El modelo capitalista de desarrollo chileno ha transformado el sistema prevaleciente hasta los 70, en un modelo de mercado y Estado subsidiario. Todo el sistema y sus elementos están al servicio de la lógica de mercado, en el que la familia «consumidora de educación», «compra» educación para sus hijos de acuerdo a sus valores, sus expectativas, sus ingresos y su […]
El modelo capitalista de desarrollo chileno ha transformado el sistema prevaleciente hasta los 70, en un modelo de mercado y Estado subsidiario. Todo el sistema y sus elementos están al servicio de la lógica de mercado, en el que la familia «consumidora de educación», «compra» educación para sus hijos de acuerdo a sus valores, sus expectativas, sus ingresos y su condición socio-económica.
El Estado subsidia a los proveedores para asegurar el acceso a la educación para todos. Esto tiene como consecuencia que debido a la restricción de ingresos, el «mercado educativo» es solo para algunos y los más pobres queden impedidos de elegir.
Uno de los peores elementos de este modelo es el uso del SIMCE para «orientar» a las familias en su «decisión de compra». Se utiliza así un recurso técnico limitado -el SIMCE- para calificar a los establecimientos como «buenos» o «malos», suponiendo que esto es suficiente para racionalizar tales decisiones. Pero basta mirar cómo se distribuyen los rendimientos escolares en dicha prueba para darse cuenta que la mayor parte se concentran en sectores vulnerables. Entonces, ¿qué opción tiene una familia vulnerable de «escoger» mejor educación?
Adicionalmente, ya que en la educación subvencionada los subsidios son al menos insuficientes y se tiene la posibilidad de cobrar por los servicios (financiamiento compartido), en la lógica de precios esta clasificación espuria se asociará al precio. Es decir, si el Estado dice que una escuela es «mejor», entonces podrá cobrar más por el servicio (dejando a más familias sin libertad de opción.) Peor aún, este es un incentivo para que la selección adversa de matrícula. Por ello, terminar con el lucro no será suficiente para terminar con la lógica de mercado de la educación chilena.
¿Y la gratuidad?
En esta materia hay dos posiciones: gratuidad universal o gratuidad selectiva. Mientras la primera plantea que todos los estudiantes deben tener gratuidad, para la segunda esto corresponde solo para los más desventajados. Pero la decisión de gratuidad universal tiene tales costos, que incluso sus partidarios plantean un proceso gradual para alcanzarlo.
Este debate parece algo artificial. Al llegar a un acuerdo sobre la línea de corte de los recursos per cápita asignados a la educación, se podría si no alcanzar al 100%, si a una cantidad sustancial de estudiantes con gratuidad. Es probable que tras una discusión práctica y más desapasionada, la sociedad chilena adopte decisiones pragmáticas como lo ha estado haciendo desde el 5 de octubre de 1988 y deje de lado los ideologismos, implementando soluciones eficientes al respecto.
http://www.elquintopoder.cl/educacion/educacion-mercado-lucro-y-gratuidad/