«¿Y qué es la fiesta del trabajo? Sencillo es comprenderlo: así como los santos y los acontecimientos celebres tienen su fiesta, el trabajo también tiene la suya. Y después de los domingos, que son días de descanso, ésta será la única fiesta que los obreros debemos guardar y respetar». Manuel Antonio Reyes, dirigente de la […]
Manuel Antonio Reyes, dirigente de la Unión Obrera, durante la celebración del Primero de Mayo de 1914, El Domingo, mayo 7 de 1914.
Colombia fue un país muy singular en cuanto al desarrollo del movimiento obrero, porque el apabullante poder de la Iglesia Católica impuso un orden teocrático en el plano cultural e ideológico, que dificultó, bloqueó o impidió la circulación de proyectos ideológicos y políticos distintos a los del pensamiento católico más retardatario. Esta fue la consecuencia más negativa de la Regeneración sobre la cultura colombiana, cuyo principal legado en la larga duración ha sido el dogmatismo y la intolerancia.
Sin embargo, el intento monolítico de la República Conservadora no impidió por completo la difusión en nuestro medio de las ideas y valores culturales asociados al emergente movimiento obrero y socialista, en sus distintas vertientes ideológicas, pero sí lo convirtió en algo marginal y esporádico. Por estas circunstancias, no resultó extraño que el Primero de Mayo fuera celebrado en Colombia casi un cuarto de siglo después que fuera iniciado por el movimiento obrero mundial y que el país estuviera al margen de las corrientes universales de pensamiento, entre las cuales descollaban las doctrinas revolucionarias. Esto mismo explica las características adoptadas durante las primeras celebraciones, que fueron exclusivamente nacionales, por no decir que regionales, sin ninguna referencia explícita al contexto internacional.
El Primero de Mayo se empezó a celebrar como día de los trabajadores en 1914 por iniciativa de la Unión Obrera de Colombia, una organización artesanal de Bogotá. No están claros ni los motivos ni el origen de la idea y si se debió al influjo de la celebración de la fiesta del trabajo en algún otro país de América Latina, pues en la convocatoria original no se dice nada al respecto. Fue una idea impulsada por esta asociación gremial de artesanos, que solicitó permiso a algunos propietarios de fábricas para que dejaran participar a sus trabajadores en un desfile a desarrollarse por las principales calles de la capital del país, sugiriendo que no les fuera descontado un día de salario por hacerse presente en el evento ii . En concordancia con la organización de la Unión Obrera, el Consejo Municipal de Bogotá acordó celebrar la conmemoración en ese año, concediendo vacaciones a los trabajadores de la capital, instándolos a asistir a la sesión solemne que realizaría esa corporación, invitando a todos los municipios del país a hacer otro tanto y comprometiéndose a levantar una columna en homenaje al trabajo en uno de los barrios obreros de la ciudad iii .
El programa previsto para el Primero de Mayo de 1914 comprendió como acto central un desfile en las horas del mediodía, que se inició en la Plaza de Nariño hasta la Perseverancia, un barrio habitado por obreros y artesanos, en donde se colocó la primera piedra de una columna conmemorativa al trabajo, cerca al lugar donde se planeaba construir la sede de la Unión Obrera de Colombia. El desfile se realizó de acuerdo a un orden previamente establecido, que en la convocatoria original decía textualmente:
«I. El pabellón nacional será conducido por los oradores de la fiesta obrera y en seguida una de las bandas nacionales.
II. Escuelas de niños y niñas de la capital
III. Obreros de los barrios de la Catedral y San Pablo.
IV. Conducción de los obreros de la fábrica de cemento, de la primera piedra para la columna conmemorativa…
V. Obreros de los barrios de Las Cruces y Santa Bárbara.
VI. Pabellón obrero conducido por los dignatarios de la Unión Obrera de Colombia, y representantes de Asociaciones análogas, y es seguida una de las bandas nacionales.
