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La izquierda encajonada y neutralizada

Fuentes: Rebelión

El sistema político español está diseñado para que la izquierda transformadora sea un espacio testimonial y residual, una hermosa flor roja a modo de verso suelto que dé lustre al bipartidismo de PP y PSOE. La ley electoral y el imperio mediático son corsés que obstaculizan que la contestación social se convierta en votos populares […]

El sistema político español está diseñado para que la izquierda transformadora sea un espacio testimonial y residual, una hermosa flor roja a modo de verso suelto que dé lustre al bipartidismo de PP y PSOE. La ley electoral y el imperio mediático son corsés que obstaculizan que la contestación social se convierta en votos populares y escaños parlamentarios.

La transición posfranquista fue perfecta en ese sentido, el más importante para el nuevo modelo de Estado: impedir que la política se desborde por la izquierda real. La operación IU intentó tapar las siglas PCE y realizar un salto adelante que supusiera una alternativa a la socialdemocracia representada por el PSOE, pero décadas después vemos que resulta imposible mover los cimientos de la estructura capitalista en España y también en sus comunidades autónomas. Hasta los que se opusieron al nacimiento de IU, tiempo después desembarcaron en el PSOE, la casa grande donde van a morir o sestear los sueños históricos de la izquierda española.

IU tiene adversarios y enemigos muy poderosos, tanto en su seno como fuera de la organización. Siempre se encuentra en tensión, siempre ligeramente al alza pero sin alcanzar cotas adecuadas para resquebrajar la hegemonía del PSOE. Las fuerzas centrífugas y centrípetas que presionan alrededor de Izquierda Unida sirven para mantenerla en una inestabilidad estratégica inducida a propósito.

El PSOE utiliza las siglas de IU a conveniencia: el caso más paradigmático es ahora mismo Andalucía. Cuando la calle conecta con IU o viceversa, el PSOE no tiene más remedio que mover ficha para distraer la atención de la opinión pública a contenciosos nimios y coyunturales. Hay que segar cualquier iniciativa que otorgue presencia y protagonismo a IU, sea como sea, a cualquier precio, incluso la ruptura si ello fuera preciso para que las aguas no ahoguen el pacto indeleble de la transición monárquica.

Tampoco ayuda a IU la estrecha unidad de acción por arriba entre CC.OO. y UGT plasmada en la denominada Cumbre Social. Esa unidad estratégica se está viendo desbordada por las diferentes mareas que vienen ocupando la calle en los últimos años. De momento no tienen expresión política, sin embargo denotan que algo falla en la estrategia de los dos grandes sindicatos mencionados. A ras de fábrica, tajo o empresa, esa unidad de acción programática hace fisuras muy a menudo, lo que deja entrever que bases y direcciones no guardan una sintonía o armonía tan ideal como pareciera a primera vista.

CC.OO. y UGT han convocado huelgas generales con desgana, sin creer en ellas, obligados por las circunstancias, a la espera de que un nuevo ciclo capitalista alcista permita retomar una negociación colectiva hoy en horas bajas y regresar al bienestar del reparto más o menos equitativo entre las rentas laborales y los beneficios empresariales. Lo que se obvia es que el escenario sociopolítico ha cambiado de forma radical: la precariedad existencial abonada por el neoliberalismo ha roto el mecanismo de representación institucional entre sindicatos tradicionales y la clase trabajadora en su conjunto, sobre todo las capas más desfavorecidas, en paro o con empleos basura temporales o a tiempo parcial.

El zarpazo neoliberal ha encajonado y neutralizado las aspiraciones de la izquierda transformadora o revolucionaria, dejándola a la intemperie sin discurso propio original, solo a remolque de la agenda marcada por las derechas e izquierdas asimiladas al sistema parlamentario occidental. IU es el ejemplo más notorio de la situación descrita. ¿Qué hacer pues? ¿Dialogar con las mareas ciudadanas o tomarse unas cañas con las necesidades tácticas del PSOE? Terrible dilema.

Los bombardeos mediáticos contra la coalición Izquierda Unida se van a recrudecer en las próximas semanas con mensajes a diestra y siniestra y francotiradores apostados en las esquinas más traicioneras de la realidad política y social.

Al clásico fuego amigo de la nueva izquierda de toda la vida, los adalides más cercanos a las posiciones rosáceas del PSOE, se están uniendo huestes personalistas con ademanes impostados del 15M que dividirán aún más el voto electoral contra IU, mientras el PSOE jugará el rol de la única izquierda posible, con palabras sonoras y extremistas para embaucar al electorado potencial de la clase trabajadora al tiempo que pactará entre bambalinas con el PP los asuntos de profundo calado político. En cuestiones económicas estructurales de fondo, las políticas de socialdemócratas y derechistas vienen dictadas por el FMI, Bruselas, Washington, la OTAN y el Banco Central Europeo. Por eso, ya se oyen voces autorizadas desde diferentes esferas financieras y políticas que solicitan un gran acuerdo entre PP y PSOE para parar y reducir a cenizas la movilización social en aumento.

