Recientemente ha comenzado a circular por las redes sociales una película documental titulada «José Aricó: la ultima entrevista» dirigida por Rafael Fillipelli y realizada con el apoyo financiero de la Fundación Pablo Iglesias, ligada al partido -¿socialdemócrata? ¿neoliberal?- PSOE español). Allí desfilan Beatriz Sarlo, Juan Carlos Portantiero, Carlos Altamirano y Oscar del Barco, entre otras […]
Recientemente ha comenzado a circular por las redes sociales una película documental titulada «José Aricó: la ultima entrevista» dirigida por Rafael Fillipelli y realizada con el apoyo financiero de la Fundación Pablo Iglesias, ligada al partido -¿socialdemócrata? ¿neoliberal?- PSOE español). Allí desfilan Beatriz Sarlo, Juan Carlos Portantiero, Carlos Altamirano y Oscar del Barco, entre otras conocidas figuras de la intelectualidad argentina.
Aunque realizado con dinero, no de forma independiente, el documental es más que artesanal (en el peor sentido del término «artesanal»). Tiene cortes abruptos, fallas notables de edición y prácticamente ningún tratamiento de sonido, además de mantener la cámara fija y clavada frente al entrevistado durante más de una hora. Por momentos parece un material en crudo o work in progress… A pesar de que no alcanza las normas mínimas formales que cualquier documentalista independiente o militante maneja hoy en día, contiene algo valioso. Uno de los últimos testimonios orales y fílmicos de José Aricó, grabados en su madurez cuando ya estaba notablemente enfermo.
Todo el documental está armado y pensado como «voz oficial» del Club de Cultura Socialista. Desde allí se recorre la historia personal de Aricó y de la revista y editorial PASADO Y PRESENTE en sus múltiples (y muchas veces contradictorias) etapas. Un balance de una historia política e intelectual de tres décadas -estrechamente vinculada a Marx, Gramsci y al marxismo latinoamericano- reconstruida como un bloque macizo, absoluto y sin fisuras en clave socialdemócrata.
Este núcleo político del Club de Cultura Socialista, de indisimulada opinión socialdemócrata, supo tener bastante poder político e influencia institucional durante las décadas de los ’80 y primeros ’90 en Argentina. En esos tiempos algunos de sus principales integrantes no sólo asesoraron al presidente argentino Raúl Alfonsín (gran admirador de Felipe González) sino que además llegaron a dirigir la Universidad de Buenos Aires (UBA). También ejercieron un poder de veto y decisión en varios centros de investigación académica, poseyendo numerosas editoriales, editando revistas, etc. En todos esos ámbitos no se caracterizaron precisamente por «la amplitud», el «respeto a la diferencia» y «el pluralismo» que tanto pregonaban en sus escritos teóricos…
De todos sus integrantes probablemente los dos principales hayan sido José Aricó (1931-1991) y Juan Carlos Portantiero (1934-2007). Además de leer y estudiar sus libros, tuve la oportunidad de conocer personalmente a ambos.
Mientras que a Portantiero le realicé apenas una entrevista sobre la historia del marxismo argentino, a la que accedió amablemente (todavía recuerdo la fotografía de Alfonsín que mantenía en su escritorio personal, incluso cuando el líder de la Unión Cívica Radical-UCR ya no era presidente), con Aricó tuve otro tipo de relación. Me vinculé con él durante un muy corto período a partir de una investigación sobre el pensamiento marxista de Enrique Del Valle Iberlucea, un socialista que a comienzos del siglo XX desde Argentina defendía con vehemencia la revolución bolchevique de Lenin y Trotsky mientras polemizaba con el periódico de la burguesía argentina LA NACIÓN defendiendo a Marx.
José Aricó era en el trato personal un hombre afable, para nada distante. Recuerdo por ejemplo sus consejos cuando me decía «no sé quienes son tus ídolos políticos ni a quien admirás, pero tratá de no atribuírselo a Del Valle Iberlucea, un buen investigador tiene que intentar comprender a cada figura en su época». Ya mayor, era un hombre cálido con la gente joven. Se lo veía sereno. No lo percibí jerárquico (y eso que en ese momento yo era muy jovencito). Aricó ni siquiera tenía título universitario de grado. Formado en los hornos de la militancia, sospecho que toda esa burocracia de las jerarquías académicas le generaba cierto fastidio y desprecio.
Me producía mucha admiración como investigador. Pero al mismo tiempo me daba mucha pena en el terreno político. Recuerdo que la última vez que me crucé con él lo vi sentado en una mesa del Club de Cultura Socialista. Detrás suyo había en el piso una caja inmensa de cartón con muchísimos libros tirados, apilados, desordenados como si fueran papeles viejos sin importancia… no me costó trabajo reconocerlos de lejos… se trataban de las OBRAS COMPLETAS de Lenin… (la edición argentina de editorial Cartago de color gris con recubierta naranja). Que Lenin hubiera quedado así, casi como desperdicio, era un síntoma. Me dio mucha lástima.
