FSJ: En la Habana se está discutiendo el punto de las «drogas ilícitas». El gobierno ha dicho que no discute asuntos indígenas con las Farc. ¿Han sido invitados a discutir sus perspectivas en el transcurso de los diálogos de Paz? FP: No. No hemos sido invitados, ni las organizaciones indígenas, ni líderes indígenas para presentar […]
FSJ: En la Habana se está discutiendo el punto de las «drogas ilícitas». El gobierno ha dicho que no discute asuntos indígenas con las Farc. ¿Han sido invitados a discutir sus perspectivas en el transcurso de los diálogos de Paz?
FP: No. No hemos sido invitados, ni las organizaciones indígenas, ni líderes indígenas para presentar una propuesta política frente a este conflicto estructural porque la discusión real no se ha dado.
Yo sí quisiera que nos llamaran, pero no individualmente. Yo pienso que la paz no se resuelve con la desmovilización de las Farc o acabando con el narcotráfico como dijeron en el pasado cuando eliminaron a capos del narcotráfico.
Esos son elementos pequeños de problemas de fondo como la inequidad y la injusticia generadas por la corrupción dentro del Estado, la propiedad de la tierra acumulada en pocas manos, la falta de empleo, aunque presenten como empleados a personas vendiendo dulces, y el acceso a la salud, entre otros.
Si las Farc existen es porque hay un problema de inequidad, de igual manera otros grupos existen por la misma razón. Hay que resolver los problemas de injusticia e inequidad para crear otro lenguaje. Necesitamos medidas de fondo. Esto no se resuelve con proyectitos de ley.
FSJ: ¿Le han ofrecido ustedes -a las delegaciones de paz- sensibilizar su propuesta con respecto a los cultivos declarados «ilícitos», es decir estar en la Habana uno o dos días y explicarlas en detalle?
FP: No. Es el Estado el que debe identificar quiénes tienen ideas innovadoras frente a ese tema. El gobierno debería invitar estas propuestas a la Habana, eso sería mejor que siete minutos en un foro. Eso sería interesante.
Hace 18 años que generamos una estrategia para desatanizar la hoja de coca, por parte de los gobiernos colombiano y gringo y, de la Iglesia que en una época la consideró el talismán del demonio.
FSJ: La Iglesia en su ignorancia…
FP: No. Ellos lo hacían a conciencia. Toman los elementos centrales, los más importantes para debilitar esta cultura en América. En Colombia, nosotros hemos pedido que nos respeten.
FSJ: ¿Qué esperanzas tiene usted de que en un país pluriétnico donde los indígenas no son consultados en temas como la minería -o si son consultados no tienen voto- el gobierno incluya su cosmovisión y en ella la importancia de esta planta sagrada antes de firmar este punto con las Farc?
FP: La Constitución es clara en la protección de los derechos colectivos de los pueblos ancestrales y esa protección existe también en los convenios internacionales, pero en la práctica no se cumple.
Es triste como los pueblos ancestrales asentados cerca al páramo no pueden hacer nada con respeto a las mineras transnacionales. El ecoturismo también es una farsa.
La Constitución es una Biblia con mandamientos, pero sin aplicación. El gobierno firma convenios, pero no cumple.
FSJ: ¿Si ustedes y los campesinos, mestizos, y los afrocolombianos, promueven la soberanía alimentaria, por qué la ONIC, rechaza las zonas de reserva campesina?
FP: En el movimiento indígena hay desacuerdos con respecto al momento en que se presentó esa intervención u opinión solicitada por la Corte en el proceso de la demanda contra la Ley 160. (Pero constitucionalistas creen que difícilmente esa demanda prosperará y que la Ley 160 no se caerá).
En cuanto a la soberanía alimentaria, nuestras autoridades indígenas promueven la soberanía, pero cuando tratan de aplicarla el Gobierno llega con paquetes de medidas sobre cómo hacerlo.
Entonces el agrónomo o el especialista del Gobierno le dice a la persona cómo cultivar café, que químicos utilizar, etc. En las comunidades indígenas, se consume cada vez más arroz importado y maíz de Canadá, siendo los pueblos de América Latina cultivadores tradicionales de maíz, porque las tierras están ocupadas con la ganadería u otros cultivos como el café.
