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Entrevista con Txarly Brown

«La rumba está más viva que nunca»

Fuentes: Diagonal

Incansable activista y arquéologo musical, Txarly Brown publica ‘Achilibook’, una juerga visual a través de la historia de la rumba catalana, justo cuando Soul Jazz ultima una recopilación sobre este género.

En el inicio fue el ritmo y, en el de esta historia, el bajo trotón de Chaví. Cuando Txarly Brown escuchó ese cañonazo de Peret, sus gafas debieron oscilar como un balancín y una bombilla se posó sobre su cabeza: ¿Te gusta la rumba? ¡Pues perdamos el rumbo!

«Hija de Cuba y de un gitanillo», como la definió el Gato Pérez, no podría esperar un gran trato. La rumba ha atravesado diversos Serenguetis de desprecio: rechazada después del Franquismo en toda la Península Ibérica por africanizada, folclórica, porrompompera, también ha sido menospreciada por determinados sectores catalanistas de calzoncillos almidonados por marginal o cantada en español, y por los propios flamencos, por demasiado viva, luminosa, bullanguera. «Un señor que toque y maneje una guitarra flamenca no es forzosamente un loco por la Feria de Abril, por el Tío Pepe y por las aceitunas con anchoas (…) ni un oportunista comercial», la defendió en su día Francisco Casavella. Su novela El Triunfo, una especie de Hamlet con palmas y navajas, es uno de los pocos libros que galopan a ritmo de rumba. Otro defensor ilustre, de los que se han batido en duelo por esa música genuinamente barcelonesa, nacida en los bares de la calle de la Cera y en las plazas de Gràcia, es Marcos Ordóñez, que publicó su Tal como éramos, una biografía sentimental, rigurosa y libre del Gato Pérez, «el rumbero que incendiaba traseros». Una historia íntima del Rey de la Rumba, Peret. Biografía íntima de la rumba catalana, de Juan Puchades, y alguna otra de nuevas figuras como Sicus completaban la escasísima bibliografía sobre el género.

Pero el tipo que descubrió la música de su ciudad a través de esa línea de bajo, Txarly Brown, activista insobornable, diseñador gráfico y músico, arqueólogo de sonidos oscuros y urraca de todo lo brillante, lleva años paseándola, incluso cuando era una muerta-viva. Desde el ámbito asociativo, desde la organización de conciertos y simposios, con el rescate de estrellas desaparecidas –editando discos fundamentales como Achilifunk: Gipsy Soul 1969-1979 (2007)– y de nuevos valores, en los bares con alegría y, con cierta alergia, en los despachos. Y ahora, al fin, en un libro: Achilibook, biografía gráfica de la rumba en España 1961-1995. Un catálogo imprescindible, con unos textos a veces encabritados, otras casi nostálgicos o incluso esperanzados, y siempre pasionales. Todas las portadas del género, todas las caras y los gestos. El libro de la rumba que tumba.

Comentaba Casavella que en los 80 si te daba por decir que escuchabas música negra, disco, por ejemplo, te corrían a gorrazos por hortera. No quiero imaginar con la rumba…

Casi no podías decirlo. Pero incluso mucho más tarde. Yo la descubrí mucho antes, pero no me obsesioné en condiciones hasta el 2000, cuando me pasaron unas cajas que le sobraban a una radio. Todo era por un complejo de 20 años. Mi familia era atípica: escuchaba a Gainsbourg, los primeros Mike Oldfield, jazz… Si yo llego a salir de la habitación diciendo que me mola Manolo Escobar me matan. A los 16, me compré el primer disco: uno de los Smiths. Vi que, para mí, era una engañifa. Luego un poco de la Movida, aún peor. Más tarde me metí en la New Wave y con 18 años, por fin, descubrí algo realmente potente que me metió una hostia: el ska. Pero todo costó mucho. Pero luego, mira, entre el 96 y el 2002, cuando estaba metido de pleno en la electrónica, incrustaba temas de Los Amaya en mis sesiones y los más jóvenes bailaban. Sólo ponían caras raras los de más de 30, que tenían el complejo.

Pero, en la época de gloria, los locales de la costa catalana de los sesenta enlazaban un tema de Wilson Pickett con otro del Chacho y funcionaba…

Claro, pero porque eran guiris. No estaban condicionados por nuestra mierda de pasado. A partir del año 2000, mueren las tribus urbanas y todo se abre un poco más, con cosas buenas y malas. Ahora te viene un crío y te dice: ponme Camela. Y luego te suelta: y ahora Jeff Mills. Coño, eso era impensable. Cuando yo escuchaba a Jeff Mills me podía estar toda una noche oyendo una puta lavadora.

Con la Transición española, decía un defensor de la rumba, pasamos de ser un país trágico a un país idiota. Amnesia total. Incluso musical…

Supongo que quisieron liberarse del monotema, de las mismas caras en dos canales, y se fueron a por la música anglosajona.

Aunque muchas de las cosas de la Movida acabaron aún más asimiladas que la rumba en su momento.

