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Pensamiento complejo frente al dogma

La científica Janine Guespin-Michel defiende la complejidad frente a la expansión de los irracionalismos

Fuentes: Rebelión

En su día Ignacio Ramonet popularizó la acuñación «pensamiento único». Más tarde, viendo la evolución de las cosas, Saramago dio un paso más y se refirió al «pensamiento cero». Queda luego el «pensamiento crítico», que podría entenderse como un cuestionamiento de la realidad oficial, como una forma de alumbrar las ideas y hechos que los […]

En su día Ignacio Ramonet popularizó la acuñación «pensamiento único». Más tarde, viendo la evolución de las cosas, Saramago dio un paso más y se refirió al «pensamiento cero». Queda luego el «pensamiento crítico», que podría entenderse como un cuestionamiento de la realidad oficial, como una forma de alumbrar las ideas y hechos que los poderes establecidos ocultan. O también como una manera de oponer la razón crítica al irracionalismo, los fanatismos religiosos o los dogmas y oscurantismos de todo jaez (incluidos los económicos).

Algunos autores señalan que hoy es más necesario que nunca, frente a los integrismos en sus múltiples gamas, un nuevo tipo de racionalidad. Lo fundamental: que incorpore la idea de «complejidad». Es decir, que ante cualquier objeto de estudio, priorice el análisis más que de los elementos en sí, de la interacción entre los mismos. Porque el pensamiento dominante en la actualidad funciona de modo rígido, a partir de esquemas binarios, lineales y a menudo estáticos. Se trataría, por tanto, de pensar en términos complejos, más en función de «posibles» que de certezas.

Los patrones vigentes, maniqueos y de una pieza, «pueden conducir al racismo, al integrismo religioso, a las políticas de austeridad económica o incluso al fatalismo; Thatcher -cuando se refería a sus ‘contrarreformas’- clamaba el célebre ‘no hay alternativa'», explica Janine Guespin-Michel en una conferencia organizada por la Academia de Pensamiento Crítico, el Foro de Debate Marxista y Marx desde Cero.

Janine Guespin-Michel es catedrática emérita de microbiología den la Universidad de Rouen y antigua alumna de la Escuela Normal Superior de Sèvres. Ha dirigido laboratorios de micrología básica y aplicada en la universidad de Tecnología de Compiègne y en la de Rouen. Tras su jubilación, se ha iniciado en la dinámica de los sistemas no lineales y en el trabajo interdisciplinario con físicos, informáticos y filósofos. Además, Janine Guespin-Michel forma parte del equipo de Ciencia de la Fundación Espace-Marx y ha coordinado-escrito libros como «Emergencia, complejidad y dialéctica» o «La ciencia, ¿para quién?».

Frente al hieratismo oficial, el pensamiento complejo, entre cuyos grandes mentores destaca Edgar Morin, propone los conceptos de «desorden», «incertidumbre», «sistema», «retroalimentación» y «autoorganización», junto a la importancia del rol del observador. Janine Guespin-Michel avanza más aún y propugna un «pensamiento de lo complejo enraizado en la lógica dialéctica» que camine de la mano de la lucha política. Se opone, de este modo, al pensamiento dominante, de carácter simplista, dualista, estático y estrictamente determinista. También propone que las ciencias de la complejidad puedan «desarrollarse libremente» y formen parte de la educación básica de los escolares.

¿Por qué la lógica dialéctica agregada a la complejidad? Viene a decir la dialéctica tradicional que las contradicciones no constituyen un defecto de la comprensión o un fallo lógico, sino que se dan siempre que hay movimiento e interacción y, además, implican transformación. «Si la dialéctica aborda las contradicciones, la dialéctica marxiana aborda contradicciones materiales reales, no puramente formales y especulativas», afirma la científica francesa. Ésa es la ventaja. Así pues, «una contradicción no supone un error lógico, sino un problema que debe ser resuelto».

Lo complejo es compatible con exposiciones claras. Más aún, «son las explicaciones complejas las que más se acercan a la realidad», apunta Janine Guespin-Michel. Ocurre, sin embargo, «que muchas veces la ideología dominante pone obstáculos al poder de comprensión de las personas; se promueve la confusión y, además, hay una tendencia a subrayar lo que es enorme (con grandes cifras y bancos de datos) y presentar como muy complicadas -que no complejas- cosas que finalmente son muy simples», afirma la catedrática.

La complejidad en el campo de la ciencia se enfrenta a múltiples obstáculos. En primer lugar, apunta la científica, a impedimentos ideológicos. «La complejidad no encaja bien en la ideología individualista-competitiva y, sobre todo, los científicos no son inmunes a estas matrices ideológicas». Además, la complejidad es el reverso del modo común de pensamiento: dual, estático y a veces denominado cartesiano. Se dan también obstáculos de carácter epistemológico, en torno a nociones como el «surgimiento», la «causalidad circular» o el «determinismo impredecible. Esto ha derivado en polémicas (con los científicos «reduccionistas» y con los «holistas»), incomprensiones e incluso, según Janine Guespin-Michel, «el rechazo total de la complejidad».

¿Cuáles son las principales consecuencias de estos obstáculos? Según la catedrática, «las ciencias de los sistemas complejos se hallan confinadas en institutos muy específicos y con pocos recursos». Pero más importante si cabe, las investigaciones están claramente sesgadas a favor de asuntos que realmente interesan al capitalismo neoliberal. Por el contrario, se ignora la complejidad en la mayoría de los planes de estudio, incluso en la universidad y en disciplinas como las matemáticas, la química o la biología. Pero tampoco se incorpora la complejidad a las ciencias sociales/humanas (historia, psicología, etcétera).

Las barreras económicas tampoco son asunto menor. En materia de ciencia e investigación, en Europa ha hecho fortuna la acuñación «Economía del Conocimiento». Esto no significa más que los intentos del capitalismo neoliberal de apropiarse de los resultados de la ciencia y dirigirlos hacia áreas que le produzcan beneficio económico. Y todo ello con la connivencia de la Unión Europea y los estados, «que son quienes establecen las políticas de investigación, no los científicos», señala Janine Guespin-Michel. La científica ha demostrado, con los colaboradores con los que investigaba para un libro sobre la UE y las «Ciencias de la Vida», que la Unión Europea (y la «economía del conocimiento») priorizaban las metodologías «reduccionistas» en lugar de la complejidad. Lo mismo ocurre, agrega la autora, con los Programas Marco de Investigación y Desarrollo de la Unión Europea.

Jannine Guespin-Michel explica la complejidad a un público no especializado con el ejemplo de los Sistemas Dinámicos No Lineales (SDNL), que aunque no representan a todos los sistemas complejos, sus propiedades se encuentran en la mayoría de estos. La idea de «sistema» hace referencia a un conjunto de elementos y sus interacciones. «Dinámico», porque el sistema se transforma por la acción y la interacción entre los elementos. Pero lo decisivo es la «no linealidad». Ello significa que los efectos de las interacciones no son proporcionales ni aditivos, es decir, no existe la proporcionalidad entre la causa y el efecto. Así, una pequeña causa puede producir efectos enormes. Además, considerado un punto fijo, hay muchos comportamientos posibles, que varían según el punto del que se parta (si se modifica ligeramente el punto de partida, los efectos pueden ser absolutamente diferentes). La complejidad. Un pensamiento complejo que camine de la mano de la lucha política.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.