FSJ: ¿Por qué no hacer un intercambio de saberes entre todas las comunidades y decidir juntos el manejo de los cultivos de la planta de coca?
FP: Hay muchas organizaciones que dicen proteger la madre tierra, pero sería interesante ver sus neveras, de dónde vienen sus productos. ¿compran lo propio o importado de multinacionales?
No hay que quedarse en el discurso. Se ha discutido mucho, pero el problema es la ejecución. Además, el compromiso de cada ser humano con la tierra y consigo mismo, de volver a su entorno cultural y revaluar sus orígenes.
FSJ: En el foro sobre Drogas Ilícitas y proceso de paz, usted invitó a los estudiantes a hacer corrillos de consumo de la hoja de coca y a socializar su uso ancestral. ¿Qué pasó con esa iniciativa?
FP: Pues uno da ideas sobre lo que viene trabajando, sobre su experiencia. Los corrillos, mambiando hoja de coca, fue una de esas ideas porque existe una demanda del consumo de hoja entera. La gente sí está buscando estas iniciativas. Entonces creo que son pasos lentos, pero uno va ahí buscando reemplazar los hábitos de consumo por lo menos dañino, lo más natural aplicado a diferentes temas como el de las adicciones.
FSJ: Los campesinos han sido duramente estigmatizados por el cultivo de la planta de coca. ¿Qué ha pasado con ustedes, persiste la estigmatización o , en cambio, proyectos empresariales y culturales como el suyo y su visibilidad internacional han evitado esa estigmatización?
FP: Ha habido un tratamiento diferencial porque nosotros lo hemos propiciado. Cuando ellos me apresaron, yo reclamé mi derecho como indígena a la cultura y a defender la hoja de coca. Hemos logrado detener la estigmatización contra nosotros, pero el gobierno es más duro con los campesinos. Creo que es cuestión de unirnos para evitar esa estigmatización.
FSJ: ¿Qué estrategias utilizan como comunidad para desnarcotizar y desguerrillerizar el debate sobre los cultivos «ilícitos»?
FP: Ninguna en especial… Promovemos el consumo de la hoja en su estado natural y el respeto por la planta sagrada. Lo que hay que combatir es el clorhidrato de cocaína, no la coca como dijeron las Farc.
FSJ: Discúlpeme Fabiola, pero eso no es lo que dicen las Farc. Consulté la página de la delegación de Paz de las Farc, Noviembre 29, y esto es lo que dicen: «(…) Aspiramos a un país sin coca a la que se le den usos ilícitos; aspiramos a un país con coca para usos alimenticios, medicinales, e industriales, y de reconocimiento pleno y respeto a los usos culturales que nos enseñan nuestras comunidades indígenas ancestrales(…)»
FP: Ah, eso está bien. Creo que este punto va a ser muy duro porque hay muchos intereses en este tema. Muy difícil porque es un debate internacional.
FSJ: ¿Cómo enfrentar desde Colombia ese monstruo global, la guerra contra las drogas que declaró la planta sagrada objetivo de guerra?
FP: Devolviéndole la dignidad y el respeto a la hoja de coca, a los pueblos nativos y que sigamos con iniciativas que promuevan su consumo en la sociedad.
FSJ: ¿Qué tipo de acuerdo, sobre este punto de las drogas «ilícitas» sería satisfactorio para su comunidad, porque el gobierno propone erradicar cultivos?
FP: El gobierno siempre ha propuesto fumigar, erradicar, pero exista o no existan los indígenas la coca seguirá existiendo. Solo un fenómeno natural podría desaparecerla.
La hoja de coca nos verá pasar a todos nosotros y ella estará ahí. ¿Cuántos presidentes de Estados Unidos no han muerto peleando contra la hoja de coca?. La hoja de coca mira como nos peleamos, unos por acabarla y, otros, por defenderla, pero ella sigue ahí. Es más fácil que nos auto exterminemos, como seres humanos, que acabar con una planta, una especie presente en la naturaleza.
Fernanda Sánchez Jaramillo es periodista, magíster en relaciones internacionales y sindicalista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.