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Albert Göring: Una historia fascinante

Fuentes: Rebelión

Los Göring, Hermann y Albert, dos hermanos muy distintos. Hermann nacido en 1893, rebelde, enemigo de la escuela y amigo de lo militar. Albert en 1895, de buenos modales y tocado por las musas. Nos relata el periodista alemán Christoph Gunkel en un artículo en Spiegel online que mientras Hermann se afilia al movimiento hitleriano, […]

Los Göring, Hermann y Albert, dos hermanos muy distintos. Hermann nacido en 1893, rebelde, enemigo de la escuela y amigo de lo militar. Albert en 1895, de buenos modales y tocado por las musas. Nos relata el periodista alemán Christoph Gunkel en un artículo en Spiegel online que mientras Hermann se afilia al movimiento hitleriano, convirtiéndose en un destacado criminal nazi, Albert marcha al extranjero, apoya al movimiento de resistencia checo y ayuda a escapar a perseguidos por el nazismo. La lista de 34 personas, que debieron ser salvadas por él, le lleva al joven australiano William Hastings Burke a recorrer décadas después Alemania, Europa y USA en busca de datos y archivos. Entrevista a supervivientes y gentes de su tiempo.

Hermann Göring fue uno de los hombres más poderosos del estado nazi y un fervoroso antisemita. El libro de William Hastings Burke describe cómo Albert, hermano de Hermann Göring, torpedeó la política de este admirador de Hitler logrando escapar al final de sus garras a duras penas. Querían humillar a la mujer anciana. La gente vociferaba en el casco viejo de Viena cuando los hombres de los grupos de asalto le colgaron el letrero con la inscripción «Ich bin eine Saujüdin», soy una cochina judía. Fue entonces cuando llegó este hombre de frente despejada y poblado bigote, se abrió camino furioso entre la plebe y liberó a la mujer. «Me peleé con dos soldados de asalto, les golpeé y fue detenido de inmediato», aparecen recogidas en acta sus palabras. A pesar de su postura clara y pública este hombre fue puesto inmediatamente en libertad. Sólo necesito decir dos palabras, su nombre completo: Albert Göring, hermano del mariscal del Reich, del jefe supremo de la Luftwaffe. Años después, cuando el III Reich estaba ya derrumbado, Albert Göring se encuentra de Nuevo en la cárcel, ésta en una americana. Y de nuevo pronuncia su nombre, solo que esta vez con fatales consecuencias. «El resultado del interrogatorio de Albert Göring, anota enojado el agente Americano Paul Kubala el 19 de septiembre de 1945, es uno de los intentos por salvar el honor y lavarse las manos más banal que jamás haya oído el SAIC (Seventh Army Interrogation Center), la carencia de finura de Albert Göring es comparable con la masa corporal de su grasoso hermano». Y también el traductor de Kubala, Richard Sonnenfeldt, se muestra escéptico. «Albert contó una historia fascinante, que entonces no quise creerla».

La vida de este hermano más joven que Hermann es de hecho una historia fascinante y que setenta años después de la dictadura hitleriana sigue siendo desconocida. Quizá se deba a que hoy sigue topando con el mismo escepticismo del de los indagadores americanos en 1945. ¿Es realmente posible que el hermano de Hermann Göring fuera un resistente, un opuesto al nazismo de su hermano, un combatiente? ¿Qué fuera un samaritano, un salvador de judíos, que ayudara a docenas de perseguidos mediante ayuda económica y documentación falsa y que incluso se hubiera preocupado por la liberación de internados en campos de concentración?

Albert Göring escribía en septiembre de 1945 desconsolado en carta a su mujer: «Llevo ya cuatro meses encerrado sin saber por qué». Se presentó voluntariamente a los americanos el 9 de mayo de 1945. Durante años había intentado torpedear la política de su hermano y ahora se sentía engañado. Así que cogió lápiz y papel y redactó por orden alfabético una lista de 34 nombres bajo el título «Gente a la que yo salvé su vida en peligro (tres veces de mandatos de arresto de la Gestapo).

