el modelo económico que la Concertación no alcanzó a hacer?
«Sin duda. El gobierno intentó basarse en esta idea de la tecnocracia, del gobierno de los mejores, los que saben hacer bien las cosas; el discurso de la nueva derecha con que Piñera se presentó. Una derecha que era más flexible en temas valóricos, que no tenía el principismo de la UDI, una derecha ajena a Pinochet. Evidentemente este discurso instrumental quedó desarticulado el 2011 y el gobierno no es capaz de acusar el golpe, pierde capacidad de reacción y termina perdiendo la conducción y apostando por el desgaste del movimiento. Mucha gente votó por Piñera luego de décadas de discurso de la eficiencia de lo privado a la par de un desmantelamiento de lo público. Parece que el rodaje en estos dos años da cuenta de que los eficientes empresarios con que Piñera se rodeó en su primer gabinete no lo eran tanto al gestionar lo público». Piñera apostó por el gerenciamiento de las políticas públicas y proyectó esa idea en su equipo, pero la gestión de ellos en el mundo privado es para hacer negocios. Manejar los asuntos públicos que persiguen soluciones globales y no privadas, les ha sido muy difícil de llevar. Se ha demostrado la falta de conocimiento, de experticia para administrar los asuntos públicos y eso ha sido una piedra en el zapato que hizo mella en el discurso tecnocrático. El caso emblemático es que el gobierno no ejecutó en todos sus ministerios gran porcentaje del presupuesto que tenía asignado».
Mayoría social
-¿Qué falta para que la gran convocatoria del movimiento social del 2011 pase a ser una mayoría social dispuesta a cambiar el modelo económico?
«La existencia de luchas sociales, por muy significativas que sean, no implica necesariamente que haya una politización de esos actores o que se exprese en las correlaciones de fuerzas políticas y cambios en la sociedad. Hay una dificultad grande, que es cómo hacer que esta situación genere un cambio democrático y no termine siendo capitalizada por la misma derecha.»
– ¿Ves algún riesgo en eso?
«Sí, creo que este malestar social con la desigualdad económica que produce el modelo, sea capitalizada por un discurso populista al estilo Longueira. Para lograr que así no ocurra, el movimiento social debe dar pasos nuevos respecto de lo que hizo el 2011, particularmente el movimiento social por la educación».
– ¿Qué caminos ves allí?
«En un primer momento, los estudiantes deben ser capaces de vincularse con otros actores sociales. Es decir, seguir avanzando sólo con la fuerza de los estudiantes y algunos sectores de la educación parece haber llegado a su techo. La relación con el movimiento sindical, ecologistas, de pobladores o regionales debe ser muy importante».
– ¿Alguna condición mínima para esto?
«Un acuerdo a nivel de las demandas. Y otra cosa es cómo este movimiento social va a dialogar con el mundo político. Se me ocurren dos aristas: por un lado establecer alianzas con una parte del mundo político para poder avanzar en alguna de sus demandas; y por el otro, como poder expresarse políticamente. Tal vez el día de mañana los actores de la educación participen de una colectividad política propia».
Crítica a los partidos políticos
– El 2011 también trajo una crítica a los partidos políticos y de las instituciones de representación del sistema político actual…
«Ese desfase favorece el que este movimiento termine siendo capitalizado por los sectores conservadores del país. Creo que si el movimiento no es capaz de madurar políticamente o de buscar alianzas con partidos y organizaciones de izquierda, o incluso, en forma autónoma, creo que este movimiento no va a tener un impacto mayor en la sociedad chilena. El mayor riesgo es que este movimiento quede en un simple estallido social».
– En un análisis comparas el 2011 con la primera protesta social contra Pinochet del año 1983 ¿por qué haces ese vínculo?
«Creo que hay un aspecto subjetivo fuerte, porque en las manifestaciones que estuve vimos un nivel de adhesión espontáneo. Eso sólo se da cuando hay un apoyo significativo de la sociedad a las demandas. Eso no ha estado presente en movilizaciones anteriores. Ni en el mochilazo ni el 2006. Esta es la primera vez que hubo un gran apoyo, que se expresó con el caceroleo. Además una movilización tan grande implica hacer girar el rumbo de los países, independiente que en 1983 se haya terminado con elecciones pactadas y un plebiscito, la fuerza de las protestas de ese año forzaron esa salida pactada de la dictadura. Todo el mundo se dio cuenta que Pinochet no se mantendría incólume. Creo que el 2011 está pasando algo parecido: es muy difícil que este país se mantenga como ha sido hasta ahora, creo que se abre una perspectiva».