VII. Representación de todas las sociedades y corporaciones obreras de Auxilio Mutuo, establecidas en la capital.
VII. Los obreros de los barrios de Las Aguas y Egipto.
IX. Carro alegórico del Trabajo, obsequiado por la fábrica Germanía, Bavaria y Tejidos Nacionales
X. Obreros de los barrios San Victorino y Las Nieves.
XI. Corona obsequiada por la Unión Obrera, conducida por sus miembros, y en seguida una de las bandas nacionales
XII. Obreros de San Diego y Chapinero.
XIII. Al llegar al lugar donde debe colocarse la primera piedra se tocará el Himno Nacional» iv .
En este programa no se empleaba para nada la palabra artesanos que había sido sustituida por la de obreros , lo que denotaba el comienzo de un proceso de identificación de las personas pertenecientes al pueblo con una denominación que estaba adquiriendo en muchos lugares del mundo un carácter particular y diferenciador, como clase distinta a los capitalistas o propietarios de los medios de producción. Pero en nuestro caso no era asumido en términos de clase, sino que se empleaba una manera genérica para cobijar a sectores tan heterogéneos como los agrupados en los gremios artesanales y las sociedades mutuas y, desde luego, a sectores asalariados como los del ramo de la construcción, cuyos instrumentos laborales se destacaron durante este primer desfile de 1914. Así como durante el siglo XIX en muchos lugares de Colombia el término artesano había sido empleado como elemento de identificación cultural incluso por sectores no artesanales, desde principios del siglo XX la palabra obrero estaba en curso de sustituir a la primera, dándose el caso curioso de que muchos artesanos se denominaban a sí mismos obreros, aunque no lo fueran. Pero el apelativo de obrero en estos momentos no tenía un sentido restringido de clase, sino que con su uso se hacía referencia al pueblo, a los pobres o más genéricamente al pueblo trabajador v . En una palabra, era un término incluyente y no excluyente. No fue raro, en consecuencia, que uno de los discursos del Primero de Mayo de 1914, cuyo contenido presentamos más abajo, terminase con la alusión «Viva el pueblo soberano», que fue una de las consignas favoritas de los artesanos durante la segunda mitad del siglo XIX. vi La utilización de la noción de obrero en lugar de la de artesano denotaba un esfuerzo por actualizarse por parte de los gremios, con la finalidad de negociar con el Estado mejores condiciones para sus actividades. Era un intento de adaptación a las nuevas condiciones del capitalismo, aunque sin dejar de ser artesanos en términos estructurales, a pesar de que fuera necesario empezar a nombrarse como obreros. Esta denominación era entendida más en el sentido de trabajadores manuales que de asalariados, lo que se reveló durante la jornada del Primero de Mayo de 1914, cuando la reivindicación central, explícita en unos momentos e implícita en otros, fue la dignificación de las labores manuales. Esta ampliación de la noción de obreros permitía a los artesanos sin renunciar a su ser de clase, incorporarse a las luchas de los trabajadores, aunque para ello tuvieran que cambiar de apelativo.
Desfile del Primero de Mayo de 1914 en las calles de Bogotá
En el caso de Colombia, esto no era producto del Primero de Mayo, ya que en la prensa artesanal, publicada en el país desde los primeros años del siglo XX, se encontraba una constante referencia al término obrero. Así, encontramos denominaciones como Círculo de Obreros, Partido Obrero, El Obrero Católico, la cuestión obrera, etc., aspectos todos que, salvo menciones excepcionales, hacían referencia a asuntos de los artesanos. El Primero de Mayo significaba, desde el punto de vista simbólico y ritual, la presentación pública de una transformación semántica iniciada años atrás por los artesanos de Colombia. Era apenas normal que si el Primero de Mayo se consideraba como el Día del Trabajo, o en lenguaje de su tiempo como la «fiesta del obrerismo», los artesanos tenían que presentare como obreros para poder acceder a las nuevas formas de sociabilidad de los subalternos, impulsadas en el plano internacional por la clase subalterna más importante del capitalismo, es decir, la clase obrera. Por supuesto, la adopción de un nuevo apelativo no significaba para los artesanos el abandono de sus tradiciones culturales ni de los rituales asociados a las mismas, como se pudo observar durante el Primero de Mayo de 1914, cuando, a diferencia de lo que había acontecido en Argentina, Cuba, Perú o México, no había ninguna referencia explícita ni directa con el sentido obrero, en términos de clase, a la fecha. Se aprovechaba el Día del Trabajo para escenificar los rituales propios de los artesanos, como se hizo durante las primeras celebraciones del Primero de Mayo. Las personas que desfilaban eran artesanos, aunque se encontraran algunos trabajadores asalariados como los de las fábricas de cervezas. Se exaltaban más los espacios de la vida cotidiana que los de la fábrica, por eso desfilaban los habitantes de los «barrios obreros», lugares donde funcionaban los talleres artesanales. Era una fiesta en la que participaba todo el pueblo y no solo una clase, y en la que se combinaban las más diversas actividades, desde el desfile de carros alegóricos al trabajo hasta la marcha de niños y niñas con el ritual de erigir una columna como homenaje al trabajo, junto con los discursos de los dirigentes artesanales.
