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Tierras y vivienda

Nada cambia, son las mismas estrategias

Fuentes: Rebelión

La década de los años setentas, políticamente inicio en Colombia con las elecciones presidenciales, que una noche de abril daban como ganador al ex-dictador Gustavo Rojas Pinilla, encarnando el programa de los sectores populares (agua, tierra, vivienda, trabajo, educación, salud) y al día siguiente proclaman el triunfo del representante del país político, Misael Pastrana Borrero, […]

La década de los años setentas, políticamente inicio en Colombia con las elecciones presidenciales, que una noche de abril daban como ganador al ex-dictador Gustavo Rojas Pinilla, encarnando el programa de los sectores populares (agua, tierra, vivienda, trabajo, educación, salud) y al día siguiente proclaman el triunfo del representante del país político, Misael Pastrana Borrero, (su hijo Andrés, dos décadas después invocando otra parte del programa popular: la paz, fue presidente). Pastrana Desarrollo el plan de las cuatro estrategias, una de la cuales era la construcción de vivienda, que ponía en relación la desocupación del campo con consecuencias en la tenencia y propiedad de la tierra y la vivienda en la ciudad.

La estrategia de la construcción comenzó con demostraciones de que el salario mínimo de las ciudades era mayor y solo allí se alcanzaba el progreso. Se ofrecieron estímulos y promesas de compensaciones que incitaban a abandonar el campo, a dejar la tierra. Las ciudades recibieron rápidamente masivas oleadas de campesinos que venían a trabajar en la construcción, dejaban de ser jornaleros y se convertían en asalariados, pasaban de ser pequeños propietarios rurales a marginados urbanos, eran los nuevos trabajadores, los rusos en el lenguaje popular. Al medio día jugaban banquitas (minifutbol) en las zonas verdes que abundaban por la época, sus mujeres les llevaban la comida en un portacomidas y hacían siesta en el pasto. Era divertida la ciudad, la tragedia no era visible, algunos campesinos habían vendido sus parcelas con la ilusión de la ciudad y el sueño de una vivienda, otros habían sido conminados a abandonar sus parcelas y seguir el rastro de la larga historia del despojo y del destierro en Colombia a expensas de la clase en el poder a la que no le importa socavar las fuentes originales de toda riqueza: el ser humano y la tierra y en su propósito de control del territorio y de la población combina todas las formas posibles para lograrlo como la seducción, la coacción, la represión y la violencia.

Bogotá fue el centro de aplicación de la estrategia, el Banco Mundial recomendaba generosamente concentrar a los pobres, confinarlos, sitiarlos para controlarlos mejor, formar un ghetto: nació ciudad bolívar. La estrategia de vivienda favorecía los intereses de todos los sectores de la clase en el poder. La clase política podría controlar la dispersión de cientos de miles de electores; los militares podrían cazar en manada a los jóvenes para el servicio militar obligatorio para pobres, -bastaba con esperarlos frente a un edificio en construcción, ir a los billares, las tiendas o las calles de ciudad bolívar, adicionalmente los aislaba de ingresar a la insurgencia que se extendía ideológica y territorialmente; los latifundistas reacomodarían sus títulos de propiedad expandiendo sus fincas; el sector financiero creo las corporaciones de ahorro y vivienda, que crecieron administrando los ahorros de los miles de nuevos asalariados y vendiendo y revendiendo -en muchos casos- una misma vivienda; los industriales y el comercio consolidaron empresas; se organizaron firmas de contratistas. A la zaga, en el intermedio campo-ciudad el dinamismo de los jóvenes empresarios del narcotráfico fue atrayendo sectores políticos, económicos y militares, hasta alcanzar la bonanza marimbera, que se produjo a mediados de la década. Los sectores populares por la misma época de bonanza agruparon resistencias que se manifestaron en un paro cívico nacional brutalmente reprimido por el gobierno del presidente López quien para ganar agitó la bandera popular de la paz (López también era hijo de otro presidente que había gobernado tres décadas atrás). Después vino la estrategia de la vivienda sin cuota inicial propuesta en el gobierno de Belisario que abrió opciones de paz pero cerró sus ojos mientras los narcotraficantes iniciaban su bonanza cocainera, construían barrios y entregaban casas gratuitas se incineraba el poder de la justicia y la guerra sucia perseguía a los mismos despojados de la tierra por campos y ciudades.

