Los partidos comunistas emergen como fuerzas autónomas en las sociedades capitalistas, sociedades donde la contradicción fundamental de las clases sociales está expresada en la confrontación de los capitalistas y los trabajadores, clases de intereses antagónicos en razón del modo de producción y de la apropiación desigual del valor generado por el trabajo: la clase capitalista […]
Los partidos comunistas emergen como fuerzas autónomas en las sociedades capitalistas, sociedades donde la contradicción fundamental de las clases sociales está expresada en la confrontación de los capitalistas y los trabajadores, clases de intereses antagónicos en razón del modo de producción y de la apropiación desigual del valor generado por el trabajo: la clase capitalista toma para sí la parte sustancial. La lucha de clases entre esos polos, en múltiples formas, determina en lo esencial el curso de desarrollo de las luchas sociales, económicas, políticas, ideológicas en esas sociedades.
Nuestro partido emergió con el nombre de Partido Obrero Socialista, bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren en 1912, esto es 5 años antes de la Revolución de Octubre. Fue desde el inicio clara y definidamente un partido de los trabajadores. Recabarren era miembro del Partido Democrático, el partido más de izquierda de esos años. Su estrecha relación con centros decisivos del proletariado en formación, especialmente salitrero, lo llevó a la convicción de la necesidad de un partido de la clase obrera como condición de éxito para alcanzar trasformaciones sociales de fondo. No lo hizo en posturas aislacionistas sino en una definición de autonomía del proletariado que no excluía la unidad de acción con otras fuerzas políticas y sociales.
La adopción del internacionalismo como componente de nuestra política significa asumir el hecho que un factor decisivo del dominio capitalista en nuestra sociedad es la presencia del imperialismo como un componente no solo externo sino activamente interno, que interviene pesada y muchas veces decisivamente en nuestra vida social y política en connivencia constante con la oligarquía y otros sectores del capital interno.
Capitalistas y trabajadores no son las únicas clases componentes de la comunidad nacional. En el polo de los dominados hay un espectro numeroso de sectores intermedios, como pequeños y medianos empresarios, profesionales asalariados que no se sienten parte del proletariado, un incidente sector de intelectuales y artistas, profesionales y otros trabajadores independientes, comuneros agrícolas y otras categorías. Todos ellos son afectados en grados diferentes por el dominio impuesto. Siendo el partido de los trabajadores, el PC no limita su accionar a la lucha por los intereses sólo de estos. Desde los tiempos de Recabarren su mirada fue siempre más abierta, asumiendo la defensa de todos los sectores afectados por la dominación oligárquica e imperial.
Lo esencial de nuestra política de alianzas se ha determinado históricamente por el análisis de las contradicciones sociales existentes en cada período histórico, y como resultado de tal análisis definiendo la contradicción principal del período. Esta es la que confronta, de una parte, a los componentes decisivos de la dominación de clase y, de la otra, a las clases y capas sociales agredidas por el sistema. Sobre esa base actuamos para hacer converger en un frente común al máximo de esas clases y capas, tanto sus organizaciones como sus expresiones políticas, en pro de la acumulación de fuerzas para derrotar al enemigo principal, exponiendo nuestra perspectiva de construcción de una sociedad de nuevo tipo en la perspectiva del socialismo.
Esa orientación de lucha y trabajo unitario tuvo una primera formulación en la Conferencia Nacional de nuestro partido en 1933. Se definió el carácter de la revolución chilena en esa fase como «antiimperialista, antioligárquica y democrática, ligada a la lucha por el socialismo». Se abrió entonces un proceso de significativas proyecciones.
Un primer resultado fue la formación de una central unitaria de los trabajadores. Las 3 centrales existentes: la FOCH, comunista; CNT, anarquista y la CNS, socialista, decidieron unirse en una única central, la CTCH (1936). Esta resolvió apoyar la formación del Frente Popular (FP), la primera experiencia exitosa de construcción de alianzas.
En ese cuadro, con una actividad intensa del PC de promoción de luchas sociales y de propuestas unitarias amplias para unir el máximo de fuerzas frente al enemigo principal del período (la oligarquía y los poderes imperiales, y de modo preeminente el fascismo alemán) se abrió paso la convergencia de los partidos Radical, Democrático, Socialista y Comunista en el Frente Popular, del que formaron parte también la CTCH, el movimiento femenino MEMCH y el Frente Unico Araucano. El Frente confrontó al gobierno de derecha de Arturo Alessandri, audaz demagogo representante de la oligarquía y se propuso la conquista de la Presidencia. Alessandri instaló como candidato a Gustavo Ross, integrante directo de la oligarquía. El FP levantó la candidatura de Pedro Aguirre Cerda, militante radical. A ese proyecto se sumó la juventud del partido oligárquico por excelencia, el Partido Conservador, cuyos líderes jóvenes, encabezados por Bernardo Leighton y Eduardo Frei Montalva , decidieron abandonar ese partido al no ser acogido su rechazo a apoyar la candidatura oligárquica de Ross. Así surgió la Falange Nacional , posterior Democracia Cristiana . La amplitud del campo de fuerzas reunido abrió paso a una gran victoria.
