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Encuentro de Guillermo Teillier con medios de comunicación alternativos

La apuesta del Partido Comunista para las presidenciales 2013: ante todo, el programa

Fuentes: Rebelión

Es evidente que la irrupción de las demandas sociales de los últimos dos años modificó quizá irrevocablemente el plácido consenso que disfrutaba el neoliberalismo, en su triple vertiente empresarial-financiera, política y tecnocrática, percepción acentuada por los entrópicos resultados de las recientes elecciones municipales, incluidos la derrota de la derecha y el hasta ahora indescifrable enigma […]

Es evidente que la irrupción de las demandas sociales de los últimos dos años modificó quizá irrevocablemente el plácido consenso que disfrutaba el neoliberalismo, en su triple vertiente empresarial-financiera, política y tecnocrática, percepción acentuada por los entrópicos resultados de las recientes elecciones municipales, incluidos la derrota de la derecha y el hasta ahora indescifrable enigma del 60% de abstención.

En este tornadizo panorama, las opciones del Partido Comunista se reducen a dos, o tal vez tres.

La primera consiste en avanzar en la política de unidad del conjunto de las fuerzas opositoras, ojalá todas, y los movimientos sociales, con el fin de mejorar la correlación, y por ende ampliar las posibilidades de producir cambios estructurales que, en último término, terminen con la herencia de la dictadura, y sustituyan el sistema político de democracia restringida y el modelo económico neoliberal por un nuevo régimen democrático y económico diseñado por y para las mayorías nacionales. Es un paso en dirección a aquel Gobierno de Nuevo Tipo, definido en su último Congreso.

La segunda opción se daría en caso de que, sea por la dispersión del campo opositor, por falta de fuerza y por la obstrucción de los intereses creados, o una combinación de esos factores, no se consiga la unidad amplia buscada, y el próximo Gobierno, hegemonizado por el ala conservadora de la oposición, se parezca más a un quinto Gobierno de la Concertación, que a uno de signo progresista, que se proponga un horizonte de cambios. En este caso, la tarea de democratizar el sistema económico y político se haría más cuesta arriba, y por tanto más prolongada.

En ambas opciones, el movimiento social se asume como el elemento que dinamiza la situación política y empuja hacia los cambios.

La tercera sería retraerse de este proceso de unidad, refugiarse en el principismo y vociferar desde los márgenes, los cambios que se deberían hacer. El problema de esta opción es que proyecto sin política se reduce a discurso, y discurso sin caminos concretos para realizarlo, a irrelevancia. Y mientras tanto, la derecha y la Concertación seguirían administrando alegremente el modelo neoliberal.

En el último pleno de su Comité Central, el Partido Comunista apostó inequívocamente por la primera opción, que en términos prácticos plantea programa común, candidatura única y lista parlamentaria conjunta, probablemente en ese mismo orden. Es claro que no es la única postura en el conjunto de la oposición, y que por tanto esa propuesta inaugura un proceso político en el que ningún resultado se puede dar por prefigurado.

En una extensa rueda de prensa con periodistas de medios alternativos, el Presidente del partido, diputado Guillermo Teillier, se explayó en detalle sobre los nuevos elementos de la coyuntura, tal cual los leyó el Pleno del Comité Central.

A continuación, reproducimos aquella parte del intercambio relativo a los aspectos del programa que estarían en posición de ser impulsados en caso de que el próximo Gobierno sea uno de base ampliada, y no el quinto de la Concertación:

Reforma educacional, reforma tributaria y reforma laboral

«Hay algunos que dicen que en cuatro años no se puede hacer todo lo que está demandando el mundo social. Y es evidente que no se puede. Hay muchas trabas de carácter institucional como para hacer todas las reformas políticas que estamos planteando.

Acordémonos que si sigue este parlamento, y nosotros lo hemos experimentado en carne propia, es muy difícil producir cambios institucionales, casi imposible. Entonces, debemos evitar el riesgo de ilusionar a la gente sobre determinadas reformas que no son posibles. Pero creemos firmemente que se puede avanzar en un programa, y dentro de él, en varias materias, y que en cuatro años se pueden hacer muchas cosas.

Por de pronto, ya tenemos acuerdos en dos cuestiones, sobre las que ya se puede avanzar. La primera, es que ya hay un acuerdo de la oposición sobre reforma educacional, que pone en el centro la educación gratuita. Eso está firmado, corroborado y ratificado por todos los partidos de la oposición.

Es un acuerdo construido con la opinión de los estudiantes, profesores y rectores; es decir, tuvo una discusión más allá de los partidos de oposición, porque indudablemente ese programa significa un cambio radical respecto a la posición que tuvo la Concertación durante sus gobiernos.

No olvidemos que la raíz de la crisis de la educación está en reformas que se hicieron durante la Concertación. Aquí ha habido un cambio profundo en la formulación de este programa.