Aricó era un ratón de biblioteca. Una vez en su casa me señaló una de sus bibliotecas y me dijo «Acá tengo todo sobre Mariátegui». En esa época yo era más tímido, no me animé a tirarme sobre cada estante para husmear qué tenía y qué leía. Me daba vergüenza. La última vez que hablé por teléfono con él me recomendó que pidiera una beca para viajar a Europa. Me dijo que los españoles estaban dando muchas becas… Le contesté con amabilidad, pero seco: «No me interesa». Y él a su vez me volvió a contestar, como intentándome convencerme: «No es malo ir a estudiar a Europa». La cosa quedó ahí. Luego, incursionando en viejos archivos y con viejos militantes cuyas familias se deshacían de sus bibliotecas, pude recopilar varias colecciones de la revista comunista CUADERNOS DE CULTURA. Algunas las doné a la Universidad de Buenos Aires (UBA). Otra colección, incompleta, se la regalé a Aricó y se la llevé a su casa.
Lo recuerdo como alguien muy querible y con una erudición inmensa. En esa época sentía y hoy sigo pensando que es una verdadera lástima que un cerebro así haya desperdiciado sus últimos años en las filas grises y tristes de la socialdemocracia; corriente que, invariablemente, ha condenado a todos sus intelectuales a la impotencia. En Argentina y en el mundo entero. No es casual que cuando realizan su giro hacia la socialdemocracia, a su regreso de México, ni «Pancho» Aricó ni el «negro» Portantiero hayan producido una obra del mismo calibre y relieve que sus textos anteriores. El reformismo socialdemócrata no sólo aplasta la radicalidad política, mata al mismo tiempo las grandes preguntas que invitan a crear.
Años después que Pancho Aricó falleció, conocí a su compañera, María Teresa Poyrazian (quien también aparece en el film documental, aunque lamentablemente a ella no le dan el micrófono). Una mujer entrañable, muy culta como su pareja, traductora de muchos textos que manejaba Aricó. No resulta difícil imaginarse porque el joven Aricó se enamoró de ella. María Teresa me regaló un escrito suyo -corto pero muy bueno, por cierto- sobre el genocidio contra el pueblo armenio. Yo a cambio le regalé un libro mío sobre LA ROSA BLINDADA que había hecho con José Luis Mangieri, muy amigo de ambos (de Aricó y de su esposa). Su compañera me contó entonces, si no recuerdo mal, que ellos le pusieron a su hija de nombre Vera por Vera Zasulich, aquella muchacha formidable que atentó contra el general gobernador de San Petrersburgo y que se carteó con Marx sobre la comuna rural rusa.
María Teresa Poyrazian me ofreció prologar o hacer un estudio preliminar con todas las entrevistas y artículos dispersos de Aricó. La tentación era enorme. A los pocos días regresé y le dejé una carta en su casa (manuscrita con tinta negra, si no recuerdo mal, ese día ella no estaba) diciéndole que para mí era un honor realizar ese prólogo o estudio preliminar sobre Aricó pero que si lo hacía no podía dejar de criticar la posición de la socialdemocracia y el lamentable apoyo a Alfonsín. No tuve más noticias. Es que obviar o callar ese inexplicable apoyo a un gobierno que sancionó las leyes de obediencia debida y punto final para los militares genocidas hubiera implicado traicionarme a mí mismo.
Pasaron muchos años de todo esto. Me formé estudiando los cuadernos de PASADO Y PRESENTE. Leí EL CAPITAL y los GRUNDRISSE en las ediciones impulsadas por Pancho… He leído y estudiado los libros de Aricó. Me sirvieron mucho y en todos los cursos siempre los recomiendo. Pero recomiendo leerlos críticamente. Aprovechar todos sus conocimientos, pero sin comprar el «paquete cerrado».
Proporciono solo dos ejemplos. En MARX Y AMERICA LATINA, libro excelente, Aricó no cita muchas de las fuentes en las que se inspira. Un lector ingenuo (como lo fui en aquellos años) puede creer que todo se le ocurrió a Pancho. Con los años fui descubriendo cuanto le debía Aricó a Ernest Mandel, a Renato Levrero, incluso… a Jorge Abelardo Ramos (el menos citable de todos). En LA COLA DEL DIABLO, texto muchísimo más discutible, Aricó sólo habla de su propio entorno, soslaya sin justificación alguna a los gramscianos brasileros, a los mexicanos, etc. Este último libro no explica el itinerario de Gramsci en América Latina, como sugiere su subtítulo, sino el itinerario de su propio grupo. Una diferencia no menor…
En fin. A Pancho Aricó lo he leído, lo he estudiado, lo he conocido. Tengo un agradable recuerdo suyo mezclado con los sinsabores que me provocaban sus últimas posiciones, tan distantes de sus amores políticos juveniles y del marxismo al que le dedicó la mayor parte de su vida. Así como compilé LA ROSA BLINDADA, alguna vez pensé compilar y reunir los escritos revolucionarios, anticapitalistas y antiimperialistas, incluso guevaristas, del joven Pancho Aricó. Muchos de esos escritos e intervenciones, pienso, creo, siento, siguen teniendo validez contra la socialdemocracia y contra toda la hagiografía institucional que tantos ex marxistas arrepentidos y conversos suelen hacer. Hagiografía de la cual este film documental que ahora circula en las redes sociales y en la web no es una excepción.
Enlace a la película: http://youtu.be/lb8Yu-qQ37g
Fuente (incluye un artículo de Néstor Kohan sobre Gramsci y Aricó): http://www.rosa-blindada.info/?p=2326