Al igual que su antecesor, el «socialista» José Luís Rodríguez Zapatero, usted se autodenomina con mucha facilidad y demasiada frecuencia presidente de todos los españoles, y lo hace a pesar de haber recibido únicamente los votos de 10.830.693 personas sobre un censo electoral de 35.779.208 individuos y una población total de 47.190.493 de personas en […]
Al igual que su antecesor, el «socialista» José Luís Rodríguez Zapatero, usted se autodenomina con mucha facilidad y demasiada frecuencia presidente de todos los españoles, y lo hace a pesar de haber recibido únicamente los votos de 10.830.693 personas sobre un censo electoral de 35.779.208 individuos y una población total de 47.190.493 de personas en 2011. Repite hasta la saciedad, también, que las medidas adoptadas por su gobierno contra la crisis financiera son las adecuadas, además de las únicas posibles. Y en parte tiene usted razón, porque son las adecuadas y quizás las únicas posibles… para que el puñado de privilegiados, aquellos que precisamente han causado tamaño problema, sigan aumentando su ya descomunal e insultante patrimonio económico; pero, obviamente, esto último usted nunca lo dice.
Si no fuera porque sé que es un heredero del franquismo y trabaja de manera harto descarada para el gran capital pensaría que es tonto. De todos modos, por si acaso estoy equivocado y en verdad es usted un poco necio, a continuación expongo muy brevemente otra posible medida para la solución del problema que tanto está dañando a su querida «España Grande y Libre»; la única pega para usted y sus indignos ministros -no para el conjunto de la ciudadanía- es que sus jefes más que beneficiados, como hasta ahora, saldrían perjudicados. En cualquier caso no se asuste, por ahora no le propondré que deshaga el oprobioso sistema capitalista que usted representa para dejar paso al imprescindible sistema socialista que yo defiendo.
Ninguno de los banqueros que han provocado la crisis financiera vive debajo de un puente, entre otras cosas porque mantienen intactas sus desorbitadas fortunas e, incluso, a día de hoy éstas siguen en rápido aumento. Se me ocurre pues que, para sanear tan deteriorado sistema financiero, el gobierno podía expropiar los bienes de aquellos individuos y, con la elevadísima cifra de dinero que se reúna, afrontar el citado saneamiento. Como no me considero una persona cruel, a los expropiados se les podría asignar el Salario Mínimo Interprofesional, para no dejarles desamparados. No se lleve las manos a la cabeza, señor presidente, con el citado salario pasan el mes muchos de sus gobernados, y sin nada también, ya que, como usted sabe, entre ellos existen casi 6.000.000 de desempleados, de los cuales muchos no reciben ninguna prestación económica ¿Sabe lo que significa eso? Seguro que no, pero haga un esfuerzo y al menos imagíneselo. Sólo agotado el dinero de los expropiados, si las circunstancias todavía lo requieren, se recurriría al dinero público; un dinero que, por supuesto, deberá ser devuelto a las arcas del Estado en fecha acordada y con su correspondiente interés.
Quién sabe, quizás con esta medida que usted ha obviado por completo se podía haber evitado el rescate -porque, por mucho que se empeñe en hacernos creer lo contrario, es un rescate en toda regla-, evitando los nuevos y dolorosos recortes que volverán a sufrir sus ninguneados gobernados. Con la «única medida posible» que usted impone, la ciudadanía pagará con su dinero y esfuerzo los arreglos de negocios privados. Es lo de siempre: a los eternos beneficiarios del capitalismo os encanta jugar a socialistas, pero sólo para costear las pérdidas que de vez en cuando generan vuestros turbios negocios, nunca para repartir sus enormes ganancias.
Dice usted que el Estado -con el dinero del contribuyente, insisto- tendrá que pagar un interés del 3% por el préstamo recibido. Y, para justificar su «hazaña», añade que el rescate lo pagarán los bancos, ya que el dinero que éstos reciban tendrán que devolverlo con un interés del 8%. Lo que usted no dice es a qué interés prestarán luego esos bancos a sus clientes que, paradójicamente, serán aquellos que, vía Estado, han prestado previa y obligatoriamente parte de su dinero a los banqueros; seguro que a uno mucho más elevado.
Señor presidente, lo reconozca o no, para estos parásitos individuos el negocio es redondo, y será una maniobra dentro de la legalidad -aunque lo desconozco-, pero no por legal deja de ser una estafa.
Y nada más, Mariano, para ser vano mi esfuerzo le he dedicado ya demasiado tiempo. Tengo el privilegio de no estar todavía en el paro, así que acabo con estas palabras y continúo con mi trabajo, ya que, a diferencia de a usted y a sus siniestros ministros, a mi no me regalan el sueldo. No le envío un abrazo, que es lo que habitualmente hago para poner punto y final a mis cartas, porque no se lo merece. Pero, como me considero una persona bastante educada, reciba por lo menos un saludo. Eso sí, no se haga ilusiones, el saludo que le envío es rojo y republicano.
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