«¿Las Zonas de Reserva Campesina son republiquetas independientes?, ¿’cartuchos’ rurales?, ¿zonas de confinamiento de excombatientes?, ¿enclaves de campesinos catequizados por la guerrilla?». Las preguntas, con base en lo que se ha dicho de ellas, fueron recogidas con ironía por la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina para convocar una rueda de prensa, en Bogotá, […]
«¿Las Zonas de Reserva Campesina son republiquetas independientes?, ¿’cartuchos’ rurales?, ¿zonas de confinamiento de excombatientes?, ¿enclaves de campesinos catequizados por la guerrilla?».
Las preguntas, con base en lo que se ha dicho de ellas, fueron recogidas con ironía por la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina para convocar una rueda de prensa, en Bogotá, en la que explicarían qué son. Casi nadie fue, y a los campesinos no les extrañó. Dicen estar acostumbrados a ser ignorados. Es más, dicen que han nacido como zonas de reserva porque nadie los vio, nadie los atendió y necesitaron inventar su supervivencia.
La autonomía, afirman hombres como Arcángel Cadena -de la Zona de Reserva de El Retorno-Calamar y San José del Guaviare-, les viene «de la ausencia de Estado».
Ahora están provocando uno de los pulsos entre el Gobierno y las Farc en La Habana. Ellas piden 9,5 millones de hectáreas para estas zonas, con autonomía administrativa. El Gobierno se sostiene en que las creará donde haya seguridad del Estado.
Son parte del tema de tierras, pero al país urbano las Zonas de Reserva Campesina le siguen pareciendo apenas una densa expresión que ha saltado a los medios por cuenta de los calificativos polémicos que han recibido.
Fueron reconocidas por la Ley 160 de 1994. Y han nacido con desplazados que se tomaron montañas, tumbaron selva, parcelaron y se instalaron. Hoy, constituidas y admitidas oficialmente son 6, que ocupan 831.000 hectáreas en seis departamentos. Otras 7, que abarcan 1’253.000 hectáreas, piden reconocimiento. Y la Asociación Nacional habla de 50 comunidades que aspiran a ser Zonas de Reserva, con 10 millones de hectáreas y 3 millones de campesinos. Las han acusado de estar infiltradas por las Farc. La del valle del Cimitarra fue suspendida en el gobierno de Álvaro Uribe, y varios de los líderes de estas zonas fueron a la cárcel durante su mandato. Se los llevaron en medio de las capturas masivas, y muchas de las demandas que enfrenta hoy el Estado tienen que ver con esos equívocos.
A finales del año pasado, delegados de la Asociación Nacional se reunieron con generales y el Viceministro de Defensa. A los campesinos les dijeron que persistían dudas sobre las zonas, por supuestas infiltraciones de la guerrilla, y ellos pidieron llevar los casos particulares a la Fiscalía.
Este fin de semana, cientos, de muchos lados del país, se reunirán en San Vicente del Caguán, desde donde harán una propuesta a la mesa de paz de La Habana.
Dicen no pretender la autonomía de la que hablan las Farc, ni ser opuestos a la minería. Creen que la decisión del presidente Juan Manuel Santos de integrar estas zonas a la revolución agraria les da esperanzas de que un día el Estado llegue a ellas. Sin embargo, insisten en ampliarlas porque no ven que esto se logre pronto.
EL TIEMPO habló con César Jerez, uno de los líderes de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina – Anzorc.
¿Es cierto que pretenden autonomía administrativa?
En la Asociación de Zonas de Reserva Campesina, no. Las Farc recogen propuestas de varias organizaciones, y algunas sí piden autonomía.
Pero se conciben con ordenamiento propio…
Ha sido así por pura necesidad. Lo ideal es que llegue el Estado, pero no llega. En algunas zonas la gente paga los profesores, la escuela…
¿Pero son necesarias las Zonas de Reserva Campesina cuando estamos frente a un gobierno que plantea el imperio de la ley en todo el territorio?
Esa es una aspiración del presidente Santos, y ojalá un día lo logre. Pero si usted recorre el país, se da cuenta de que hay muchas zonas sin soberanía del Estado. Por eso es por lo que ha habido guerrillas, paras, bandas o grupos que ejercen territorialidad. La gente no tiene más remedio que hablar con los actores armados para que respeten.
¿No es una exageración pedir 10 millones de hectáreas como Zonas de Reserva Campesina?
Eso obedece a un cálculo sobre los procesos de constitución de 50 comunidades.
¿Quiere decir que 50 zonas del país están sin Estado y quieren hacer su propia vida?
No. Algunas tienen Estado, pero no hay política de desarrollo rural y los campesinos están a la topa tolondra. Un ejemplo es Cabrera. Está a tres horas de Bogotá, pero la gente ha tenido que organizarse a su manera.
Algunos se preguntan por qué sus propuestas son tan parecidas a las de las Farc…
Nuestras propuestas se plantearon en las mesas de paz del Congreso y en el Foro Agrario en Bogotá, y por eso llegaron a La Habana. Nosotros propusimos el fondo de tierras. Y creemos que debe haber compra del latifundio improductivo.
¿Se sienten representados por las Farc?
Las Farc están poniendo nuestras propuestas en la mesa. Y el Gobierno, no.
¿Unas zonas limitadas a la agricultura y vetadas para otras actividades no son un retroceso?
La venta de comida es una actividad económica.
¿Son enemigos de la minería?
No estamos en contra de la minería, pero tiene que hacerse de manera ordenada y en beneficio de las regiones. Uno no puede demoler todas las montañas. Debe haber áreas para la minería, para producir energía eléctrica, para la economía campesina y para la agroindustria.