Aunque en esta primera celebración figuraron algunos representantes del poder -como la banda de música de la policía- fue notable la ausencia del clero, e incluso en los discursos de ese día se le criticó de manera explícita. Sencillamente, las jerarquías católicas, como guardianas del orden conservador, no vieron con muy buenos ojos que por iniciativa propia un grupo de artesanos quisiera celebrar el Primero de Mayo, sin contar con la Iglesia. Esto fue todavía más explícito en 1916, cuando en los días previos a la celebración se escucharon críticas de algunos sectores del clero al acuerdo del Consejo de Bogotá en que se había aprobado la celebración del Día del Trabajo vii .
Tampoco era raro que cierta prensa conservadora, próxima al catolicismo, para recalcar la no pertinencia de la celebración del Primero de Mayo trajera a colación el miedo que la fecha suscitaba entre la burguesía de algunos lugares del mundo, para despertar de nuevo en Colombia el tradicional «miedo al pueblo», que reaparecía cada vez que algunos sectores de las clases subalternas intentaban organizarse o realizaban protestas viii .
Durante el Primero de Mayo de 1914 se realizaron los actos previstos, destacándose al frente de la manifestación una bandera blanca como emblema del trabajo, que era portada por los dignatarios de la Unión Obrera. Otros miembros de esta agremiación llevaban una corona de flores, adornada con una cinta blanca y otras de tres colores en la cual se podía leer la fecha «1º de mayo de 1914». Un carro, adornado especialmente para la ocasión, cerraba el desfile. Una columnata portaba en su cúspide un águila, con una rama de olivo en su pico. Junto a estos símbolos desfilaban unos niños, hijos de obreros, portando en sus manos instrumentos de trabajo, cotidianamente empleados por sus padres, entre los que sobresalían plomadas, garlanchas y azadas. Según las cifras proporcionadas por la prensa de la época, desfilaron más de tres mil trabajadores. Durante su recorrido la marcha se detuvo en el Parque de la Independencia y rindió un tributo a los mártires de esa gesta. Luego se dirigieron al lugar, en el barrio la Perseverancia, donde debería colocarse la primera piedra conmemorativa de la fiesta obrera. Se erigió una plataforma, en medio de la bandera blanca de los trabajadores y la bandera de Colombia, especialmente acondicionada para los oradores ix .
La simbología empleada en esta primera conmemoración es reveladora de su carácter. No se encontraban banderas rojas y negras, que ya se empleaban en casi todo el mundo como símbolo destacado del Primero de Mayo, sino una blanca que se muestra como la «bandera del trabajo», que quizá representaba la idea de paz y concordia que pretendían difundir los artesanos x . No sabemos si dicha bandera fue usada antes por los artesanos colombianos o era el símbolo de alguno de los gremios presentes en ese Primero de Mayo. Otro símbolo empleado fue el del Águila, que representa independencia, libertad, visión panorámica y futuro, término este que no puede pasar desapercibido puesto que una de las características del movimiento de los trabajadores a nivel mundial era el de reivindicarse como portadores de un mejor futuro para la humanidad. En nuestro caso, los artesanos colombianos expresaban su idea de otro porvenir, por lo cual entendían su supervivencia ante los nuevos vientos que soplaban para el país tras la inauguración del Canal de Panamá y la arremetida del capitalismo por la vía de la dominación imperialista de Estados Unidos. Otro de los símbolos de esta fecha fue la columna al trabajo, con lo que se quería representar el carácter varonil y erguido del trabajo manual, así como la firmeza y dureza de los trabajadores que exigían el respeto a su derecho al trabajo. Por último, no se mencionó ningún himno típicamente obrero -que aparecerá poco después en algunos lugares del país- ni mucho menos a la Marsellesa o a la Internacional, sino que en ese Primero de Mayo se entonó el Himno Nacional, lo que muestra el carácter estrictamente local de la celebración.
