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Vindicación de Salvador Espriu

Fuentes: Rebelión

Justo Navarro, el autor de F («F», de Gabriel Ferrater), ha publicado recientemente en el global-imperial un magnífico artículo que no merece pasar desapercibido. El título, «Regreso a Espriu» [1], es más que adecuado. Como los de El País son muy suyos y muy quisquillosos, no me limito a dar la referencia e intento glosar […]

Justo Navarro, el autor de F («F», de Gabriel Ferrater), ha publicado recientemente en el global-imperial un magnífico artículo que no merece pasar desapercibido. El título, «Regreso a Espriu» [1], es más que adecuado. Como los de El País son muy suyos y muy quisquillosos, no me limito a dar la referencia e intento glosar algunos pasajes del escrito de JN.

Hace cuarenta años, recuerda JN, los poemas de un libro de Espriu de 1960, La pell de brau [La piel de toro], «gozaron de cierta fama entre poetas y entendidos de la ciudad donde estudié». Fue en Granada (como uno de los crímenes más abyectos del fascismo hispánico). JN, alumno de los cursos de catalán en la especialidad de Lingüística Románica, sintió poca afinidad hacia el libro de Espriu en aquel momento. El título le era antipático. «A pesar del prestigio antifranquista de aquella poesía, la piel taurina me sonaba a la apoteótica y grotesca España de Franco, de la que tanto, paradójicamente, se había burlado el Espriu más sardónico». El tono devolvía a JN «al problema de España, o a España como problema (Espriu hablaría del «complejo enigma peninsular»)», una cuestión que, más que razonablemente, «sólo me provocaba deseos de ser piel roja y ese tedio cósmico que, según Josep Pla, había sentido el joven Espriu ante sus predecesores literarios».

Era, prosigue JN, como volver a la Generación del 98, como no salir nunca de la «triste Espanya», de la «Oda a Espanya» de Joan Maragall [2]. Mas rectificar es de sabios y JN lo es seguramente: «una vez que entré en La piel …, la aversión coincidió con la simpatía hacia aquellas palabras… Espriu decía haber escrito su libro «por si pudiera ayudar a alguien» y lo ofrecía «abierto a la esperanza de la gente honesta y de la juventud». JN encontró que el libro del poeta catalán «proponía verdades atemporales, universales, es decir, históricas, de aquel momento». Si Maria-Aurèlia Capmany, recuerda JN, «hablaba de «fulgor profético», de «tono redentor y a veces amenazante», Espriu recurría tanto a la seriedad sacerdotal como a una lógica de proverbio o dicho callejero».

A Espriu, recuerda JN, lo cantaban los cantantes (Raimon con intensidad y tacto) en los escenarios españoles. Espiru, su obra, su poesía se transformaron «en un acontecimiento político».

JN señala que «no había cambiado el punto de partida en torno al que se organiza toda la obra de Espriu: la precariedad lamentable de los seres humanos». Ese nudo da a su literatura «su especial cordialidad, desde la p rimera novela, El doctor Rip , monólogo de un médico moribundo, cincuentón, escrito por un muchacho de diecisiete años». El doctor Rip hablaba ya como Espriu hablará luego en La pell de brau . «Hacía sentir el aire de los primeros libros de poemas publicados, Cementiri de Sinera, Les hores y Mrs. Death, con su precisión musical y sensorial, con su fragilidad contundente, lapidaria».

Salvador Espriu, prosigue JN, «entendía su literatura como una meditación de la muerte, expresión que Baltasar Gracián usó en El discreto para definir la filosofía». De esa meditación surge en La pell de brau , «el lamento por el crimen de la guerra entre hermanos y la petición a los contrincantes de que se den unos a otros la limosna del perdón». Aquella poesía política, de intención civil como solía decir el propio Espriu, «sólo se proponía como meditación personal», y «ayuda quizá para que el lector o el auditorio hiciera sus propias reflexiones».

Quizá cumpliera su propósito, cree JN, y quizá «aún lo cumpla hoy». Una ilustración de ello: «Diré la verdad, sin reposo, / por el honor de servir, por debajo de todos. / Detestemos los grandes vientres, las grandes palabras, / la indecente jactancia del dinero, / las cartas mal dadas de la suerte, / el humo espeso de incienso al poderoso». La misma definición que Espriu dio de sí mismo como escritor le parece estimulante a JN para nuestro tiempo: «Soy un trapero de la estúpida y dolorosa hora del desbarajuste, del estropicio, y ayudo a recoger las migajas y los pedazos». Probablemente, prosigue JN, el rasgo esencial de la obra Espriu sea la unión entre su «tensa calidad lacónica», como señaló una vez Manuel Sacristán, «y su capacidad para la ironía de tertulia, la irrisión solemne o la solemnidad irrisoria».

