Buenos días. Gracias por la invitación. Es un honor intervenir en este marco, en esta Biblioteca Municipal, en este lugar público que lleva por nombre el del malogrado Ernest Lluch. Tarjeta amarilla o incluso roja si les aburro, interrúmpanme cuando estimen por favor. Dejemos todo el tiempo del mundo para el coloquio, lo más interesante. […]
Buenos días.
Gracias por la invitación. Es un honor intervenir en este marco, en esta Biblioteca Municipal, en este lugar público que lleva por nombre el del malogrado Ernest Lluch.
Tarjeta amarilla o incluso roja si les aburro, interrúmpanme cuando estimen por favor. Dejemos todo el tiempo del mundo para el coloquio, lo más interesante. Exposición de 25 minutos. No les canso más.
Si algo de lo que voy a decirles tuviera interés, me gustaría dedicárselo a dos nacimientos, a una ausencia muy presente y a una persona maltratada. Las más jóvenes: Martina y Lucía, que cumplirán, como quería Tanner, 88 y 92 años en el 2100. Nuestro amigo y maestro ausente (¡y tan presente!): Francisco Fernández Buey. La persona maltratada: la ciudadana rebelde Ester Quintana. La intervención represiva de los Mossos d’Esquadra en la huelga del 14N, hace un año y dos días, tuvo como consecuencia que perdiera uno de sus ojos.
1.
Para entrar en materia, es sábado y son las 11 y 15 minutos, les explico un chiste y un resumen de lo que voy a sugerir.
El chiste: ¿saben por qué en numerosos países de América Latina han habido tantos golpes de Estado a lo largo de la Historia mientras que en Estados Unidos, hasta el momento y con más de una duda razonable (asesinato de Kennedy por ejemplo), nunca ha habido ninguno? ¿Se lo imaginan? Efectivamente, han acertado. Porque en Estados Unidos no hay ninguna embajada de Estados Unidos. Un chiste, una observación, sobre la vieja forma, sobre la viejísima forma de hacer política. La usual, la más extendida.
El resumen, un resumen que apunta a las nuevas formas de hacer política, a la sospecha ciudadana ante cuentos y falsedades diseñadas y promovidas. Un poema de Erich Fried, «La capital», de sus cien poemas apátridas.
¿Quién manda aquí?
Pregunté.
Me dijeron:
«El pueblo naturalmente».
Dije yo:
«Naturalmente, el pueblo
pero, ¿quién
manda realmente?»
Añadamos nosotros: ¿y quién debería mandar afable, equitativa y realmente? Pues ahora sí, en serio, el pueblo, la ciudadanía en pie crítico de resistencia y apuesta por la vida. La democracia en su sentido más profundo.
Una nueva forma de hacer política. John Berger lo apuntó maravillosamente, como es distintivo suyo: «La democracia no es un sistema, como falsamente se enseña, sino una forma -que cambia todo el tiempo- de resistencia.»
2.
El tema, nuevas formas de hacer política, es un tema políticamente nuevo para mi. Perdonen el chiste fácil. Lo de reiventar me supera. ¡Pobre de mí! ¿Reiventar? ¡Si apenas soy capaz de inventar nada! Me temo que les voy a soltar un conjunto de trivialidades, pero, eso sí, muy acotado. Sé poco del tema, lo que he aprendido lo he aprendido de muchos de ustedes, y, por otra parte, tal como están las cosas, me conformo con que esa nueva política y esa nueva forma de practicarla, las dos cosas cuentan aquí, tenga mucho que ver con aquello de lo que nos habla (y habló durante muchos años) Francisco Fernández Buey (él sí que sabía de estos temas) en su último libro, Para la tercera cultura.
Cuanto menos, decía el estudioso de Gramsci, cabe no renunciar al sentido noble (griego, aristotélico) del término política, definida como participación activa de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, especialmente de la menos favorecida, la que no cuenta en las cuentas a no ser que sea como recursos humanos de quita, pon y sustitución, en los asuntos de la polis socialmente organizada.