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10 años del atentado que dejó 36 muertos

Las lecciones de El Nogal

Fuentes: Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Cuando Uribe cumplía exactos seis meses de gobierno, la barbarie se apoderó de Bogotá. En su periodo anterior, eran frecuentes las acciones armadas de todos los bandos sólo en el campo. Ahora el peor atentado golpeaba a la capital, cuyos habitantes siempre han creído, de cuando en cuando, que la violencia es sólo para «los […]

Cuando Uribe cumplía exactos seis meses de gobierno, la barbarie se apoderó de Bogotá. En su periodo anterior, eran frecuentes las acciones armadas de todos los bandos sólo en el campo.

Ahora el peor atentado golpeaba a la capital, cuyos habitantes siempre han creído, de cuando en cuando, que la violencia es sólo para «los del monte». Hasta que la acciones que detonan poderosas bombas les hacen recordar que este es el centro político de la nación y por tanto objetivo militar de quienes fincan sus propósitos de poder en el uso del terror.

Así fue en los años noventa cuando un enloquecido Pablo Escobar llenó de pavor a la ciudad a punta de dinamita durante semanas enteras con centenares de muertos.

Minutos antes de estallar la muerte en el selecto club El Nogal, un viernes de jolgorio como todos los fines de semana, culminaba un gigantesco acto en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada. Cerca de dos mil personas convocadas por la izquierda, lanzaban su propuesta contra el referendo uribista que pretendía una reforma constitucional, que con el cuento de la lucha contra la politiquería, ampliaba sus poderes. Que por fortuna perdió en octubre de ese año.

Todos a la salida comenzamos a buscar las noticias del atentado. No había duda de que se trataba de una horrenda acción que iba a traer serias consecuencias para la sociedad entera. Se había atacado el corazón de la elite bogotana creyendo sus autores, en su lógica perversa, que la desestabilización del régimen vendría en cuestión de horas arrastrando a todo el país.

Vana creencia. Lo que vino, tras la muerte de 36 personas, incluidos niños y mujeres y más de 200 heridos, muchos de ellos hoy lisiados, fue una respuesta de repudio ciudadano con movilizaciones y con todos los medios encima. Y la ofensiva del Estado contra los opositores amén de la atrevida propuesta de Uribe de acabar con los «terroristas», incluso con la intervención extranjera.

«Necesitamos que el mundo democrático venga a Colombia a ayudarnos a derrotar el terrorismo. Necesitamos que así como se está dando en Naciones Unidas una discusión sobre el caso Irak, el mundo tome la decisión de ayudar a Colombia. Necesitamos la tecnología de los países democráticos, sus recursos técnicos, sus recursos financieros, sus sistemas de transporte, para que le ayuden a nuestra Fuerza Pública y a nuestra Fiscalía a derrotar a los terroristas», fueron sus palbras.

El presidente Bush de inmediato salió en su apoyo. Poco después se redoblaría la asistencia militar a Colombia.

Varios sectores de organizaciones de derechos humanos acudieron al medio día del 8 a las instalaciones del club a elevar su protesta por el atentado. Entre sus figuras recuerdo a Ana Teresa Bernal, hoy Alta Consejera para los derechos de las víctimas, de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

El recibimiento de ciertos círculos allí no fue el mejor que con rechiflas y gritos demostraban las aristas de la polarización maniquea entre buenos y malos y que atizaría siempre Uribe.

La solidaridad con las víctimas, y sobre todo el rechazo a la barbarie, nunca tienen que pedir permiso.

Hoy, una década después de los graves hechos de El Nogal, cuyas heridas no restañarán nunca, la lección para la nación entera es que el camino del terror o el de las acciones de insana retaliación, a nombre de lo que sea, -aunque hasta ahora nadie ha reivindicado lo indesagraviable- jamás tendrán futuro. Como nunca lo han tenido.

Una década donde tampoco, como en las cuatro anteriores, no ha habido un solo día de paz. Por el contrario, se ha intensificado el conflicto con decenas de miles de muertos en todo el país, con decenas de Nogales, si sumamos todas las tragedias.

Para las 36 víctimas mortales de El Nogal, a todos sus familiares, desde estas páginas, como todos los años, nunca habrá olvido.

Fuente: Centro de Memoria, Paz y Reconciliación


NOTA DE REBELIÓN:

Sobre este tema, recomendamos el interesante articulo de Dick Emanuelsson: La otra historia oculta del atentado de El Club Nogal el 7 de febrero 2003 en Bogota(https://www.anncol.eu/index.php/opinion/dick-emanuelsson-anncol/1596-feb-7-la-otra-historia-oculta-del-atentado-de-el-club-nogal-el-7-de-febrero-2003-en-bogota)