Durante años esta lista y los pocos documentos, que quedan de Albert Göring en los archivos, han permanecido en el olvido. Mientras la vida de Hermann Göring fue examinada exhaustivamente, mientras se habló de su dependencia de la morfina, de su papel como ladrón de arte o su actividad como montero mayor del Reich, a Albert Göring se le dejó envuelto en polvo y en deformación de historias de vencedores buenos.

Finalmente fueron periodistas e historiadores de no gran renombre quienes por primera vez descubrieron retazos de este alemán llamado Albert Göring y que hoy merece nuestra admiración a un día de la conmemoración de la destrucción de Gernika por la Legión Cóndor alemana al servicio de Franco.

Fue en 1998 cuando un equipo británico rodó el documental «The Real Albert Göring». Documental que provocó la curiosidad de un dieciochoañero de Sydney, de William Hastings Burke y cuya fantástica historia le ha interesado desde entonces. La idea de que aquel criminal de guerra, condenado a la horca en el proceso de Nuremberg, y al que hemos conocido por películas, historias y leyendas, hubiera tenido por hermano a un Oskar Schindler le pareció inaudita a este australiano.

Burke, tras terminar su carrera de económicas, reunió su dinero como pudo y voló a Alemania. Vivió en Freiburg, trabajó en un pub irlandés y durante tres años buscó e indagó sobre Albert Göring en archivos, entre compañeros y parientes de gente socorrida por Albert Göring. Fruto de sus pesquisas e investigaciones es el libro editado en inglés en el 2009 y que este mayo aparecerá también en alemán para los alemanes de ahora y las gentes que todavía hoy siguen creyendo que todos los alemanes fueron nazis, fruto de una historia mendaz contada por los aliados vencedores -muchos de ellos también auténticos criminales de guerra-.

El libro describe a un hombre que no hubiera podido ser más distinto de su otro hermano, el tristemente célebre Hermann Göring. «Él fue siempre lo contrario a mí», constató en acta Hermann. «Él no se interesaba por la política o lo militar, yo sí. Él era callado, retraído, a mi me gustaban las aglomeraciones y la vida social. Él era tristón y pesimista, yo un optimista».

Pero también externamente eran así de distintos. Corrió el rumor que Albert era en verdad el resultado de una noche loca de su madre Franziska. Hermann poseía ojos azules, Albert castaños. Hermann era bajo y rechoncho, Albert alto y espigado. A Hermann le gustaba la entrada en escena militar y pomposa, Albert era un bon vivant, amigo de la buena vida, amante de la música, cultivado, elegante, icono de mujeres, casado cuatro veces y siempre a causa de aventuras amorosas.

Al inicio Albert tan sólo intentó alejarse del nacional socialismo. El ingeniero, licenciado en construcción de máquinas, no perteneció al partido del nacional socialismo, como jefe de ventas de calentadores de agua se trasladó a Viena en 1928 y se hizo austriaco. Pero la para él odiada política de gran potencia, propulsada por su codicioso hermano, con el «Anschluss» de 1938 (anexión) le renacionalizó de nuevo.

Pero llegó un momento en su vida que ya no quiso mirar a otra parte y sí ayudar a gente como, por ejemplo, a Oskar Pilzer, entonces presidente de la industria fílmica Tobis-Sascha, la mayor sociedad de producción de películas de Austria. Pilzer era judío. Para los nacionalsocialistas razón suficiente para prohibir en Alemania películas de su estudio y finalmente terminar apoderándose de la empresa en quiebra. Y cuando la Gestapo arresto al mogol derribado del cine intervino Albert Göring en marzo de 1938.

«Con la ayuda de su apellido, dijo George, hijo de Pilzer, Albert Göring puso en danza todos sus resortes, primero para saber dónde estaba su padre y, segundo, para conseguir su inmediata liberación».

