El 11 de abril pasado, el presidente de Colombia en su condición de candidato a la presidencia declaró a la radio que «las fuerzas del Estado conocen dónde está (el comandante de las Farc) Timoleón Jiménez», y a renglón seguido dijo que, «antes de ordenar un ataque en su contra, lo pensaría dos veces». Un […]
El 11 de abril pasado, el presidente de Colombia en su condición de candidato a la presidencia declaró a la radio que «las fuerzas del Estado conocen dónde está (el comandante de las Farc) Timoleón Jiménez», y a renglón seguido dijo que, «antes de ordenar un ataque en su contra, lo pensaría dos veces».
Un poco más tarde, los dos representantes máximos del militarismo colombiano el ministro Pinzón y su subordinado el general de la policía Palomino, lo contradijeron feamente, recordándole que la orden que tienen es «capturarlo para ponerlo a disposición de la autoridad judicial de nuestra patria. Si se resiste y nos dispara le disparamos, pero la obligación nuestra es capturarlo».
¿Quién miente: el Presidente o el candidato o ambos, que son una misma persona?
Si fuera cierto que, las fuerzas del Estado citadas por Santos tuvieran ubicado a Timoleón Jiménez, hace mucho rato ( como decimos en Colombia) lo hubieran aniquilado, como hicieron aquel inolvidable 4 de noviembre de 2011, con el «anciano, casi ciego y desarmado» llamado Alfonso Cano, a quien dos mil ( 2.000) soldados élite aero-trasportados aniquilaron porque lo encontraron confiado de que habiendo iniciado conversaciones de paz con el presidente Santos, este le respetaría la vida y no iría como lo hizo ( ebrio de Wisky) a presentar su cráneo vacío a su jefe de la CIA quien dirigió la operación; como después se vino a saber por un periódico gringo que lo chismoseó.
No hubiera tenido que mentir doblemente, ni como presidente ni como candidato, de que lo pensaría dos veces; porque está claro que no hubiese necesitado usar la función de su pensamiento, ni siquiera una vez y mucho menos dos veces, como se lo recuerda contundentemente el general Palomino: La obligación de ese Estado que dirige es capturar a Timoleón donde esté y si dispara…..
Para quienes escucharon a Santos, también quedó claro que se trataba de una declaración para recoger votos ingenuos hacia su reeleción, tratando de pasar (como si fuera una mano de póker) de la terrible pero más que todo «creíble» amenaza pública lanzada por Uribe Vélez, que «Santos no llegaría a la primera vuelta electoral»; Porque conociendo los métodos mafiosos y lumpenescos del señor de las tinieblas, no es difícil creer que un atentado efectivo, con mercenarios internacionales bien pagados, contra la vida de Santos se esté urdiendo. Esto sí que merece gastar dos neuronas para pensarlo dos veces.
Dos veces también merece que Santos piense (si le es posible) sobre los últimos Informes de los Derechos Humanos en Colombia que han presentado (pese a la viaraza de Angelino) varias organizaciones una de ellas la Cruz Roja colombiana, y por sobre todo, pensar en la posibilidad ya no de decretar el manido cese al fuego bilateral, sino a la urgente necesidad de llegar a acuerdos con las Insurgencias tanto de Las FARC como del ELN sobre el DIH y sobre «acuerdos humanitarios bilaterales concretos» tales como, el desminado, uso de explosivos y armas no convencionales, reclutamiento de menores, o algo tan elemental pero tan inhumano como el tratamiento en hospitales a los guerrilleros presos quienes se pudren a morir en las mazmorras del régimen.
Esas si serían verdaderas acciones de paz que, posiblemente harían irreversible el proceso de la Habana e innecesarias las amenazas de patear la mesa de diálogos, aniquilando a propósito a Timoleón Jiménez.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.