Lo segundo que está acordado, también por todos, es una reforma tributaria que permita financiar esta reforma educacional, y financiar, al menos en parte, algunos otros aspectos sociales muy sentidos por la población, como las pensiones y la salud, que son muy difíciles de solucionar en cuatro años. No hay que hacerse ilusiones de que se puede solucionar esto en un proceso corto, porque la salud necesita una reforma profunda, y el sistema previsional, una reforma todavía más profunda, pero se puede avanzar en ambas.

Para nosotros, poner el cambio en el sistema binominal es imprescindible. Tenemos que discutir el cómo, porque eso es lo difícil. La derecha cerró las puertas. Con la derrota, parlamentarios que estaban dispuestos a votar por una reforma al sistema electoral binominal, dieron pié atrás.

Incluso votaron contra de la elección directa de concejeros regionales. Con 23 votos, contra 63, bloquearon esa reforma democratizadora. Así se expresan las cosas en el Congreso; eso es lo que hacen los quórum calificados.

También pensamos que se puede avanzar en cuestiones laborales, donde hay tres temas más urgentes, planteados por los propios trabajadores: la sindicalización, la negociación colectiva y derecho a huelga, y el tema previsional.

Esos tres temas mientras tanto, con vistas, más adelante, a producir una reforma del Código Laboral. Está también el tema del papel del Estado.

El Estado debe jugar un rol diferente al que ha desempeñado hasta ahora, debemos quitarle las trabas en la batalla contra la igualdad. Esa también es una cosa imprescindible. Por lo que hemos conversado con otros partidos, estos temas que he planteado son posibles de acordar en un programa.

También está el tema del cambio de la Constitución. En general, todos los partidos están de acuerdo. Hay debates sobre cómo se debe hacer. Nosotros creemos que se debe hacer a través de una asamblea constituyente. Hay otros que dicen que hay que hacerlo por el camino institucional; yo no lo conozco. Por ese camino, para mí, la Constitución quedaría igual. Pero habrá que buscar la fórmula, y tal vez no se pueda hacer en cuatro años. Ahora, cómo abrimos, como avanzamos en este camino. Para mí, la llave está en el sistema electoral, o conseguir en el parlamento una mayoría que permita hacer estos cambios.

Luego, está el tema de la soberanía económica, que tiene que ver con el cobre, el litio, el agua y el tema energético. Sobre esto creo que va a haber un debate mucho más profundo. Pienso que hasta ahora, en lo que podría haber acuerdo es en elevar el royalty a las grandes mineras del cobre, o establecer un verdadero royalty, que hasta ahora no existe. Algo de eso está insinuado en el proyecto de reforma tributaria. Hay otros que planteamos que se debería proceder a la renacionalización del cobre, pero para ser realista, por lo menos en el período que viene, no lo veo factible.

Hay otros temas de temas de carácter social que se tienen que abordar, como por ejemplo, qué va a pasar con la ficha de protección social. Esa es parte de las medidas inmediatas que tendrán que estudiarse, porque este Gobierno elevó los puntajes para acceder a los subsidios, de manera artificial, bajo el supuesto de lo que una persona podría aportar al grupo familiar.

Eso tiene que cambiar absolutamente, y sincerarse; me refiero al grado de pobreza que hay en el país, porque eso no está claro, y las mediciones que se hacen, no son de las mejores.

En temas programáticos, esto es lo que hemos avanzado, o en lo que vemos que se puede avanzar, pero es evidente que una discusión programática no puede darse en frío, ni entre cuatro paredes. Los que quieren postergar la discusión del programa, es porque no quieren comprometerse».

-¿Cuáles reformas serían intransables, y qué transformaciones serían posibles de hacer en cuatro años?

«Ya dije las que se podrían, y esas serían intransables. Hay otras que sería difícil hacerlas. Si usted me dice, la renacionalización del cobre, en cuatro años y con la actual institucionalidad, y con el actual congreso, es muy difícil. Cambiar la Constitución también.

Llamar a una Asamblea Constituyente no está establecido en la Constitución, así que primero hay que reformarla, y con la actual correlación, eso tampoco es posible. Para hacer esas modificaciones se necesitan 82 diputados. Tenemos que empujar para hacerlo, y tal vez esta es la oportunidad, pero a priori, es muy difícil.

Pero lo que tiene que quedar establecido, y eso es lo que nosotros reclamamos, es un proyecto de transformaciones más allá de los próximos cuatro años, porque si pensamos gobernar con una coalición como esta, en un nuevo período que se abra en el país, sólo por cuatro años, estaríamos perdiendo el tiempo».

– Chile ha cambiado de una forma tremenda en los últimos años, a impulso de los movimientos sociales. Esta forma pragmática de plantearse estos temas programáticos en el parlamento ¿no lleva a frenar al movimiento social y profundizar la escisión que ya existe con respecto al mundo político?

«Por lo menos nosotros, no estamos por frenar al movimiento social. Esas banderas las mantenemos. Lo que estoy diciendo es lo que hasta ahora he visto que son los puntos en los que se podría avanzar en un programa de Gobierno.

Pero quién ha dicho que el movimiento social tiene que atenerse sólo a un programa de Gobierno.

