Dicen que la universidad es un espacio de debate y opinión, de crítica y de transformación social. Pero, nuestra experiencia como estudiantes nos muestra con claridad que la universidad actual se caracteriza principalmente por transferir aquellos conocimientos y capacidades que se consideran como ‘necesarios para la sociedad’, es decir, para formar personas que sean útiles […]
Dicen que la universidad es un espacio de debate y opinión, de crítica y de transformación social. Pero, nuestra experiencia como estudiantes nos muestra con claridad que la universidad actual se caracteriza principalmente por transferir aquellos conocimientos y capacidades que se consideran como ‘necesarios para la sociedad’, es decir, para formar personas que sean útiles para lo que la economía requiere en cada momento histórico.
Lo que creo que tiene mucha influencia en las clases es la insistencia del mercado en la disminución de costes, en que lo principal es el rendimiento económico. La industria alimentaria se ve como una industria más, que en parte lo es y en parte no, porque estamos hablando de alimentos. Un ejemplo: si se defiende la calidad organoléptica es porque con ella se consiguen mejores beneficios, no porque sea más saludable o de mejor calidad. En una charla se explicaban nuevos métodos de conservación a base de impulsos eléctricos que recibían los alimentos. La misma persona que daba la charla hizo el siguiente comentario: «la investigación se encamina a producir comida para vagos». Este comentario lo justificaba con que el mercado va encaminado a esto, a la comida preparada. En definitiva, todo está regido por la demanda del mercado y éste por las empresas. Cuando preguntas sobre otras posibilidades te tratan como: «en qué mundo vives….». Dolors, Estudiante del grado en ingeniería agraria especializada en Industrias alimentarias.
Este enfoque tecnicista que se encuentra en prácticamente todas las áreas de la educación superior lleva a considerar como ‘neutrales’ y ‘objetivas’ unas ideas que realmente no lo son, reproduciendo así la lógica del stablishment de una forma disimulada y sin que muchas y muchos de nuestros compañeros sean conscientes.
Por otro lado la rigidez de la estructura curricular y académica, que gran parte del profesorado sigue de forma metódica dificulta el debate y obstaculiza la oportunidad de formarnos no solo en conocimientos, sino también en valores.
«Cuando se realizan preguntas en clase sobre ecología u OMG el profesorado tiene un diálogo muy «cuidado» para no entrar en ello, para no «mojarse». Siempre recomiendan practicar agricultura integrada o agricultura convencional y no agroecología. No te facilitan el conocimiento ecológico, ni la motivación sobre éste. En cuanto a variedades autóctonas, no se habla nada. Todo lo encaran a las variedades y razas modificadas o comerciales. Hay que decir también que depende de la persona, hay profesores que se les ve muy marcada la influencia de una multinacional detrás.» Pau, Estudiante del grado de ingeniería agraria y alimentaria, especializado en producción agraria y productor de hortícolas en Valencia.
También nos encontramos con un tercer factor que actúa contra la esencia de la universidad: la compartimentación del conocimiento, aceptada como dogma durante muchos años y que ha llevado a planes de estudio que atomizan el conocimiento científico y que, unida a la rigidez curricular antes comentada, hace casi imposible la generación de los espacios de encuentro transdisciplinar necesarios para conseguir una visión realmente holística e integrada en los problemas que habremos de afrontar.
