Julio Anguita González (Fuengirola, Málaga, 1941) ha vuelto. El miércoles, presentó desde Córdoba el nacimiento del Frente Cívico-Somos Mayoría, un colectivo social en el que espera aglutinar a todos los ciudadanos afectados por la crisis y que quieran cambiar las cosas. En Córdoba, en el bar de su calle que donde le sirven el café […]
Julio Anguita González (Fuengirola, Málaga, 1941) ha vuelto. El miércoles, presentó desde Córdoba el nacimiento del Frente Cívico-Somos Mayoría, un colectivo social en el que espera aglutinar a todos los ciudadanos afectados por la crisis y que quieran cambiar las cosas. En Córdoba, en el bar de su calle que donde le sirven el café sin preguntarle, recibe a El Confidencial. Tiene 70 años y a pesar de su delicado estado de salud rebosa vitalidad. Es consciente de su edad y siempre repite que ahora sí: el Frente Cívico, dice, es «lo último que puedo hacer por mi país».
El Frente Cívico no es un partido, como usted ha repetido una y otra vez. ¿Es imposible cambiar las cosas desde dentro, ganando unas elecciones?
Metafísicamente imposible. La vía de cambio es la vía democrática que implica elecciones, pero más cosas. La vía electoral jamás conseguirá un cambio en la sociedad. ¿Estoy negando que haya elecciones? No. Digo que además de las elecciones, la lucha en la sociedad, la lucha de ideas, el cambio cultural, la organización de la gente… Todo eso también vía democrática. Eso sí. Pero simplemente por ir a votar, nunca. Porque el votar se transforma en un acto que depende de unas campañas en la que algunos tienen más dinero, las leyes electorales y un largo etcétera. En España, por ejemplo, sería imposible que la izquierda, la que sea, eh, pudiera ganar con esa Ley Electoral tramposa. Así que afirmo rotundamente que vía electoral es imposible. Vía democrática, sí. Que implica por supuesto la vía electoral, pero la supera.
El pasado miércoles usted dijo que «los partidos han envejecido» y que «todo el andamiaje de la Transición se ha venido abajo». ¿El Frente Cívico plantea un nuevo sistema electoral o una nueva concepción de partidos políticos?
El Frente Cívico está empezando, está balbuceando, y no se plantea grandes debates. Si de mí dependiera, no. ¿Por qué no observamos todo el mundo que bulle? Colectivos ecologistas, de izquierdas, el 15M… Otro mundo es posible. ¿Se ha dado usted cuenta de que no salen del mismo núcleo? Convoque usted la manifestación y allí hay 300 siglas y tres personas. ¿Por qué? Porque es más cómodo. El problema es que quien tiene que hacer los cambios es la inmensa mayoría, que a veces no quiere. Por tanto el Frente Cívico se dirige a esa mayoría. Por eso hemos eludido utilizar las palabras derecha/izquierda, y no porque no lo seamos, sino porque sustituyendo los iconos verbales hemos colocado una propuesta que afecta a la gente, lo concreto, lo inmediato. Lo nuestro es dirigirnos a la inmensa mayoría, que tiene castaña: es contradictoria, gente de derechas, son pasivos, hay gente que se mueve y no sabe cuáles son sus intereses, están divididos electoralmente. Esa es nuestra tarea. Frente Cívico trata de dialogar con la mayoría y decirle qué medidas vamos a tomar para intentar liberarnos, concretas, inmediatas. Soy muy enemigo de que en el Frente Cívico se inicien grandes debates sobre modelos del Estado. Si se inician, porque la gente lo decida, bueno. Pero desde luego por mi impulso no.
¿Qué le pasa a la izquierda en España? ¿Es tímida, timorata o también ha envejecido?
Primeramente vamos a preguntar qué es izquierda. Porque si usted me pregunta que si la izquierda es los partidos, por sus carnés le diré: no existe. Lo que ocurre es que la izquierda ha caído en la rutina, está esclerotizada. El pensamiento de izquierdas, por su propia definición, es un pensamiento vivo. Pero cuando la izquierda cosifica sus postulados se transforma en su adversario. ¿La izquierda ahora mismo qué está haciendo? Defendemos a la clase obrera y la clase obrera se defiende o no. Porque claro, cuando se dice que se defiende a la clase obrera, hay que decirle: espabila. Es que entonces no me votan. Pues que no te voten. Es decir, ha perdido esa fuerza que tenía el discurso profético. Que hay que cambiar de vida, que hay que vivir de otra manera, que hay que dar ejemplo con la cotidianeidad. Eso lo ha perdido la izquierda. Se ha transformado en otro aparato electoral, como otro cualquiera. Con otros clientes, digamos, que además le son bastante infieles.
El pasado miércoles durante la presentación del Frente Cívico no se vieron muchos cargos o militantes de IU. ¿Cómo son sus relaciones ahora con ellos? ¿Están molestos? ¿Los echó de menos?