El gobierno del FP significó un punto de inflexión desde el punto de vista de la estrategia de desarrollo y sobre todo de las políticas sociales. Dejadas de lado las políticas de la oligarquía, se desplegó una estrategia de industrialización del país creando la CORFO y sucesivamente otras empresas estatales, instalando una visión de desarrollo nacional con una decisiva participación del Estado que pasaba a actuar como Estado Desarrollista de Bienestar Social, para usar un término del economista Manuel Riesco.
A la muerte del presidente Aguirre Cerda, el Frente llevó a la presidencia a Juan Antonio Ríos, y a la desaparición de éste conquistó de nuevo la victoria con Gabriel González Videla, que se presentaba como el más izquierdista de los radicales, que eran el partido más fuerte de la coalición. Estas victorias sucesivas dan cuenta de la audiencia popular del Frente Popular.
El imperialismo norteamericano, cuya hegemonía se impuso con la derrota del fascismo, ocupaba un espacio central en los componentes del enemigo principal. Comenzaba la Guerra Fría y el anticomunismo se desplegó implacablemente. González Videla se sometió servilmente a los dictados del imperio. Traicionó sus compromisos, expulsó a los comunistas del gobierno y con el apoyo de la derecha ilegalizó a nuestro partido ante la «inminencia» de una tercera guerra mundial. Es hasta hoy el símbolo por excelencia del político traidor.
La ruptura del Frente Popular significó un retroceso para el pueblo. Se instaló en la presidencia Carlos Ibáñez del Campo, con una no despreciable votación popular. La representación de las fuerzas de izquierda la asumió Salvador Allende, con el apoyo comunista y de un sector minoritario de su partido: obtuvo una modesta votación.
No obstante, durante el gobierno de Ibáñez se reconstituyó la unidad sindical en la CUT, rota en 1946, y hacia el fin de su gobierno fue derogada la Ley de Defensa de la Democracia que había ilegalizado al Partido Comunista que ya desde años imponía su accionar abierto en las batallas políticas y sociales.
No obstante, la regresión que significó la desarticulación del Frente Popular culminó con el retorno de la derecha al gobierno del país luego de 20 años, con la elección de Jorge Alessandri con un 31% de los votos, superando escasamente a Salvador Allende. Sin embargo, ese gobierno no pudo hacer retroceder aspectos esenciales de las políticas desarrollistas instaladas por el Frente Popular.
Se impuso la tarea de recomponer una nueva unidad de fuerzas transformadoras en confrontación clara y resuelta con los sectores dominantes. Para ello había que asumir el fortalecimiento de la izquierda, dar un relieve mayor a la unidad de los partidos con presencia en el proletariado y dar un salto cualitativo en la atención al campesinado y los sectores medios. La convicción de que el país requería cambios fue asumida también por fuerzas reformistas que proponían cambios graduales y limitados, a la vez que desestimaban la superación del capitalismo en la perspectiva del socialismo.
Durante el gobierno de Alessandri se realizaron potentes acciones del movimiento obrero: paros nacionales en 1960, 1962 y dos en 1964. En 1961 emergió desde la entonces U. Técnica del Estado el poderoso movimiento estudiantil que se extendería a todas las universidades por la reforma educacional con la consigna de «Universidad para todos». Simultáneamente se fue abriendo camino la organización del campesinado.
El FRAP
Esta fase culminó con la creación de Frente de Acción Popular, unidad de socialistas y comunistas y otras fuerzas menores. Adelantó la capacidad de la izquierda hasta el punto de hacer previsible la conquista de la Presidencia. Esto alarmó a los poderes fácticos y la derecha resolvió abandonar su candidato (Julio Durán) y volcar su votación a Eduardo Frei, como mal menor. Lo propio hizo el imperialismo, que financió copiosamente la campaña de Frei. La maniobra tuvo éxito en cuanto a conseguir derrotar a la izquierda, calificada por ellos como enemigo principal.
Ante el gobierno reformista, la izquierda no tuvo una posición única. Hubo quienes plantearon negar todo. El PC decidió, como fuerza de oposición clara, apoyar aquello que fueran cambios progresistas. Así, con observaciones y propuestas se apoyó la Ley de Reforma Agraria, la de sindicalización campesina, pero no se hizo lo mismo con la llamada chilenización del cobre que mantenía la presencia imperialista. La movilización social se mantuvo sólida. La CUT realizó 4 paros nacionales en el período. Con el paro nacional de 1969 se logró establecer la ley de reajuste anual de los salarios, que rigió hasta 1973. El movimiento estudiantil desplegó también sus luchas. La sindicalización de los campesinos experimentó un alza considerable. Lo propio se dio en los pobladores y las mujeres.
