En Colombia, como en el resto del mundo, los medios de (in)comunicación tienen como constante la exhibición y exaltación de las mujeres como buenas amas de casa, excelentes esposas, exuberantes modelos, famosas actrices o exitosas empresarias. Es una visión patriarcal, sexista, falocéntrica y burguesa de la mujer, a la que se la considera como buena […]
En Colombia, como en el resto del mundo, los medios de (in)comunicación tienen como constante la exhibición y exaltación de las mujeres como buenas amas de casa, excelentes esposas, exuberantes modelos, famosas actrices o exitosas empresarias.
Es una visión patriarcal, sexista, falocéntrica y burguesa de la mujer, a la que se la considera como buena cuando cumple con los roles impuestos por el sistema de dominación masculino y cuando es una exponente fiel de la ideología capitalista.
En la gran industria mediática, la mujer trabajadora y la luchadora revolucionaria, no ocupan espacio alguno, a no ser que sea para denigrarlas. El poder tiene miedo a las mujeres que se levantan contra el orden establecido.
Tal es el caso de Shirley Méndez, combatiente de las FARC-EP, aguerrida guerrillera con un profundo sentido humano y un corazón inmenso cargado de amor por el pueblo.
La vida de Shirley tiene, además, algo muy especial, puesto que fue la compañera del Mono Jojoy, como se conocía al Comandante Jorge Briceño asesinado por las bombas criminales del Estado colombiano.
Shirley forma parte de la Delegación de Paz de las FARC-EP que en La Habana, Cuba, hoy se encuentra librando una dura batalla para poner fin al conflicto desatado por el Estado gansteril colombiano, hace ya más de cincuenta años. La «llanerita» da respuesta a algunas preguntas que se le formulan:
Shirley Méndez ¿es su nombre o lo adoptó en homenaje a alguna camarada revolucionaria?
Es un nombre adoptado, en el frente 15, cuando me incorporé a la montaña. Yo había pensado ponerme Yira Castro en homenaje a una revolucionaria del Partido Comunista colombiano, pero me dijeron que ya había varias Yiras. Entonces el camarada que me había ingresado, me dijo «que mejor otro nombre, por ejemplo Shirley, ¿qué tal? No hay ninguna en el frente». A mí me gustó. Desde entonces adopté el nombre de Shirley.
Cuéntenos cómo fue su niñez, qué recuerdos hermosos tiene de su infancia.
Mi niñez fue feliz, rodeada de mucho amor de mis padres, de mis dos hermanitos, de mis tíos. No conocí a mis abuelos porque mis padres, cuando comenzó la violencia en el Tolima, salieron a refugiarse al departamento del Caquetá. Allí donde yo nací. Mis abuelos maternos ya habían muerto. El amor reinaba en la familia, las vacaciones que disfrutábamos en el campo o donde algún familiar, son recuerdos que evoco de mi niñez.
¿Cómo era el lugar donde vivía, qué juegos le gustaban?
Viví en el campo, en una finca con un aire campestre muy acogedor. Porque vivir en Florencia no nos agradaba. Luego dos años en Armenia, donde terminé la primaria y comenzaba la secundaria. Para allá había acordado mi madre mandarme, para que no me fuera para el M-19, porque siendo muy niña, de diez años, estaba entusiasmada por irme. La razón fue que varios de mis compañeros de curso se habían incorporado a esa organización. Mi familia, que simpatizaba con el Partido Comunista, no estaba de acuerdo que me fuera. Ellos querían que yo estudiara, pero yo había tomado la decisión de irme. Allá en el Caquetá tengo mis caros recuerdos. Me gustaba jugar a desfilar, colocándome los zapatos de mi mami. O a esconderme, para que mis amiguitos y mis hermanos me buscaran.
Háblenos de su familia, ¿recuerda algún momento especial, alguna reunión en el núcleo familiar que le guste rememorar?
Mi familia es mezcla de tolimense con huilense, mi padre del Tolima, mi madre del Huila, tengo dos hermanos, soy la menor. Alternábamos la finca con la ciudad de Florencia. Era un hogar muy humilde, lleno de amor, respeto, aunque mi padre era bastante colérico; mi madre, una mujer sencilla, respetuosa. Nos llenaron de afecto, nos enseñaron la ternura, el carácter, la honradez, el respeto, comenzando por el más chico hasta el anciano, la justicia y la tolerancia. El momento que más recuerdo, cuando era la hora de salir para la escuela, cuando apenas tenía 4 añitos. Mi papá siempre me sentaba en la piernas para el desayuno, a mí no me gustaba comer temprano y menos si se trataba de caldo. Por ser la última, era a la que más consentían. La reunión familiar como tradición colombiana, la comida de Nochebuena y fin de año, son otros recuerdos.
¿Cuándo conoce usted a las y los combatientes farianos? ¿Qué le impulsa a ingresar a las filas de las FARC-EP?
