Tras el desate de las movilizaciones sociales desde el 2011 distintos análisis han tratado de abordar las perspectivas para catalizarlas y transformar dichas demandas en un movimiento político[2]. Aunque han visualizado los diversos obstáculos que puede experimentar este proceso, las reflexiones se han centrado en cuestiones sobre cómo impulsar la reorganización popular ante las distintas […]
Tras el desate de las movilizaciones sociales desde el 2011 distintos análisis han tratado de abordar las perspectivas para catalizarlas y transformar dichas demandas en un movimiento político[2]. Aunque han visualizado los diversos obstáculos que puede experimentar este proceso, las reflexiones se han centrado en cuestiones sobre cómo impulsar la reorganización popular ante las distintas coyunturas políticas, subordinando las discusiones proyectuales y programáticas. Creemos que en esto radica una de las limitantes importantes para la refundación de las fuerzas políticas que se plantean este objetivo[3] se transformen en una alternativa para la ciudadanía y el pueblo en general. Más aún, en el momento histórico que vivimos esta discusión se ha vuelto clave para avanzar de manera clara, decidida y radical en la reconstrucción de una propuesta para los sectores medios y populares.
Aunque se suele plantear la necesidad de reemplazar el sistema capitalista neoliberal, por el socialismo o por políticas anticapitalistas y/o antiimperialistas, el significado de estos términos no es precisado. Así, una cuestión central, como lo es el objetivo hacia el cual avanzar, queda sin resolver. Creemos, que al dilucidarse elementos proyectuales y programáticos facilitarían el camino político a transitar y algunos puntos de concordancia con otros actores políticos, y con ello clarificar tanto las y los compañeros de dicha senda cuestión vital en una izquierda profundamente fragmentada como la chilena, como también los actores e intereses a enfrentar. Por tanto, lo que pareciera ser un debate meramente ideológico y estratégico es en realidad un problema táctico urgente de superar para la acción política cotidiana.
El grueso de las organizaciones populares chilenas plantea la necesidad de levantar una propuesta de desarrollo humano distinta al neoliberalismo con la cual se identifique la gran mayoría de las y los chilenos. Pero las contradicciones del neoliberalismo son en realidad una nueva expresión de los límites históricos del capitalismo para resolver los problemas de la humanidad. De allí que dicha alternativa deba tener como finalidad resolver estos problemas de manera estructural, es decir, reemplazar al capitalismo por una sociedad que apunte efectivamente al desarrollo humano.
Ante ello el «socialismo del siglo XXI» parece una respuesta, no solo posible, sino que necesaria. Michael Lebowitz establece tres ejes interrelacionados e indispensables para su desarrollo: a) la socialización de los medios de producción; b) el control y la gestión democrática de las y los trabajadores del proceso productivo; c) la reformulación comunitarista de la concepción del trabajo. Los tres elementos tendrían un «eslabón clave»: la práctica transformadora. Este sería el factor que modificaría las circunstancias socio-históricas, pero también a los mismos sujetos que la desarrollan. De allí que la acción de los mismos sujetos en su presente sea el elemento vital para avanzar en el camino que conduzca hacia el horizonte socialista. Cuanto antes tomemos esa ruta, mejor[4].
Siguiendo la lógica de Lebowitz, actualmente las pretensiones socialistas se enfrentan a una realidad adversa. Pero dado que este nuevo desarrollo humano es una necesidad objetiva y urgente, no podemos renunciar a él, sino que perspectivarlo hacia el presente, permitiéndonos comenzar a construir la ruta ahora ya.
Un paso importante para lograr este cambio, es la construcción de une nueva forma de Estado, que se base efectivamente en la soberanía popular democrática. Pero hoy no estamos en condiciones de transformar profundamente el Estado o de construir un órgano paralelo que se enfrente él, ni siquiera somos una alternativa hegemónica que nos convierta en un Gobierno Popular y mucho menos estamos ad portas de realizar una Asamblea Constituyente con protagonismo del pueblo. Pero sí estamos en una coyuntura que nos exige levantar una propuesta que aglutine a las distintas fuerzas sociales y políticas por la transformación del país, pero teniendo la exigencia de que sea atractiva para la gran mayoría de la ciudadanía. La pregunta entonces es: ¿cuáles pueden ser los elementos que nos permitan avanzar en dicho proyecto?
Si la reformulación vivida por el capitalismo en los años ´70, que devino en la hegemonía de las ideas neoliberales, se sustentó en una expansión del capital en cuatro ejes: a) la privatización de las emergentes empresas estatales; b) la privatización de los recursos naturales del país; c) la mercantilización de los hasta entonces llamados derechos sociales; y d) una radical ofensiva precarizadora de la valorización y remuneración de los trabajadores[5]. Si estos elementos dinamizaron al capitalismo neoliberal desde los ´80, hoy es indispensable frenarlos y transformarlos radicalmente.