No es el único caso. Luego de 1945 hay otras manifestaciones parecidas, por ejemplo de Alexandra Otzop: «En otoño de 1939 fueron perseguidos mi esposo y su hijo del primer matrimonio. El señor Göring logró que en lugar de que le internaran en un campo de concentración le expulsaran del país». Por lo visto una vez Albert, por solidaridad con las mujeres vejadas por los grupos de asalto, debió haber fregado la calle de Viena a gatas. Cuando le preguntaron quién era los perseguidores se quedaron de piedra.

Mientras su hermano perfeccionaba con gran ahínco la construcción de la fuerza del aire Albert surtía de documentación falsa, avisaba a amigos ante posibles arrestos o proporcionaba dinero a huidos. Y a los mandatarios les atemorizaba hábilmente con su apellido.

Una situación un tanto esquizofrénica. El superambicioso Hermann conocía las actividades de Albert y, a pesar de todo, le consentía. Dijo Albert más tarde que su hermano un día le dijo: «Allá tú si quieres ayudar a los judíos, pero por favor no me metas en dificultades irresolubles». Y Albert se portó con Hermann de modo parecido, intentó separar al hermano del estadista. «Como hermanos nos queríamos», dijo una vez.

Pero con el paso del tiempo Albert Göring no mantuvo la prudencia recomendada; sobre todo desde finales de 1939 asumió una posición influyente como jefe de exportación de la empresa Skoda en la ciudad checa de Berno. Desde aquí apoyó también la resistencia checa, como afirmarían más tarde activistas checos. Según ellos Albert Göring no sólo reveló la posición exacta de un astillero de submarinos sino también la ruptura planificada del pacto soviético-alemán de no agresión, informaciones explosivas que llegaron a Moscú y Londres y fueron de utilidad.

Pero no solo esto: «en 1944 Göring debió salvar a internos del campo de concentración de Theresienstadt», contaba Jacques Benbassat, hijo de un compañero de viaje de Albert. «Llenó el camión de trabajadores. El director del campo dio el visto bueno por tratarse de Albert Göring. Los condujo al bosque y los soltó».

Que estas historias no son cuentos se entresacan de algunas actas alemanas. Así la Gestapo de Praga advierte que la oficina de Göring de la empresa Skoda es «una verdadera central de empleo para checos pobres«. Y el general de la policía de Praga (SS-Obergruppenführer), Karl Hermann Frank, consideraba a Albert Göring «cuando menos un derrotista de la peor calaña» y en 1944 pidió poder detenerle «por sospecha basada en graves indicios».

Pero quien ayudó a escapar se convirtió en objeto de caza. Fueron varias las veces que Hermann Göring tuvo que intervenir por Albert, advirtiéndole que todo tenía un límite, que en adelante no iba a poder puesto que con cada avión derribado se rebajaba también su posición de jefe de la Luftwaffe, intocable en tiempos. Finalmente Göring escapó al Salzburg austriaco poco antes de terminar la guerra.

Se vieron de nuevo los dos hombres en la prisión de guerra de USA en Augsburgo. «Tú vas a salir libre pronto, debió decirle el criminal de guerra Göring el 13 de mayo de 1945 al Göring salvador de judíos, entonces encárgate de mi mujer y mi hijo. Que te vaya bien»

Mientras el tribunal de Nuremberg condenaba a Hermann Göring a la horca éste se burlaba del veredicto suicidándose en octubre de 1946. Albert Göring siguió siendo sospechoso a ojos de los americanos. Su apellido se había convertido en maldición. Y aun cuando el último de varios informes recomendaba su liberación Göring fue entregado a los checos y acusado en Praga de varios posibles crímenes de guerra. No en vano la multinacional Skoda tenía fábricas de armas.

Algunos trabajadores de la entonces Skoda declararon a favor de Göring y decayeron las acusaciones, declarándosele inocente en marzo de 1947. Albert Göring murió en 1966 en un barrio de Munich pobre y amargado. Aquel ingeniero altamente cualificado no encontró tras la guerra puesto alguno de trabajo. Su parentesco con Hermann Göring, que sirvió un día para salvar vidas, terminó convirtiéndose en perdición.

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