Durante la jornada de 1914 se pronunciaron varios discursos, los que, para nuestra fortuna, se han conservado, hecho que nos permite aproximarnos al sentir de los organizadores de ese primer Primero de Mayo. Dada su importancia como testimonio histórico, los citaremos in extenso . El primero en dirigirse a la multitud fue José Nicolás Guzmán, Director General de la Unión Obrera, quien pronunció un discurso en el que se recalcaba la importancia de la celebración y se criticaba claramente a los políticos de los partidos. El texto del discurso señalaba:
«¡Compañeros! Ha llegado el deseado día del primero de mayo de 1914, día de la Fiesta Obrera, en que se ha roto por primera vez en la capital de la República, uno de los látigos de la esclavitud del obrero.
De hoy en adelante aquel azote de la tiranía de los primeros de mayo, quedará eternamente despedazado en nuestra patria, hasta en los últimos rincones, en donde el atrevido patrón fanático está cebado con el fruto de aquel sudor santo de sus esclavos.
No desmayemos, compañeros, en esta obra redentora, que es el porvenir de nuestra República, tantas veces mancillada por negociantes políticos y desmembrada por gobiernos que persiguen apenas el dios dólar, aunque esta madre cariñosa de la Patria quede con el bandón oprobioso ante las demás naciones del mundo.
Entonces si no se ven empapeladas las esquinas de la ciudad de inmensos cartelones protestando contra los tiranos que dejan esa mancha en el pabellón tricolor de nuestra Nación, porque quien sabe cuántas páginas negras registrará la historia y cuántos cómplices existen de aquéllos que ayer no más han protestado por esta nuestra fiesta.
Unamos, señores, más y más todos nuestros esfuerzos y energías, ya sí contrarrestar a los enemigos de la Patria, que son los mismos enemigos del obrero.
El movimiento de este día en el que todos vosotros, trabajadores que me escucháis, habéis tomado parte, ha sido el primer golpe de triunfo que habéis os dado contra el enemigo que te oprime y te explota.
Debemos, pues, compañeros, felicitarnos en este día, aunque existan éstos y otros enemigos de curules ministeriales, y otros tantos empresarios opulentos, quienes han mirado con indiferencia nuestra majestuosa fiesta, seguramente porque no nos hemos congregado a darle ovación a los hipócritas, o a aquellos políticos que nos han conducido a las guerras fratricidas, en donde los campos son convertidos en charcas de sangre del noble pueblo trabajador.
Prosigamos adelante, compañeros, todos unidos, sin matices políticos de ninguna especie, hasta obtener de una manera definitiva la reivindicación de todos nuestros derechos, y en seguida contemplar a nuestros enemigos en aquel lugar donde el destino les tiene ya reservados, donde expiarán sus crímenes, porque la justicia de la tierra se impone a tanta perversidad de caudillaje y gamonalismo.
No nos preocupemos por la carcajada inmoral de nuestro opresor, porque mañana el Pabellón de la Paz y del Trabajo estará izado y respetado de todo faccioso, y significando la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, base primordial que perseguimos» xi .
El contenido del discurso estaba directamente relacionado con el legado democrático de la Revolución Francesa y no con la historia del movimiento obrero y socialista internacional, lo que en el caso de Colombia se correspondía con las tradiciones más radicales del movimiento plebeyo, entre las que sobresalían las de los artesanos. La referencia a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad sintetizaba en una forma alegórica los intereses de los artesanos colombianos, como se expondrá con más detalle y sofisticación en el discurso del artesano Manuel Antonio Reyes, otro miembro de la Unión Obrera. Su pieza oratoria es mucho más interesante para ayudar a comprender el sentido de la primera celebración del Día del Trabajo en Colombia. Para empezar se intentaba clarificar el significado de la fecha y de lo que se celebraba:
» Hoy los mismos obreros volveremos a reunirnos para colocar la primera piedra sobre la que se ha de levantar una columna que simbolice el derecho al trabajo y la dignidad de la labor manual , para celebrar de esta manera, por primera vez en Colombia, la fiesta del trabajo.