– Uno de los gritos que se oye harto en la movilizaciones es «el pueblo unido avanza sin partido» ¿es un gesto infantil o las lógicas partidarias del siglo XX está ya trasnochado?
«El sentido que tienen esos gritos no me corresponde a mí interpretarlos, sino que preguntarles a ellos. Lo que sí creo es que evidentemente hay una crisis del sistema político chileno. Eso es innegable. Las bases institucionales son profundamente antidemocráticas. Eso los comunistas lo venimos denunciando desde los ’90 y hoy se hace sentido común en mucha gente. Junto con esa crítica, las formas que esto tenga salida complican más el asunto».
Alianza posibles
– ¿Pero los partidos están vigentes?
«Si uno se queda con las formas de estructura clásica de los partidos del siglo XX creo que son insuficientes, pero si uno mira Latinoamérica y los procesos de los países vecinos las formas de expresión política han sufrido grandes variaciones. Ahora, no sé si el MAS en Bolivia es un partido político tradicional… Lo que sí sé, es que es un movimiento social que no rechaza la política. Es un partido político que se genera en el mundo social, que tiene bases sociales y que asume un programa de cambios que le permitieron tener a Evo Morales como presidente. O la forma como Hugo Chávez estructuró su PSUV en Venezuela. Faltan organizaciones políticas innovadoras, pero creo que va a haber amalgama y fusión entre lo viejo y lo nuevo».
– El movimiento social de Aysén fue dirigido por un dirigente que viene del movimiento social, no de los partidos políticos.
«No veo un punto de ruptura, creo que son más híbridos los liderazgos que allí surgen. Me parece muy bueno que haya dirigentes sociales que no militen en un partido y esos liderazgos sociales saben que en un momento hay que formar alianzas, y para esto hay que reconocer al otro. Si esa alianza no se fragua la izquierda no va a tener fuerza suficiente para producir cambios democráticos. La experiencia del 2011 nos permitiría encontrar respuestas para este año».
– ¿Alianza con quienes?
«En la izquierda están el Partido Comunista, el MAIZ, el MAS y creo que todos quieran confluir a un gran pacto debieran articular alianzas con los movimiento sociales que estén dispuesto a hacerlo, entendiendo que el movimiento social no es uno. Por un lado están los ecologistas con sus demandas, los regionalistas con las suyas propias y así etc. Necesitamos entonces generar alianzas».
– ¿Y la Concertación?
«Creo que la Concertación debe sumarse a un proceso de ese tipo, partiendo por reconocer las demandas del movimiento social y que se comprometan a cumplir con ellas. Ese es el requisito, no se trata de un acuerdo electoral con los movimientos sociales, sino que postulo una alianza de mediano alcance: una alianza política sobre la base de un programa de transformaciones. Sobre esa base veremos como nos expresamos electoralmente».
– En los ’90 el Partido Comunista apostaba por generar una tercera fuerza en el país y hoy tiende puentes hacia la Concertación ¿qué pasó entre medio?
«Es la política que hoy desarrolla el PC y apuesta por una transformación profunda de la institucionalidad del país y poner fin a las políticas neoliberales».
– Pero la Concertación no ha renegado del neoliberalismo ni de su pasado, cuando lo aplicó. «Eso es lo que nosotros pensamos que se puede lograr. La convergencia grande de la oposición primero es para derrotar a la derecha y después derrotar al neoliberalismo. No se puede hacer lo segundo sin lo primero. Para eso necesitamos de la convergencia de un movimiento social significativo obligue a la Concertación a criticar el neoliberalismo y se inicie un proceso de salida de este modelo económico. La Concertación no puede ser insensible a lo que está pasando en el país».
– Pero esa convergencia mayoritaria podría acabar igual que cuando se derrotó a Pinochet, con una ciudadanía traicionada por una coalición política en el gobierno.
«Hay una diferencia importante. Para sacar a Pinochet fue con la exclusión explícita del PC y otras fuerzas de izquierda. La salida pactada de la dictadura implicó la desmovilización social, cosa que ahora no puede ocurrir. Los comunistas apuntamos a generar una salida para desmontar el neoliberalismo, como un proceso político gradual. El gobierno que venga no puede ser el quinto gobierno de la Concertación, sino que uno de convergencia democrática que asuma las demandas postergadas».