La relación entre Espriu y Sacristán fe temprana. En «Heine, la consciencia vencida» [3], un texto de 1963, Sacristán se refería a la poesía de Espriu en estos términos:

Pero los filones que, desde hace más de un siglo, partiendo del Atta y el Deutschland, acompañan la marcha de la poesía contemporánea afloran por todas partes, donde menos podría esperarse, sin influencia directa: tan esencialmente captó Heine la estructura de una duradera situación de la poesía.

 

Algunos de esos afloramientos se producían en la obra de poetas de tra dición muy ajena a la de Heine, y entonces, apuntaba el traductor de El Capital, el hecho sobrecogía «al lector como la comprensión de una ley histórica».

He aquí un ejemplo que tiende un frágil hilo de parentesco externo, eco visible de una profunda veta de vecindad de situación, entre Heine y un poeta de tradición muy otra, aunque también dotado excepcionalmente de aquella tensa calidad lacónica de Heine: Salvador Espriu. En el capítulo III del Deutschland, Heine cruza la frontera y entra en tema -la sátira a la Alemania en vías de prusianización- mediante el siguiente diálogo con el águila de Hohenzollern:

Zu Aachen, auf dem Posthausschild, / Sah ich den Vogel wieder,/ Der mir so tief verhasst! Voll Gift / Schaute er auf mich nieder./ Du hässlicher Voge l, wirst du einst / Mir in die Hände fallen,/ Su rupfe ich dir die Federn aus/ Und hacke dir ab die Krallen.// Du sollst mir dann in luft´ger Höh´/ Auf einer Stange sitzen,/ Und ich rufe zum lusrtigen Schiessen herbei/ Die rheinischen Vogelschützen

[Traducción de MSL: «En Aquisgrán, en la insignia de Correos, / Volví a ver al pájaro / Que me es tan odioso. Lleno de veneno / Me miraba desde arriba // Tú, pájaro feo, el día / Que me caigas en las manos / Te arrancaré las plumas / Y te cortaré las garras // Entonces, en aérea altura, /Te tendré puesto en un palo, / Y llamaré para que se diviertan disparando, / A los tiradores del pueblo renano»]

Estiraven les ales de l´ocell solar,/ per la façana el pugen cap a dalt./ El claven prou enlaire, reblen els claus./ Retrunyen martellades. A poc d´espai,/ dits de botxins manobres el deixen ja/ fix en el mur, immòvil. Ben aviat,/ els ulls que porten dintre l´immens palau/ de la claror pensada s´entelaran/ de lenta mort pepita. I esdevindrà/ l´esglaiós sacrifici d´imperial/ captiu que per llargs segles senyorejà/ els cims, el cel, els somnis de Sepharad,/ un barroer martiri de casolà/ capó per a la festa del canvi d´any/ dolor de renegaire rat-penat. )

[Salvador Espriu, La pell de brau [La piel de toro] , XVI.

[La versión castellana de Santos Hernández, con la colaboración de Carmen Serrallonga y Mª Aurelia Capmany y la supervisión del propio Espriu (Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1968, p. 67), dice así:

Estiraban las alas del ave solar / por la fachada arriba lo han de izar. / Lo clavan bien en alto, suenan los clavos / Retumban los martillos. Tras poco espacio, / dedos verdugos zafios lo dejan ya / fijo en el muro, inmóvil. Pronto verás / que los ojos que encierran la clara paz / de la mansión soñada se empañarán / de muerte pequeñita. Y ocurrirá / el atroz sacrificio del imperial / cautivo que por siglos logró mandar / en cimas, suelos, sueños de Sepharad, / un grosero martirio sin dignidad, / capón que en Año Nuevo se ha de cenar, / murciélago blasfemo al expirar].

Muchas diferencias existían sin duda, apuntaba Sacristán, entre esos dos poemas, «desde la diferencia, probablemente capital, motivada por el constitutivo subjetivismo de Heine hasta otras más anecdóticas». Pero por debajo de esas y otras numerosas dife rencias había

[…] una identidad de locación de la dicción poética que estalla furiosa en la destrucción de algo totalmente externo y ajeno a ella. Y esa identidad indica hasta que punto pervive la situación poética descubierta por Heine en el Deutschland, la situación en la cual el decir poético llega a tener que concentrarse sobre una exterioridad antitética de sí mismo, una exterioridad dicha como trivial, antiartística y antihumana, poetizada precisamente porque trivial, antiartística y antihumana, y no, como en la armonía de la aspiración épica clásica, por ser exterioridad fecundamente penetrada por el hombre y fecunda penetradora en él.

 

[Dicho sea entre paréntesis, intentando ilustrar el compromiso civil al que aludía JN, mostrado y practicado también durante la Capuchinada barcelonesa, Salvador Espriu después de la expulsión de Sacristán de la Universidad barcelonesa, vía no renovación de su contrato laboral, le escribía el 16 de octubre de 1965 expresándose en los siguientes términos:

Dr. Manuel Sacr istán.

