«Recuerdo haber indicado que sólo participarían mapuche -cuenta Héctor Llaitul en su libro- y, luego, señalé la presencia de un joven que no respondía a nuestras características físicas. Entonces él me emplazó y subrayó con convicción su apellido: Catrileo, dijo y repitió: Catrileo». Poco tiempo después, un 3 de enero de hace 5 años atrás, […]
«Recuerdo haber indicado que sólo participarían mapuche -cuenta Héctor Llaitul en su libro- y, luego, señalé la presencia de un joven que no respondía a nuestras características físicas. Entonces él me emplazó y subrayó con convicción su apellido: Catrileo, dijo y repitió: Catrileo».
Poco tiempo después, un 3 de enero de hace 5 años atrás, los comuneros de la comunidad Juan Catrilaf II ingresaron al entonces fundo de Jorge Luchsinger, un agricultor que no se hacía problema en decir que «no es posible que entreguen tierras a mapuches, va a ser una miseria absoluta, porque ellos no trabajan… no van a dejar de ser miserables… el indio no ha trabajado nunca. El mapuche es un depredador, no tiene capacidad intelectual, no tiene voluntad, no tiene medios económicos, no tiene insumos, no tiene nada… el mapuche es ladino, es torcido, desleal y abusador».
Ese día en Santa Margarita -hoy Yeupeko-Katrileo- fue asesinado el militante de la Coordinadora Arauco Malleco Matías Catrileo, con un disparo de UZI por la espalda, no un balín de goma. «Pégale un balazo» se escucha en la grabación de las comunicaciones institucionales de Carabineros de Chile después de que Walter Ramírez da cuenta de que los comuneros estaban con piedras y palos y habían prendido fuego a unos fardos.
«Me dieron cabros», dijo. «Nosotros en un principio pensamos que había sido un disparo de escopeta -relata un comunero de Yeupeko- un peñi lo abrazó y lo llevó hasta el canal, allí intentó saltar y cayó al canal. Uno de nosotros bajó y ahí se dio cuenta de que era un balazo y ya a Matías no le estaba quedando aliento (en eso Carabineros seguía disparando), mientras el resto buscaba unos pedazos de alambre y unas varas de álamo para poder sacarlo rápido. Le pusimos una chaleca por debajo del brazo para sacarlo, le amarramos el alambre e intentamos sacarlo… Hicimos una camilla con las dos varas de álamo y lo subimos y comenzamos a correr, pero carabineros nos seguía disparando, las balas nos rozaban las cabezas pero seguíamos corriendo y agachados y con Matías muerto».
Mientras, Patricia Troncoso, condenada por Ley Antiterrorista junto a varios comuneros mapuche, cumplía 85 días en huelga de hambre. Sus compañeros habían desistido pocos días atrás. El último de ellos, Héctor Llaitul, con 81 días sin comer. Poco tiempo después Llaitul sale absuelto. La causa de Patricia, Jaime Marileo, José Huenchunao y los otros condenados por Ley Antiterrorista se encuentra actualmente en la Corte Interamericana.
El 16 de julio del 2009 es arrestado nuevamente en Osorno el «Comandante Héctor» como lo llamaba El Mercurio. Pero sus compañeros lo llamaban «el Negro». Es acusado de ser el autor intelectual de una supuesta emboscada terrorista al fiscal Mario Elgueta en Puerto Choque. En los meses siguientes se apresará a decenas de comuneros mapuche.
Alberto Espina, Andrés Allamand, Sebastián Piñera y el Fiscal Ljubetic, con publicidad de La Tercera, El Mercurio y Canal 13 juran de guata que la CAM fue entrenada por las FARC en Colombia. Poco tiempo después, el ministro del Interior Edmundo Pérez Yoma, dice que no fue mala intención de sus amigos -así los llama- Espina, Allamand y Piñera, sino que fueron engañados por una operación de inteligencia en Colombia. El gobierno aplicó de todas formas la Ley Antiterrorista.
El 12 de agosto muere de un balazo por la espalda Jaime Mendoza Collío. El general Iván Bezmalínovic por esa causa tiene una querella por falso testimonio y presentación de pruebas falsas en la fiscalía militar.
Entre el 12 de julio y el 12 de octubre del 2010 se lleva a cabo una nueva huelga de hambre mapuche contra la Ley Antiterrorista y la justicia militar en distintas cárceles. Entre el 15 de marzo y el 6 de junio del 2011 los 4 ya condenados en el caso Elgueta otra vez ayunan por la misma causa.
El año 2012 ha sido duro. El 2 de abril murió de un balazo el sargento Hugo Albornoz durante un allanamiento en Wente Wingkul Mapu. El 2 de septiembre es muerto a balazos en un asalto Héctor Gallardo Aillapán en San Ramón y el 20 de diciembre muere acuchillado el cuidador de una parcela en Las Vegas de Antiquina, Osvaldo Zapata Gutiérrez. Estas muertes han sido condenadas por los dirigentes presos de la Coordinadora Arauco Malleco, quienes han llamado reiteradamente a no atacar personas y tener claridad de que la lucha mapuche es contra el capital de las grandes forestales y en defensa de sus territorios, no contra parceleros pobres.
El 14 de noviembre del 2012 Héctor Llaitul y Ramón Llanquileo otra vez comienzan huelga de hambre, reclamando haber sido juzgados dos veces paralelamente, declarándolos inocentes el Tribunal Militar y culpables la justicia civil. En esta última por un testimonio secreto permitido por la Ley Antiterrorista, a pesar de que la condena al final dice que los hechos no son terroristas.
Así llegamos al 3 de enero del 2013. Héctor Llaitul cumple 314 días de su vida en huelga de hambre (20 y 81 días el 2007, 81 el 2010, 82 el 2011, y lleva 50 el 2012), Ramón Llanquileo ha hecho 213 días de huelga sólo por las irregularidades en el caso Elgueta. Y en la otra cara de esta moneda, el asesinato de Matías Catrileo, como todos los que entran al sistema de justicia militar, sigue impune. Por el contrario, son la madre y la hermana de Matías las que en numerosas ocasiones han estado detenidas por exigir justicia.
El fallo final de la Corte Suprema alabó a Walter Ramírez diciendo textualmente que «lo que impulsó al enjuiciado a actuar de la forma como lo hizo, fue un mal entendido sentido de cumplimiento del deber, con un celo exagerado, proponiéndose el mejor servicio de su cargo público, con el convencimiento de que obraba a favor del orden jurídico, por una razón justa, ejecutando un mandato legítimamente otorgado por autoridad competente, por lo que tal conducta merece ser reconocida en los términos que dispone la norma en cuestión». «Orgullo» para la institución.
La muerte de Matías Catrileo fue una señal de alerta. Muchos pensaron ahí que el Estado de Chile buscaría una solución al conflicto territorial. Desde entonces han sido 5 años perdidos y estamos donde mismo, o peor. No nos escandalicemos pues la verdad es que sigue rindiendo fruto político para un candidato visitar la zona y pedir más mano dura en vez de plantear una solución al conflicto, a pesar de las muertes de Jorge Suárez Marihuán, Alex Lemún Saavedra, Agustina y Mauricio Huenupe Pavián, Julio Huentecura Llancaleo, Zenón Díaz Necul, Juan Collihuin Catril, Matías Catrileo Quezada, Jaime Mendoza Collío, José Toro Ñanco, Hugo Albornoz Albornoz, Héctor Gallardo Aillapán y Osvaldo Zapata Gutierrez… ¿No será suficiente ya?