Hoy la clase en el poder se mantiene intacta, como en un retrato del feudalismo la gran mayoría excluida y la minoría que detenta el poder y la riqueza parecen predestinados, pocos pueden cambiar su destino, los hijos de la clase en el poder siguen la ruta de sus padres, ocupan los altos cargos, imponen verdades oficiales, heredan fortunas que acrecientan, controlan el estado, se suceden en el poder. Las practicas se renuevan pero su matriz ideológica y política es la misma, pocos apellidos cambian, sus sistemas de alianzas se perfeccionan y vuelven a juntarse estrategias similares presentes todo el tiempo. Las necesidades de los pobres se usan para legitimar poderes, se hacen promesas, se niegan derechos, se ponen condiciones de paz pero ellos alientan la guerra. Esta vez se juntan la tierra en su versión de el regreso de las victimas y la vivienda en su versión de gratuidad. Por un lado una ley de tierras, sin instrumentos reales de garantía y un sistema justicia que permanece con un velo encima para no ver, es impensable obtener resultados de devolución de varios millones de hectáreas usurpadas a mas de cinco millones de victimas. Las técnicas del terror y del miedo aplicadas a las victimas siguen intactas, la ley no las afecta. La ley de tierras es solo una ley que no alcanza para cambiar la realidad. La practica social es el despojo. En los pocos meses de la ley el país sabe mas del numero de defensores de tierras asesinados, amenazados y desterrados otra vez, que del numero de predios devueltos a las comunidades para sellar el regreso a la tierra.

Por otro lado aparece de repente, en un acto de-magia (demagógico), la estrategia de vivienda gratuita, curiosamente cuando el gobierno arrecia sus argumentos para negar la propuesta de educación gratuita que los estudiantes movilizados reclaman, el gobierno los acusa de insensatos, hace cuentas y niega, prefiere sostener el conflicto. En cambio porque sí ¿y qué? ofrece vivienda gratuita que nadie esperaba, que nadie reclamaba, no hay explicación (el líder del gobierno impone su voluntad incontrovertible: totalitarismo). Los datos recientes revelan que en Colombia hay 20 millones de personas pobres, la mitad de la población y mas de cinco millones en indigencia, para las que el anuncio de 100.000 viviendas gratuitas, no son nada. Representan en promedio 100 viviendas por municipio, (son 1032 municipios) cifra que un alcalde podría realizar sin requerir de un Ministerio de Vivienda, sin necesitar de un Ministro, sin intermediación política, como ya es costumbre impondría más impuestos a los mismos pobres sin tierra ni vivienda que pagan la cuota de guerra con sus vidas y recursos.

Ley de tierras en territorios donde operan controladamente maquinas de guerra alimentadas y alentadas con la lógica de muerte que impone el capital y las negativas de paz del gobierno y, vivienda gratuita sin saber porque, a donde, ni para quien, resultan ser estrategias paradójicas, parecen más una carnada que una solución. Si la vivienda gratuita es una carnada entonces la clase en el poder promoverá mecanismos que contribuyan a que los sectores empobrecidos se fragmenten, peleen a codazo con sus iguales por alcanzar su conquista personal: casa gratuita. Parecen coincidencias, pero es justo ahora cuando los sectores sociales pierden sus miedos y concentran sus capacidades de resistencia y descontento en proyectos como la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, la Mane y la Minga, con un propósito común: Transformar de raíz las estructuras de una sociedad desigual, humillada, saqueada, en guerra, en la que los derechos humanos son solo una promesa sostenida por la clase en el poder con compensaciones, caridades y prebendas ofrecidas por el soberano, que cobra cara su filantropía.

P.D. Hoy el poderoso dueño del capital que promovió el ahorro y la vivienda es un potentado, dueño de lo mismo, pero además de buena parte de los medios de comunicación y accionista de otras grandes e innumerables inversiones.

(*) Manuel Humberto Restrepo Domínguez es Profesor titular UPTC, director de la  Maestría en Derechos Humanos y del  Observatorio de Derechos Humanos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.