IU tendrá que enfrentarse en breve a contradicciones colosales. Igual que la clase trabajadora. ¿Depositar por enésima vez el voto útil/inútil en las alforjas del PSOE? ¿Probar con candidaturas de nuevo cuño sin bagaje político? ¿Apostarlo todo a IU? ¿Abstenerse y reforzar al PP?

El PSOE no va a moverse ni un ápice de su trayectoria habitual: solo con esperar ya le es suficiente. La cobertura mediática solo tiene ojos y espacio para el duelo consabido entre ellos mismos y el PP. El PSOE únicamente habrá de cuidarse de que la abstención no sea desmesurada y pueda operar en su contra.

Para IU, la situación es bien distinta. Abrirse un hueco o rendija de luz tenue entre la maleza de la comunicación cotidiana entraña un reto de enorme envergadura. No puede competir con el PSOE y además su rango particular se encuentra aprisionado por las formaciones neófitas que hacen sombra a su mensaje público. A ello hay que agregar las trifulcas domésticas de baja intensidad que drenan su capacidad de influencia y maniobra.

Dentro de IU hay personalidades y grupos minoritarios que en todo momento quieren pactar con el PSOE, una alianza de orden natural anclada en mitos modernos y tabúes añejos, sin analizar que el PSOE, más allá de su historia en origen, hace décadas que ha mutado ideológicamente hasta convertirse en un ente capitalista genuino y sin vuelta atrás. Dentro de la no beligerancia de CC.OO., también hay corrientes muy sólidas y fuertes que indican sin expresarlo a viva voz el camino hacia el PSOE, la única trayectoria homologable en el panorama actual a las inquietudes ideológicas conservadoras de la izquierda permitida por las elites y los poderes fácticos desde los Pactos de la Moncloa y el hundimiento electoral del PCE. El periodo ultra del amigo de Aznar, Fidalgo, mejor ni mentarlo, aunque todavía queden señuelos agazapados de su estela por algún rincón de CC.OO.

En el terreno sindical, la deriva de CC.OO. y UGT a posiciones eminentemente defensivas y en permanente stand by, tampoco facilita las cosas a IU. La estrategia sindical mayoritaria responde objetivamente a parámetros bipartidistas: fuera del régimen capitalista nada hay, nada existe, nada de lo que se agita merece la pena para conquistar una sociedad más justa y solidaria. Las reticencias a las otras izquierdas sociales extramuros de la institucionalidad es obvia y más que evidente.

El ruedo político es tan complejo que hasta IU y sus marcas u opciones próximas amoldan su discurso y práctica diaria a las circunstancias de manera imprevisible, impulsiva, emocional y a veces paradójica: en Euskadi, hace años, con el PNV, en Cataluña apoyando la independencia con CiU y dejándose envolver en una cruzada con la derecha nacionalista de difícil salida, en Extremadura dejando gobernar al PP, en Andalucía en coalición con el PSOE… Tal andadura tan dispar y creativa crea confusión en la opinión pública.

IU está abocada a una clarificación ideológica y política auténtica y sincera si no quiere perecer en el intento de seguir siendo una fuerza marginal sin capacidad de negociación, presión y maniobra reales. IU tendrá que elegir entre las mondas que le ofrezca el PSOE y el espíritu de la calle variopinto y en ocasiones contradictorio protagonizado por las mareas ciudadanas, el 22M y el 15M. Con personalidad propia, con pasión por el diálogo a varias bandas, aportando sus ideas sin claudicar a las nuevas tendencias posmodernas diseminadas en sujetos emergentes sin anclaje directo en la historia ni en el movimiento obrero. Tampoco debe olvidar a los distintos grupos que mantienen el tipo alejados del fragor político institucional, muchos refugiados e impotentes en nichos ideológicos desconectados de la rabiosa actualidad.

Las prisas por ser la guinda del PSOE pueden traer consecuencias funestas para IU. Andalucía está a la cabeza del paro en la Unión Europea, gracias a la gestión del PSOE en Sevilla y del PP en Madrid. La responsabilidad de IU es prácticamente nula al respecto. Ahora bien, ¿lo entenderá así el electorado? ¿De qué modo está contribuyendo a escorar hacia la izquierda al PSOE, supuesto que así lo fuese? ¿Tocar poder institucional para qué? Muchas preguntas que hay que responder con la máxima urgencia. Demasiado tacticismo puede difuminar y mistificar una estrategia correcta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.