Les interesó a los sociatas. Querían que no pensáramos que Franco seguía vivo. Teníamos que ser pobres, pero modernos. En plan Tierno Galván: somos todos yeyés y fumamos porros hasta las mil. El tiempo también te da otra perspectiva. Cuando el CCCB le dedicó la expo al cine quinqui, yo dije: muy bien, pero es que a mí me daban el palo cada semana en el Puente de Marina, en sitios donde ahora podrías ir con los billetes en la boca. Pero cuando pasan los años, piensas: joder, era cojonudo: punks, desfasados… a su modo eran libres, hasta que entraban en la cárcel.

Era curioso cómo algunos aluniceros empotraban su coche en las sucursales al grito de viva la libertad.

Es que eran antisistema, pero se les había empujado a eso. Franco hizo un marcaje sociocultural, pero también fue el mayor responsable de meter a mucha gente en barrios marginales.

Y luego está el tema catalán: es el único estilo genuinamente de aquí, pero cantado en castellano.

Mira, el Pujol se puede vanagloriar de decir en un discurso público la palabra gitano en plan despectivo: ¡Que no somos gitanos! Le salió del alma, es normal. Eso te deja claro el tarannà de los cabrones de CiU en el poder durante años: ok, que estén por ahí, pero que no salgan en la foto. Maragall les dio más vidilla, metiéndolos en la ceremonia de las Olimpiadas. Ferrussola [esposa de Jordi Pujol] debía estar cortándose las venas. O igual hasta le hacía gracia.

Siempre pienso que si el flamenco es el blues, la rumba es el soul: bailar para no llorar, para celebrar. Incluso el momento de mayor visibilización vino en dos olimpiadas: México 68, con los puños black power, y Barcelona 92, con Peret abroncando a los atletas rusos por si se caía el escenario.

Estos lazos siempre han surgido, comunidades conectadas sin haber hablado: ¿por qué llevan mullet los abertzales y algunos gitanos? ¿Por qué van al sastre a por el traje perfecto mods de clase obrera y gitanos? ¿Por qué Elvis entrando por el patio de butacas en Las Vegas se parece tanto a Peret haciendo lo mismo en el Cine Padró? Mil razones. De todos modos, decimos que Ramonet es Elvis o Peret, James Brown, y te entenderán cuatro. Eso sí, Barcelona 92 fue un punto de inflexión mediático: lo vieron 500 millones de personas. Ahora eso sólo pasa si lanzas una bomba atómica.

¿Pero cómo se llegó a ese punto? ¿Fue el Gato Pérez, un argentino, el primero que logró derribar fronteras entre payos y gitanos y que leyó bien la jugada?

A ver, él era íntimo del Maragall. Les hizo ver que mostraba otra parte de los catalanes, que siempre parecemos unos aburridos. Trabajó en lo de los juegos y murió poco antes. Pero Maragall aún va a la tienda de un colega a digitalizar los vinilos que el Gato le iba pasando en la época. Fueron la gauche divine de Platería, de Zeleste, los que empezaron a escucharlo…

Gente con dinero, como sucedió en otras escenas como la de la electrónica en el Nitsa.

Sí, como con lo de Sideral ahí. Pero el Gato también supo luchar contra la ultraortodoxia.

La rumba, y Barcelona, surge de visitantes y viajes. El debut de Los Amaya fue posible gracias a unos discos importados por un poli que los metía en una casa de citas, el soul entraba por bases militares, el que más la impulsó no era de la ciudad… Pero, ¿crees que si se celebraran ahora los juegos, la rumba sería su banda sonora?

No lo sé, quizás sí. Pero es que, ¿qué coño van a usar? Cuando envían a grupos catalanes fuera y eligen a un cantautor folk torturado de Girona, las risas de Estados Unidos se oyen hasta aquí, nen. Allí ya tienen a cualquier pavo con un banjo en un cobertizo haciendo eso. Llévales algo nuestro, que flipen.

De hecho, el Gato Pérez decía que una vez escuchó a unos gitanos y vio cómo, de forma natural, tocaban todos los estilos que él había tenido que estudiar casi como un académico… Además, sus canciones son la crónica de otras Barcelonas.

Es que lo del mestizaje que se le atribuye a Manu Chao es mucho más el Gato. Para hacerse mestizo pasó por muchos más estilos. Con los gitanos se iluminó: como interprete era justito pero escribía que te cagas. Pero la cosa se tiene que mezclar realmente. Mira, los gitanos del Portal y de la Cera piensan que están por encima porque salían en la tele, pero los de Gracia, fíjate en una cosa, se han vinculado en el tejido urbano, así que ahí siguen, presentes en la vida del barrio, su asociación aún funciona. Los otros han desaparecido.

Sí, pero en el barrio de los del Portal, es de donde surgió toda la cosa mestiza, el Sonido Barcelona.

Hombre, el Ayuntamiento se apropia de todo. Porque esta ciudad es puro marketing. El Sonido Barcelona tenía poco de mestizaje, hacían una de cada: una de ska, un reggae, una brasileña, una cumbia, una mierda seca y una rumba… Y todas mal.

