El proceso de paz que avanza en La Habana entre el gobierno del señor Santos y las Farc/EP ha tomado la forma de un «sistema histórico» con repercusiones en todos los ámbitos de la formación social nacional. Su impacto cubre la forma primordial de las relaciones entre Estado y sociedad civil. No se trata de […]
El proceso de paz que avanza en La Habana entre el gobierno del señor Santos y las Farc/EP ha tomado la forma de un «sistema histórico» con repercusiones en todos los ámbitos de la formación social nacional. Su impacto cubre la forma primordial de las relaciones entre Estado y sociedad civil.
No se trata de un evento banal o marginal. Comprenderlo supone construir un marco analítico que articule una visión histórica del Estado, una aproximación sociológica a los problemas objetivos que apalancan la violencia social y una interpretación política en la perspectiva de armar un régimen democrático moderno y plural que supere el sistema de representación liberal y de competencia partidista schumpeteriana.
El Acuerdo general para la superación del conflicto firmado por las partes plenipotenciarias desde agosto del año 2012 en La Habana, reúne todos los elementos analíticos para poder interpretar cada campo de lo pactado. Me refiero a la filosofía consignada en el preámbulo, a los pasos indicados, a la agenda de temas, a la Mesa y su funcionamiento, a la implementación de consensos suficientes, a las reglas de funcionamiento de la Mesa y a la participación de otros Estados en calidad de acompañantes y garantes.
Por supuesto, conocer el sentido del texto permite avanzar en un plano prospectivo que muy probablemente evitara «huecos negros» favorables a la retórica de aquellos que asumieron como oficio la obstrucción opositora y de sabotaje a las formulas que la deliberación inteligente identifique como alternativas a los problemas diagnosticados en
Haber establecido como premisa fundamental «que nada estará acordado hasta que todo este acordado» constituye una medida de gran trascendencia. Es un principio básico dado el carácter de los vínculos determinados que no son otros que los de las conversaciones y la deliberación, más no los de una negociación estricta. El diálogo y la exposición de tesis y puntos de vista divergentes en La Mesa permite llegar al núcleo central de los problemas y a la construcción de consensos suficientes. Es lo que estamos observando con el tema agrario que ya tiene en su balance un Foro nacional y unos elementos de orden general sobre los campos que deben ser intervenidos para reformar la estructura agraria capturada por el violento latifundio ganadero.
Aun queda un trecho por recorrer en el debate rural. Algunos dicen que hasta Semana Santa. Será conveniente ahondar en esferas históricas, dada la condición de «larga duración» que caracteriza la gran propiedad rural, con orígenes coloniales; igualmente en estudios sociológicos para establecer la esencia de fenómenos como el del desplazamiento forzado y la violencia paramilitar; de la misma manera en consideraciones politológicas para establecer un marco de derechos democráticos que garanticen la igualdad y la libertad de los campesinos.
El «sistema histórico de la paz» ya tiene un largo e importante tramo recorrido con los meses de un periodo preliminar de mucha discrecionalidad, que cerró con el documento central del Acuerdo especial de La Habana. Fue una gran conquista democrática. Quedó atrás la etapa nefasta del ochenio de macartismo, negación del conflicto y violación intensa y sistemática de los derechos humanos de parte del régimen autoritario de Uribe Velez.
En los meses recientes se ha dado una intensa deliberación sobre el primer punto de la agenda y la adecuación material de las reglas de funcionamiento de la Mesa de conversaciones. Todo correcto. La prospectiva indica que debemos marchar hasta hacerle el cierre a este «Segundo momento» que debe abordar los otros temas referidos a la democracia política, el fin del conflicto, los cultivos ilícitos y el asunto de las víctimas. Ni mas ni menos.
Obviamente vendrán más foros con la sociedad civil y la reglamentación procedimental de elementos adicionales como el de las comunicaciones para la paz, que bien puede utilizar el Canal 3, anunciado recientemente por el gobierno central, como herramienta del «hecho comunicacional» de los diálogos.
Vendrá un «tercer momento» o el campo de la implementación, verificación y refrendación, pues la firma de un Acuerdo final debe dar inicio a la implementación de todos los puntos acordados. El texto del Acuerdo indica la definición de mecanismos de implementación y verificación, con sistemas de implementación que darán especial atención a las regiones; la organización de mecanismos de verificación; la adopción de mecanismos de resolución de diferencias, que tendrán capacidad y poder de ejecución y estarán conformadas por representantes de la sociedad civil, según el caso; el acompañamiento internacional; el cronograma; el presupuesto; las herramientas de difusión y comunicación; y los mecanismos de refrendación de los acuerdos mediante consultas populares o referendos aprobatorios.
Dada la naturaleza esencialmente política de todo el proceso de paz será inevitable asumir temas emergentes y aparentemente «sorpresivos». Me refiero, por ahora, al caso de la presencia de Simón Trinidad en la Mesa de Conversaciones. Trinidad es un símbolo de la resistencia campesina revolucionaria que tiene las características del liderazgo de Nelson Mandela en Sur África (preso durante 30 años) y su lucha por la paz. Con los días su nombre alcanzará los niveles de un emblema imprescindible en la democracia que madure con la superación de la guerra civil y la construcción de una paz estable y duradera. Simón Trinidad bien puede ser el nombre que congregue la voluntad de millones de colombianos en un proyecto para construir la Nueva Colombia.
Por último, que no de último, los días posteriores al 20 de enero en que termina la tregua unilateral declarada desde finales de noviembre del año anterior, nos regresaran a las escenas violentas del conflicto social y armado, pues es bien sabido que el Presidente de la República ha establecido de manera absoluta que las conversaciones se adelantaran en medio del conflicto, descartando un cese bilateral al fuego y de hostilidades porque se presume que el mismo será aprovechado para escalar la guerra por parte de quien se considera ha sido derrotado en el campo de batalla. Paradojal que es la vida, diría Borges.
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