¿Y qué es la fiesta del trabajo? Sencillo es comprenderlo: así como los santos y los acontecimientos celebres tienen su fiesta, el trabajo también tiene la suya. Y después de los domingos, que son días de descanso, ésta será la única fiesta que los obreros debemos guardar y respetar» xii .
Existe una impresionante coincidencia, casi textual, entre estas afirmaciones y las sostenidas por otros obreros en otros lugares del mundo, para quienes el Primero de Mayo significaba que así como «los católicos tienen la Pascua; de hoy en adelante los trabajadores tendrán su propia Pascua», como lo sostuvo un líder obrero europeo en 1893 xiii . Pero existía una diferencia sustancial: para los obreros de Europa occidental el Primero de Mayo era un día arrancado al capitalismo, era algo así como una «conquista simbólica», una afirmación de contrapoder y de invasión al «espacio social del sistema» xiv , mientras que aquí, como clara expresión de la influencia religiosa sobre los gremios artesanales, labrada durante muchos años, el «tiempo libre» del Primero de Mayo debía destinarse a realizar obras de caridad con los pobres:
» Es un día en el año que no se debe sumar con los días de brindis y de perjuicios por el mal gasto de nuestro dinero, es el día de las transacciones sociales y de las hondas reflexiones, día en que debemos llevar un pan y un abrazo a nuestros hermanos ancianos; aquéllos que después de consumir sus energías sobre el yunque del trabajo diario, se encuentran a la sombra de un asilo de indigentes, de fallecidos y abandonados, sin más halagos que el de apurar sus lágrimas y desear el fin de su amarga existencia. Es el día en que debemos visitar a los niños desamparados, a esas criaturas indefensas que, por consecuencia, por deber y por amor debemos celar por su situación y llevar nuestra influencia a los parlamentos y a las esferas oficiales a fin de que obtengan complexión vigorosa y armas para la lucha de la vida. Este es el carácter que por ahora podemos darle a la fiesta del trabajo, carácter que irá progresando a medida que nosotros vayamos tomando posesión de nuestros derechos» xv .
Aunque se subrayaba el uso caritativo del tiempo del primero de mayo, también se señalaba que en el futuro inmediato la labor de los obreros no iba a quedarse, ni mucho menos, circunscrita a ayudar a los pobres, sino que debería buscar el reconocimiento de sus derechos, entre los cuales se colocaba en primer plano el derecho al trabajo pero también el de ser propietarios de medios de producción:
«No nos olvidemos que tenemos derecho al trabajo, y que a ese derecho es inherente otro: el derecho a los medios.
Debemos, pues, hacer uso de ambos o renunciar a juntos.
Digo esto por hallarse los medios de producción en manos de la riqueza natural y social, en tanto que nosotros apenas poseemos la fuerza de trabajo» xvi .
Planteado el problema, incluso en una forma inusitada para la época al utilizar una terminología completamente extraña en nuestro medio, como la de fuerza de trabajo, se pasa a esbozar una solución que es típica del artesanado a través de la historia, como es la de tener acceso a la propiedad de los medios de producción; es decir, desarrollarse como pequeños productores, siguiendo las recomendaciones de la iglesia católica que fomentaba el culto al ahorro, pero también «haciendo política obrera»:
» ¿Y cómo hacernos a los medios? Haciéndonos a capital. ¿y cómo hacernos a capital? Ahorrando, y ¿cómo ahorrar? Valorizando el trabajo. Uniéndonos sin distinción de colores políticos, organizándonos por gremios y haciendo política obrera. Porque la demás política no es aquí en Colombia el arte de gobernar sabia y honradamente: es el arte de empobrecer y hostilizar por medio de las leyes y las bayonetas; es el arte de embrutecer al pueblo, hacer oligarquías, comprar conciencias, conseguir empleos, contratos, grados, ascensos, y en general gobernar con violencia, sosteniendo un absolutismo en materia política, un autoritarismo en materia de Estado y una teocracia oficial en materia religiosa. Todo esto bajo el disfraz del nombre de República» xvii .