Por tanto, un programa de corto plazo debe, al menos, buscar tensionar dichos ejes. Pero no para desarrollar un programa meramente anti-neoliberal, o volver a un capitalismo estatista que ya evidenció sus límites en el siglo XX. Más bien, este programa debe apuntar a superar las lógicas capitalistas en su profundidad, posibilitar una ruptura histórica que instale políticas pos-neoliberales y que abran la puerta para una radicalización socialista-democrática. En ése sentido tendrá que ser un programa de desarrollo nacional, democrático y socializante basado, al menos en:
a) Limitar progresiva y constantemente las ganancias del gran capital. En especial el financiero y especulativo.
b) Aumentar contantemente los salarios, apuntar a su complemento con procesos de formación en cuestiones de gestión productiva democrática y la recuperación de los derechos de participación sindical.
c) Instalar el protagonismo de los trabajadores y asalariados en las decisiones económicas.
d) Desmercantilizar los derechos sociales, garantizando educación, salud, pensión y vivienda gratuitas.
e) Nacionalizar los recursos naturales forestales, hidrográficos y minerales.
g) La descentralización y democratización territorial del poder político.
h) La democratización radical de las instancias nacionales de poder.
Estos elementos nos permitirían, además de limitar los principales ejes dinamizadores del capitalismo actual, valorizar el rol del trabajo en el proceso productivo. Con ello, instalar en la conciencia ciudadana que la riqueza fruto del trabajo humano es patrimonio de la sociedad y no de los dueños del capital o de trabajadores individuales. Así se reformularía, en el largo plazo, el carácter del trabajo, pasando de una concepción individualista a una comunitarista que posibilitaría reinvertir dicha riqueza (material y cultural) en garantizar los derechos esenciales de la comunidad. Paralela y complementariamente a ello, promover el protagonismo de la ciudadanía, posibilitando su creciente politización, abriendo la puerta a la construcción de un proyecto y Estado basado en la participación inclusiva y soberana de los ciudadanos, inverso al funcionamiento Dictatorial histórico de los Estados Capitalistas. Esto nos lleva a precisar taxativamente, que consideramos que la revolución será socialista-y-democrática o será una caricatura de revolución[6].
El avance del protagonismo popular cambiará la correlación de fuerzas a favor de un proyecto constituyente. Aquí hay que ser claros, si hoy tenemos debilidades políticas, proyectuales y orgánicas en el campo popular de nada sirve desarrollar una Asamblea Constituyente donde no exista una fuerte participación del pueblo. Lo que hoy se necesita es instalar la demanda y avanzar en un proceso constituyente, discutiendo por fuera del Estado, pero que apunte a tensionarlo y desbordar sus límites de participación.
Quedan miles de puntos por precisar, pero el objetivo era impulsar el debate, no resolverlo y cerrarlo. Pero reafirmamos, el inicio del nuevo ciclo político abierto el 2011 nos llama a levantar una alternativa proyectual que supere al capitalismo. Para ello tendremos que debatir y construir una propuesta que afronte la realidad adversa que tenemos y que busque dar el debate político para tensionar el sentido común, que lo transforme y cree un nuevo horizonte posible con el que se identifique la mayoría ciudadana. Por eso es tiempo de levantar los pilares que permitan Crear un Nuevo Chile.
Licenciado en Historia y Ciencias Sociales Universidad de Valparaíso, integrante del Taller de Historia Política.
[2] Dentro de ellos podemos incluir a: Marjorie Cuello «Hacia un movimiento político social». Le Monde Diplomatique, Número Marzo 2012; Recaredo Gálvez «Dar vida a la revolución», Le Monde Diplomatique, Número Junio 2012; «Izquierda para qué». Le Monde Diplomatique, Julio 2012; Eloísa González «Un paso desde la demanda social a la solidaridad en la acción», Le Monde Diplomatique, Número Agosto, 2012; Sebastián Farfán «Los desafíos de un nuevo ciclo», Le Monde Diplomatique, N° Diciembre 2012; Carla Amtmann. «Una nueva fuerza para chile. Difícil pero no imposible», Daño estructural. Disponible en: www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=16717.
[3] Hemos planteado esto en José Ignacio Ponce «Ideas para construir una fuerza transformador». Le Monde Diplomatique, Número Septiembre 2012.
[4] Michael Lebowitz La alternativa socialista: El verdadero desarrollo humano. Escaparate-Nexos, Santiago, 2012.
[5] A esos cabe agregar la liberalización de los mercados tanto nacional como internacionalmente. Véase Jorge Gonzalorea El modelo económico chileno: análisis crítico de resultados y perspectiva. Universidad Católica Blas Caña, 1998. p. 37-38.
[6] No hacemos referencia a una «vía» única para la revolución. Por tanto esta afirmación no apunta a carecer de una política militar o no prever momentos de conflictos político-militares entre las clases sociales en un proceso revolucionario. Nos referimos a la disposición a que el avance revolucionario para reformular la sociedad y el Estado sea desde su inicio de manera democrática, pluralista e inclusiva, y no por imposición de «vanguardias» partidistas.
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