Fue en la época del 80. Se decíara por la radio que la guerrilla de las FARC había tomado el municipio de Puerto Rico, Caquetá. Se hablaba mucho del campo socialista, del triunfo de la Revolución Nicaragüense, de la Revolución Cubana. Yo quería conocer la guerrilla, pero eso no fue posible, hasta cuando en el año 82, para una navidad, fuimos a la finca de un tío por los lados de Remolinos del Caguán. Es ahí donde tengo el primer contacto con ellos. Me impactaba las enfermedades que se sufrían en Colombia así como la falta de vivienda, salud, educación, alimentación, ver niños y ancianos en las calles descalzos. No había, ni hay, igualdad. Mis padres me hablaban de la violencia que inició cuando la muerte de Gaitán. Todo eso me ponía a pensar cuándo nosotros íbamos a ser libres como Cuba y Nicaragua. Yo quería estudiar medicina, pero luego pensaba, si estudiaba cómo iba a hacer para conseguir un trabajo. Me estaba leyendo un libro nicaragüense que se llamaba «Todas Despiertas», el cual me motivo muchísimo sobre la importancia del trabajo de la mujer en la lucha revolucionaria y es ahí cuando tomo la decisión de irme para la montaña, porque descubrí que ahí era donde me podía realizar como mujer.
¿Cuántos años de lucha lleva al interior de las FARC-EP?
Yo me incorporo a la lucha revolucionaria, en las FARC-EP, en el año 1983, al frente 15, en el bloque SUR. Ahí permanecí 3 años y luego salí de traslado en una columna para conformar el Bloque Oriental, al mando del Comandante Jorge Briceño. Eso es por el año 1986. Siempre estuve al mando de él, hasta el día que lo asesinaron.
¿Qué anécdotas recuerda de sus primeros años en la guerrilla? ¿Fue difícil el proceso de adaptación a la vida militar dentro de las FARC-EP?
Bueno, eso si no falta, porque la verdad, a pesar de haber estado en el campo, es muy distinta la vida en la montaña. Pero sin duda, lo que más recuerdo, además porque me hacían muchas bromas, y es que tenía como unos 15 días de haber ingresado, era mi primer turno de rancha (cocina). Se hizo una maniobra de desalojar el campamento, pues yo no me levanté porque estaba de servicio, seguí acostadita, cuando llegó el mando revisando que nadie se quedara, y me dice íøt˙ te piensas quedar?Önos vamos, recoja todo. Dije noÖ yo soy ranchera, pero me tocó levantarme e irme y, para completar, me caí en el cruce de un caño, todos se reían. Lo más difícil fue acostumbrarme a desayunar temprano, el baño colectivo con tan poco tiempo, las marchas, el morral pesado, le tenía miedo a la oscuridad de la montaña, pero bueno, todo eso fue pasando. Me esforcé porque quería un cambio. Sabes que cuando uno quiere hacer algo, pone de su parte para superar todas estas flaquezas. Desde luego que mis compañeros me ayudaban mucho, porque en las filas guerrilleras existe mucha solidaridad.
¿Conoció usted a Manuel? ¿Qué características tenía él?
En 1987 conocí al comandante Manuel Marulanda. Por ese acercamiento con el comandante Jorge, siempre tuve la oportunidad o estimulo de pasar varias veces cerca de él. Además, porque siempre quise conocerlo, me hablan desde muy niña de él. El Mono me contaba muchas anécdotas y travesuras que él le hacía cuando andaba con el camarada. Lo que más me impresiono, su disciplina, sencillez, humildad, respecto y humor, un hombre inteligente.
¿Cómo conoció al Comandante Jorge Briceño? ¿Qué le impacto más de él?
Lo conocí en 1983, revolucionario carismático. Hombre de corazón noble. Yo apenas tenía 3 meses de ingreso y hacia el curso básico. Me impactó la franqueza, el humor, el arrojo, la lucidez para hacer y decir las cosas, la sencillez, que se fue desatando en un enorme potencial político y militar que lo proyectó como una de las figuras cimeras de la guerra de guerrillas en Latinoamérica.
¿Existen diferencias entre el amor revolucionario, guerrillero y otros amores? ¿Cuéntenos cómo fue ese amor entre usted y el Mono Jojoy?
El revolucionario, siente un profundo amor por su pueblo, por la causa, por todos los problemas que aqueja a la sociedad y al mundo víctimas del imperio. El amor revolucionario se expresa en la solidaridad, en el respecto hasta por sus adversarios. Nuestros amores fueron muy sólidos, nos unía el mismo sentimiento de Patria. Era enfermera desde que llegue a su unidad, cumplía algunas tareas por la ciudad y luego como radista.
Dicen que el Comandante Jorge Briceño era jodedor o como ustedes dicen, un mamador de gallo. ¿Recuerda alguna anécdota en este sentido?
Él siempre tenía encendida esa chispa del humor. Como él no gustaba de los perros, en un desplazamiento que hacíamos con el camarada Manuel, le mando a botar el perro a un caño, porque no dejaba pasar la gente. Dijo echen ese perro al caño para que de paso y le contesta el camarada que lo alcanzó en ese instante -Hola Jorge, deje que ese animal pase- a él le dio mucha pena, por el respeto que se tenían, pero le causó mucha risa y se lo contaba a los demás camaradas riéndose.
