La puesta en escena nos habla de un hombre de mediana estatura, traje azul, corbata roja con pequeños detalles al parecer albos, su camisa es blanca, luce tenso, su pelo se encuentra perfectamente plateado, está de pie y cumple según los entendidos con la tradición republicana, de dar cuenta de lo hecho durante su gobierno, […]
La puesta en escena nos habla de un hombre de mediana estatura, traje azul, corbata roja con pequeños detalles al parecer albos, su camisa es blanca, luce tenso, su pelo se encuentra perfectamente plateado, está de pie y cumple según los entendidos con la tradición republicana, de dar cuenta de lo hecho durante su gobierno, a todos los ciudadanos.
El país que nos pretende mostrar El Presidente -o siendo más preciso- el rostro gerencial de esta gran empresa llamada Chile, supone que somos hijos del rigor, más proclives a recordar las derrotas con sentido moral, a los triunfos. Habría una desconformidad innata en la sociedad chilena, lo que explicaría la obsesión por lo que falta y no por lo que se tiene.
En el imaginario de Piñera, Chile se encuentra a unos pasos del desarrollo, si cuida sus equilibrios macroeconómicos, si se motiva la inversión tanto nacional como extranjera, si somos capaces de exportar la mayor variedad de materias primas, en síntesis, si cumplimos al pie de la letra la tabla Gantt de los empresarios, nos prometen un desarrollo donde el promedio per cápita, esté a la altura de las grandes economías industrializadas.
Más allá de las interminables autoalabanzas, propias del sistema presidencialista, llama la atención que luego de cincuenta años sin ser elegido un candidato de la derecha, su discurso de despedida, se centrara en primer término en denigrar desde su espacio preferencial a la candidata ausente, Michelle Bachelet. Porque el problema no es compararse, lo odioso es hacerlo únicamente cuando las cifras resultan a favor, de ahí entonces que el propio discurso pierda credibilidad.
Un segundo aspecto a considerar, es el tono amenazante, hacia el mundo social, porque cuando un gobernante que es de todos los chilenos, reconoce a una institución como Carabineros de Chile, por su labor de servicio a la comunidad -no existe problema-, pero cuando reivindica, su función represora; y pretende atribuir a esa ocupación mayores potestades, lo que se hace es menospreciar a un sector de la ciudadanía, no a los llamados «encapuchados» o delincuentes, sino a todo aquel que está dispuesto a ocupar el espacio público, porque en ese discurso no hay una disculpa, ni una mínima mención a los cientos de jóvenes, mujeres y trabajadores golpeados, de manera excesiva, por la fuerza pública, no. Porque para el gobierno los movimientos sociales o grupos de presión, son ubicados dentro de las categorías de la delincuencia y narcotráfico, en consecuencia merecen toda la acción coercitiva del Estado, a través de sus fuerzas policiales.
De hecho el ex – Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter, en el programa Estado Nacional (del 26 de mayo) frente al tema de las movilizaciones, establece que como Ministro del Interior, su labor esencial fue custodiar el orden público y eso sin ningún tipo de complejo, el punto es que el actual Ministro de Defensa, realiza la misma operación del discurso presidencial, nadie discute las atribuciones de un Ministro del Interior, lo que pasa es que no se asumen las responsabilidades, en los casos donde hubo maniobras donde ese ministerio, jugó un papel clave, como el llamado caso bombas y la acusación contra los dirigentes comunistas Guillermo Teillier y Lautaro Carmona, acusados de vinculación con las FARC. Ambas operaciones se cayeron estrepitosamente, para vergüenza del ex – Ministro. Sin embargo y en vinculación directa con la presidencia, no tienen ningún problema, en solicitar la supresión de derechos y restricciones sociales, para establecer nuevas barreras que permitan sostener la arquitectura política excluyente.
En tercer lugar, me parece que la visión de futuro expuesta desde la derecha, en forma abierta y sin ninguna reserva, es un llamado de atención a la sociedad en su conjunto. Aquí la ciudadanía tiene la palabra, porque si escoge un nuevo gobierno de derecha, lo que provocará, es la consagración de la desigualdad y el abuso como matriz de las relaciones sociales existentes..