Se crearon así las condiciones para la superación positiva del FRAP y la emergencia de una unidad más amplia, que se expresó en la Unidad Popular en diciembre de 1969 , conformada con una matriz comparable a la del Frente Popular e integrada por el Partido Socialista , Partido Comunista , Partido Radical , el MAPU , el Partido de Izquierda Radical , la Acción Popular Independiente . La presencia del sector cristiano estuvo a través del Mapu, incorporándose mas tarde la Izquierda Cristiana que se separaró de la Democracia Cristiana.
Impulsando la movilización social y consolidando el frente de izquierda, se logró conquistar la victoria. Las fuerzas reformistas levantaron la candidatura de Radomiro Tomic, del sector mas progresista, la derecha reinstaló a Jorge Alessandri pero Salvador Allende ganó la primera mayoría y se convirtió en el primer presidente revolucionario que asume el gobierno por vía electoral al ser ratificado por el Congreso Pleno, donde el centro votó por respetar la primera mayoría ante el candidato de la derecha con acuerdos de profundización de la democracia que la izquierda asumió en tanto se correspondían a sus concepciones. En ello, Tomic jugó un rol relevante.
Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus promesas electorales, orientando al país hacia el socialismo. Se nacionalizaron las grandes empresas mineras, los bancos extranjeros y empresas monopolistas. Se aceleró la reforma agraria: en un año se traspasó más tierras que en todo el gobierno anterior, y una parte importante de ellas a los pueblos originarios. Se puso en acción un plan de redistribución de ingresos, aumentó los salarios y se impuso un control sobre los precios. La oposición de los poderes fácticos al proceso en curso, con una intensa intervención del imperialismo con acciones abiertas y encubiertas, fue frenética desde el principio y hacia 1972 había logrado producir una grave crisis económica: centrada en el desabastecimiento y la promoción del mercado negro, consiguieron generar una fuerte polarización de la ciudadanía.
Las fuerzas de izquierda no tuvimos las capacidades de generar los medios para la defensa del gobierno popular en diversos planos, incluyendo el de la confrontación de las acciones de fuerza que promovían la oligarquía y el imperialismo
Una mayoría de los dirigentes del centro político se hizo parte, por acción u omisión, de la línea de acción de esos poderes rechazando los esfuerzos de la UP y el gobierno de alcanzar acuerdos, usando como pretexto posiciones y acciones extremistas de minorías. En ello, visiones como las que ha repetido en estos días Patricio Aylwin facilitaron la puesta en marcha del golpe de estado pinochetista.
La contradicción principal cambió de carácter: pasó a ser «dictadura o democracia». Hizo indispensable la introducción de otras formas de lucha, las armadas, que fueron asumidas por una parte de la izquierda, en particular nuestro partido, aunque de modo insuficiente. Sin embargo, su contribución al despliegue de la movilización social, siempre determinante, es innegable.
La dictadura hizo trizas el proyecto de desarrollo con bienestar social que el gobierno popular había fortalecido, e instaló, obediente al imperialismo y la oligarquía, la privatización máxima posible con la excepción de las grandes minas. Significó un cambio radical del papel del Estado de un rol productor e interventor, a uno de tipo subsidiario, inspirado en las doctrinas económicas neoliberales . En lo social significó el dominio sin contrapeso de los sectores empresariales, el aumento sostenido de la desigualdad de los ingreso s, junto con un incremento en la precariedad e inestabilidad laboral de los sectores asalariados. En lo cultural, dio lugar al denominado «apagón cultural», caracterizado por la represión y autorrepresión de ciertas manifestaciones culturales consideradas contrarias a la línea oficial.
Desplazada la dictadura y recuperados derechos democráticos, 20 años de gobiernos de la Concertación fueron incapaces de crear instituciones democráticas, permaneciendo la constitución dictatorial con afeites menores y manteniendo la desigualdad heredada. Se crearon así las condiciones para el retorno de la derecha al gobierno. La batalla por producir cambios de fondo es tarea pendiente
El desplazamiento de la derecha es una necesidad. Pero ello no significa la instalación de un nuevo gobierno de la Concertación, que ha demostrado incapacidad que los condujo a su derrota. Se requiere un gobierno de nuevo tipo capaz de realizar una política que remueva el peso de los poderes fácticos y sus políticas neoliberales que Pinochet comenzó a instalar y que han persistido.
Para ello, las experiencias de políticas de alianza y unidad de los períodos del FP y de la UP deben estar presentes con clara conciencia de que no habrá calco ni copia, sino creación acorde con las condiciones del presente. Aprender no es copiar. Esas experiencias vividas son, sí, la prueba de que romper el dominio del capital financiero, centro de la oligarquía, y del imperialismo, es una tarea posible y necesaria. Los recursos nos los enseña la historia: unidad y lucha, movilización social y construcción de alianzas que unan a la mayoría inmensa de los chilenos y chilenas para sacudirse de la dominación existente, tras la bandera de la alternativa que la vida nos ha impuesto: neoliberalismo o democracia, contradicción principal del período.
– El autor es miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile.
– Fuente: www.elsiglo.cl