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Aniversario 48 del mirismo

Fuentes: resumen.cl

 El 15 de agosto de 1965, en Santiago, en el local del Sindicato de Trabajadores del Cuero y Calzado, se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) por un grupo de unos 60 revolucionarios chilenos. Los fundadores, provenientes de diversas orgánicas radicales y de diferentes provincias del país, no podían prever que a corto andar el […]

 El 15 de agosto de 1965, en Santiago, en el local del Sindicato de Trabajadores del Cuero y Calzado, se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) por un grupo de unos 60 revolucionarios chilenos. Los fundadores, provenientes de diversas orgánicas radicales y de diferentes provincias del país, no podían prever que a corto andar el MIR se convertiría en una de las organizaciones políticas más gravitantes en la historia política del Chile del siglo XX.

Este año se cumplen 48 años de aquel momento fundacional. Pero también estamos prontos a que se cumplan 40 años del golpe de estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende e instauró  la dictadura más despreciable que conozca nuestra historia. Para cuando la ocurrencia de este acto canalla, el MIR tenía 8 años de existencia.

Hoy aquél MIR no existe. Sin embargo, ¿qué  provoca que permanezca vivo en la memoria y en el actuar del pueblo?  No es la corta existencia que alcanzó a desarrollar en democracia lo que trasciende de la historia del MIR. Lo que ha trascendido y permanece es la impronta con que  la organización política y sus militantes asumieron el compromiso revolucionario con el pueblo chileno y sus luchas de entonces.

No es casual que las manifestaciones sociales de los últimos años se vean graficadas por leyendas de claro contenido mirista y por banderas rojinegras de inequívoca identidad mirista. Hay una cierta presencia, una cierta continuidad, una cierta trascendencia de la historia del MIR en el actuar de las organizaciones y movilizaciones sociales del presente.

La causa de esto puede radicar en el hecho de que el MIR resistió y combatió a la dictadura con vocación rebelde y decisión inclaudicable. Puede radicar en el valor de toda una historia plena de ejemplos de entrega, de solidaridad, de sacrificios de vida. Sin duda eso trasciende.

No obstante, la historia demuestra  que el vínculo del MIR con el pueblo, y por tanto las causas de su raigambre en la memoria social, comenzó mucho antes del nefasto golpe de estado. Se remonta a los inicios de la organización revolucionaria y a sus definiciones y elementos distintivos que le permitieron identificarse prontamente con el mundo popular. Tal vez el más importante de estos elementos sea la nueva manera de hacer política que introdujo el MIR; cambió la manera de hacer política de la izquierda chilena pero lo hace desde la izquierda y con el pueblo.

El MIR sacó la política de la izquierda del impasible molino de viento de los cíclicos procesos electorales y la llevó a la calle, al campo, a la realidad concreta de la lucha de clases cotidiana. La mayor parte del núcleo fundador mirista estaba conformado por jóvenes profesionales, intelectuales y estudiantes, cuestión que no era tan diferente de la conformación de las cúpulas de los partidos o de otros grupos radicales de izquierda también auto denominados revolucionarios. La diferencia, la gran diferencia estuvo en que los miristas no se quedaron adormecidos en la comodidad de su origen ni abanicándose con los clásicos del pensamiento social, sino que se fueron a donde estaba el pueblo.

Pero fueron donde estaba el pueblo no por orientaciones sociológicas o necesidades psicológicas sino que premunidos de la profunda decisión de hacer parir una revolución de verdad. Fueron con la convicción de que la acción directa de las masas abriría el camino de real solución a las demandas populares. Fueron a las calles a generar acciones y conducir movilizaciones de masas. Fueron a los potreros y sitios eriazos a conducir tomas y levantar campamentos de pobladores sin casa. Fueron a las minas y centros industriales a tratar de encender la chispa de luchar por un futuro mejor para el proletariado. Además, siguieron haciéndose fuertes al calor de las luchas y movilizaciones de los sectores sociales donde habían sentado sus primeras bases de origen: el estudiantado, empleados y trabajadores públicos.

Esta presencia del MIR en el seno del pueblo no fue circunstancial ni simbólica. El mirismo se quedó allí haciéndose parte y sintiéndose parte de las masas populares. Así comenzó a crecer y a realizar las tareas propias del camino revolucionario. Por su parte, los pobres de la ciudad y del campo en donde el MIR estaba enraizado y los sectores proletarios a los que estaba ligado, vieron que la práctica concreta de los miristas se transformaba en aportes y ejemplos para la causa de los pueblos y de la revolución.

Es en la experiencia concreta que el MIR demuestra su vocación revolucionaria, su compromiso con el proletariado y los pobres de la ciudad y del campo, su decisión de guiar al pueblo hacia la conquista del poder. Es en esa misma experiencia que el pueblo aprende a reconocer en estos rebeldes a verdaderos camaradas de causa y auténticos compañeros de lucha. Eso se impregna en la conciencia y en la memoria popular y, de un modo u otro, trasciende los tiempos.

La irrupción de la dictadura y su estela de terror, puso fin a una época de efervescencia popular y canceló la posibilidad cierta de derribar el sistema capitalista. Pero también puso a prueba la fortaleza y la consecuencia de la organización revolucionario. Y nuevamente el MIR confirma su postura revolucionaria de ser parte del pueblo y su destino. Esa actitud el mundo popular la valora y no la olvida.

Como no olvida que fue el MIR quien levantó  una política de resistencia a la dictadura desde el primer momento de ocurrido el golpe militar. Del mismo modo, valora que el MIR haya levantado su política de «no al asilo» decidiendo permanecer en Chile con su militancia y dirigentes a la cabeza. Tanto la actitud como la actividad desarrollada por el MIR durante los 17 años de dictadura son un testimonio de lealtad revolucionaria con los oprimidos.

Es verdad que todo este proceso de resistencia deviene en una derrota de los revolucionarios y del MIR. La organización revolucionaria terminó desintegrada producto de la cruenta represión dictatorial, pero también a consecuencia de los desgastes políticos, ideológicos y morales provocados por una lucha demasiado desigual. Sin embargo, en el camino había quedado regada una larga estela rojinegra en vastos sectores del pueblo.

A lo largo de su historia, el MIR dejó un sendero de compromiso, de consecuencia, de audacia, de lealtad y de sacrificio, marcado a fuego con el ejemplo de sus mejores militantes y dirigentes. Este es el legado del MIR que el pueblo valora, aprecia y no olvida. Este es el paradigma del MIR que hace que siga siendo parte sustantiva de la historia popular y de la memoria popular.

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