Aunque se aceptaran los presupuestos católicos sobre el ahorro, se criticaba a la iglesia como institución, algo que también era característico de algunos artesanos colombianos desde el siglo XIX. Además, de manera explícita éstos proponían el proteccionismo como forma de defender sus oficios y sus gremios:
«Llevamos más de cien años de vida independiente. En todo ese lapso hemos tenido Congresos y Asambleas Legislativas, sin que nos hayan dejado una sola ley siquiera que ampare al obrero, que le defienda de la competencia extranjera, que lo libre de la explotación y lo redima de la ignorancia.
Con la apertura del Canal de Panamá tendremos la inundación de toda clase de artículos de manufactura cuya competencia (dado el escaso número de consumidores) a miles de obreros nos cruzara de brazos.
Desde luego, quedaremos sin hogar y nuestras familias sin pan, sin techo y sin abrigo» xviii .
Luego de trazar una radiografía de la situación de los obreros (en realidad, de los artesanos), el orador exploraba las posibilidades que tenían para enfrentar la difícil situación, recurriendo también a expresiones típicas del artesanado colombiano, algunas de ellas emparentadas, al parecer de manera espontánea, con la terminología adoptada por el movimiento obrero de algunos lugares del mundo, entre las que se destacaba la metáfora de la luz en medio del tenebroso oscurantismo, entendiendo que la claridad irradiaba del conocimiento y del estudio:
«Si queremos los obreros levantarnos de la postración en que nos han sumido nuestros malos gobiernos, debemos limpiar a Colombia de las vetustas prácticas de política y religión. Debemos darle luz, pero una luz que irradie en un foco cuya potencia incendie el tenebroso manto del oscurantismo.
Fijaos compañeros que nacemos pobres, vivimos pobres y después de 30 o 40 años de producir exhalamos nuestro último suspiro en un asilo de indigentes o en un hospital donde nuestras quejas no alcanzan a molestar los oídos de los potentados y de los que acumulan buenas riquezas por ordenarnos y vernos trabajar.
En cambio para los tiranos, para los vampiros del tesoro, para los traidores, para los asesinos del pueblo, para los parásitos, para los que han devorado la dignidad nacional, las esmeraldas y las prendas para todos ellos y sus familias se decretan honores, recompensas, pensiones y erección de monumentos a su memoria. Pero lo doloroso es ver que la mayor parte de los obreros le huyan a las organizaciones, a la instrucción, a la unión para formar fuerza y hacer valer nuestros derechos. Los pocos que se inscriben en las sociedades obreras, cumplen en los primeros días con los estatutos y reglamentos que han jurado, luego abandonan sus deberes y con la más franca apostasía se declaran disociadores.
Muy bien que el obrero piense por si solo y no se deje llevar por la falacia de los aduladores, para que abandone el campo, se derrote a sí mismo en los momentos más necesarios de su contingente, es triste porque el obrero demuestra con eso que no tiene interés ni voluntad por mejorar su situación…
Nuestra obra principia por la emancipación del individuo mismo. Si éste no se instruye, si no se estimula, si no es cumplido y pundonoroso en sus compromisos no será individuo útil para la humanidad ni para sí mismo, ni será libre ni digno, porque ignora los peligros, el desastre de los vicios, sus derechos, sus deberes y toda defensa que necesita hacerse.
Muy bien que los obreros no secunden organizaciones donde la verdad y la justicia no florezcan; pero no es el caso que deserten, sino que se impongan con la razón, depuren de su seno elementos perniciosos, formen una organización sana, fuerte, legítima, representante de sus aspiraciones y defensora de sus intereses.
Por lo expuesto, excito de buena voluntad perseveremos en la organización y en la unión de los obreros, porque en la perseverancia estriba nuestro triunfo. Si queremos ser libres, desliguémonos de la cobardía y del servilismo» xix .
Al final se recordaron los mártires de la independencia, sin que existiera ninguna referencia a los mártires del trabajo, ni siquiera de los artesanos. Los mártires de la independencia, vistos como hijos del pueblo, eran una genuina expresión de la nacionalidad. Su recuerdo evocaba el espíritu de libertad que reivindicaban los artesanos del país:
«Francos están aún los cadalsos y la sangre derramada por los mártires de nuestra magna guerra. Todavía se siente la tierra humedecida con la sangre de los héroes ignotos, hijos del pueblo que rindieron su vida bajo el estandarte tricolor, en holocausto de nuestra libertad.