La desigualdad expresada en el modelo excluyente de educación, en las diferencias salariales, en las distancias previsionales, en los accesos a la salud, donde unos tendrán derecho a calidad de vida y otros, morirán en las listas de espera. En conexión directa con esta forma de injusticia, se encuentra el abuso que busca la profundización del modelo de fondos de pensiones, sacando más dinero y aumentando los años de trabajo, con el fin de permitir al gran empresariado contar con los recursos necesarios, para sus negocios, el atropello de las grandes cadenas que no termina por el llamado SERNAC financiero, porque prefieren las suculentas ganancias a pagar multas irrisorias.
La torre de Babel
Ese es el contexto que marca la opción que toma la Izquierda Ciudadana, cuando decide apoyar la candidatura de Michelle Bachellet, lo hace porque considera que es una oportunidad histórica de sacar a la derecha -a lo menos del poder político-. En el mismo sentido y con mayor impacto, la opción del Partido Comunista de apoyar a la candidata PS y PPD tiene un matiz de realismo político, porque es la carta más competitiva para enfrentar a la derecha existente.
No es primera vez que el Partido Comunista en su larga historia toma una determinación de estas características, tampoco resulta rara la reacción de la derecha, lo llamativo es el resentimiento con que han reaccionado, otras fuerzas de izquierda.
Ya el espectáculo de las divisiones interminables, muestran al sector como un espejo trizado, incapaz de proponer salidas eficientes, no se trata de anular la crítica, como ejercicio es legítima, lo que no se puede aceptar es la descalificación «per se».
Una de los cuestionamientos más severos los hizo Marco Enríquez Ominami «a seis meses de la elección es una acto de renuncia a la política. Lo que ha hecho el Partido Comunista es renunciar a la política, renunciar a la convicción».
Concuerdo con Marco, en el hecho que el posicionamiento político discursivo del PC, se ha visto afectado en este periodo, porque evidentemente todo lo logrado por la candidatura de Arrate, en cuanto a posicionamiento en el debate de las ideas sufre un retroceso. Sin embargo tampoco se puede caricaturizar de esa forma, cuando se bien de una historia donde la propia derecha escoge al candidato Enríquez, como la niña bonita de la fiesta, para luego dejarla guardada en la torre de La Bastilla hasta nuevo aviso.
Más radical, pero de mayor consecuencia me parece la crítica de Roxana Miranda en la perspectiva de «…ellos cruzaron a la vereda del frente. Ellos no son parte de la izquierda, porque hace rato que están negociando un cupo parlamentario en cuoteos internos por conveniencia particulares de las cúpulas. Mi crítica no es a las bases de la Concertación y del PC, es a las cúpulas que hoy día están mal representando a su gente y haciendo sus negociados para callado»
Aquí el camino es distinto, lo que se cuestiona es la opción de integrarse y la forma en que el Partido Comunista lo hizo, desde mi perspectiva que un partido político tenga opción de poder y busque las alianzas necesarias para lograrlo, no es cuestionable, lo inaceptable sería si renunciara a escuchar y servir de puente entre los movimientos sociales y el poder establecido.
La opción de Roxana e igualdad es admirable, se enfrentan no solo a los poderes fácticos, sino a la propia segregación del mundo social, porque la cultura de mercado ha calado hondo en las poblaciones. Ese mismo camino lo intento el propio PC, desde 1990 en adelante, sin embargo es necesario observar el tablero y la ubicación de las piezas, en especial las virtudes del adversario, en esta cancha no jugamos solos, la dirigencia comunista en un momento decidió buscar nuevas tácticas, el propio contexto político de derrota de La Concertación cooperó para ello.
La historia de lucha de los pueblos no invalida ningún camino, a veces de los lugares menos esperados se desatan cambios profundos, lo insoportable, lo insufrible, lo devastador es la ausencia de diálogo, la incapacidad de comunicarse entre quienes caminan en busca de un mismo objetivo, construir otro Chile.
Por Omar Cid / Director de Crónica Digital