Las influencias, el origen de los personajes célebres, el otro lado del éxito y la historieta como forma de lucha en una charla imperdible de los dibujantes en Tecnópolis. La carta de Cristina.
Más de 600 personas se juntaron el 19 de septiembre en la Nave de la Ciencia de Tecnópolis para una charla entre Rep y Quino, coordinada por Sebastián de Caro, en el primer Festival Internacional de Cómic, Comicópolis. «Un poco me temblaron las piernas cuando me convocaron -comenzó la charla De Caro-. Después me agregan que va a estar Rep, y en la heladera de la casa de mi vieja está pegado su dibujo del barrio de Almagro, otro genio. Y llego y me dicen: ‘Tenés que leer una carta que le escribió la Presidenta a Quino’, o sea que el terror ya lo tengo en el nivel 94», completó el director y guionista, y comenzó a leer la carta de Cristina Fernández de Kirchner:
«Querido maestro, hace un año tuvimos la posibilidad de charlar por videoconferencia: yo le expresé mi admiración y cariño y usted me deseó mucha suerte en esa changuita de gobernar el país. Hoy yo sigo adelante con esta changuita (…) yo le dije que su obra iluminó a más de una generación (…). Quiero agregar que también siento que Mafalda y su visión inconformista de la realidad nos acompañan aún hoy en día a los argentinos cada vez que defendemos valores como la libertad, la justicia, la igualdad y la voluntad de tener un pueblo más feliz».
-¿Cuál es su primer recuerdo ligado al mundo de dibujar?
Quino: -Las revistas que se compraban en casa: Patoruzú, Billiken, Rico Tipo. También, un tío que era dibujante publicitario y pintor. Una vez, a los tres años, vino a entretenernos a mí y a mis hermanos porque nuestros padres habían ido al cine. No había televisión. El tío Joaquín se puso a hacernos dibujitos y para mí fue un mundo que se abrió esa noche: ver que de un lápiz salía lo que uno quisiera, montañas, caballos, personas, aviones. Entonces dije: «Esto es como ser un mago y uno puede crear cualquier cosa con este lapicito». Después lo utilicé en una tirita del Guille que ha pintado toda la pared y dice: «¿Viste mamá, todo lo que cabe dentro de un lápiz?».
-¿En esa época copiabas o hacías tus propios dibujos?
Q.: -No, mis propios dibujos los empecé a hacer a los 7 u 8 años, al principio copiaba. Es sano para todos los que queremos desarrollar una actividad tomar como referentes a los que nos han precedido. ¿Vos a quién copiabas, Miguelito? ¿O ya de chiquito saliste creador?
Rep: -No, yo copiaba las revistas tipo Patoruzú, tipo apaisadas. Pero en el caso suyo, ¿a quién copiaba?
Q.: -Lo que veía en estas revistas, Patoruzú que era la más antigua. Después apareció Rico Tipo que fue una revolución para el humor argentino. Divito fue el que más me influenció, hasta que apareció Oski que también trajo una cosa nueva.
R.: -¿Cuál es el primer chiste que pudo vender o por el cual le pagaron?
Q.: -En Mendoza había una casa de telas que se llamaba «Casa de las sedas». Y no me acuerdo quién me encargó una tira publicitaria. Yo hice un personaje que se llamaba Sedalina, una señora que iba a comprar telas y no me acuerdo las anécdotas, que debían ser un horror.
R.: -Previo a eso había publicado en la revista Dibujantes como «Las nuevas promesas»…
Q.: -Sí, me publicaron una tirita que era un preso picando piedras en la cárcel y bueno, finalmente sale en libertad y se consigue un trabajo que era picar piedras pero fuera de la cárcel. Era una idea bastante triste, no era un chiste. Yo no me considero un chistoso, sacando algunas cosas que me han hecho mucha gracia. Soy de una familia de republicanos españoles: cuando tenía cuatro años empezó la guerra civil en España, y las discusiones que había en mi casa me politizaron muchísimo. Luego empezó la Segunda Guerra Mundial. Empecé a ir al cine solo, veía los noticieros y era conmovedor lo que pasaba en Europa: se veía a Hitler, Mussolini, Churchill. Antes del noticiero, un cartelito en pantalla decía: «Se ruega al público abstenerse de aplaudir o silbar a los países beligerantes», cosa que estaba muy bien, porque toda la comunidad española estaba dividida entre franquistas y republicanos, la comunidad alemana entre nazis y antinazis… Esta politización me llevó a ansiar la justicia social, a odiar las injusticias, las dictaduras, las ideas que tratan de imponernos, y creo que lo llevé hasta mi última etapa de dibujante.
-¿Su vínculo con los niños cómo era en el momento de Mafalda?
Q.: -Era buenísimo: tengo cinco sobrinos que eran chiquitos y yo sabía lo que pensaban. Hoy no tengo la menor idea de lo que piensa un chico de 5 años e imagino que, con estos aparatitos de hoy en día, no tienen nada que ver con lo que yo dibujé.
-¿Cuál es su personaje favorito del universo de Mafalda?
Q.: -Uno favorito no tengo. Me reconozco mucho con Felipe porque siempre he sido muy tímido, y esto de tener una noviecita que nunca se anima a hablarle, era muy típico de Mendoza. Cuando llegué a Buenos Aires con mi carpetita de dibujos, en todas las redacciones me dijeron: «Pibe, tenés que aprender que acá de Iglesia no se puede hablar, de militares tampoco, de divorcio tampoco, de sexo menos», entonces uno aprendió a autorreprimirse también.
R.: -¿Los que adoran Mafalda han entendido el humor Quino post Mafalda?
Q.: -Yo tengo un problema, porque Mafalda la dibujé durante 10 años y páginas de humor, durante 50, y que todo el mundo me hable de Mafalda un poco me halaga pero también me seca un poco.
-¿Qué es lo que más le gusta de su obra?
Q.: -Lo que prefiero son mis páginas de humor. Oski, que tenía un personajito en Rico Tipo que se llamaba Amarroto, siempre me decía: «No te metas nunca a hacer un personaje fijo porque te esclaviza». Y tenía razón. Cuando yo dibujaba páginas de humor, una semana hacía un dibujo en toda la página, otra una historieta en 20 cuadritos, y la temática cambiaba de una semana a otra. Entiendo que la gente se identificó mucho más con Mafalda que con dibujos que van cambiando cada semana. Que es lo que pasa con tu dibujo de Página 12: lo cambiás de un día a otro.
R.: -Aprendí de la experiencia Oski-Quino. (…) Se utiliza mucho el verbo «pensar» cuando se habla de Quino. Y cuando a los humoristas no saben que decirnos, nos acusan de filósofos, poetas, sociólogos, y nosotros: «¿Por qué siempre nos quieren endilgar una supuesta academia mayor a lo que dibujamos?». Cuando a uno lo «acusan» de filósofo, de pensador… Quino es un radar, que capta en una imagen una visión, algo que está pasando.
Q.: -Completamente, si. La gente te dice «usted es un genio» y yo contesto que soy ingenioso, que es otra cosa. Porque si no, ¿qué hacemos con Beethoven, Mozart, Bach, Einstein…?
R.: -Bueno, yo creo que Quino es un genio. Ojo, por ahí Beethoven también.
Fuente: http://veintitres.infonews.com/nota-7523-cultura-Hacer-el-humor.html