Haber agotado invaluables energías vitales en una confrontación armada , social y politica , que se ha traducido en ríos de sangre y océanos de sufrimiento , es un hecho cuya responsabilidad merecerá con el tiempo el repudio de las generaciones victimas de una hoguera alentada desde fuera, y desde dentro, por quienes prefirieron la […]
Haber agotado invaluables energías vitales en una confrontación armada , social y politica , que se ha traducido en ríos de sangre y océanos de sufrimiento , es un hecho cuya responsabilidad merecerá con el tiempo el repudio de las generaciones victimas de una hoguera alentada desde fuera, y desde dentro, por quienes prefirieron la satisfacción de sus prosaicas ambiciones inmediatas , por sobre el esfuerzo de labrar una vida digna en una tierra prodigiosa. Las viles amenazas y la preparación de atentados contra la vida de quienes encarnan una via hacia la solución política del conflicto armado , entre ellos el denunciado en días recientes sobre Carlos Lozano , director del periódico Voz , están dirigidos a cegar una vez más un curso cierto hacia la paz tan profundamente anhelada por un pueblo castigado hasta lo indecible en sus mas sagradas fibras.
La paz genuina no se impone. Se imponen los remedos de la paz. Los simulacros de la paz que ocultan por breves lapsos los demonios de la guerra , hasta que irrumpen de nuevo con toda su carga de destrucción y muerte. La paz verdadera , la paz autentica , la paz genuina , es un fruto precioso que nace de una sostenida siembra amorosa . Un tejido sutil que brota de las manos laboriosas de un espíritu : el espíritu de la paz. Este espíritu no se revela a quienes permanecen atrapados en las miasmas del odio , del rencor, de las ambiciones sin medida de fortuna material , de las ansias de estrellato , de los poderes de galería. El espíritu de la paz se revela a quienes son capaces de sentir y de soñar , de dolerse con todo el horror y el sufrimiento causados , de soñar con una tierra y una comunidad libres del espanto , del miedo, del terror , de la miseria. Carlos Lozano es un veterano sobreviviente de las duras bregas por la paz genuina.
En el planeta entero asistimos a un tiempo crepuscular en el que se hunde, sin remedio, una forma de vida insensible a las bases imprescindibles para que la vida prospere. También asistimos a un tiempo de parto en el que emergen por doquier las experiencias que prefiguran una nueva manera de habitar la tierra , enraizada en el respeto sincero a sus delicados equilibrios y el sentido de comunidad. Nuevas formas de habitar la tierra que brotan en el humus de la cooperación imaginativa y no en la competencia feroz. En un reaprendizaje que nos permita volver a aprender a valorar lo que vale y a no valorar lo que no vale.
En nuestro territorio cabe la posibilidad de seguir engordando las cuentas de los modos de existencia que se nutren en la carroña , o crear un mundo que no conocemos , una atmosfera en la que la guerra cese y las energías vitales y los recursos preciosos se consagren a la vida, su curación, su cuidado y florecimiento.
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