Declaración Pública del Secretariado de las FARC-EP: A 22 años de la partida de Jacobo Arenas Por Secretariado de las FARC-EP FARC-EP -Este 10 de agosto conmemoramos en las FARC-EP el aniversario número 22 de la inesperada muerte del camarada Jacobo Arenas en Casa Verde. La dolorosa herida que significó su partida en momentos tan […]
Declaración Pública del Secretariado de las FARC-EP: A 22 años de la partida de Jacobo Arenas Por Secretariado de las FARC-EP
FARC-EP -Este 10 de agosto conmemoramos en las FARC-EP el aniversario número 22 de la inesperada muerte del camarada Jacobo Arenas en Casa Verde. La dolorosa herida que significó su partida en momentos tan significativos de la vida nacional, aún no termina de cerrarse.
Pocos hombres como él tan convencidos de la urgencia de encontrar una solución política, por la vía de diálogo, a la gravísima confrontación en que se debate Colombia. Durante el difícil camino recorrido hasta llegar a los Acuerdos de La Uribe, escribía a los delegados oficiales: «En nosotros no cabe el pesimismo, por el contrario, somos de aquellos que cabalgan en el más grande optimismo. Por eso estamos convencidos que cualquier día de estos vamos a reunirnos para probar nuestra disposición por la paz». La vigencia de sus reflexiones resulta admirable.
Jacobo Arenas, a la derecha, fue el comisario político enviado en 1964 por el Comité Central del Partido Comunista Colombiano para aportar políticamente y hacer frente al «Plan Lazo», del Pentágono contra la aldea Marquetalía, llamado por la oligarquía colombiana una «República Independiente». 16.000 militares y una flota de aviones de guerra no pudieron con los 48 campesinos, dirigidos por Manuel Marulanda Vélez. Los dos, junto con los sobrevivientes de Marquetalía, fundaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Ejército del Pueblo, FARC-EP.
24 años atrás, el gobierno de Virgilio Barco promulgaba una iniciativa de paz inspirada en el principio de «mano tendida y pulso firme». Según ella, la reconciliación plena sólo sería posible cuando se lograra la disolución de los grupos armados, su desarme y reincorporación a la sociedad dentro de un contexto de garantías efectivas y específicas. «Compromisos precisos dentro de plazos definidos» exigía. Jacobo Arenas redactó para la historia la respuesta insurgente: «Querer ahora resolver los problemas de la más honda crisis de toda la estructura y superestructura tradicional del país, con un plan de paz que es… ‘un ultimátum militar envuelto en amena retórica’, es la vieja equivocación de los gobiernos oligárquicos de este hemisferio».
Equivocación en la que fatalmente se sigue persistiendo. El comisionado Alberto Rojas Puyo enteraba al Secretariado de las FARC en noviembre de 1983: «Última campaña psicológica-política de los guerreristas de fuera y de dentro del Ejército: que las FF.AA. están en capacidad de liquidar las FARC pero que no les dan la libertad necesaria para ello. En consecuencia, que les quiten las ligaduras, que les dejen las manos libres». Tras 29 años de violencia y terror, el ministro de defensa Juan Carlos Pinzón afirma orondo que la confrontación colombiana «apenas» afecta al 4,6% de su población, pese a lo cual advierte que en los próximos meses se aumentará el pie de fuerza en 20.000 policías y 5.000 soldados, se comprarán diez helicópteros Black Hawk y más vehículos blindados para el transporte de tropa, 52 botes para operaciones fluviales, 21 lanchas rápidas para guardacostas, cuatro aviones de transporte y se modernizarán los aviones Kfir. Paradójico que para dar el puntillazo final a unas guerrillas vencidas sean necesarios semejantes refuerzos. Siempre lo tuvo claro el camarada Jacobo: «La paz mata a los guerreristas. La paz es la apertura democrática a la que el militarismo le teme más que el diablo a la cruz». «Imponerles la paz a los altos mandos militares, tendrá que ser una labor de Colombia entera». «La maquinaria bélica actual del Estado Colombiano es un monstruo dispuesto a hundir el país en la violencia y el terror al precio que sea. A sus personeros les tiene sin cuidado el prestigio internacional de la Nación, ni la vida de sus hijos. Les dieron la misión de hacer la guerra para evitar los cambios reclamados por la opinión». Se trata de lecciones para no olvidar jamás.
Y que cobran hoy toda su fuerza: «Aquí, aquellos, no quieren correr la suerte de sus congéneres del Cono Sur del Continente y se aferran al clavo ardiendo de lo que suelen llamar institucional. Cuando en justicia son acusados se defienden acusando. Para ellos todo lo que no sea fascismo es «subversión». Todo lo que no sea reacción es revolución. Y se hacen pasar como cruzados de la tradición legalista de la Nación para evitar ser localizados como lo que son: agentes pagados del complejo militar industrial de los Estados Unidos de Norteamérica».
Inspirados por la conciencia aguda de Jacobo Arenas, podemos asegurar sin la menor vacilación, que lo que la ultraderecha reprocha a Santos como debilidad de su política de seguridad, no es más que la expresión material del fracaso histórico de la estrategia de guerra total en Colombia. La demencia uribista que pretende arrastrar el país al abismo de la devastación general, y a la que Santos no ha sido ajeno en sus dos primeros años de gobierno, es la expresión actual del mismo fanatismo inútil que condujo a la agresión contra Marquetalia, sin otros resultados que una creciente y pavorosa confrontación entre colombianos.
Nuestro llamado a la paz es sincero, removamos las causas que generan la confrontación. Las clases dominantes en Colombia debieran considerar con toda seriedad hasta donde nos ha conducido su obcecación. Repetimos con Jacobo Arenas hoy: «En esta lucha por la paz democrática nosotros estamos poniendo todo lo que tenemos y una indoblegable voluntad de concordia nacional. Si no lo logramos, el verdadero derrotado sería el pueblo Colombiano ya harto de sangre y muerte a manos ya se sabe de quienes, y se incrementaría la represión, pero también la guerra popular. Ojalá eso no vaya a ocurrir».
Pero más que a las clases dominantes, es al pueblo colombiano a quien le corresponde levantar y hacer suya la bandera de la paz democrática. Es claro que la oligarquía no va a sacar con simpatía la llave que escondió en su más recóndito bolsillo. Ya lo había sentenciado Jacobo Arenas en 1988 con lucidez impresionante: «Sólo un poderoso movimiento de opinión podría detener y hacer cambiar la política de guerra del actual gobierno. Tal movimiento parece vislumbrarse y ojalá haga presencia pronto».Ojalá, sí, que entre todos los colombianos que soñamos con una patria amable, en desarrollo y en paz podamos conquistar ese invaluable bien en corto plazo.
¡Vivan la memoria y obra del Comandante Jacobo Arenas!
¡Comandante Jacobo Arenas!… ¡Estamos cumpliendo!
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Montañas de Colombia, 10 de agosto de 2012.