Más allá de los vínculos revolucionarios entre usted y el Mono, ¿cómo se expresaba esa unidad vital entre ustedes dos?
Me ayudó mucho desde un principio que fuimos amigos en todo el sentido de la palabra, lo aprendí a querer por encima de lo personal como mi comandante, como lo que él representaba para un colectivo, para un pueblo, todo eso hizo que lográramos construir no solo una relación, sino una sólida amistad. Él no solo fue el amor de mi vida. Era mi amigo, mi comandante, mi compañero, mi confidente, mi padre.
El Che decía Hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás. ¿Era tierno en medio de la lucha el Mono Jojoy?
Sí, un hombre estricto, pero dotado de una ternura impresionante, un hombre que se jugaba todo por la igualdad, un hombre que sufría por la indiferencia de los poderosos hacia el pueblo. Era un ser excepcionalmente tierno, amable, dotado de los más lindos valores que pueda tener un ser humano. Duro sí, pero arropado de una ternura genial.
El Comandante Jorge es ejemplo del Hombre Nuevo del que habló el Che. ¿Cuáles virtudes de él quisiera exponer en este momento?
Sí, por su esfuerzo permanente para superarse. Fue un estratega sin par, el que se esforzaba todos los días por aprender cosas que le dejaran enseñanzas para, a su vez, transmitirlas al colectivo y así educar a sus hombres y mujeres. El Comandante Pablo Catatumbo fue el amigo que le inculcó e incentivo el gusto por la lectura, así como por la escritura. Jorge se caracteriza por el respecto a los demás, por su firmeza, por ser un hombre de corazón noble y alegría espontánea, que nunca, ni en los momentos difíciles, perdió la calma. Hablaba con mucha propiedad de todo y conocía a nuestra linda Colombia en su totalidad. Jorge se autoeducó, puesto que él alcanzó hasta el segundo año de primaria, pero siempre se imponía tareas para aprender de geografía, economía, etc. Fue un hombre recto, franco.
A usted qué cosas le llenan desde el punto de vista espiritual. ¿Qué tipo de música le gusta escuchar, qué le gusta bailar, qué le gusta leer? ¿Le agrada la poesía?
El entorno en el que vivo con mis compañeros de lucha, el empuje del pueblo cuando reclama paz. Me encanta toda la música, pero en especial salsa, llanera, el reggetón y la música romántica. Me gusta bailar salsa, aunque no soy bailarina, y también música tropical. Me encanta la lectura en general. Y claro, que me gustan la poesía, las crónicas y los versos.
¿Cuál es la sociedad que usted imagina para Colombia y qué papel usted cumpliría en esa sociedad.
Una sociedad libre, con igualdad para todos, con pan, con techo, donde en los rostros de las niñas y los niños, de los ancianos, mujeres y hombres se refleje la armonía, donde el llanto del dolor pase a la sonrisa. Una sociedad donde no haya más intervenciones de las transnacionales, ni el despojo de sus tierras.
¿Qué mundo aspiran construir las FARC-EP para las niñas y los niños? Usted ¿qué aportes daría para brindarle a la niñez un mundo que, como dice Julián Conrado, gire alrededor del amor?
Un mundo sin odios, sin rencores, donde las niñas y niños aprendan a ser honrados, donde de verdad reine el amor. Amor por los valores propios como seres humanos, porque los niños son la esperanza del futuro, donde no solo tengan derecho a vivir la niñez los hijos de unos pocos, donde las y los de los pobres también sientan y tengan ese legítimo derecho de vivir una niñez sin maltratos. Hasta la vida misma para construir ese mundo.
¿Podría contar a las y los lectores de esta entrevista como son las mujeres guerrilleras?
Las mujeres guerrilleras somos dignas, como combatientes somos revolucionarias, luchamos para ayudar a construir un país que le brinde a la mujer derechos, libertad, igualdad; mujeres dispuestas a dar la vida misma por la causa que un día decidimos defender. Somos la esperanza de miles de mujeres que son víctimas de una sociedad capitalista, donde a la mujer la ven como un instrumento de comercialización. Porque como dijo el comandante Fidel Castro, cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, ese pueblo es invencible.
¿Qué mensaje da a las niñas y a las jóvenes de Colombia y de Latinoamérica?
Nosotras somos parte de ese pueblo, luchamos en contra del capitalismo que trata de negar y destruir todos los valores humanos y sociales, luchamos para hacer posible otro mundo, un mundo libre con el color de las mujeres. A las niñas y las jóvenes que crecen en un mundo de explotación, donde diariamente son pisoteados sus derechos, les digo que en las FARC se formaran dignas, con espacios de libertad, sin maltrato por su condición de mujeres, formarán en todo su esplendor. Por tanto, la solidaridad universal es ahora mucho más significativa y valiosa para construir un mundo mejor.
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