No. Pero no por menosprecio. Tuve al día siguiente la grata sorpresa de que el coordinador de IU en la provincia de Córdoba [Pedro García] recomendó que la gente de IU trabajase en el Frente Cívico. Ellos saben perfectamente a quién me estoy dirigiendo y lo que estoy proponiendo. Nosotros nos definimos: en el fondo lo que queremos es pesar en un lugar de la historia. A veces hay que negarse. Tenemos que conseguir a esa mayoría, que es la única capaz de cambiar esto. El resto son discursos un poco narcisistas.
El miércoles, usted dejó su carnet de Izquierda Unida sobre la mesa…
Mi carnet del PCE, que es más importante (risas). No abjuré de mis principios ni renegué de mi partido. Dije que lo dejo aquí para que se vea que hago un gesto de desnudarme, para que la gente también entre. Desnúdate tú de eso de Todos los partidos son iguales. Eso te lo quitas. Claro, esto es una provocación, un reto. Decís que lo que hay que hacer es tocar los problemas concretos, venga, vamos allá. Claro, uno se encuentra que después en el fondo la gente encubre su adscripción política con esas cosas. Yo se las quiero quitar.
La historia se repite, primero como tragedia y después como farsa. ¿Está de acuerdo? ¿En qué fase estamos?
Ni si quiera en la farsa. La farsa es un género literario que tiene una cierta calidad. Hay autores, por ejemplo Muñoz Seca o Jardiel Poncela, que tenían una enjundia. Estamos ante algo que no tiene calidad ninguna. Es una especie de sucedáneo. Pero de la nada, porque ni siquiera es un sucedáneo de algo. Es Twitter, más declaraciones, más urnas. Eso es lo que hay ahora.
Usted habla que vivimos una situación de «emergencia nacional». La más grave en la Historia de España. ¿Todo puede ir a peor aún?
Sí, claro. Todo es perfectamente empeorable.
¿Hasta dónde?
Pues a que haya vagabundos en las calles, más todavía. A que surja nuevamente la caridad de los conventos. A que el mercado lo solucione todo. Que la gente con dinero tenga guardias personales, como en la Edad Media, porque la Policía, diríamos oficial, ya no sirve. A que se privaticen las cárceles, que hay por ahí un proyecto para eso. Pues sí, eso es peor. Pero en eso estamos. Estamos llegando ya mentalmente. La gente a veces lo dice y no se está dando cuenta de lo que está diciendo. La están conduciendo a que lo diga.
Es difícil ilusionar a la gente con esas perspectivas. ¿Qué ofrece el Frente Cívico para sumar a la mayoría? ¿Qué le promete?
Aparte de que el Frente Cívico tendrá su propio discurso, yo voy a decir el mío. Yo nunca he ofrecido nada. Esto es un puesto de lucha: ven. Sin más alharacas y sin más lenguaje florido.
¿Verá usted la III República con los méritos que están haciendo los Borbones?
No es un problema de los Borbones. El problema de la república no es la monarquía. La República no se define porque haya un jefe de Estado elegido. No. Esa no es su principal característica. Radicalidad democrática, sufragio universal, acceso a la propiedad, justicia social. Eso es la República. Y eso necesita de una sociedad de ciudadanos, con conceptos cívicos. Y a partir de ahí a la Monarquía no hay ni que sacarla. Se va. Por eso, tantos republicanos que están cada día atacando al Rey están gastando energías inútiles. O bien justificando su vagancia y embistiendo a algo que es una especie de monigote que cuando todo se vaya cambiando no dura ni cinco minutos. Como le pasó a Alfonso XIII. O como le pasó antes a Isabel II. Entonces, hombre, si el monarca hace ciertas cosas que no son correctas deben ser criticadas. Pero cargar todas las baterías contra el Rey hablando de la República francamente es una memez.
En ese caso, quedan pocas repúblicas en Europa, aunque lo sean sólo por su nombre…
Hombre, todas las que existen oficialmente sí las ponemos al lado de las monarquías, que son sistemas mostrencos. Porque si hay algo viejo es una monarquía. Digamos que formalmente son repúblicas. Y repito, incluso a nivel formal mejor que la monarquía. Pero después, en el sentido de república que yo hablo, no hay ninguna.
Usted habló en su intervención del 15M. Desde que dejó de ser coordinador general de IU había estado ocupando una segunda línea en conferencias y escritos. ¿El 15M ha provocado que usted dé el paso para conformar el Frente Cívico?