Es por eso que queremos ser libres en la acepción de la palabra.
¡Libres por convicción y herencia!
¡Libres porque en Colombia no deben haber otras leyes que las que garanticen la soberanía del pueblo!
¡Libres porque no debemos obedecer a otra autoridad, sino la que emane de la voluntad del pueblo soberano!
Libres porque los padres de la patria nos legaron una República democrática donde todos somos iguales ante la ley, en derechos y en condiciones.
Para terminar, compañeros, acompañadme en dos únicos vivas:
¡Vivan los libertadores de Colombia!
¡Viva el pueblo libre y soberano!» xx
Con estos dos vivas se cerró la primera celebración de la fiesta del trabajo entre los colombianos. Aparte de Bogotá, Barranquilla fue el otro lugar del país donde el primero de mayo de 1914 se efectuaron eventos similares, que fueron impulsados por algunos gremios artesanales, cuyo objetivo inmediato era la construcción de una Casa del Obrero xxi .
Artesanos y obreros en Bogotá el Primero de Mayo de 1914
Artesanos y obreros en Bogotá el Primero de Mayo de 1914
En conclusión, puede decirse que los artesanos y obreros colombianos inventaron la tradición del Primero de Mayo, rompiendo a su modo con las tradiciones hegemonizadas por la iglesia católica. Eso formaba parte de una lucha simbólica, culturalmente significativa, en el proceso de identidad de los trabajadores, primero como pueblo y después como clase. Además, inventaron una tradición de larga duración -la fiesta laica no patriótica más importante de la historia de Colombia- que, a pesar de la represión y de los intentos de eliminarla por parte de las clases dominantes de este país, se sigue celebrando un siglo después de la primera ocasión en que se conmemoró.
NOTAS
i. Este texto corresponde a un fragmento, ligeramente adaptado, del capítulo primero de nuestra obra Gente muy Rebelde, Volumen 4: Socialismo, cultura y protesta popular, Ediciones Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002.
ii. El Domingo, abril 19 de 1914.
iii. El Liberal, abril 1 de 1914.
iv. El Republicano, mayo 2 de 1914.
v . Mauricio Archila, Cultura e Identidad obrera, Colombia 1910-1945, CINEP, Bogotá, 1991, p. 410.
vi. Mario Aguilera y Renán Vega, Ideal democrático y revuelta popular, segunda edición, Editorial CEREC, Bogotá, 1998, pp. 120-138.
vii. Con motivo de la celebración del Primero de Mayo, en 1916 el órgano de la Unión obrera decía que «de las prensas jesuíticas ha salido una hoja suscrita por anónimos obreros del Círculo, en que increpan al Honorable Consejo por el procedimiento generoso que tuvieron para con los obreros del municipio en la fiesta del trabajo… Nos ha sorprendido… que perteneciendo a un círculo dirigido por sacerdotes que sólo deben enseñar y practicar la caridad y la fraternidad se haga todo lo contrario», La Unión Obrera, mayo 1 de 1916.
viii. Hemos efectuado un análisis del miedo al pueblo en diversos momentos de la historia colombiana de los siglos XIX y XX en nuestro ensayo «Antisocialismo y miedo al pueblo. El influjo de las ideas socialistas en tres momentos de la historia nacional», en ¿»Fin de la historia» o desorden mundial? Crítica a la ideología del progreso y reivindicación del socialismo, Ediciones Antropos, segunda edición, Bogotá, 1997, pp. 33-56.
ix. El Domingo, mayo 3 de 1914.
x. Eric Hobsbawm, «La transformación de los rituales obreros», en El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Editorial Crítica, Barcelona, 1987, p. 107.
xi. El Domingo, mayo 3 de 1914.
xii. El Domingo, mayo 7 de 1914.
xiii . Maurice Dommanget, Historia del primero de mayo, Editorial Laia, Barcelona, 1976, p. 350.
xiv. Los términos son de Eric Hobsbawm, op. cit., p. 109.
xv. El Domingo, mayo 7 de 1914.
xvi. Ibíd.
xvii. Ibíd.
xviii. Ibíd.
xix. Ibíd.
xx. Ibíd.
xxi. La Palabra (Barranquilla), abril 25 de 1914.
(*) Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.
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