Pero esa música sirvió como banda sonora, y no digo que fuera culpa de las bandas, de todo lo que han hecho con el barrio, del tiendeo del Yo Ravaleo a la Rambla del Raval, ahora copada por turistas e inmigrantes en situación precaria y con rentas antiguas del Chino presionadas.

Sí, pero mira, con la de pakis que hay, ¿cuántos hay tocando en alguna banda? Era más una postura de somos globales o mestizos. Gran parte de esa música sigue la fórmula y el patrón de Barcelona: nos indefinimos del todo y luego vendemos cosas como el buen rollo. A las instituciones les interesa que cada año salga un grupo que llaman mestizo, para vender la multiculturalidad.

Peor es cuando lo llaman World Music…

Bueno, eso sí me cabrea: es el gran insulto de los ingleses. Toda esta tienda es lo que hacemos aquí y toda esa morralla, que ves en esa cubeta allí abajo escondida, es lo que hace el resto del mundo, los chimpancés. Es una etiqueta basura: un estilo es una mierda hasta que no te señala Damon Albarn con el dedo.

Pero David Byrne señaló la rumba…

Sí, como «el eslabón perdido de no sé qué», no sé en qué pensaría…

Y ahora se está cociendo una recopilación en Soul Jazz.

Sí, yo he estado implicado y no veas cómo ha costado. Llevamos con la broma desde el 2007. Me consta que el capo descubrió la rumba por el Achilifunk. El Indio, el batería de Vetusta Morla, le ofreció ayuda. Pero es que los sellos aquí sólo ponen problemas. Vendían los derechos por un dineral y no le salía a cuenta. El problema es que no les gusta la música, no ven lo que puede suceder con un recopilatorio así.

Pero finalmente saldrá…

Sí, porque pensé: ¡a tomar por el culo! No pueden bloquear esto después de 25 años. Le pasé al Indio los teléfonos personales de los cantantes y ahora sale todo por la mitad.

A veces la jugada es muy algo perverso. Pasó con lo de la Cumbia. No le hacían ni caso y vino un sello de Brooklyn, sacó el Roots of Chicha, Psychedelic Cumbias from Perú y entonces las clases con dinero lo descubrieron. Es casi como fabricar unos pantalones, enviarlos a EE UU a que les pongan la etiqueta y luego pagar mil veces más.

Esto pasó aquí a finales de los ochenta, cuando nos dio por ponernos calientes y latinos. Teníamos revistas y asociaciones y bandas. Todo esto ya se sabía. Pero hasta que no fue Ry Cooder con su puta guitarrita y lo descubrió, no pasó algo tan grande. Ha sucedido con todo, con la electrónica, por ejemplo, puede salir algo en Francia o Alemania, pero los anglosajones lo pillarán y dirán que lo descubrieron y lo hicieron mejor.

Reciben la bendición. Eso pasa con otros géneros. La rumba de gasolinera no, pero el flamenco…

Me flipa ir a Andalucía y que me presenten a los licenciados, los que escriben, como en el siglo XVI. Pero esos me caen bien. Lo que llevo peor es que entonces todo se vuelva sagrado: que vayas a ver flamenco y pidan silencio. Yo flipo. Esa no es la forma de entrar en la música. Hasta que no lo pusieron negro sobre blanco nadie se lo tomaba en serio, era música de monos, y mira ahora: patrimonio de la humanidad y no puedes casi ni hacer ruido.

Con la rumba se podría hacer. Las historias de los rumberos son aún más bestias que las de Bebo Valdés o Sixto Rodríguez. Tú conoces sus casas y sus vidas y son historias delirantes…

Es su idiosincrasia. Les vas a pagar un bolo en el bar donde están jugando a cartas. Y sabes que esa pasta no subirá a casa aunque tengan la nevera vacía. Se la pulirán ahí mismo en una pizzería. Pero son naturales, no están tan preocupados por el futuro como los payos. Si se tienen que mear en una piscina o follarse a una farola lo hacen. Yo envidio muchas veces esa libertad, pero para montar giras es complicado. Si los sueltas en Nueva York con pasta, aquello sería una jauría de chacales. Pero en cierto modo es bonito que sean así.

Pero la rumba no va a morir con las grandes leyendas de los sesenta y setenta, ¿no?

No, para nada. Está más viva que nunca. Primero que hay muchos payos haciendo rumba, me da igual que los tilden de chandaleros. Y luego hay unas cuantas familias, los hijos y los nietos de los primeros han seguido. Mira, el otro día fui al Museo de la Cera con mi hijo y también con uno de ellos. El mocoso vio la estatua de Serrat, que tenía una guitarra, y con cinco años la pilló y no veas qué arte se gastaba. Mi hijo no sabría ni qué hacer con ella.

¿Peret tiene estatua?

Sí, lo que pasa es que como la guitarra es de verdad se está curvando la cera hacia adelante. Es una risa. De hecho, yo el otro día ofrecía 1.000 pavos a quien se animara a robarla y me la diera.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/20756-daban-palo-cada-semana-puente-marina.html