Harvey Lavan Van Cliburn nació en Shreveport, Luisiana, en 1934, y ha fallecido recientemente, a mediados de marzo, a los 78 años de edad, en su domicilio de Forth Worth (Tejas) [1]. Fue un pianista de gran talento, especializado en el repertorio romántico y tardorromántico. Hijo de un trabajador de la industria petrolífera que se […]
Harvey Lavan Van Cliburn nació en Shreveport, Luisiana, en 1934, y ha fallecido recientemente, a mediados de marzo, a los 78 años de edad, en su domicilio de Forth Worth (Tejas) [1].
Fue un pianista de gran talento, especializado en el repertorio romántico y tardorromántico. Hijo de un trabajador de la industria petrolífera que se estableció en Kilgore, una localidad tejana, cuando él tenía seis años. Antes, a los tres años, empezó a tomar lecciones de piano con su madre, Rilda Bee O’Brian, quien, a su vez, «había recibido clases nada menos que de Arthur Friedheim, uno de los discípulos predilectos de Franz Liszt». A los 12, Harvey Lavan Van Cliburn ganó un concurso de nivel estatal que le permitió debutar con la orquesta sinfónica de Houston. A los 17 ingresó en la escuela Juilliard de Nueva York, «donde profundizó con Rosina Lhevinne en el conocimiento de la gran tradición romántica rusa». A los 20, ya había ganado uno de los premios internacionales más prestigiosos de la época, el Leventritt (que en las tres ediciones previas se había declarado desierto).
Su -digamos y escribamos mal- victoria en el primer concurso internacional Chaikovski, celebrado en Moscú, en 1958, le convirtió en un «héroe cultural» usamericano. Eran tiempos de fuerte y dura lucha política-cultural en la muy pero que muy caliente guerra fría.
El concurso se celebró en abril de 1958.
Medio año atrás, la Unión Soviética había demostrado su capacidad tecnológica espacial al lograr lanzar el primer satélite artificial que orbitó la Tierra, el Sputnik. No es imposible que el establishment soviético organizara el concurso internacional de piano [2] a mayor gloria de la cultura soviética mientras USA y el ex nazi Von Braun temblaba de rabia e impotencia. ¡Una raza inferior y comunista había conquistado por primera vez el espacio!
Contra todo pronóstico, Cliburn, que tenía entonces 23 años, se impuso en la final con sus interpretaciones del primer concierto para piano de Chaikovski y el tercer concierto, también para piano, de Rachmaninov. Le valió una ovación. De casi 10 minutos, con el público soviético puesto en pie. No les importaba un higo que Cliburn was born in the USA.
Se cuenta -y es posible dudar de la bondad y honestidad del contador- que, antes de entregarle el premio, el jurado se sintió en la obligación de solicitar la opinión del líder soviético, Nikita Jruschov. «¿Es el mejor?», inquirió el responsable del Informe Secreto sobre Stalin y el estalinismo. Le respondieron afirmativamente. «Pues entonces, dádselo», replicó. ¿Cuál podía ser la duda?. (¿Podemos imaginarnos, en aquellos mismos años, la inversión hegeliano-marxista de este éxito, el triunfo de un pianista soviético actuando en un concurso celebrado, pongamos, en Atlanta o Texas? No es fácil la imagen).
EE UU -se lamía las heridas de su fracaso en la carrera espacial, no eran en algo el número 1- enloqueció con el éxito de Cliburn. A su regreso a Nueva York «fue honrado con un desfile que normalmente se reserva a héroes de guerra, jefes de Estado o dioses del deporte, y que no ha recibido ningún otro intérprete de música clásica» [3]. El presidente-general Eisenhower, no muy dado a las exquisiteces musicales, le recibió en la Casa Blanca. Era otro triunfo del americanismo y del inmenso poder del Imperio americano.
La revista Time le llevó a su portada. Por supuesto. «El tejano que conquistó Rusia». Cliburn era más listo y mucho más prudente. Negó haber conquistado nada. No era ningún conquistador, sino un artista. Si acaso, declaró, eran los soviéticos quienes le habían conquistado a él.
Tras su éxito moscovita, «vivió una etapa vertiginosa durante los años sesenta y setenta, durante la que realizó innumerables giras». Varias de ellas por la Unión Soviética, donde seguía siendo excepcionalmente apreciado. Eran rojos pero no eran sordos.
Lo dicho. ¿eran tan zafios los soviéticos? ¿Lo era siempre aquel campesino que luchó en la II Guerra Mundial y que llegó a ser secretario general del PCUS?
Notas:
[1] http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/02/actualidad/1362182279_298735.html
[2] Originalmente se celebraba en las categorías de piano y violín. En ediciones posteriores, se incorporaron las de violonchelo y canto.
[3] Su grabación del primer concierto para piano de Chaikovski, con el que ganó el Premio Internacional, «se convertiría en el primer LP de música clásica que superó el millón de discos vendidos (terminaría vendiendo dos millones de copias más y durante una década fue el álbum de música clásica de mayor éxito en todo el mundo)».
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.