Yo dejé de ser coordinador general de IU creo que fue el 28 o el 29 de octubre del año 2000, en una asamblea. Convoqué a los medios de comunicación a una rueda de prensa y dije: en dos años voy a estar callado. Y cumplí. Y cambio de trinchera, pero no de lucha. Y seguiré luchando hasta que mi corazón lo permita, o mi salud, o mi vida. De modo que no ha sido volver como unos piensan. Me he adelantado hacia el proscenio en un momento pero con voluntad de retirarme enseguida. Así que no he cambiado lo que pensaba. He asumido que tenía que dimitir y ya está. En mi vida siempre he tenido que dimitir antes. Dimití de alcalde, tuve que dimitir de presidente de IU-CA, tuve que dimitir antes de coordinador de IU. De la misma manera que tuve que ir siempre apagando fuegos. Mi vida ha sido una permanente tensión y eso, después, lo va a pagar la salud. Pero bueno.
¿Esperanza Aguirre ha dimitido o la han dimitido?
Aunque a mí no me lleva mucho tiempo pensar en eso, es muy raro. Yo no creo que sean problemas de salud. En el fondo debe haber algo raro, de características de escándalo que no puedo calibrar, porque lo de que yo tengo que hacer el relevo. Hombre, yo eso lo he hecho. Pero lo he preparado. El relevo se prepara en unos meses, en unas semanas, se va hablando con la dirección del partido, se va anunciando. Esto ha sido por sorpresa. Algo se teme. No sé qué. Desde luego el mundo que la rodea no es un mundo para estar tranquilo. Es un mundo donde, como los buitres, los jueces están todo el día planeando.
El Financial Times ya ha publicado que el ministro de Economía, Luis de Guindos, está negociando el rescate total a España.
El secuestro total. Lo llaman rescate, pero es un secuestro.
Cuando eso ocurra, ¿se tiene que ir el Gobierno?
Se tiene que ir el Gobierno y la oposición. Los dos. Porque la política es la misma, con matices. Ha hecho crisis todo el ilusionismo que surgió con Maastricht. Se ha ido al traste toda la serie de mentiras, de estupideces y de boberías de tanto europeísta en la inopia, que no leía sino las consignas de su partido. Maastricht es esto. El euro es el marco cambiado de nombre. Muchas alegrías, pero es incompatible una moneda única en países como Alemania y los llamados PIGS. O se van los PIGS, los echan, o se va Alemania. Salvo que cambie el concepto. No lo que ha dicho Durao Barroso, que habla de un Estado Federal, unas cosas muy raras. Por tanto, si nos rescatan habrá más vueltas de tornillo hasta que la gente estalle. Y cuando la gente estalle pues ya veremos lo que pasa.
¿Qué está pasando en Cataluña y el País Vasco?
Mire, eso sí que es una farsa. Yo diría que es una comedia de Muñoz Seca, que tenía cosas geniales. Lo de Cataluña ya es tremendo. Unos dirigentes que votan las políticas más reaccionarias porque son fieles a su tradición. La burguesía catalana ha sido la más traidora a la hora de haber cambiado el país. Pudo, pero le dio miedo. Ahora hacen lo mismo que hacía Cambó. Cambó amenazaba Madrid con la independencia para sacar la pela. Y eso es lo mismo. Lo que ocurre es que en la calle el tema de la independencia tiene una especie de eco porque es muy simple, y somos un país de simplezas. Creen que con la independencia se van a solucionar los problemas. Naturalmente, yo soy partidario de que el pueblo catalán decida. Y que después asuma su responsabilidad. Creo que por demócrata el pueblo tiene que decidir. Ahora, a partir de ahí, si resulta que las empresas catalanas… Ah amigos, ¿queréis volver entonces a formar parte? Pero esto lo ponía en claro el movimiento obrero si existiera, que no existe. Cuando hiciera de la lucha social el eje estos nacionalistas de derechas se esfumaban, porque siempre han vivido a base de estar engañando, chantajeando, pero después votando a los gobiernos de derechas en el Parlamento español. Han sido un tanto trabucaires, por utilizar una expresión catalana. Pero bueno, el problema es que la gente se lo crea. Y por tanto, hágase la voluntad del pueblo soberano. Y el pueblo soberano después que apeche con lo que decida.
¿Y en el País Vasco?
Hay elementos distintos, porque lo que acabo de decir es del PNV. Lo que pasa es que el PNV es un poco más avanzado que CiU. Y después está la izquierda abertzale. Donde hay izquierda y donde hacen de la lucha social el planteamiento de la lucha nacional. Vuelvo a decir que en un mundo globalizado no entiendo que la independencia pueda servir para cambiar la sociedad. No lo entiendo, aunque respeto la opinión. Pero tiene ese elemento de diferencia. Queramos o no, el Estado español ha sido este. Igual que hay nacionalismos hay un nacionalismo español, igual de trabucaire. El de banderita tú eres roja, etcétera, etcétera. En España ha faltado el siglo de la razón. Hemos sido un país de consignas, de grandes sentimientos, de emotividades. Muy poco de razón. Y fíjese que somos un país que no tiene miedo a ponerse delante de un toro pero ve un libro y se echa a temblar.
¿Por qué no quiere hablar de Carrillo?
Porque no, porque quiero ser fiel a mí mismo.