El tiempo es desgarrador, cuando se trata de encontrar los familiares desaparecidos. La búsqueda por parte de los familiares desaparecidos bajo, la violencia sistemática originados por diversos contextos y gobiernos represores en América Latina, es inexorable. En ello, Colombia aún reposa en los cimientos de lo in-temporal. Hoy un tiempo llevado a los confines del […]
El tiempo es desgarrador, cuando se trata de encontrar los familiares desaparecidos. La búsqueda por parte de los familiares desaparecidos bajo, la violencia sistemática originados por diversos contextos y gobiernos represores en América Latina, es inexorable. En ello, Colombia aún reposa en los cimientos de lo in-temporal. Hoy un tiempo llevado a los confines del olvido. Es el nuevo paradigma del tiempo que nos obliga a escrutar, donde estará la memoria del olvido? Dónde está el desaparecido, el NN, el buscado? – Aunque queramos o no admitirlo, existe un trazo fino entre el tiempo y la memoria del presente. Un presente acucioso que por razones ajenas, no desea entrar, seguramente en el olvido que seremos. El ayer -que no es más que el hoy, bajo un desgarre del tiempo cronológico. No es un escepticismo, ni una bruma ecléctica, es el trazo del tiempo operativo donde debemos ahondar para repensar en el desfavorecido slogan del: ¡Nunca más!
En toda representación que nos hagamos del tiempo, en los discursos que definamos y representemos el tiempo, el hombre se halla inmerso en un tiempo ulterior, que no puede quedar agotado en un discurso o representación. El hombre produce un tiempo ulterior que no corresponde en sí, a un tiempo cronológico que le impide definirse y representarse. Es un tiempo que no coincide, no hace parte de una representación o una yuxtaposición de acontecimientos. Es un tiempo dentro del tiempo, es el tiempo interior que mide el desfase del hombre con su tiempo.- es mi ser desfasado y no coincidente con respecto a mi representación política. Esto ofrece una dimensión de comprender en donde estamos y la búsqueda que se debe ahondar por el desaparecido y aún más por la memoria del olvido.
Bajo este signo, retomo la intervención de 1987 del defensor de Derechos Humanos- el médico Héctor Abad Faciolince- asesinado el 25 de agosto de 1987 en Medellín- que escribe precisamente sobre el desparecido, el NN, como un indicio de un tiempo aún por descifrar…
Sara Leukos
Ninguna respuesta, ningún indicio, ninguna esperanza [1]
La desaparición forzada de los detenidos políticos se inició en la Alemania nazi para atemorizar a las poblaciones de los países ocupados que pasaban a ser, para su familiares y amigos, sólo fantasmas en la noche y en la niebla, cuyas iniciales conforman el fatídico N.N. de aquellos cuerpos cuya identidad nadie conoce.
Este horrendo delito, el peor que institución o persona alguna pueda cometer, pasó de la Alemania nazi a la Italia Fascista a la España Fran quista y de esta nuestra atormentada América Latina, empezando por el Cono Sur, saltando a la América Central y llegando a Colombia, por Barranquilla, con la desaparición, por parte de la policía nacional, hace 6 años, de la bacterióloga antioqueña Omaira Montoya Zuluaga , de quien tantos años, ni su madre, ni su familia, ni sus hermanos, ni sus amigos volvieron a saber nada hasta que se descubrió que había sido torturada y arrojada al mar. Con la sanción a quienes lo hicieron ¡de quince días de suspensión en sus cargos!
La angustia constante, indefinida, permanente, inacabada, de la familia Montoya Zuluaga, que inició la serie ignominiosa de desapariciones forzosa de detenidos por órganos de la fuerza pública, directamente, o por grupos tolerados y a veces instigados por ésta, es los que nos tiene reunidos aquí. Los centenares de madres, de padres, de hermanos, de familiares que han tenido que sufrir el viacrucis de no saber en dónde están, de no saber que se han perdido en la noche y en la niebla sus seres queridos , son los nos reclaman a los colombianos que no hemos sufrido tamaña desgracia -pero que comprendemos , sentimos y hemos sido testigos del gran sufrimiento que las desapariciones forzadas de detenidos conlleva -nos reclaman, repito, que hagamos algo para que esta cadena se detenga, para que no haya un solo desparecido más en nuestra patria, ni en ningún otro rincón de la Tierra.
Sabemos muy bien que este fatídico delito de las desapariciones forzosas de los detenidos ha sido impuesto por la llamada política de seguridad que el Pentágono ha establecido en nuestra América Latina, para impedir que nuestros pueblos se independicen de las coyunturas económica y militar que pretenden imponernos por la fuerza y para siempre. Pero tenemos la esperanza de que la nueva política de paz del gobierno que se inicia y que uno deus partes afirma: «Mantenimiento por parte del gobierno, de una razonable y confiable política de orden público, seguridad y justicia, dentro de un estricto respeto a los derechos humanos y a las garantías ciudadanas«( pág. 118 del libro «Hacia y una Nueva Colombia » del Dr. Virgilio Barco) sea respetada por todas las autoridades civiles y militares de la República.
Estamos aquí para denunciar ese horrendo delito, para rechazarlo para hacer pública la angustia, la desesperanza, el martirio que éste significa para los familiares y amigos de los desparecidos y para toda conciencia con un mínimo siquiera de conmiseración humana por le sufrimiento de su congéneres. Que no vuelva a ocurrir este delito, ni en Colombia ni en ningún otro lugar del mundo, que podamos decir ya, sin ninguna duda, como lo dijo Sábato en la Argentina con el nuevo gobierno: ¡Nunca más, nunca más, nunca más!
[1] Este título corresponde a la intervención de Héctor Abad Gómez en la instalación del Foro Nacional por los desaparecidos, Medellín, 1986. Realizo transcripción textual del documento: Magazín Dominical del Espectador. No 244, Noviembre 29 de 1987. El profesor Héctor Abad Gómez, había sido asesinado el 25 de Agosto de 1987.
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