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El pueblo colombiano ha dicho ¡basta! y ha echado a andar

La Marcha de la Gente del Común

Fuentes: Rebelión

Es fácil para los analistas militares, o quienes solo ven el asunto militar del llamado conflicto colombiano, hacer análisis simplistas del «toma y daca», y a partir de un recuento ominoso de las bajas de uno y otro lado, sacar proporciones matemáticas y sobre esa base (insuficiente porque soslaya su esencial aspecto político) sacar conclusiones […]

Es fácil para los analistas militares, o quienes solo ven el asunto militar del llamado conflicto colombiano, hacer análisis simplistas del «toma y daca», y a partir de un recuento ominoso de las bajas de uno y otro lado, sacar proporciones matemáticas y sobre esa base (insuficiente porque soslaya su esencial aspecto político) sacar conclusiones también exiguas, como la socorrida teoría del binomio militarista Uribe-Padilla, del «fin del fin de las FARC» y de la Insurgencia.

Pero el movimiento de lo real ha ido mostrando otros aspectos del desenvolvimiento de la larga crisis colombiana, matriz generadora de la confrontación actual en Colombia. Uno de los primeros y principales aspectos que puso en evidencia irrefutable la implementación del Plan Colombia-continuado, fue su implicación GEOESTRATÉGICA para las subregiones Andina y Amazónica. Punto de partida para cualquier análisis serio sobre la crisis colombiana.

Un segundo elemento que ha ido quedando cierto, ha sido la sorprendente consistencia y dureza de la resistencia de las organizaciones guerrilleras al extraordinario esfuerzo militar colombo-estadounidense para llevarlas al fin, o desarmarlas, o exterminarlas. No hay precedentes de esa magnitud en Nuestra América; ni en los recursos económicos- humanos (600 mil soldados y 6% del PIB), recursos financieros, tecnológicos, mediáticos, políticos y hasta religiosos, empleados por Colombia y EEUU para tal fin.

La guerrilla ha demostrado que su «despliegue estratégico por todo el país», ahora llamado por los analistas «federalización», es un hecho real y contundente que pudo neutralizar los efectos del plan militarista de los Blancos de Alto Valor Estratégico (BAVE) para descabezar su organización guerrillera asesinando 4 miembros de su Secretariado, que no pasó de ser un simple incidente militar más de la confrontación general, sin implicaciones sustanciales en su orden estratégico, o estructural.

Un tercer aspecto desprendible de ese «despliegue territorial», ha sido la ubicación estratégica periférica donde se encuentran los recursos naturales más codiciados por el capital Trasnacional, principalmente mineros, energéticos, agro-combustibles, cultivos de coca y megaproyectos en general, lo que según Luis Fernando Medina, especialista español en economía y teoría de los Juegos, ha permitido a la FARC «… poner en juego no solo a esta o aquella acción del ejército, a esta o aquella ley agraria, sino a toda la constelación de poderes fácticos del país e incluso sus alianzas geopolíticas con Estados Unidos. Leído en Bogotá, esto puede parecer desmesurado. Pero no lo es si atendemos al contexto donde operan las FARC» ( http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/2861-ique-falta-para-propiciar-la-paz.html ).

Por último, el bloque de esos «poderes fácticos» que gobierna actualmente Colombia, no contaba con la astucia del topo de la Historia, que descabezado en la marcha comunera de 1781 vuelve a aparecer, llevando al pueblo trabajador Colombiano, o como ellos mismos se denominan LA MARCHA DE LA GENTE DEL COMÚN, hacia una concientización y una promisoria movilización masiva en defensa de sus intereses soberanos, colocando el tema de la Paz con justicia social y la solución política al histórico conflicto colombiano en el centro de su movilización social, incluso desafiando la estigmatización mortal que le ha hecho el Militarismo colombiano (como núcleo de esos poderes fácticos) ahora convertido en el árbitro político máximo o instancia superior del Estado, que determina quién es político y quién no lo es, y dejando el reconocimiento hecho por el presidente Santos de que sí hay un conflicto interno en Colombia (lo que implica necesariamente reconocer partes enfrentadas y una intención política) convertido en el saludo «Ublime» del himno nacional.

También, hay que reconocerlo, porque el pueblo colombiano ha dicho Basta y ha echado a andar y su marcha ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia… ¿Recuerdan la Asamblea de la ONU el 11 de diciembre de 1964? 

(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.