El movimiento social tiene que seguir, y nosotros vamos a estar del lado de aquellos que se planteen esas banderas, más allá de lo que logremos con el programa. Nosotros no estamos por ponerle cortapisas, ni que exista cooptación al movimiento social, ni mucho menos. Nuestra gran esperanza y nuestra gran apuesta es el movimiento social.

Eso lo dijimos en nuestro Congreso y lo ratificamos en el Pleno. Para avanzar más allá de los puntos que he señalado, para plantar nuevas banderas, contamos con el movimiento social; es nuestra esperanza. Por nuestra parte, no vamos a tener ni una palabra para decirle al movimiento social que se quede tranquilo. Eso no. Y si hay demanda, y hay lucha, y hay fuerza, bueno, ojalá. Eso es lo que esperamos»

-Usted ha señalado lo que no se puede avanzar en cuatro años. ¿Qué transformaciones piensa que sí se pueden llevar a cabo, en el entendido de que haya acuerdo en una candidato y un programa?

«De las transformaciones que veo posibles, la educación gratuita, sí se puede. La reforma tributaria, también. Y la que estamos planteando no es cualquier reforma tributaria. Es hacer pagar impuestos a los ricos por primera vez en el país. Eso incluye, naturalmente, un aumento sustantivo del royalty.

Plantearse recaudar anualmente US$ 7 mil millones, es inédito, y es lo que permitiría hacer estas transformaciones. Si no, no las podríamos hacer. Cuando uno plantea algo, también tiene que decir cómo se hace. Si no tenemos las herramientas para hacerlo, sería sólo sumar frustraciones. A mí me parece que las reformas laborales también se pueden hacer, y en eso se puede avanzar muchísimo.

Algunos minusvaloran este tema, pero es importantísimo, fundamental, romper esta asimetría entre el mundo laboral y el gran empresariado. Si logramos que los trabajadores puedan fortalecerse, con un sindicato por empresa, y que ésta se vea obligada a negociar con ese sindicato, y no con los tres o cuatro que existen hoy, eso cambia absolutamente el panorama que existe en el país.

Y lo otro es cambiar el sistema previsional, que es harto más complejo, porque sabemos que la previsión es un negocio extraordinario, que nadie va a querer por sí y ante sí entregarlo, o cambiarlo. Y en eso hay intereses creados transversalmente en la política chilena. Ese sería un gran logro, porque el hecho de que una persona trabaje toda la vida, y después vaya a tener una pensión que no será ni la mitad de su ingreso como activo, es un drama para la gente.

Luego, está el tema del papel del Estado. Hoy el Estado no puede llevar adelante emprendimientos económicos. Se podrían hacer subterfugios con las empresas que ya se tienen, pero eso tendría que hacerlo un gobierno muy audaz. No creo que aquellos que han gobernado hasta ahora se atrevan a hacerlo.

El Estado tiene que ser un instrumento indispensable para terminar con la desigualdad en Chile, y tiene que jugar un papel regulador en la redistribución del ingreso, tiene que fijarse ese papel para el Estado, porque hoy eso el Estado no lo puede hacer. En consecuencia, esa es también una reforma de fondo., y que de hacerse, nos entregaría muchas más herramientas para seguir avanzando.

Ahora bien, digo que es difícil la renacionalización, porque requiere de quórum calificado, pero no digo que sea imposible. Yo no pondría un límite entre lo que es posible hacer en cuatro años y lo que hay que hacer. Nosotros decimos que hay que hacerlo, que tenemos que plantearnos el proyecto de hacer eso. Esperamos en estos cuatro años conquistar un gobierno y avanzar más allá de eso. Nosotros no vemos otra utilidad de estar en un gobierno, sino es para avanzar más allá de lo que tenemos. Y nosotros hemos dado muestras de que hemos estado en gobiernos en que hemos pagado caro por defender los derechos de los trabajadores. En el Gobierno de González Videla teníamos hasta ministros. Pero optamos por defender los derechos de los trabajadores, y no por mantenernos en ese gobierno. Nos costó once años fuera de la ley. Y qué decir del Gobierno de la Unidad Popular. Otro tema que nos parece indispensable, y también lo vamos a plantear, es la recuperación del agua, y eso sí que toca muchos intereses dentro de la propia Concertación. Pero es un clamor nacional».

¿Y no teme que esas medidas encuentren la oposición de los sectores neoliberales que están entreverados transversalmente en la Concertación?

«Un proceso de unidad es también, siempre, un proceso de lucha. En un próximo gobierno de estas características va a haber contradicciones, y en algún momento va a haber que optar por A o por B. Eso se va a dar, y se va a dar por la propia irrupción del movimiento social.

Nadie está pensando en un gobierno donde vamos a estar todos de acuerdo y nos vamos a estar aplaudiendo unos con otros. Eso no va a ser así, porque va a haber resistencia y va a haber insistencia para hacer los cambios. Esa va a ser, creo, la impronta del próximo Gobierno. En ese sentido va a ser nuevo, porque hasta ahora todos los gobiernos han sido neoliberales. Creo que se ha avanzado al punto que estos elementos contradictorios ya ha aflorado, ya están sobre el escenario».