El papel del Ejército oligárquico en Colombia, se ha desarrollado exclusivamente y desde su origen a partir de las tareas asignadas por el imperialismo norteamericano, con la finalidad de destruir al denominado «enemigo interno» y garantizar la explotación capitalista para beneficio de clases dominantes y multinacionales, razones para mantener el país en un estado permanente […]
El papel del Ejército oligárquico en Colombia, se ha desarrollado exclusivamente y desde su origen a partir de las tareas asignadas por el imperialismo norteamericano, con la finalidad de destruir al denominado «enemigo interno» y garantizar la explotación capitalista para beneficio de clases dominantes y multinacionales, razones para mantener el país en un estado permanente de guerra.
En las «batallas militares» al ejército opresor NO lo ubican como un «árbitro desinteresado» o como una «institución protectora de la Constitución», sino como una fuerza de ocupación con inmunidad para el genocidio, el narco-paramilitarismo y la entrega total de la Soberanía Nacional.
Los generales hoy no son de «hombres libres», pues garantizan el terror y la impunidad, diseñan y ejecutan la guerra de exterminio contra cualquier tipo de oposición al régimen de Santos; son los generales «políticos de uniforme» los que fascistizan la realidad nacional con la escuela del Uribato, negando también los avances democráticos en la región, desconociendo el texto constitucional y desde luego constituyéndose en un aparato del terror paramilitar con sus BACRIM – bandas criminales- (Reingeniería Paramilitar) y en violadores permanentes de los derechos de los pueblos, así como de los acuerdos internacionales suscritos por el Gobierno de Colombia.
Así las cosas, el ejército burgués no se desprenderá de las ambiciones colonialistas o militaristas de la ultraderecha continental que aún controla las instituciones, el sector público, los servicios de inteligencia y seguridad; y como enemigo declarado de la transición – en el caso del Ejército Colombiano- se prepara más para la guerra que para la paz.
La seguridad hemisférica de NuestrAmérica está en entredicho por la avanzada militarista del imperio y de Juan Manuel Santos, quienes de manera taimada operan en una nueva fase de guerra interna y de regionalización del conflicto, sin mover el dedo de la verdadera paz, y menos el de la narco-economía de la cual se lucran, además de la criminalidad, el lavado de dinero o el terrorismo de Estado que incentivan desde el ejercicio ilegítimo el poder.
Las instituciones armadas del Estado Colombiano no creen en la paz, se re-equipan en las bases militares para la guerra como en el periodo del Füller Uribe Vélez, a quien encubren con las funestas redes internacionales de la derecha, CIA, MOSSAD, Pentágono, Departamento de Estado gringo, y desde luego con la anuencia del premio Nóbel de la paz y presidente de los Estados Unidos.
No se perfilan en Colombia hasta el momento, «disidencias democráticas» dentro de las Fuerzas Armadas -por lo menos visiblemente- , mientras del lado del pueblo crecen movimientos políticos, frentes regionales de protesta y organización popular; deslegitimando con la búsqueda de la paz el papel criminal de las armas del poder que crecen en capacidad de fuego, presupuesto y terror; alentando simultáneamente una creciente intervención militar Norteamericana y en contravía de la paz social que reclaman las mayorías Colombianas, empeñadas mayoritariamente en la búsqueda de la reconciliación, el desarrollo de salidas democráticas para terminar la guerra originada en la exclusión y la muerte de las grandes masas de pobres que creen en el diálogo que termine con la impunidad, la injusticia social y con los nuevos actores armados (BACRIM – bandas criminales-), creación de Juan Manuel Santos para mantener la dependencia y el control «total» de las instituciones que no darán respuesta a la profunda crisis económica, ni a la pobreza masiva; como tampoco al desplazamiento forzado por ellos provocado; ni menos a la impresionante crisis humanitaria que alienta ascendentes conflictos sociales, disturbios, del orden social; y mayor radicalización política; pero que los grandes medios de comunicación privados manipulan o desvían, erosionando el menguado orden público, político y social.
Un Estado hostil, autoritario e ilegítimo como el colombiano, que desarrolla la violencia criminal en la calle y en los espacios vitales de los Colombian@s produciendo el terror, la desaparición forzada, disturbios, limpieza social, «falsos positivos» desplazamiento y hambre, debería ser combatido y aislado por los pueblos del mundo, para dar además una contribución a la humanidad y ganar en la construcción de un gobierno de Nación, paz y equidad.
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