No es normal que en la primera clase de fruticultura el profesor suelte una frase como ésta: «Los transgénicos permiten hacer un producto a la moda, si por ejemplo están de moda las manzanas con pulpa rosa, pues se pueden hacer manzanas con pulpa rosa». Es una vergüenza que se digan cosas como ésta. Hice un trabajo sobre la mariposa monarca y la influencia del cultivo de maíz transgénico en el cinturón del maíz en EEUU y Méjico, porque había estudios que demostraban que la mariposa se veía perjudicada por éste. Sin embargo, una serie de estudios en contra y defendidos por lo que llaman la comunidad científica (que no es más que un grupo de científicos vendidos a las grandes empresas y multinacionales) para mis profesores eran mucho más válidos. No me quise quedar allí y busqué las personas que habían llevado estos estudios: pertenecían a Monsanto y otras multinacionales, o habían formado parte de ellas o habían estado o estaban dentro del gobierno de EEUU. Se supone que era un trabajo de investigación o búsqueda de información, pero ellos tenían muy claro lo que querían que dijera. ¿Por qué en clase no se habla de todo el alimento que se tira por temas de mercado, de las jugarretas capitalistas y de la asfixia que supone para el agricultor competir en un mundo tan globalizado? ¿Por qué no se habla de los problemas que ha supuesto el monocultivo? ¿Por qué no se habla de los problemas derivados de la revolución verde? El profesorado se está convirtiendo en publicista, más que en educadores. Gabriela, Estudiante de ITA, especializada en hortofruticultura y jardinería.
Estos factores, entre otros, hacen que la realidad de las universidades sea muy diferente de la que muchas y muchos pensamos debería de ser. Irónicamente, esta institución pública atada a su propia estructura y que debería ser crítica, hace precisamente lo contrario. Y todo esto se hace muy evidente ante paradigmas alternativos como el de la Soberanía Alimentaria.
Las características de complejidad, de potencial revolucionario, su crítica a las lógicas establecidas son las que hacen que la Soberanía Alimentaria no se aborde en las aulas, quedando relegada en el mejor de los casos a un simple concepto a definir o como una ‘lectura recomendada’.
Que la Soberanía Alimentaria o la Agroecología sean una realidad en expansión y de referencia para muchos movimientos y población tampoco está, de momento, haciendo que su pensamiento se incorpore en carreras que, es obvio, las deberían de tratar con mayor concreción, como Veterinaria o las Ciencias Agrarias, ni en estudios más interdisciplinares como las Ciencias Ambientales o la Geografía. E, insistimos, cuando se incluyen se hace de forma compartimentada y aislada, sin entender los desafíos pedagógicos que implica tratarlas en profundidad.
Esta es la opinión de un alumnado inconformista, despierto, que ha tenido la suerte de encontrar unas grietas de pensamiento crítico. Jornadas como las celebradas en la Universidad Autónoma de Barcelona a finales del pasado año 2013 ayudan a conseguir más masa crítica y remover el pensamiento de compañeras y compañeros. También para conocer a aquellas personas que ya hace tiempo luchan por las mismas utopías, para compartir experiencias y acumular conocimientos y prácticas. Realizar las jornadas en el marco de la universidad pero fuera de su lógica nos hizo reflexionar sobre cuál es la realidad de nuestras facultades.
Y es a partir de la constatación de la situación actual de la universidad que creemos que urge mover ficha en otras direcciones. Hay que buscar formas de conectar al profesorado crítico con el alumnado más implicado, motivar a las y los estudiantes para que se planteen qué hay más allá de la estructura dominante y crear espacios de conocimiento compartido y horizontal.
Estos son los objetivos que comparten Ambient Crític, l’Hortet de l’Autònoma y tantas otras iniciativas similares. Pretendemos forjar un debate entre nuestros compañeros y compañeras de pupitres y, más que emitir argumentos, aprender cómo contrastarlos y fortalecerlos. Queremos autoformarnos y aprender no sólo de la academia sino también de otros agentes de la sociedad (activistas, organizaciones sociales, campesinas y campesinos, etc.) tejiendo esas alianzas que desde la soberanía alimentaria se demuestran imprescindibles.Y lo queremos hacer desde espacios asamblearios, en colaboración con otras instituciones estudiantiles y del profesorado, poniendo en las pizarras las diferentes formas de razonamiento y visiones que puedan existir sobre un mismo tema, contra el pensamiento único.
El camino hacia nuevos paradigmas de aprendizaje está lleno de dificultades y es posible que mientas tanto surjan otros espacios para desarrollar las tareas mencionadas, pero la universidad continúa siendo un lugar esencial donde desarrollar lo expuesto y tiene un enorme potencial. Creemos firmemente que vale la pena luchar por reivindicar los valores de la opinión, el debate y la crítica radical.
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