Las salvajes amputaciones del Estado social provocadas por el tsunami del neoliberalismo en todo el mundo, y muy especialmente desde 2008 en los países del Sur de Europa (Grecia, Portugal, Italia, Chipre, España…), están dejando a la intemperie a la inmensa mayoría de las personas que vive de un salario o percibe una pensión pública. […]
Las salvajes amputaciones del Estado social provocadas por el tsunami del neoliberalismo en todo el mundo, y muy especialmente desde 2008 en los países del Sur de Europa (Grecia, Portugal, Italia, Chipre, España…), están dejando a la intemperie a la inmensa mayoría de las personas que vive de un salario o percibe una pensión pública. Sanidad y educación se vienen desmantelando a conciencia durante los últimos años a pesar de las mareas ciudadanas que se oponen con vigor y energía a tales políticas privatizadoras a ultranza. Hoy somos muchos más pobres que ayer y mañana corremos el riesgo evidente de serlo más todavía si la cultura (teatro, cine, música…) se convierte en una mercancía banal al albur de los altibajos de los fantasmales mercados. Aunque la degradación sostenida del sector ya es añeja, la cultura aparece ahora en la agenda política como un objetivo a sanear en su totalidad a golpe de decreto y ordeno y mando que suma en la más absoluta precariedad laboral a los trabajadores y trabajadoras que sobreviven a duras penas mediante contratos temporales y bolos puntuales mal pagados esto es lo que hay, o lo tomas o lo dejas. Los trabajadores fijos o indefinidos también ven hoy amenazadas sus respectivas carreras profesionales. Y los autónomos y solistas han de rebajar su cachés a escalas liliputienses para mantenerse a flote a cualquier precio. Las figuras de relumbrón mediático y de engendros ligeros de mercadotecnia son casos aparte.
La próxima pieza mayor es RTVE, y más en concreto su Orquesta Sinfónica y Coro. Se avecinan tiempos graves y difíciles. Sobre la mesa existe una propuesta de nuevo convenio colectivo muy agresiva en sus contenidos iniciales contra los empleados de la casa. De momento, hay silencio calculado por parte de la dirección, pero las hostilidades pueden romperse en cualquier instante, por la espalda (el verano asoma a la vuelta de la esquina) si con ello se dispersan mejor los impulsos reivindicativos de los trabajadores del ente RTVE. Bruselas sigue pidiendo sangre del sistema público y, por lo que se ha visto en los últimos meses, entre eufemismos oficiosos y desmentidos oficiales, lo que siempre ha sucedido es que las tijeras recortadoras se dirigen únicamente contra la clase trabajadora en su conjunto y los segmentos sociales más débiles. En el caso de RTVE, la victoria del neoliberalismo sería múltiple: aligerar la nómina, vaciar de contenido la corporación, instrumentalizar los mensajes políticos a placer y vender al mejor postor (multinacionales y empresas amigas del poder establecido) el negocio informativo y televisivo. Una triunfo clamoroso para los mercados y una derrota sin paliativos para el pueblo llano.
Orquesta y Coro de RTVE
La primera bomba contra RTVE está diseñada para que explote entre los músicos del Coro, creado en 1950, y la Orquesta Sinfónica, fundada en 1965. En primera instancia se pretende arrojarlos al paro 4 meses al año. Si eso se consiguiera, el peligro latente de desaparición controlada es mucho más que una mera entelequia de pitonisa visceral. En la mente macroeconómica y fría de los gurús neoliberales no caben alternativas que pongan en su justo valor el capital público, humano, artístico, laboral y cultural de dos elencos de primerísimo nivel y contrastada calidad dentro del panorama de la música clásica nacional e internacional con un bagaje histórico, entre ambas formaciones, de 111 años ininterrumpidos al servicio exclusivo de la música. Muchas generaciones de españoles han consolidado sus inquietudes por la música culta gracias a las retransmisiones por radio y televisión. Miles de aficionados de fuera de Madrid solo pueden asistir a conciertos de esta altura por medio de las ondas radiofónicas o de la pantalla del televisor hogareño. Todo ello sin olvidar que la tan manida retórica de la marca España tiene un santo y seña inigualable en la Orquesta y el Coro de RTVE, que llega a todo el mundo por su Canal Internacional.
Sin sanidad, sin educación y sin cultura. La sociedad sin (sin lo público, sin solidaridad, sin futuro) solo quiere que vivamos el presente como una sucesión de acontecimientos aislados y huecos en un páramo de individualismo frustrante, cerrado a cal y canto al contacto con el otro, con el semejante. La cultura libre y crítica no va con la sociedad de consumo privatizada hasta sus últimas consecuencias que están construyendo de modo falaz, arbitrario y antidemocrático.
Si la Orquesta y el Coro de RTVE caen malheridos en esta batalla a punto de librarse (aún se desconoce si con sordina o entre bastidores), el efecto dominó puede conllevar como daño colateral un derrumbe en cascada que toque los derechos laborales de otros planteles similares de nuestro país. De ahí que sea de vital importancia el éxito del concierto reivindicativo por la cultura, el arte y la música del próximo 9 de junio en la plaza de Oriente de Madrid. Esta nueva marea se inscribe en idénticos presupuestos que el resto de olas y aludes coloristas que están recorriendo un día sí y otro también las calles de todas las ciudades españolas. Si nos desahucian de nuestra propia cultura, acabarán literalmente con todo: nuestra salud, nuestra educación, nuestro provenir, la palabra y, por último, la música. Sin duda que seremos más pobres aún.
No podemos permitir que la cultura se transforme en una mercancía de usar y tirar. No debemos dar cauce tampoco a que el pasado remoto regrese para apoderarse de nuestra sociedad y de nuestros valores progresistas. ¡Vivan las caenas! fue el grito fatal del común en 1814 a favor del rey felón absolutista Fernando VII después de haber voceado dos años atrás a los cuatro vientos ¡Viva la Pepa! en saludo entusiasta a la Constitución liberal de Cádiz. No nos dejemos confundir por los cantos de sirena de los que piden sacrificios a diestro y siniestro mientras ponen a buen recaudo sus bolsillos repletos de ideología barata, saneadas cuentas en paraísos fiscales y sobresueldos inmorales. Parecen muy lejanos en el tiempo esos gritos contradictorios. Cierto es. La situación actual quizá no tenga parangón con la antes aludida. Corramos el calendario a 1936. El general fascista Millán-Astray, egregio militarote fundador de la Legión, bramó delante de las barbas de don Miguel de Unamuno el ya famoso y triste exabrupto de ¡Abajo la inteligencia!, ¡Viva la muerte! Esos gritos tan extemporáneos y demoledores pueden volver por sus fueros si no somos capaces de defender y entonar todos a una hasta el acorde final de la hermosa partitura del Estado social. El domingo que viene hay otra cita importante para poner coto a los desmanes del enemigo de todos: el neoliberalismo en su versión ultra. La cultura pública (y, por ende, la música clásica) es patrimonio común, formando parte fundamental del Estado del Bienestar que está volando por los aires.
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