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2 11 en 1 vida / Two 9/11s in a Lifetime

Variaciones de un mismo tema

Fuentes: Rebelión

El 11 de septiembre de 1973 nos dispersó en todas las direcciones. Parapetados en el Liceo de Hombres #2 de Antofagasta, escuchábamos la noticias contradictorias, confusas, hasta que la realidad de la inevitabilidad nos caló hondo. No pudimos levantar la resistencia armada porque nunca llegaron las armas y los linchacos no serían suficientes. Entonces nos […]

El 11 de septiembre de 1973 nos dispersó en todas las direcciones. Parapetados en el Liceo de Hombres #2 de Antofagasta, escuchábamos la noticias contradictorias, confusas, hasta que la realidad de la inevitabilidad nos caló hondo. No pudimos levantar la resistencia armada porque nunca llegaron las armas y los linchacos no serían suficientes. Entonces nos preocupamos de las situaciones humanas. Dos de mis compañeros nunca pudieron regresar a sus casas; la delación rondaba demasiado cerca. Ambos terminaron asilados en mi casa y a uno de ellos lo tuve por casi dos semanas.

Respetado provinciano que no objetaba la autoridad, mi papá era un músico bohemio que pensaba que para disfrutar un buen poema era más que necesario una cerveza helada. La política no arregla nada, decía. Aunque siempre atendió bien a mis invitados, como que nunca se dio cuenta que yo había convertido la casa de la calle Condell en una embajada y que en el proceso acabábamos de salvarle la vida a dos jóvenes estudiantes.

El mismo día martes pero veintiocho años mas tarde, Jorge me llama por teléfono; «prende la tele, on» me dice y cuelga. Nunca había sido obligado a regresar tan repentinamente hacia la memoria. El palacio, los edificios derribándose. Ahora dos onces tenían la misma cáscara de la incertidumbre, la solemnidad predictiva de la muerte, fetidez con olor a final infeliz. Era cuestión de tiempo para descascarar los eventos y comenzar a enterarme de las fatalidades.

Con la precisión del arquitecto que es y con lápiz en mano Jorge llegó al departamento de la calle Grant en Berkeley. «No puede ser», dijo apagándome la tele. «Nuestro once ya no será el mismo. Aquí hay demasiada coincidencia. Siéntate… Entre 1973 y el 2001, solo hay cuatro martes once de septiembre. Cuatro martes en 28 años, Feñita, y dos de ellos están separados por, por, por ¡once años!» me dijo antes de abrir la lager tipo ámbar que le había puesto en la mesa. Al finalizar su visita me dijo «hay que esperar por el número de fatalidades…» ¿Para que? le pregunté. «Para comparar puh,» me dijo.

Ojos de hombres blancos descubren Manna-hata

En 1609 el explorador ingles Henry Hudson fue contratado por la compañía de Los Países Bajos (Holanda) Dutch East India Company para encontrar la ruta mas corta hacia el este, hacia la China, y así vencer a los competidores en el tráfico comercial con el continente asiático. Hudson ya había intentado en dos fallidas ocasiones la aventura. El plan original era encontrar un pasaje a través del ártico por el norte de Rusia. Debido a los peligrosos hielos, Hudson se vio obligado a regresar pero saliéndose del plan original siguió viaje hacia el oeste. Luego de cuatro meses de navegación el barco el Medialuna llegó a Newfoundland en lo que hoy es Canada. Perdidos siguieron hacia el sur bordeando las costas del continente norteamericano. Después de intimidar y saquear una aldea indígena a punta de mosquetes y cañones, Hudson y sus hombres continuaron su viaje. El 11 de septiembre de 1609 la expedición entró a la parte alta de la bahía del Rio Mohegan (lengua Iroqués). Desde allí los expedicionarios vieron y mapearon Manna-hata, Isla de Muchos Cerros (lengua Lenape). Por primera vez ojos de hombres blancos veían la Isla Manhattan que ese mismo día pero 392 años mas tarde fuera sacudida por un preciso ataque que incluyó el estruendoso derrumbamiento de las Torres Gemelas.