Mi querido y admirado amigo:

Acabo de enterarme del inaudito e incalificable atropello de las autoridades académico-ministeriales contra Usted. No comentaré, porque no vale la pena, un acto tan arbitrario como estúpido. Le ruego acepte la renovada e xpresión de mi amistad y le recuerdo que me tiene, para cuando necesite, a su entera disposición.

Reciba un cordial abrazo de su afmo.

Espriu

Dos meses más tarde, el 25 de diciembre de 1965, volvía a dirigirse a Sacristán a propósito de los prólogos de é ste a la obra de Goethe y Heine y de la recepción de la Introducción a la lógica y al análisis formal :

Querido Dr. Sacristán:;

No quiero que pasen más días sin escribirle, como le prometí aunque sean una breves líneas, pues mi tiempo no permite otra cosa. He leído sus excelentes prólogos (Ud es más justo con Goethe que lo fue Brecht, al fin y al cabo, «Über allen Gipfeln», es una espléndida poesía de circunstancias, tal vez una improvisación) que postulan quizá un mayor desarrollo, para intentar, junto con los otros trabajos de me habló, un libro de ensayos. En cuanto a su «Lógica», creo que me va a ser muy útil. Le agradezco de nuevo y muy de veras su generoso y valioso presente. Les deseo a Vd., y a los suyos, un buen año 1966 y espero que en el transcurso del mismo se vislumbre su reincorporación a la Universidad. Veo muy claro que no debe Vd marchar de Barcelona, pues su puesto está aquí.

Reciba un muy cordial abrazo de su afmo.

Espriu]

Volvamos al escrito de JN.

Los versos de Espriu que más le gustaba n, prosigue, no estaban en La pell de brau , sino en El caminante y el muro, un poemario de 1954: «Que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra». También JN estaba cansado (en su Granada) de su tierra salvaje, vieja y cobarde, y podría haber dicho con el poeta de Arenys: «Cómo me gustaría alejarme de ella, hacia el norte», en busca de gente «más limpia, culta, libre y feliz».

JN prefería no transcribir el final del poema anterior.

Volviendo a su principio, descubre ahora una diferencia. Donde él vivía, en tierras de García Lorca, «Cataluña era parte del norte, tierra de emigración». Juan Goytisolo, recuerda JN, en los sesenta, en El furgón de cola , recordaba «cómo, de joven, distinguía a los andaluces, obreros o guardias civiles, porque tenían otro modo de hablar, otro color de piel («algo más oscuro, árabe quizá»)». Los sabía más pobres que él, creía que eran menos inteligentes. Un día, es JG quien habla, «al entrar en la universidad, un condiscípulo me dijo que, de no ser por los guardias andaluces, Cataluña sería libre. Mi colega parecía muy orgulloso de su estirpe y hablaba con desprecio de la chusma de emigrantes meridionales».

JN pregunta ahora: ¿es inconveniente recordar estas cosas? No (soy quien respondo). ¿Por qué? Porque Espriu, y muchísimos ciudadanos catalanes con él, «pertenecía a un mundo distinto al del colega de Goytisolo». Fomulaciones como «diversos son los hombres y diversas las hablas / y han convenido muchos nombres para un solo amor, contribuirían a que la gente que hacia 1970 defendía en mi ciudad los derechos civiles compartiera el afán por la autonomía y, más aún, la autodeterminación de Cataluña o, como también se decía entonces, los Países Catalanes». Tal cual, desde tierras andaluzas, esas que han merecido varios sarcasmos de gentes como el president Mas o el dirigente democristiano Duran i Lleida.

La historia de la fraternidad perdida después, concluye JN, es otra historia. Lo es, desde luego. Para nuestro mal, para el mal de todos.

Empero: ¿puede o no recuperarse la fraternidad perdida entre ciudadanos de aquí, de allí y de otras partes de la «piel de toro»? ¿De verdad que no es posible soñar (tocando realidad) de nuevo y vindicar los versos del poeta? «Fes que siguin segurs els ponts del diàleg/ i mira de comprendre i estimar/ les raons i les parles diverses dels teus fills». ¡Haz que sean seguros los puentes del diálogo! ¡Mira, miremos de comprender las razones y las hablas diversas de tus hijos!

«Que Sepharad visqui eternament/ en l’ordre i en la pau, en el treball,/ en la difícil i merescuda/ llibertat». Que vivamos todos en paz, en justo orden cívico, con equidad, con trabajo armonioso, en la difícil y merecida libertad. ¡Que así sea!

¿De verdad que esto es una distopía o un sueño pueril?

Notas:

[1] http://elpais.com/elpais/2013/08/14/opinion/1376503540_102841.html

[2] JN recuerda que el primer verso de la «Oda de Maragall» -«Escucha, España…»- enlaza con los pasos finales de uno de los poemas más conocidos de La pell de brau : «Escucha, Sepharad: los hombres no pueden ser / si no son libres» (la traducción es de JN).

[3] MSL, «Heine, la consciencia vencida», Lecturas , Barcelona, Icaria, 1985, pp. 209-211.

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)