El reciente acuerdo sobre participación política, logrado entre el gobierno de Santos y las FARC-EP, anticipa el regalo navideño, que tradicionalmente los colombianos le pedimos al Niño Dios. La lista de regalos es extensa y contiene bastantes propuestas, tantas, como para remediar buena parte de la anti democracia imperante en Colombia. La lluvia de regalos […]
El reciente acuerdo sobre participación política, logrado entre el gobierno de Santos y las FARC-EP, anticipa el regalo navideño, que tradicionalmente los colombianos le pedimos al Niño Dios.
La lista de regalos es extensa y contiene bastantes propuestas, tantas, como para remediar buena parte de la anti democracia imperante en Colombia.
La lluvia de regalos anunciados para que exista democracia, dice que de acuerdo al comportamiento, por fin va a haber un Estatuto para la oposición, Participación ciudadana democrática, Garantías para la protesta y la movilización, Medios de comunicación comunitarios, Consejos para la reconciliación y la convivencia, Veeduría ciudadana y observatorios de transparencia, Participación ciudadana en los planes de desarrollo, Facilidades para la constitución de nuevos partidos, Revisión de la organización y el régimen electoral, Circunscripciones de paz, Protección para los líderes políticos y Participación de las mujeres.
El único problema que tienen estos regalos, es que es una canasta navideña virtual, que requiere del toque de una varita mágica, para convertirla en algo real.
El mago, para unos, es la guerrilla, que con su buen comportamiento hace méritos para que a cambio, el régimen se decida a construir democracia en Colombia.
Paro otros, incluidos nosotros, el régimen dominante es el verdadero mago que tiene la varita milagrosa, capaz de convertir en realidades, las promesas de democracia contenidas en el citado acuerdo.
Hasta ahora las clases dominantes no han tenido voluntad política para construir democracia en Colombia. Han tenido el poder y todo el tiempo del mundo -que es la varita mágica- para desarrollarla y no lo han hecho. El gobierno de Santos ahora dice que quiere construir democracia en este país y «a la gente hay que creerle», decía un líder conservador.
Nos quedan, sin embargo, dos preguntas, ¿el siguiente gobierno, cualquiera que sea, cumpliría este acuerdo, como una política de Estado? El mismo Santos, ¿concretaría estas promesas de democracia, así no se firme un acuerdo de paz con la guerrilla?