El 1er 11 chileno

El primer once chileno a solo 42 años de su independencia. Tras el triunfo electoral de Manuel Montt Torres – presidente por dos periodos entre 1851 y 1861 – se produjeron levantamientos populares armados en Concepción y La Serena y que fueron derrotados en diciembre de 1851. Para las elecciones parlamentarias del 3 abril de 1852, el descontento y las divisiones políticas continuaban. La oposición, dividida, llamó a no votar. La división de los pelucones entre nacionalistas y conservadores por temas como el rol de Estado y la Iglesia, debilitó al gobierno de Montt. Según el historiador Francisco Encina, en la Camara de Diputados predominaron las fracciones mas violentas de estos dos bandos. El 11 de septiembre de 1852 en la noche, «el nuevo golpe militar no se hizo esperar,» escribió Encina. En una acción de la cual poco se conocen sus detalles, un grupo armado logró tomarse el Cuartel de Artillería de Santiago y se amotinaron en rebelión contra el gobierno. La acción fue repelida inmediatamente y ocho amotinados fueron fusilados.

La plaza de las cabezas

Bajo el indolente sol de una mañana Santiaguina en la Plaza de Armas, Juana Cheuquepan vende artesanía; bustos y cabezas de grandes jefes mapuches tallados en madera sagrada. No hay mucha fanfarria en la escena. Algunos turistas europeos le sacan fotos a una gigantesca cabeza de un toqui mapuche y a Pedro de Valdivia sobre un caballo de bronce cagado de palomas. Desde de esa misma plaza, el 11 de septiembre de 1541, Valdivia salió hacia el sur persiguiendo indígenas. La ocasión fue aprovechada por el jefe Michimalonco quien esperaba a la cabeza de varias columnas indígenas de Maipo, Mapocho, Melipilla y otras localidades. A solo 242 días de su nacimiento, Santiago de la Nueva Extremadura fue destruida. Michimalonco se proponía liberar a los caciques Quilicanta, Apoquindo y a otros seis jefes picunches que se encontraban secuestrados por los españoles. Los 55 españoles que defendieron la ciudad se protegían detrás de cientos de Yanaconas, esclavos traídos desde el norte. El feroz ataque término cuando la concubina de Valdivia, Inés de Suárez, degolló a todos los indefensos prisioneros y lanzó algunas de sus cabezas a la misma plaza.

Víctimas y familiares

Todos los domingos Juan Ramón se sienta a un costado del monumento a las víctimas del golpe militar de 1973 en el Cementerio General de Santiago con un puñado de flores alzados desde sus brazos. El silencio se interrumpe a veces por los visitantes que disimuladamente le toman fotografías. Rita Lasar perdió a su hermano Abe en los ataques a las Torres Gemelas. A raíz del asesinato premeditado y sin juicio de Anwar al-Awlaki en Yemen, ella escribió en el New York Times: «Yo soy una ciudadana de los Estados Unidos, yo nací aquí y he vivido aquí todos mis años 81 años. Si yo fuera una amenaza a la seguridad de este país, esperaría ser capturada y llevada ante la justicia. La idea de que un presidente pueda matar a un ciudadano estadounidense sin juicio es aborrecible y, francamente, me asusta más que cualquier acto de cualquier terrorista«. El incondicional Juan Ramón tiene la edad para haber sido víctima o familiar de alguno de los 3.216 ejecutados o desaparecidos políticos del once de septiembre chileno. Rita es una de las fundadoras de Familias por Mañanas Pacíficos, una de las organizaciones de familiares de las 2.996 víctimas del once de septiembre estadounidense.


Este artículo está dedicado a los nueve jóvenes de la segunda generación de la diáspora chilena que en Septiembre del 2003 crearon el colectivo Two 9/11s in a Lifetime, que incluyó una jornada de eventos culturales en San Francisco, California, como una respuesta estética a la profunda experiencia de haber vivido dos onces.

Para más información sobre los eventos de conmemoración del 40avo aniversario en San Francisco, California, por favor visite este sitio FB: https://www.facebook.com/groups/peopleunited4songofunity/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.